domingo, 20 de enero de 2013

Mendoza: agitación por apariciones de OVNIs (julio y agosto de 1968) [2da parte y final]
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


El caso del policía Arsenio Romero

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El policía Arsenio Romero relata su experiencia.
Un agente de policía de la seccional 5ª de Mendoza, que cumplía guardia nocturna en el Cerro de la Gloria, al oeste de la ciudad, aportó un fantástico relato sobre la aparición de una nave y dos extraños seres presuntamente ocurrida el viernes 9 de agosto de 1968. La versión comenzó a circular a través de sus compañeros, hasta que unos días después tomó estado público, al tiempo en que se iniciaba una investigación policial para esclarecer el episodio. Conducido a la seccional Quinta para declarar ante el co­misario, fue presentado también -en la mañana del martes 13- al jefe de policía para que prestara nueva declaración, habiendo sido incluso examinado en varias oportunida­des por médicos del hospital donde fue trasladado apenas ocurrido el caso y por los profesionales de Sanidad Policial, hallándose bajo tratamiento por una afección nerviosa.

El testimonio que el agente Arsenio Romero ofreció es el siguiente:

“Transitaba por el denominado Teatro Griego, tomé el camino del Cerro de la Gloria, para el lado del Jardín Zoológico, cuando veo hacia el cerro San Agustín una luz algo amarillenta, rojiza, de distintos colores, y pensé que estarían soldando algunas pie­zas, restándole importancia. Seguí caminando y llegué a la puerta del zoológico, y fue allí que los animales, los perros, aullaban mucho. Pensé que estarían nerviosos, sin saber qué les ocurría. Tomé el camino de tierra, la subida. Había andado unos 100 m, cuando vuelvo para atrás, y tomé el camino de asfalto. Sigo por éste y llego a la subida y bajada del cerro, donde se une el camino, cuando salgo a la curva en la subida­ y observo arriba como una llama, como si estuviera ardiendo algún vehículo, a unos 70 metros de distancia. Subo corriendo. Entro por las plataformas de las cloacas, subo donde está el mástil, veo el objeto en la plataforma del Cerro de la Gloria, veo una plataforma… un objeto determinado que me llama la atención, y me fui por el muro, que tiene al costado este, llegando a un kiosco de venta de bebidas. Me ubico entre medio de los árboles, y veo de cerca aquel objeto que estaba al noroeste, hacia la cordillera. Era como un plato volador, que en el medio tenía una parte como si fuera de vi­drio, asentado con tres patitas. De él salían destellos de distintos colores, girando alrededor con intermitencia. Al principio eran azul-amarillentas; en la parte del bor­de de color azulado, azulado-verdoso".

“Las luces eran bien brillantes, más fuertes que el Sol, aunque de aspecto metálico. Su brillo fue un poco molesto pero, en fin, uno está acostumbrado (¿?). Los bordes del objeto resultaban confusos, no se notaban bien, debido al destello de la citada luz, situada en la parte media, ahora, en las partes baja y alta no, porque se veía oscura".

“El objeto era un tipo de plato, como un trompo, de esos que los niños hacen girar, que al medio tenía como un vidrio, que parecía vidrioso, donde estaba la luminosidad, la luz de distintos colores. Arriba tenía una cúpula medio ovalada, como con trompita para arriba. Tenía como una antena, y tres patitas de unos 70, 50-60 cm de altura. El tamaño del plato no sabría precisar bien, pero más grande que un automóvil; su diáme­tro sería de unos 10 m, y la altura de un metro o un metro cincuenta".

“Entonces me acerqué a unos 10 metros, aproximadamente, sobre el playón que está a­rriba del cerro. Me fui acercando por propia curiosidad. Al llegar ahí, veo cuando sa­le esta gente, que bramaba al salir del plato. Era un zumbido fuerte, como un bramido, difícil de comparar, era seco, duro, un silbido fuerte y agudo, que me hizo doler los oídos. También me molestaban las luces, pero sin llegar a cegarme, aunque a medida que me acercaba se hacía más notorio un olor a azufre, que me provocaba angustia".

“Estos seres estaban alrededor del plato. Ellos no tocaron tierra. El plato era lo que andaba. Tenían 70 u 80 cm, o un metro; con unos cuerpos semiovalados, de torso al­go panzón hacia abajo. No noté si tenían terminados los brazos, piernas, ni uniforme. Pero la cabeza de los dos era alta, alargadita, Y de la parte del cráneo salían dos antenas, y a la vez con objetos con dos bolitas rojas que giraban sobre sus luces. Es decir, dos antenitas en cuya punta había dos lucecitas rojas que giraban sobre ese cuerpo. Y tenían un ojo".

“Descendieron por un costado, pero no vi ninguna escotilla, nada. Giraban y se movían como si estuvieran suspendidos en el espacio. Me dio la intención y saqué el ar­ma. Saqué el arma y les apunté (NdR: se trata de una pistola 45 cal. 1145, registro N° 85.392). Cuando lo hice sus cuerpos giraban, porque en ese momento yo los había visto de espaldas, no estaban de frente porque, justamente, estaban girando. Entonces fue cuando vi el objeto de acá y el ojo, y sentí como si me prendieran fuego y me dejaron paralizado. Cuando hice el ademán atacaron, sino, no lo hubieran hecho. Quise caminar hacia adelante, hacia atrás, y no podía. Quise hacer movimiento de brazos, y no pude. Tampoco podía gritar ni hablar. Y sentí una quemazón en el cuerpo, en el frente, y caí al suelo por el rayo que salió de la parte de la cara, del ojo, salió la llama azul, medio violeta, de arriba para abajo, tomándome todo el cuerpo, parejo".

“Caí al suelo y después no recuerdo más nada. Quedé paralizado, estuve en el suelo y no supe nada más. No sé cuánto tiempo permanecí allí, pero habrá sido largo tiempo. Luego me despertaron los muchachos".

“Para mí son seres que vienen a buscar algún objeto de ellos, dado que muchas veces, en el subsuelo hay uranio; faltará en su planeta y vienen a buscarlo a la Tierra. Pero no son seres ofensivos, ya que si no los ofende no van a hacer nada, pero si los atacan, entonces sí lo atacan a uno".

“En cuanto a evidencias materiales, o rastros sobre el terreno, según los que me han visto, habrían encontrado marcas, de las tres patitas que se asentaron allí".

“Después fui internado en el hospital a raíz del sistema nervioso, estaba muy alterado, no se sabía porqué. Estuve cuatro días, como causa de enfermedad nerviosa. No me quedó ningún rastro físico. En las ropas no tuve quemaduras, me saqué la ro­pa después, y en la piel no pude apreciar nada. Tampoco me afectaron los ojos, aunque veo poco… Lo que sí los nervios, y dolores articulares en los hombros, codos y rodillas, de ahí en adelante empecé a sentir esos dolores. Antes no he padecido ninguna enferme­dad".

“Ahora otra cosa. Tiempo atrás, varios meses atrás, yo había notado destellos de una luz rojizo-amarillenta, azulada, que se corría por los cerros, sin dispensarle mayor atención, pues muchas veces se trata de estrellas fugaces. Pero esta vez, al prestarle atención creyendo que era un coche que estaba incendiándose, resulta que… después me llevaron al hospital”.

Consideraciones sobre el caso

El custodio del orden público parece haber sufrido u­na crisis nerviosa que se anunciaba y -tras un breve instante de inmovilidad-, cayó desvanecido. Arsenio Romero fue encontrado en el suelo por una persona, de quien no se pudo obtener la identidad, transladándolo hasta la seccional Quinta, en donde prestaba servicios. Luego habría sido internado en un hospital -que tampoco fue localizado- víctima, aparentemente, de una crisis nerviosa. No obstante, trascendió que Romero se hallaba bajo tratamiento con motivo de una “neurosis”[1], obligándolo a una asistencia médica permanente.

El extraño suceso narrado por el agente Arsenio Romero causó el escepticismo de sus compañeros. Entrevistados algunos policías, éstos señalaron que “no creían” en el hecho descripto, agregando que todo pudo ser producto de la imaginación del uniformado. Sin embargo, otros indicaron con cierta tolerancia que “todo puede ser, a pesar de la rara personalidad del agente” (9).

Otras impresiones que tuvieron como fuente la Policía de Mendoza ratificaron las opiniones vertidas en aquel momento, agregando que el testimonio de Romero no era confia­ble, conociendo actitudes similares a la relatada.

Inclusive, el periodismo -muchas veces propenso a exaltar la presunta credibilidad de estos episodios- señaló en la ocasión: “El relato de Romero es probable que haya obedecido a un especial estado de ánimo o a cualquier otro motivo que desconocemos” (10).

Pero a los dichos y entredichos se sumó la opinión del Dr. Carlos Irisarri, médico psiquiatra de Sanidad Policial, dependiente de la Jefatura de Mendoza, quien tras haber examinado al agente habría diagnosticado que se trata de un sujeto que presenta u­na insuficiente facultad mental[2]. Esto no deja de causar cierto asombro, por referirse a un agente policial en actividad, aunque su dictamen parece terminante.

Después de todo, y de manera más genérica, el comunicado de prensa del 5 de septiembre emitido por la Jefatura de Policía de Mendoza indicó que “por medio de sus organismos especializados, ha investigado minuciosamente las circunstancias y los hechos relacionados por todas las personas que dicen haber sido testigos o afectados de algún me­do por estos fenómenos, llegando a la conclusión, en todos los casos, sin excepción, que no se ha comprobado absolutamente ninguna de las aseveraciones sobre supuestos acontecimientos extraordinarios, resultando de los informes producidos (…) que se trata solamente en algunos casos, de fenómenos alucinatorios y en otros individuos cuya per­sonalidad presenta como rasgos característicos tendencias a la mitomanía, a veces en concurrencia con su nivel cultural y en otros a un deseo de publicidad con fines inconfesables” (12)

Dicho sea de paso, Arsenio Romero tenía a la fecha del episodio 36 años (nació en la ciudad de Córdoba, el 31 de marzo de 1932), y afirma pertenecer a la Escuela Basilio, un círculo espiritista ampliamente extendido.

Mientras se piensa sobre el origen de tres pequeños huecos situados en forma de triángulo en la plataforma del histórico Cerro de la Gloria, nadie recuerda cómo fueron ocasionados. El diario El Andino, del 13 de agosto, se pregunta si será otro producto de la imaginación del agente e irónicamente agrega que, por lo menos, la foto que los muestra servirá para que la Dirección de Bosques tome las medidas para tapar los pozos. Francamente, la impresión que causa al detenernos en la imagen, es que se trata de simples agrietamientos en una superficie muy irregular y con inadecuado mantenimiento.

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Las supuestas huellas de aterrizaje de un plato volador en el Cerro de la Gloria.

Otro hecho que merece ser citado es que el caso guarda cierta similitud con el ocurrido en el Hospital Neuropsiquiátrico días antes, res­pecto al rayo, luces y efectos paralizantes[3].Y además, la descripción que Romero ha­ce del objeto y sus tripulantes, coincide con la que a fines de ese mismo mes, también en Mendoza, efectúan Peccinetti y Villegas (véase: LOS IDENTIFICAOOS VII, 1994), inclu­so, en lo referente a la paralización de movimientos que les impidieron toda acción ante los extraños seres (13).

Aún cuando no disponemos de los datos psicoclínicos necesarios para proceder a una evaluación concienzuda de la personalidad de Arsenio Romero (al margen de las pericias realizadas por Sanidad Policial, en cuya idoneidad confiamos), es posible pensar que el colapso sufrido por el policía -de no haber sido la. acción producida por un fenó­meno externo a él-, revela cierta incapacidad del testigo para superar la sobrecarga de tensiones, hallándose en un estado de angustia e incertidumbre[4], que denotaría -a su vez- una debilidad yoica[5], con la cual se eleva la frecuencia de error, aumentan­do la deformación psíquica y su distorsión de la realidad.

Referencias

(1) El Andino, Mendoza, 15 agosto 1968, p.19; La Razón., Buenos Aires, 20 agosto 1968.
(2) Los Andes, Mendoza, 16 agosto 1968. Diario de Cuyo, San Juan, 7 septiembre 1968.
(3) El Andino, op. cit.
(4) Gente y la Actualidad, Buenos Aires, Año 4, N° 163, 5 septiembre 1968, p.7.
(5) Ibíd., p.6.
(6) La Prensa, Buenos Aires; y Los Andes, Mendoza, 6 septiembre 1968.
(7) Los Andes, Mendoza, 7 febrero 1968, p.9.
(8) Henri Ey, y otros. Tratado de psiquiatría, 8a. ed., Masson, Barcelona, 1990, ps.205/206, 374 y ss.
(9) El Andino, Mendoza, 13 agosto 1968, ps. 1 y 18; Los Andes, Mendoza, 14 agosto 1968, p.5.
(10) El Andino, op. cit.
(11) Henri Ey, y otros. Op. cit. ps.562, 569/570.
(12) vse. “(6)”.
(13) Crónica, Buenos Aires, 1 septiembre 1968.

[1] Las neurosis son enfermedades de la personalidad (Janet) caracterizadas por conflictos intrapsíquicos que inhiben las conductas sociales. El término, que es muy antiguo (Cullen, s. XVIII), tomó en medicina, en un principio, el sentido de enfermedad funcional sine materia en relación a la enfermedad orgánica, pero no puede considerársela seriamente excluyendo la causalidad orgánica.

Las “reacciones neuróticas agudas” (psiconeurosis emocionales) son episodios de angustia paroxística, des­criptas con diversas denominaciones. Se refiere a especiales situaciones emocionales, que podemos definirlas como reacciones desencadenadas por un shock emocional. Se destacan: l) que los síntomas patológicos están relacionados con acontecimientos actuales (es el aspecto reaccional de estos estados); 2) que el umbral de hiperemotividad o de angustia es anormalmente bajo; 3) que los síntomas consisten esencialmente en reaccio­nes afectivas violentas; y, 4) que estas reacciones ponen en juego tendencias más o menos inconscientes. Según se desprende de esta brevísima presentación, la angustia aguda, el estado de pánico, será estudiado teniendo en cuenta que el organismo dispone de mecanismos defensivos preparados para responder al estrés, vistas como una intensa reacción al sufrimiento en su más amplio sentido. Se comprende, pues, que estas grandes crisis “traumáticas” de angustia constituyan siempre urgencias médicas (8).

[2] Los estados de retraso mental son insuficiencias del desarrollo de la inteligencia. En la forma “ligera”, con un C.I. 65-80, en la escala de Ternan-Merill, es relativamente educable y adaptable socialmente. Por la debilidad de su Yo y de su personalidad, es sugestionable y crédulo, y es incapaz de enfrentarse a situaciones nuevas que exijan un análisis de sus dificultades (11).

[3] Aunque vale hacer notar que el caso de Romero se divulgó el martes 13 de agosto, y el de la enfermera A.C. de Panasitti recién se publicó el jueves 15, éste ya era conocido en los medios policiales de Mendoza.

[4] En situaciones de cambio rápido, como la expuesta, la incertidumbre proviene de un exceso en el flujo de información carente de patrones definidos. Como en las situaciones no previstas más información debe ser procesada, analizada y ponderada, el sujeto experimenta mayor dificultad para pensar, y con ello, el nivel mismo de incertidumbre. La angustia que moviliza, como defensa, cede ante la angustia paralizante. A ese círcu­lo vicioso se asocia, en algunos casos, la desorientación, el dislocamiento, reducido a una cierta incomuni­cación con la realidad en que vienen a simbolizarse tanto los peligros existentes como las amenazas imagina­rias.

[5] En la tradición filosófica, el Yo es principio de conocimiento y acción. En psicología, típicamente, asegura una función de unidad e integridad del sujeto. Como tal, se deja reconocer dinámicamente a través de los mecanismos de defensa.

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2 comentarios:

  1. Imagino que llamar a un cana "custodio del orden público" es joda ¿no?

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    1. Bueno Alejandro, entiendo que el custodio estaba un poco "desordenado" como para ordenar al público... Gracias por opinar!

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