domingo, 24 de febrero de 2013

Godoy Cruz, Mendoza: ¿Sueño o realidad? (19 de setiembre de 1979)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI

Dibujo de lo observado por el testigo.

El suboficial cabo primero Aníbal Raúl Petracini, del Ejército Argentino, es testigo el miércoles 19 de septiembre de 1979 de la aparición de un OVNI y de una figura de apariencia antropomorfa que permanece junto al objeto, desde su vivienda ubicada en el barrio La Gloria, Dpto. de Godoy Cruz, en la provincia de Mendoza (l).

Aún en la duda si su fantástica experiencia pertenece a una realidad desconocida para él o al mundo de los sueños, no deja de reconocer que su vida ha cambiado desde entonces. En febrero de 1980 entrevistamos al testigo en las dependencias militares, indagamos y rastreamos todo indicio revelador para intentar esclarecer la veracidad del relato, y he aquí lo obtenido:

Circunstancias anteriores a la observación

El miércoles 19, como es habitual, se levanta de dormir a las 7 de la mañana, se higieniza y se marcha en ayunas a su trabajo. Allí transcurre hasta el mediodía, sin que aconteciera ningún hecho saliente. Por la tarde se dirige a un taller mecánico de Godoy Cruz, con motivo de conocer el estado de un automóvil Citröen 2CV que había ad­quirido meses atrás, hallándose con la sorpresa de que debía remplazar y pagar por una pieza de valor no consignada en el presupuesto original. Sumamente preocupado ante la imposibilidad de disponer por sus propios medios del dinero necesario para retirar el pequeño vehículo, se dirige de inmediato a la casa de sus padres a fin de solicitar un préstamo, pues la consecuente demora le acarreaba crecida ansiedad; pero sus expectativas resultan vanas y más tarde regresa a su hogar.

Como en el día anterior había reñido con su esposa, opta por no cenar y decide no comentarle nada de lo ocurrido. Esa noche, para más, su mujer presenta unos intensos dolores en la columna y toma un calmante para conciliar el sueño. Ese medicamento se lo había proporcionado su suegra, pues durante esos días Aníbal andaba muy ansioso por el asunto del automóvil, y era él quien lo tomaba por entonces. Esa noche fue la excepción. A las 22 o 23 horas, se va a dormir junto a su esposa y su pequeña hija. “No re­cuerdo haber rezado, pero más que seguro que sí, pues lo hago siempre para agradecer por todo lo que tengo y todo lo que soy”, nos dice.

El inusual avistamiento

A cierta hora de la noche o de la madrugada, que no puede precisar, cree haberse despertado completamente despabilado y sin sueño. Acto seguido prendió la luz del velador, se incorporó, y encendió un cigarrillo. Su familia continuaba durmiendo. Arrojó luego la colilla y sin saber porqué, atravesó un pasillo y se dirigió a la cocina, donde permaneció durante unos minutos apoyado en la mesada. Giró sobre su izquierda y corrió la cortina de la ventana que da a los fondos de su vivienda, hacia el oeste, donde hay un baldío.

Asombrado, pero sin inmutarse, distinguió a unos 20-25 metros de distancia, un objeto circular, en forma visual de arco de circunferencia, gris metalizado, sin detalles apreciables, que se mantuvo asentado en tierra. Estima que el OVNI tendría 1,50 y 2,00 metros de diámetro y 0,50 de altura.

Esta observación habría durado apenas un segundo, cuando repentinamente apareció frente a él y a la derecha del objeto, una figura de aspecto humano, de unos 0,40-0,50 metros de estatura, con una vestimenta muy blanca, cuyo único detalle era una franja o visera opaca de color verde a la altura de los ojos. Se trataba de una imagen estática. En el campo visual del testigo sólo aparece el fenómeno, sin advertir fondo algu­no, que se mantiene oscuro.

Su atención se centra en esa región, donde Petracini supone que estaría localizada la visión del presunto ocupante. En esos momentos tiene la sen­sación de habérsele transmitido algo que le servía para su provecho. “El mensaje nunca lo supe -nos dice-, pero pienso que en síntesis una de sus partes es: adquirir confianza en mí; sé que hay más pero no puedo saberlo, lo sentí como algo telepático, sin escuchar ni voz ni tono, ni nada. Simplemente lo entendí”.

Aníbal Petracini no tiene una clara noción del tiempo transcurrido, pero arriesga a decir que habríase extendido unos 15 a 20 minutos. Finalmente, no recuerda en absoluto las circunstancias en que concluye la observación. A las 7 horas del jueves 20, es despertado como de costumbre por el reloj, hallándose acostado y cubierto por las sábanas, junto a su familia. Tampoco recuerda haber regresado a la cama ni apagar la luz. Sin comentar nada de lo sucedido, se levanta con la sensación de tener la cabeza muy caliente, que sólo logra atenuar mojándosela completamente.

Con posterioridad

Profesor en Literatura Victorio Corradi.
Ese día Aníbal Petracini se encuentra bastante alterado, nervioso, aunque no presentó ningún trastorno fisiológico. Algo le comenta a sus compañeros de oficina. Por la noche se reconcilia con su mujer y alrededor de las 22 horas le narra su experien­cia, disponiéndose de inmediato a inspeccionar el lugar, provistos de una linterna en busca de huellas o vestigios, con resultado negativo. El viernes 21, ve a su tío y lo­gra recién solucionarle el inconveniente con el automóvil. El domingo 23 habla con su padre de lo sucedido con el OVNI y le da algunas sugerencias para clarificar los he­chos. A tal efecto, y con las reservas del caso, decide escribirle a un entusiasta investigador local, el profesor en Literatura Victorio Corradi, en estos términos: “…un poco contra mi voluntad dirijo estas líneas, esta inseguridad de comentar lo que pasó se debe a la falta de pruebas por mi parte. Por este particular es que no estoy seguro de lo ocurrido, porque siempre fui de la idea de que me aterrorizaría ante tal hecho, y otra cosa muy rara a lo cual puedo pensar que fue un sueño, no recuerdo haberme ido de regreso a la cama ni haber apagado la luz. Yo quisiera que me dijera si fue sueño o algo real”.

No obstante a haber mantenido su anonimato durante algún tiempo, se vio forzado por ciertas circunstancias a dar a conocer su identidad públicamente.

Paso siguiente, el licenciado en Psicología Juan Carlos Torcivia aborda al testigo a fines de septiembre, expresando que su único propósito ha sido conocer el estado psí­quico del testigo, aplicándole al efecto -durante unas once sesiones- las técnicas corrientes de exploración psicológica (una batería de tests de inteligencia y personalidad), con entrevistas clínicas. De este modo concluye que se trata de un individuo con caracteres psíquicos normales y agrega que no se observan indicios de posibles deterioros mentales y que no puede ser encuadrado dentro del tipo de personalidad fabuladora o delirante.

En esta instancia de la investigación, nos hemos dedicado al estudio del episodio y, muy especialmente, del protagonista de tan singular experiencia.

El contexto referencial

Repercusión en el Diario Los Andes.
l. El testigo y sus preocupaciones:

La económica constituye su mayor preocupación y un fuerte motivo de conflictos, apare­ciendo como una constante en todo el desarrollo de la entrevista. Para la fecha del caso (19 de septiembre de 1979), su mayor atención estaba centrada en la reparación del automóvil y en la solución económica que debía darle (reparación y solución que nos habla, por obvia, de conflictos internos). Los problemas de salud de su esposa y sus medicamentos, su vivienda semi-construída y financiada, aparecen como otras inquietudes.

Su psique se halla bastante vulnerada a consecuencia de un posible conflicto bélico durante 1978/79, afectándolo de tal modo, que recurre durante varios meses a la asistencia de un psiquiatra, que le receta un “inductor de sueño”. Dice haber tenido entonces “el sistema nervioso destrozado”, manifestando problemas de relación laboral con sus compañeros, con actitudes violentas. Afirma que su actitud se ha moderado, aunque sigue teniendo sueño liviano con dificultades para dormir. Presenta un estado emocional inestable.

2. El testigo y sus creencias: Es fundamental este aspecto de la investigación, para lo cual hemos efectuado una discriminación temporal:

a) Antes del hecho desencadenante: Es un ferviente católico. Reza constantemente, 2 a 3 veces por día, para agradecer lo que tiene -su hija, el hogar- y para pedir ayuda a fin de resolver sus problemas. La imagen de Dios es “como algo que ayuda”.

b) Después del hecho desencadenante: Aníbal Petracini expresa sobre este punto: “Mi vida después del encuentro cambió, según pienso, para bien. A los pocos días de lo ocurrido me di cuenta que ya no rezaba más, incluso que no creía más en Dios (NdR: actitud última que se mantuvo durante varios meses); comencé a alentarme yo mismo, y empecé a sentirme mejor y más seguro, y solucionando muchos problemas que rezando no logré superar; controlaba mis nervios y hasta me pareció haber adquiri­do, como quien dice, un cierto poder mental, por ejemplo: predecir mis problemas y es­perarlos ya con una solución o algún consuelo, dejando de darles importancia en algu­nos casos”.

Si definimos a las creencias como la oposición a la certeza racional, o la adhesión a ciertas afirmaciones que no soportan una demostración rigurosa, hallamos propicio mencionar ciertas impresiones (subjetivas) del testigo en relación al fenómeno, para procurar develar las posibles causas del hecho descripto. En ese sentido y sobre el margen de duda que tiene sobre la autenticidad del caso, Petracini afirma no poder precisar la naturaleza del fenómeno, aunque piensa que la figura humanoide “debía ser algo muy, muy superior…” Su actitud “era de ayuda y amistad”, porque luego del incidente se producen en él cambios favorables. Y agrega: “Supongo que tiene que tener sexo; supongo que puede ser femenino…, aunque no le den mucho crédito a esto, pues el sexo femenino me encanta; bueno, la edad es algo difícil, ya que no hay indicios, signos de viejo o joven, pero en este momento se me ocurre que puede ser de unos 50 años con joven apariencia”.

3. El testigo y sus recreaciones: Reconoce tener muy pocas expansiones por el factor económico. No lee prácticamente ningún tipo de publicaciones. Sólo posee algunos tex­tos escolares. Un libro que dice haberle agradado es El lenguaje secreto de los sue­ños, que leyó a los 17 años. Después del encuentro, ha tenido oportunidad de leer un libro sobre OVNIs que no parece haberle atraído demasiado. “Nunca fui bueno para la lectura y escritura -nos dice-, lo que me interesa es expresarme con sinceridad y claridad…”.

Le gustan los filmes de ciencia-ficción y los de acción. Sin embargo, no frecuenta las salas cinematográficas. “Me gusta la pesca -concluye-, pero tengo tan pocos recursos y lugares tan lejos de Mendoza, que por lo general me quedo en casa”.

Sus gustos y recreaciones habituales están ligadas a las cosas más íntimas y cercanas: su vivienda y su automóvil.

4. El testigo y sus aspiraciones: Nacido el 26 de mayo de 1955, sostiene que sus aspi­raciones son: “Ser un buen padre y fiel esposo, alcanzar una elevada moral y honradez, conseguir buena posición económica y social sin que me sobre ni que me falte”.

Lugares

Pasando ahora a indagar el caso en el terreno, la vecindad y el ámbito de trabajo del testigo, indiquemos que el barrio La Gloria, del Departamento de Godoy Cruz, se encuentra próxima a la ciudad de Mendoza, capital de la provincia homónima. Se trata de una zona con densidad media de población, y con reciente asentamiento de vivien­das modestas de una planta.

El lugar del suceso se sitúa en una manzana perimetral al barrio, conformada por cuatro viviendas unifamiliares lindantes entre sí, cuyos contrafrentes dan hacia el oeste, a un baldío donde se habría posado el OVNI y su presunto ocupante que es, en realidad, un espacio que suelen aprovechar los niños del barrio para sus prácticas deportivas (una cancha de fútbol). A su vez, este terreno linda con un matorral y hacia el mismo cardinal, con la avenida de Acceso Sur, que une Mendoza con Luján de Cuyo. A los costados y a espaldas del sitio, se encuentran separadas por una calle (donde se halla ubicado, además, a 50 m un poste de alumbrado), gran cantidad de viviendas.
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Desmentida del testigo acerca de lo ocurrido.

Según la inspección del testigo y su esposa realizada al día siguiente del encuen­tro, y de la nuestra meses después, no se halló ningún tipo de indicios (huellas, ras­tros) que permitieran suponer que allí se posó algún objeto anómalo.

Habiendo procedido a consultar a numerosas familias del barrio, nadie ha podido confirmar la presencia del presunto OVNI, ni escuchado, visto o comentado algo relacionado.

Refiriéndonos al ámbito laboral del testigo, mantiene en general una buena relación con sus compañeros del Comando, quienes responden por su seriedad y responsabili­dad. No obstante, dada la imprevisible trascendencia periodística, Petracini ha sido objeto de bromas y padecido ciertas presiones de las autoridades militares, al no haberse tomado las providencias debidas. Esta última circunstancia le ha acarreado un notorio malestar.

Al respecto, el 10 de marzo de 1980 decide escribirnos y nos expresa, entre otros conceptos, lo siguiente: “Le diré que este tema del 19 de septiembre de 1979 ya tuvo trascendencia como militar, lo cual me perjudicó considerablemente, y a causa de ello, pienso retirarme del Ejército a fin de año”.

Análisis del caso

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Vista del terreno baldío en donde habrían estado el OVNI y su tripulante.

De la investigación practicada, la hipótesis de considerar al episodio descripto como producto de una experiencia real, existente en el plano perceptual (lo cual concierne a la naturaleza física o a la naturaleza psíquica del fenómeno), es nuestra opinión que la misma resulta endeble, en base a las evidencias fácticas y testimoniales:

1ro. La ausencia de otras personas que avalen simultáneamente la observación de Aníbal Petracini en el lugar de los hechos.

2do. La falta de huellas o rastros en el sitio del presunto aterrizaje, que sugiere la inmaterialidad del fenómeno, como su fantasmal aspecto.

3ro. Ciertos ítems del testimonio que no condicen con un hecho perceptual, tales como:

a) El testigo no distingue ningún elemento reconocible en las cercanías, pues “es todo oscuridad”. Sin embargo, nin­gún desperfecto se habría producido en el alumbrado público distante a 50 metros.

b) En esas condiciones y a través de la ventana distingue una tonalidad verde, opaca (calculamos de unos 0,04 x 0,12 m, a una distancia de 20 o 25 m, en la estimación del testigo), que tampoco él llega a explicar cómo ha podido distinguir.

c) Retira la cortina para mirar afuera, quedando plegada, pero cuando se levanta por la mañana, ésta se encuentra en su lugar, desplegada y cubriendo totalmente la ventana de la cocina.

d) Tampoco recuerda haber regresado a la cama, ni haber apagado la luz. Duda que aún permanece en el testigo.

4to. Nada sugiere, finalmente, el presunto hallazgo de la colilla del cigarrillo que habría tirado al suelo momentos antes de la observación, pues como el joven suboficial declara, era su costumbre fumar en el dormitorio y arrojar las colillas, hallando al día siguiente, 4 o 5 de ellas en ese lugar.

Habiendo expuesto la disyuntiva que desde un principio plantea el mismo testigo, respecto de que si el fenómeno posee una existencia perceptual o bien se trata de una imagen psíquica y, por otra parte, las inconsistencias de las posibles evidencias físicas, nuestro estudio se inclina indefectiblemente hacia la presunción de hallarnos an­te un hecho de naturaleza psicológica.

Un ensayo interpretativo

En esta imagen se aprecia el baldío y la luz del alumbrado público, cercanos a la vivienda del testigo.

Teniendo en cuenta que, de acuerdo a los estudios clínicos del Lic. J. C. Torcivia (que dicho sea de paso, se desempeña como psicólogo en una institución policial), Aníbal Petracini es un sujeto “de caracteres psíquicos normales”, el marco de posibilida­des explicativas se ajusta a abocamos al análisis contextual y motivacional que pudieran haber desencadenado semejante visión, si es que en el ámbito de la psique se encuentra.

Con este propósito, ha sido preciso considerar todas las situaciones posibles vivenciadas por Aníbal Petracini antes del caso, ese día y tiempo atrás, y en particular aquellas consignadas como conflictivas, generadoras de estados de angustia, ansiedad o nerviosismo.

Poco nos revelará en sí la investigación de los estados normales y estables del testigo. Sólo podemos aprovechar los estados de conflicto y fuertemente emocionales, que son -precisamente- cuando los contenidos del inconsciente tienen perspectivas de irrumpir a la conciencia. En estas circunstancias podemos realizar las observaciones que confirmen o no la participación de ciertos mecanismos psicológicos. En el estado en que se encontraba Petracini, el del reposo nocturno -donde se desarrolla una rica actividad psíquica-, constituye nuestro más favorable objeto de estudio.

Dos clases de motivos existen para la formación onírica, tal cual pudieren haberse producido en nuestro ocasional testigo: a) un impulso o deseo inconsciente adquirido durante el reposo, que tomó la fuerza necesaria para manifestarse en un estado preconciente; b) un impulso insatisfecho proveniente de la vida diurna, un pensamiento preconciente, con todos los conflictos que lo animan. En ambos rige el mismo mecanismo de formación onírica, mediante la condensación y el desplazamiento (metáfora y metonimia), con el cumplimiento del deseo insatisfecho.

El inconsciente permite crear visiones fantásticas que pueden pasar al sistema conciente, creyendo el sujeto haber vivido realmente estas situaciones extraordinarias, no pocas veces relacionadas con los OVNIs. “Y ya que el inconsciente es mucho más capaz de lo que podemos creer -sostiene S. Robiou Lamarche-, es de esperar que los sue­ños tengan gran importancia en su relación con los OVNIs”.

Es muy probable que la experiencia se encuentre en una de las fases del sueño. En nuestra opinión, esto se ha dado en un estado de vigilia, en el nivel preconciente, donde se producen las llamadas visiones o alucinaciones hipnopompas, producidas por un enturbamiento de la lucidez de conciencia. En los sujetos normales -tal como es nuestro testigo-, estas imágenes intermedias que aparecen entre los estados concientes e inconscientes, ocurren en el momento de entrar al sueño (hipnagógicas) o próximas al despertarse (hipnopompas).

Deberemos reconocer que, con frecuencia, estas visiones son tan vivas, tan claras y se imponen tanto como la percepción. Para Roustan, sólo una suerte de trabajo lógico hace rechazar una imagen entre otras.

Evidentemente, como sostenía Carl Jung, “es cosa obvia que los OVNIs no sólo se vean, sino que además se sueñen”. Cobra ahí un estatuto alucinatorio, esto es, el de una percepción sin objeto real.

Bajo el enfoque de la psicología compleja, el caso tratado se constituye en un pa­radigma de la difundida angustia existencial y de la inseguridad actual del hombre inteligente, e indicaría de manera ejemplar la compensación que procede del inconsciente trascendiendo su forma de vida corriente y agobiante.

En aquella jornada, la preocupación de Petracini se acentúa debido a los imprevistos económicos que le ocasiona la reparación de su automóvil (depositario de su angus­tia), a los que no halla solución, reactualizando dicha angustia e insatisfacción, en­fatizado por el problema de salud de su mujer (presenta fuertes dolores de columna) y de relación conyugal (había reñido con ella). En esas condiciones, y sin cenar, se va a dormir, tras haber orado como de costumbre. En tal sentido, la oración es un suspi­ro que expresa cierta impotencia, una actitud que compensa la superstición en el que­rer y el poder humano.

Un hecho significativo contenido en el relato de Petracini, es el hábito que tiene de despertarse a la hora en que su visión fue interrumpida por el reloj despertador, alcanzando recién entonces su total lucidez de conciencia. El hábito -definido como una disposición adquirida y duradera-, actúa como una especie de memoria que tiende a la reproducción involuntaria de ciertos actos, como por ejemplo, despertarse a determinada hora. Mediante esta disposición podemos señalar que Petracini -con su sueño liviano, es decir, en un umbral cercano a ambos estados de conciencia-, alcanzó próximo a la hora de despertarse un nivel preconciente, donde se funden sus hábitos cotidianos (levantarse, ir a la cocina) con sus deseos latentes recientemente adquiridos, que concierta -pues- en estados afectivos y representaciones (la tenencia del automóvil, que a la vez estaciona ¿curiosamente? a pocos metros de donde ocu­rrió la aparición del OVNI y que -no sin motivo- muestra una notoria seme­janza en cuanto a su forma), con los contenidos simbólicos de la figura humanizada.

Llama la atención que el OVNI esté representado en el sueño bajo el aspecto de su pequeño automóvil. Esto puede deberse, en parte, porque siendo el testigo un individuo joven, suele simbolizarse con un objeto de su experiencia personal, algo trivial, pero que compensa sus elevadas aspiraciones. No obstante, el OVNI es concebido de este modo como un vehículo, de su energía y dinamismo, al parecer portador de un ser superior, representante de las cualidades psíquicas del propio soñante. Tratase aquí sin duda de un ejemplo de modificación, sobre una antigua representación por adquisiciones recientes, de sustitución automóvil-OVNI.

El OVNI correspondería, entonces, a una proyección del testigo, en la cual el símbolo (cuerpo circular), indica que lo que se proyecta tiene por contenido una totalidad -de la psique- en todos sus aspectos. Se ha dicho incluso que la contemplación de dicha forma en los sueños, aporta la sensación de que la vida ha vuelto a encontrar un significado diferente.

La imagen de características humanoides adquiere también importancia. El sí mismo con frecuencia se personifica en los sueños como una figura humana superior. General­mente aparece en momentos cruciales de la vida del sujeto, crisis en que cambian su actitud básica y su forma de vida, esperando una solución creadora para su conflicto. Todo el ser se condensa entonces en unicidad con el fin de vencer las dificultades (“ahora espero mis problemas con una solución…”, etc.). Esta visión del ocupante aparece en una forma simbólica, y con ella, renovaciones de la vida, un élam vital creador, y una nueva orientación.

En los sueños del hombre, este núcleo está generalmente personificado como figura femenina. En su manifestación individual, por regla, adopta la forma de la madre (“supongo que -la figura- tiene que tener sexo; supongo que puede ser femenino… en este momento se me ocurre que puede ser de unos 50 años de joven apariencia”). Personifica­ción de ciertas tendencias psicológicas tales como sospechas proféticas, captación de lo irracional, sensibilidad por la naturaleza y una mayor relación con el inconsciente (“… y hasta me pareció haber adquirido, como quien dice, un cierto poder mental, por ejemplo: predecir mis problemas y esperarlos ya con una solución…”).

El sueño toma en cuenta su vivienda y aparece cerca de la ventana de su cocina, que es el tradicional lugar de transformación -transformación psíquica en este caso- o el supuesto aterrizaje o descenso del OVNI y su ocupante, ocurre en un terreno frente a su casa y al alcance de su visión, lo que parece un hecho importante y urgente, pues esa manifestación superior (impresión compartida por el testigo), ha acudido en su ayuda y guía, en momentos críticos en la vida del joven Petracini. El mensaje críptico es elocuente en su contenido.

El descenso se produce en la negrura de la noche, a causa de su origen en el inconsciente. No hay fondo visible, sólo oscuridad (aunque en el lugar existe realmente un poste de alumbrado), donde resalta en primer plano la figura blanca, delante del objeto gris. La figura blanca representa para el testigo la criatura superior, la imagen más sobresaliente y pura de la visión (“… el blanco me sugiere algo puro y santo, no se por qué, pero es algo puro”, apunta Petracini ante nuestra pregunta).

Lo que él llama “visera” del ocupante (llamémosle visión) de color verde, tiene un significado muy especial: “El color verde -dice-, el de la naturaleza, es para mí al­go que renueva la vida”. Se convierte en un hecho trascendente, esperanzador. A su vez, esta franja que aparece a la altura de los ojos del ocupante, expresa la acción e intención de ver.

La figura quiere influir en su vida e indicarle de algún modo el camino que con­duce al mundo interior, o sea al conocimiento de uno mismo. En el sueño espera que ese conocimiento le permita hacer una vida más positiva. La figura representa, una vez más, un salvador que exhorta y lleva mensajes benéficos. A partir de entonces, se opera en él una clara sustitución de ‘la imagen ayudadora` (“la imagen me ayudó al darme seguridad, en cambio Dios no me ayudó a solucionar mis problemas…”). Aparece aquí un llamamiento a la conciencia individual, en un sentido eminentemente práctico. El mal atestiguado en el mundo externo, en el contorno, parecen haberse hecho concientes, de manera tal que hay un primer paso hacia un cambio radical de su actitud frente al medio.

Cambio significa que todo se mueve, y que caigan algunas cosas. Ver qué estaba flojo y qué se hace con esto, lo que supone un paulatino proceso de elaboración. Aquí está el nudo de un problema, por sus impredecibles consecuencias. Un cambio que no tenga estrategia que lo organice, siempre será un cambio de movilización solamente, sin el carácter adaptativo y de crecimiento.

Podríamos extendemos todavía más, pero estimamos que lo expuesto es suficiente para acceder al caso y comprender algunos de los principales aspectos involucrados en el problema de los OVNIs y sus ocupantes. Al fin, tomados estos conceptos como simples instrumentos o hipótesis heurísticas, podrían ayudarnos a explorar la vasta y nueva zona de la realidad abierta por el inconsciente e insinuada por el ineludible fenómeno de los OVNIs.

Referencias

(1) Clarín, Buenos Aires, 15 diciembre 1979; Río Negro, General Roca, 17 diciembre 1979, citando al matutino Los Andes, Mendoza; Radiolandia 2000, Buenos Aires, 11 enero 1980, ps.14/17; Los Andes, Mendoza, 29 ene­ro 1980; Bo1etín CEFAI, Buenos Aires, N° 9, marzo 1980, ps.1/12; Contactos Extraterrestres, México, N° 80, 23 enero 1980, p.8; El libro de los misterios del hombre, ediciones de Semanario, Buenos Aires, no­viembre 1980, ps.64/71; Roberto E. Banchs, en El Universo de Jung, ed. comp. A. Las Heras, Editorial Trama, Buenos Aires, 1982, ps. 84/94.

[1] Nota: Coparticipó en este artículo la Lic. en Psicopedagogía Mónica M. Simonetti 

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=900

1 comentario:

  1. Hey, L. Emilio!! Muchas veces hemos hecho cosas que no recordamos. El caso pudo ser perfectamente real, aún sin encontrarse señales, agujeros o huellas en el suelo. El testigo siempre dibujó al OVNI sin patas. Pudo estar parado muy cerca del suelo sin tocarlo. Chao!!

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