domingo, 10 de febrero de 2013

Villa Nueva, Mendoza: A la persecución de un OVNI (24 de julio de 1978) 
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI

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Aldo Modesto Nievas y Carlos William Brandi en un Congreso de Ovnilogía en Mendoza.

Soplaba un viento fresco y el cielo se hallaba estrellado en la apacible madrugada del 24 de julio de 1978, cuando la misma adquirió gran vivacidad para un taxista, su pasajero y varias personas más que, alternativamente, observaron el desplazamiento de un singular fenómeno en el cielo de Mendoza.

El suceso ocurrió poco después de las 3 de la mañana, cuando Carlos William Brandi -un joven de 19 años, empleado- telefonea al servicio radiomóvil solicitando un taxi para que lo traslade desde Las Heras hasta su domicilio en Guaymallén. Aldo Modesto Nievas, chofer de 21 años de edad y cuatro de servicio en la compañía, recibe la indi­cación de la central y acude a donde se encontraba Brandi, quien minutos más tarde a­bordaría el vehículo Peugeot 404 gasolero, modelo 1974.

A las 3,30 horas, hallándose en la intersección del carril Godoy Cruz y la calle Mitre, en las cercanías de la estación del Ferrocarril General Belgrano, en San José, vieron un objeto de luminosidad blanca que se desplazaba a unos 500 metros de altura. Nievas pregunta qué podría ser, luego le resta atención y continúan por su camino, hasta que advierten que esa luz sigue en la dirección que ellos llevaban.

Dibujo del extraño objeto avistado por los testigos.

Brandi le propuso entonces seguir al extraño objeto, conviniendo hacerse cargo del gasto que demandaren los kilómetros demás, pero igualmente intrigado, el chofer Nievas decide detener el reloj del taxi y juntos lanzarse a la aventura sugerida por su compañero de viaje.

De inmediato la novedad le fue comunicada a la central de radiotaxis con señal de prioridad absoluta (utilizada sólo en casos excepcionales), solicitando verifiquen lo observado al operador de turno Leonardo Argañaraz, quien informó de la misma a los o­tros conductores en mensaje abierto, indicándoles que se dirijan al encuentro con su colega. Prontamente se dio aviso a la policía. Mientras tanto, Nievas dejó el canal de transmisión abierto y relataba todo lo que iba ocurriendo a los demás vehículos de la compañía -unos 80- que circulaban esa noche.

El objeto, que por momentos adquiría la forma de un hongo gigante, aparecía al principio como una luz algo débil, semejante a las luces altas de un automóvil, pero pasados cinco minutos, se hizo tan intensa que -según Brandi – continuamente sacaba parte de su cuerpo fuera de la ventanilla, le dañaba la vista por algunos segundos, pero no pudiendo evitar contemplarla.

Los azorados testigos declaran que por instantes el elemento aéreo se hacía inobservable -quizá por algunos árboles interpuestos, o por reducir su altura angular, en su opinión-, en particular, en el carril Godoy Cruz y su intersección con la calle Murialdo, donde hay una estación de servicio. Pero el OVNI continuó su vuelo y siendo observado atentamente, ya no sólo por los dos jóvenes, sino también por el personal de la compañía, que subió a la torre de la central de taxis.

Nievas reconoce durante la entrevista que mantuvimos aproximadamente un año después del espectacular episodio, haber pensado que podría tratarse de un avión que efectuaba vuelos rasantes -como se dijo-, pero a medida que avanzaba, se convencía de que esa posibilidad era cada vez más remota. Luego de andar unos kilómetros y persuadido de que estaban frente a algún elemento desconocido, tuvo la ocurrencia de intentar una suerte de comunicación con el OVNI mediante guiños y cambios de luces, mientras su pa­sajero moviera con intermitencia una perilla de los indicadores del taxi, de luces ro­jas y amarilla.

Según afirman, el aparato pareció detectarlo, adelantándose al auto y deteniéndose a unos 700 metros de distancia. Al darle alcance, la luz blanca que tenía en su parte superior se extinguió y queda con cuatro luces rojas de posición, ubicadas en su borde también superior. Advierten que el OVNI tendría unos 10 metros de diámetro y 5 o 6 de altura. Los entusiasmados testigos continúan con las señas, y el objeto reanuda su marcha en zigzag sobre el camino, despidiendo luces. “Viendo el velocímetro del auto, que marcaba 95-100 km/h, el objeto siempre iba delante nuestro -sostiene el conductor­- así que iría a esa velocidad; incluso cuando zigzagueaba no reducía nunca su marcha”.

El ignoto objeto se cruzaba de un lado a otro y volvía en dirección a la carrete­ra. Se detuvo próximo a una estación de servicio -donde había sido inobservado por un momento-, hasta el instante en que llegan con el taxi, para salir nuevamente a la ruta. Entra a un barrio y vuelve a salir otra vez, siempre en silencio y siguiendo el trazado vial. Al llegar a una curva se mueve en paulatino descenso a la par del vehículo por el lado izquierdo, y se detiene después de realizar unos 2 km de trayecto.

“Ya no éramos los únicos que vivíamos tan tremenda experiencia -dice Nievas-, ya que en el barrio Santa Ana, dos personas que esperaban un ómnibus fueron alertadas por nosotros para que miraran el recorrido de esa fuente luminosa. Una señora, presa de pánico, se tomó de un árbol y gritaba asustada. Lo único que nos dijo, llorando, fue que no la siguiéramos, que la dejáramos…”. Infelizmente, estos testigos no pudieron ser localizados.

El OVNI variaba constantemente su sentido, andando en zigzag, pero manteniendo la dirección este. Cuando Nievas y Brandi se hallaban en proximidades del autocine Broadway, tuvieron el último contacto y precisamente allí fue el epílogo de una iniciativa que los llevó a seguir esa rara luminosidad, a través de varios kilómetros por un ca­rril empedrado, arbolado y con distanciadas viviendas, en una zona densamente industrial.

Fue en aquel punto en que se detiene el OVNI, al llegar los testigos a la intersección de los caminos que unen Corralitos con Rodeo de la Cruz, al instante en que las luces del Peugeot gasolero se apagan y la radio -que comenzó entrecortando su transmisión y emitir un sonido- dejó definitivamente de funcionar, al igual que el motor del automóvil, pero abruptamente, rodando apenas unos metros debido a una pendiente que le permitió al conductor arrimarlo a la banquina.

En esas circunstancias el OVNI comenzó a desplazarse hacia los testigos. El pasajero Brandi, sumamente alterado, atinó a salir presuroso del vehículo y correr, cayéndo­se al suelo en repetidas ocasiones y refugiarse detrás de una casa, la única existente en el lugar. En cambio, al conductor Nievas no le fue posible reaccionar, manteniéndose durante unos minutos en estática posición frente al volante afectado de una parálisis en las piernas, hasta que logró con cierto esfuerzo salir del taxi al encuentro del otro joven que estaba escondido a unos 35 metros, junto a un canal.

Resulta ilustrativo reproducir la respuesta de Aldo Nievas sobre las causas de su momentánea parálisis: “Fue por la emoción de lo que estaba viendo, por lo que se esta­ba produciendo que no me dejaba. Las piernas prácticamente las sentía, pero no las podía mover. Cuando bajé del auto y volví a ver que la nave seguía, que todavía no se había alejado, ya después perdí, digamos…, me tomó una crisis de nervios, de desesperación, de no poder decir nada, de no poder comunicarle a los demás lo que estaba vien­do, de no poder… Yo nunca imaginé que me iba a pasar algo así; pero siempre creí en la existencia de esos aparatos, pues los adelantos de la ciencia me daban la pauta de que verdaderamente existían…”.

Unas siluetas de semejanza humana

El objeto se había acercado cada vez más, hasta una distancia de 100 m y a una altitud de 80 metros. Entonces Nievas podía observar que tenía unos grandes ventanales, a través de los cuales logró distinguir durante unos 5 minutos unas siluetas de semejanza humana, muy altas y esbeltas (“No sé si era por los vidrios del aparato que distorsionaba la imagen de las figuras, pero no veía nada más, hasta que pude reaccio­nar”).

Según el testigo Nievas, se observaban en el OVNI a cuatro figuras humanoides.

Los ocupantes del OVNI fueron descriptos en detalle de la siguiente manera: “En la cabeza parecían llevar una capucha, como la usada por los buzos, pero más alargada. Eran 4 sombras iguales, con trajes pegados al cuerpo, altos y delgados, anchos de tórax, brazos y piernas largas, pero bien conformados. Se apreciaba que una de las figuras estaba frente a un tablero, era el que controlaba la nave, que se mantenía inmóvil en el aire sin ha­cer ningún ruido, y cuyo interior estaba iluminado por una tenue luminosidad blanca. Las figuras adentro pude verlas cuando se acercó la nave -agrega Nievas-, se desplazaban rápido, una detrás de otra. En esos momentos había quedado paralizado. Quería saber más, Pero a los ocupantes los veía nítidamente. Veía los ventanales, veía a la gente que caminaba adentro. Pensaba que me iban a hacer daño, que se venían contra el auto, que algo me iba a pasar: eso es lo que sentía, pero nunca pensé que estaba muy preparado para tener una comunicación. Algo. Sentí entonces mucho miedo, aunque cuando salí y corrí hacia atrás continué observándolos. Mi impre­sión era como si estuviera en una sala de operaciones, y están los practicantes arriba que lo ven, andando de un lado a otro; eso era lo que ellos hacían, mirando por encima del automóvil”.

Dibujo de una de las entidades aparentemente observada por los testigos.

Después de efectuar su máximo acercamiento a los testigos, el OVNI retornó a su posición original -hacia el oeste-, aprovechando los aterrorizados Nievas y Brandi para regresar al auto, el que imprevistamente arrancó sólo y sin problemas, a la par de restablecerse sus luces, pero con tanta violencia, que se rompió la lamparilla del interior y las de la radio, señala el chofer.

De pronto, el objeto volvió a detenerse en el aire y cuando varios testigos esta­ban mirándolo desde lugares algo más distantes, advirtieron que produjo un fogonazo blanco y una sorda y no muy intensa detonación (“un boom, o algo así”), perdiéndose de vista.

Shock nervioso

Aunque algo aturdido, fue en el instante de la explosión en que Nievas dice haber perdido casi completamente el sentido. “Estaba caminando ahí -nos refiere con dificultad- y me iba hacia el auto desvaneciendo. Hubo un momento en que despegó, con la explosión que hizo, yo quise volver al auto, y ahí no esperaron (los compañeros) y me llevaron al hospital. No sé por qué perdí la conciencia. Iba camino al auto… me dijeron que había pegado contra el auto, pero yo no sentí nada, no tenía golpe alguno después. Más tarde desperté en el Hospital Central de Mendoza, donde me habían aplicado calmantes y sujetado. Me hallaba en un estado permanente de sobresaltos en la ca­ma, recordaba todo lo que había pasado. Les dije a los médicos que no me iban a dejar internado, pero me respondieron que así debía ser, pues estaba muy alterado. Mi insistencia fue vana y debí permanecer hasta pasadas las 10,30 horas”.

En otro pasaje de su exposición nos aclara: “Cuando vuelvo al auto sentí una reacción y me apoderó un estado de nervios, desvaneciéndome. Me contaron que detrás de mí venían los muchachos, pero no podían ver bien la nave, sino simplemente la luz. Y vieron que después se vino para el centro de Mendoza y que tras una explosión desapareció”.

Los empleados del radiotaxi que lo acompañaron al hospital y que presenciaron una luz han sido, entre otros, J. Sánchez, Freire y J. González. No obstante, en su búsqueda iban varios taxis -tres de ellos fueron quienes los encontraron- y un auto particular con dos personas en su interior y un trabajador municipal que también fue testigo. Sin embargo, las familias Lisanti y Sotile, que viven en carril Godoy Cruz 7968, kilómetro 14, afirmaron no haber escuchado nada anormal, a excepción de los persistentes ladridos de su perra boxer, pasadas las 4 de la mañana. A esa hora, Brandi había transitado por allí en su carrera desesperada buscando refugio. Visiblemente aturdido, Nievas no recuerda haber visto animales y Brandi señala que al retornar durante el día al lugar donde había estado escondido, el animal no lo dejaba entrar a la finca.

Al abandonar el taxi, Brandi había extraviado su reloj pulsera, hallándolo enton­ces detenido a las 4,11 horas, en el lugar de los hechos. Al parecer, el reloj que llevaba Nievas también quedó detenido, a las 4,04, cuando se produjo el paro del mo­tor y el circuito eléctrico.

Como consecuencia de lo sucedido, Aldo Nievas continuó en constante estado nervioso durante varias semanas, al igual que su eventual compañero de viaje, viéndose obligado a abandonar momentáneamente su oficio de chofer, y de manera definitiva el de taxista.

El comunicado de la IV Brigada Aérea

A pesar del espectacular relato de Aldo Nievas y Carlos Brandi, los comentarios suscitados por la versión del OVNI avistado en la ciudad de Mendoza y sus alrededores, quedarían desvirtuados por un comunicado de la IV Brigada Aérea, con asiento en El Plu­merillo, al revelar que las luces detectadas esa madrugada correspondieron a varios aviones militares que realizaban un ejercicio de vuelo. El comunicado expresa textualmente lo siguiente:

“Lo avistado en la madrugada de hoy (lunes 24) son aviones de la unidad que efectuaban ejercicios nocturnos, y las luces detectadas por la población corresponden a los reflectores de las máquinas que se utilizan para los aterrizajes. Esos reflectores son usados para tomar las cabeceras de pistas y, en el caso aludido, la cabecera norte de la pista de El Plumerillo, que precisamente enfrenta a la zona donde los aviones fueron avistados por los testigos”.

Como es sabido, resulta excepcional que los organismos militares salgan al cruce de versiones acerca de la presunta aparición de OVNIs en nuestro cielo, aún cuando se hallan involucrados elementos de sus propias fuerzas. La respuesta en este caso quizá se deba a la proverbial cantidad de testigos que avistaron extrañas luces durante esa madrugada en la ciudad de Mendoza. Y, a no dudarlo, a la actitud decididamente receptiva de sus autoridades que -pese para algunos- ofrecieron una explicación.

La misma, en términos generales, es satisfactoria. Sin embargo, es preciso notar ciertas diferencias -no insoslayables, y habituales- con el fenómeno aquí descrito. Entre los aspectos más estables del testimonio (es decir, menos propensos a deformaciones) surge que durante los casi 40 minutos de observación, se hace referencia a un único OVNI, y no a varios como indica el comunicado; además, su carácter silen­cioso, el comportamiento por veces errático, y el aspecto desusado que mostraba en las fases más próximas el fenómeno. Hallándose los aviones en el sector y durante tan prolongado período (lo cual no ha sido precisado), llama la atención que los dos testigos no hayan advertido la presencia de tales aparatos. ¿No fueron notados, con­fundieron un avión, o acaso las aeronaves se hallaban en otra región más distante como para ser vistas? De aceptar fielmente el testimonio de los jóvenes testigos, en cuanto a los rasgos más estables, aparecen discordancias notorias.

Esto nos impulsa a ahondar en la investigación. En tal sentido, nuestras sospe­chas sobre la fiabilidad de lo descrito, especialmente por Nievas, se orientan en dirección de la sugestiva riqueza de detalles aportados por éste, testigo principal del episodio. Es decir, en aquellos datos que pueden suponerse los mejores indicios de su naturaleza anómala o desconocida, sostenida en una imagen no reconocida por los demás testigos (pese a creer que las condiciones de observación le hayan sido más favorables). ¿Trató acaso de engañarnos? Intentaremos dilucidar este interrogante.

Análisis de los testimonios

La primera hipótesis es que la experiencia previa, el concepto ya establecido de la forma clásica de un OVNI, hizo que el testigo viera la forma que su expe­riencia le dictara. Nievas ha visto un fenómeno no identificado y es allí donde han reaccionado sus mecanismos psicológicos. Interpretado de esta manera, el concepto global de lo observado resulta una creación de la conciencia, y no de la realidad percibida. De ahí que, como cada consciencia es individual, no todos vemos lo mismo. Cada cual conformará dentro de sí aquello percibido (seleccionando y añadiendo elementos), de acuerdo a sus experiencias, intereses, formación, personalidad, y circunstancias. Un factor condicionante que pudiere haber operado en la conciencia de los testigos, es que -según versiones periodísticas-, “a esa hora ya había cobrado conocimiento de que algunos colegas habían informado a la central de radiota­xis que raras luminosidades eran avistadas en el cielo mendocino”. Esta noticia que parece haber sido conocida por Nievas y Brandi antes de su propia experiencia, facilitó la disposición de enfrentarse a la rara luminosidad, con la categoría de OVNI. La convicción previa de que los mismos son naves extraterrestres le denotaría que lo observado momentos después estaba efectivamente tripulado.

Con esa creencia, la vívida impresión sufrida al sentirse virtualmente atrapado (al pasar de improviso, de seguidor a perseguido al bloquear su actividad motora, desde su automóvil hasta sus piernas, etc.) le hizo perder por un instante su conciencia racional, dejando emerger sus contenidos psíquicos latentes, fuertemente emocionales (no tiene una clara idea dónde se encuentra, pierde relación con el medio -no escucha el ladrido de la perra, después no hallaría a su acompañante-, mostrando un evidente cuadro confusional); desencadenando una fuerte crisis nerviosa con la pérdida de sus sentidos. En ese estado, Aldo Modesto Nievas se constituye en el único testigo que afirma haber distinguido a un centenar de metros abundantes detalles del interior del objeto.

La segunda hipótesis probable es que la versión de los ocupantes sostenida por Aldo Nievas, fue agregada deliberadamente al relato original (referido sólo al obje­to), con el propósito de reforzar el carácter anómalo del fenómeno avistado, una vez abierta la duda por el comunicado tranquilizador de la aeronáutica.

En otras palabras, los testigos habrían observado un fenómeno inusual, pero al ser puesta en juicio la naturaleza del mismo, Nievas incluyó elementos más fantásti­cos dentro de su propia visión persuadido de que mantendría así la condición anómala que habría experimentado, y no caer en ridículo.

Fotografía obtenida por Alfredo Yanzón, del diario Mendoza, registrada a las 4 horas desde la terraza de un edificio ubicado en la calle Rodríguez, mostrando la presencia de varias luces atribuidas a los aviones.

Conviene señalar que Carlos W. Brandi atestiguó que al detenerse el objeto, los operadores de la central de taxis se comunicaron con la Fuerza Aérea avisando de lo ocurrido, pero en respuesta se les dijo que se trataba de aviones que efectuaban vue­los rasantes. Inclusive, el fotógrafo Alfredo Yanzón, del diario Mendoza, registró a las 4 horas desde la terraza de un edificio ubicado en la calle Rodríguez, la presencia de varias luces atribuidas a dichos aviones, y reproducidas junto a los testimo­nios de los jóvenes. No obstante lo dicho por Brandi, el chofer Nievas omite en cam­bio, en todas sus extensas declaraciones, estos datos de gran importancia y no deja de comentar -salvando cualquier duda- que “al principio creí que se trataba de un avión, ya que en la zona es muy frecuente ver máquinas haciendo maniobras a escasa altura para tomar la cabecera de la pista del aeropuerto de El Plumerillo, pero a medida que avanzaba ese objeto hacia el este, me convencía que dicha posibilidad era cada vez más improbable”.

Las declaraciones de Nievas y Brandi fueron publicadas con amplitud en los días siguientes, acompañadas por lo general del comunicado de la IV Brigada Aérea. Lo que llama la atención es que no se hace referencia alguna sobre los ocupantes vistos en detalle por el conductor Nievas, dato que no hu­biera escapado al periodismo (1), indicando por el contrario que el OVNI tenía la forma de hongo y que apenas “creíamos ver que en su parte inferior tenía ventanillas o algo similar” (Mendoza, 25 jul 1978).

Nada más sostendría Nievas. Luego del comunicado la situación cambia y en adelante dice haber distinguido en el interior del objeto y a través de unos ventanales, un tablero de control y cuatro esbeltas figuras vestidas con un ajustado buzo negro, moviéndose de un lado a otro (!).

Pese a ser un rasgo muy singular para no ser mencionado, pensamos que podría tratarse de una simple omisión si no fuera por la cadena de indicios que surgen de nues­tra investigación testimonial, avalando esta hipótesis. Parece significativo que en nuestra requisitoria Aldo Nievas haya declarado lo siguiente: “Brandi detrás de la casa pudo observar también a las figuras porque el ventanal del objeto era redondo y notó inclusive que las mismas giraban en el aparato”. Sin embargo, su acompañante Car­los Brandi ha asegurado que “el objeto parecía estar rodeado de enormes ventanas que hacían las veces de paredes, separadas en tramos y por superficies vidriosas. A través de esas ventanas, llegaba a divisar apenas una especie de humo, como si fuera una botella llena de humo”, negando haber podido apreciar más detalles, como sería la presen­cia de ocupantes.

Otro de los hechos discordantes se advierte al cotejar su primer testimonio público y el emanado en nuestra encuesta, lo cual pasa a vigorizar la hipótesis del refuerzo de prueba (en rigor, es una pseudo-prueba, pues la versión de los humanoides sería un argumento a favor del carácter extraño del fenómeno, pero no de su presumible autenticidad) empleado por el testigo principal, quien indicó que la radio volvió a funcionar tras alejarse el OVNI, restableciéndose la comunicación. En cambio, con posterioridad, nos expresó que las lámparas del equipo se partieron súbitamente al restablecerse la corriente, debiendo ser reparado por completo.

El episodio presenta otros aspectos indefinidos, como las circunstancias en que el chofer se desmayó y ocurrió la detonación, la falta de identidad de las presuntas tres personas que aguardaban un ómnibus en el trayecto del taxi, etc.

Después de todo, es en el estado de shock profundo que entra Aldo Modesto Nievas -próximo al desmayo-, la circunstancia precisa en que afirma haber observado con bastante nitidez y detalle lo que ocurría en el interior del OVNI. En tales condiciones y de acuerdo a lo que se desprende del examen del caso, resulta muy improbable admitir la versión de los ocupantes, conforme a la realidad descripta.

Referencias

(1) Mendoza, Mendoza, 25 julio 1978; La Nación, Buenos Aires, 25 julio 1978; La Razón, Buenos Aires, 25 ju­lio 1978; La Prensa, Buenos Aires, 26 julio 1978; La Semana, rev., Buenos Aires, n° 92, 2 agosto 1978, Cuarta Dimensión Anuario 1982, Buenos Aires, ps.76178; UFO Press, Buenos Aires, IV, n° 13, octubre 1979, ps.15/16.

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