domingo, 14 de julio de 2013

General Rodríguez, Buenos Aires: Noctámbulos seres (9 de marzo de 1972)

General Rodríguez, Buenos Aires: Noctámbulos seres (9 de marzo de 1972)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


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El lugar de los acontecimientos.
A 55 kilómetros de la Capital Federal, en la Parada Barrio Raffo, del Partido de General Rodríguez, frente a la ruta nacional n° 7, y paralelo a las vías del Ferrocarril D. F. Sarmiento que corren de este a oeste, se hallaba la parrilla “Namuncurá”, sociedad de Teodoro Lamenza y Juan Damonte. Allí, en la madrugada del jueves 9 de marzo de 1972, se presentó un camionero oriundo de Carmen de Areco, Buenos Aires, de nombre Luis Ezequiel Bracamante (o Bracamonte), denunciando un extraño encuentro con un OVNI y tres ocupantes, ocurrido momentos antes en las inmediaciones.

Amparándose en la agencia de noticias SIC (Servicio Informativo Continental), en una crónica de Mauricio Zelman Grinberg, varios medios periodísticos del interior del país reprodujeron la sensacional noticia[1].

El articulo dice lo siguiente: “La casualidad quiso que este cronista, de vacaciones en Luján, acompañase a Alberto Fuentes, editor del semanario ‘Aquí Luján’, y a su colaborador, señor Mussi, en una visita al restaurante Namuncurá, sito en el paraje conocido como (El) Granadero, no muy lejos de General Rodríguez. En ese momento estaban finalizando la remodelación del local, y se hallaban presentes el encargado, Teodoro Lamenza, y un electricista de apellido Lutscher, más un par de parroquianos ocasionales".

“Eran las primeras horas de la madrugada del jueves pasado. El Namuncurá está situado sobre la ruta nacional 7, y esa noche Lamenza no esperaba gran movimiento debido a los cambios que se estaban efectuando en el local, pero de pronto ingresó al mismo, después de estacionar un pesado camión, un individuo alto y delgado que llamó la atención de los presentes por los claros signos de ansiedad que evidenciaba su comportamiento, por otra parte completamente normal. Era, como supimos más tarde, el nombre Bracamante, quien solicitó, aproximándose al mostrador, un vaso de té y un sedante".

“Lamenza le explicó que, por causa del cambio de instalaciones y de los arreglos que efectuaba Lutscher, no podía prepararle la infusión, y le ofreció en cambio una bebida espirituosa. Nerviosamente -continúa el artículo de M. Zelman Grinberg-, el camionero la rechazó, alegando que no acostumbraba beber. Como se le preguntara por la causa de su ansiedad, replicó que ya le iba a pasar y se encerró en un obstinado silencio, del que logró arrancárselo sólo después de reiteradas tentativas, y no sin resistencia: ‘no… no… van a creer que estoy loco o borracho’".

“Finalmente, en forma algo deshilvanada, como para liberarse de un profundo sentimiento de angustia ante un suceso absolutamente inconcebible, relató que venía por la ruta 7, procedente de Olavarría, con una carga de cemento y piedra para la Capital Federal cuando, pocos kilómetros antes del Namuncurá, vio aparecer sobre el campo una especie de neblina rutilante que, en un primer momento, le pareció un mero efecto del cansancio de la vista. Por lo tanto, decidió detener el vehículo en la banquina y descendió para descansar. La neblina fue reemplazada por una luz intensísima que por poco lo ciega, y cuando abrió los ojos distinguió, a unos cien metros, en un potrero, lo que en un principio tomó por un avión, pero que resultó ser un gran aparato oblongo, de color opaco, con reborde en la parte superior y anchas salientes en la interior".

“‘Vi salir a tres… Eran como hombres, pero de hombros muy anchos y formas angulosas y caminaban con dificultad, como si estuvieran apunados. Los rostros eran como de chinos o mongoles, más aguzados en los rasgos. De eso sólo me dí cuenta cuando nos acercamos… me quedé helado, porque no puede haber en el mundo personas de ese aspecto, de hombres tan desmesurados. No podía ni pensar’".

“¿No sería una alucinación?" (preguntó el autor de esta crónica, quien dice haber escuchado el relato del curioso episodio de labios de Bracamante).

“’No, no… yo estaba bien despierto. Eran de carne y hueso. Uno de ellos me tocó y yo, sin saber por qué, también lo hice. Me tomó del codo, como un saludo. Me hablaron, los tres a la vez. Me asusté. Hablaban un idioma extraño, pero alcancé a entender que no debía temerles, que a su aparato no te ocurría nada, y algo sobre las luces lejanas y la ruta. Nada más. Después, uno de ellos sacó del pecho una placa con dos signos brillantes, que me mostró’".

“Del resto, Bracamante, que dudó bastante en proporcionamos su nombre, manifestó no recordar nada en el momento, pero pudo reproducir en un papel, algo tosca y nerviosamente, los extraños signos. Ahora, otras personas declaran haber visto insólitas luces, y escuchado curiosos zumbidos esa misma noche”.

Así concluye el artículo del periodista Mauricio Zelman Grinberg.

La encuesta

En la entrevista efectuada a Raúl José Mussi, ese mismo año, el colaborador del semanario Aquí Luján, manifestó que se hallaba bebiendo un aperitivo con Alberto Fuentes en la parrilla Namuncurá, de General Rodríguez. “Esta parrilla no estaba aún inaugurada, porque recién se estaban haciendo las instalaciones eléctricas, preparando las mesas, la cocina y demás necesidades, cuando llegó a nuestro lado un camionero con un tremendo susto, creyendo que lo íbamos a tomar por loco".

“A requerimiento de nuestro administrador (Fuentes), el hombre atinó a decir: ‘Ustedes no me van a creer, yo no estoy loco, soy una persona que no toma, que no bebe, soy consciente de mi trabajo (de camionero). Pero me ha ocurrido algo; no se lo puedo decir…’".

“Después, tratando de calmarlo y sonsacar aquello que le había sucedido, nos dijo que había visto algo así como un plato volador, una cosa extraña bajar en las cercanías del lugar cuando venía viajando en su camión. Fue todo lo que nos explicó hasta ese momento. Luego de escuchar su relato no hicimos mucho eco. Como cualquiera, no hubiese dado crédito a lo que él decía y entonces me retiré, un poco alejado de donde estábamos, y no pude precisar lo que hablaba".

“El camionero no especificó el lugar exacto donde descendió el objeto, pero está dentro de la zona de General M. Rodríguez. Pudo haber sido a 2 ó 3 Km. de la parrilla. Sólo dijo que lo vio desde la ruta en un campo"[2].

“Conozco a los camioneros. En cierto momento daba de sospechar el modo de expresarse. Parecía ebrio o cualquier cosa, pero no era así, ya que desde el primer momento nos dijo que no bebía e incluso, para calmar su nerviosidad, lo invitamos con un aperitivo, algo fuerte, que no aceptó, pero después lo persuadimos acompañado de un café”.

Cabe aquí un breve comentario. La exposición de Mussi no se destaca, precisamente, por la denominada ‘curiosidad periodística’. Pone de relieve una desaprensiva actitud hacia aquel testimonio que, muy pronto, iría a ser noticia en los diarios. Incluso, llega a apartarse de la tertulia -según dice- debido a las “sospechas” que le despertaba.

En 1986 encuestamos a otro de los parroquianos, al electricista Andrés Lutscher, quien se hallaba trabajando entonces para el diario Nuestra Acción, de General Rodríguez.

Ante nuestra requisitoria se mostró inquieto y evasivo. Manifestó “no recordar nada, en absoluto”. Ni los rasgos, ni las palabras del camionero, ni siquiera quiénes se encontraba con él esa madrugada (le reiteramos la pregunta). Pero se acordó de inmediato del episodio, y fue cuando no quiso extenderse por más tiempo.

Sólo insistía en dar su opinión: “Lo tomé como mentira”. En un instante de memoria, agregó que le restó importancia al hecho, al igual que Teodoro Lamenza, el dueño de la parrilla. Reconoció que, cuando apareció el hombre, él se hallaba “tomando unos vinos, unas copas de más” y que al principio no tomaron en cuenta lo que decía, pero luego se pusieron a pensar si había sucedido o no, aunque terminó creyendo que era mentira. Por otra parte, asegura que el circunstancial visitante era camionero, pese a que no lo conocía ni alcanzó a ver el vehículo en que viajaba. Finalmente expresó que todos los que allí se hallaban eran amigos.

Localizamos también a Teodoro Lamenza, uno de los socios de la parrilla Namuncurá, presente aquella noche. Y mantuvimos una conversación en la que aparece nuevamente cierta renuencia al diálogo, esta vez, encubierto por una pseudo-disposición a colaborar con nuestra tarea.

“Aquella noche -dice Lamenza., vino el camionero y nos contó lo que le había ocurrido. Yo tenía allá una parrilla, en cuya vivienda vivía la familia de Juan Rodríguez (su esposa Isabel y su hija). Recuerdo que con unos amigos nos habíamos quedado hasta la madrugada; porque no estábamos nunca, no había trabajo. Y estábamos esperando por si alguna de esas cosas… De pronto, entró un hombre de mediana edad; estaba desesperado, como pensativo. Bebió algo en el mostrador y se calmó. También pidió una aspirina. Luego tomó asiento y se quedó hasta las 2 ó 3 de la mañana. Inclusive cenó en nuestra mesa y todo. Es gente de ruta, que aparece esporádicamente, aunque a ese hombre no volví a verlo”.

Al preguntársele respecto a los cambios y reapertura del negocio, Teodoro Lamenza no es muy explícito y da la impresión de querer cerrar la entrevista diciendo: “Tengo que ir a buscar los datos y dárselos en unos días. En una semana puedo juntar todo, hacerle un resumen a máquina, las fotocopias de todo”. Le manifestamos nuestra sorpresa por tan empeñosa disposición, por otra parte excediendo la solicitud.

“No me cuesta nada -respondió T. Lamenza-, lo vamos a hacer y decir lo que sabemos. En ese sentido quédese tranquilo. Otra cosa que vamos a hacer es ir a ver al diario. Fuentes es quien hizo un diario con nosotros y se llamaba Juventud… Yo soy una persona que si toma un compromiso… es seguro que le vaya cumplir. Sea para lo que sea. Cuenten conmigo. En una semana van a tener todo lo que les digo. Esperen que van a tener una satisfacción de lo que sepamos y muy pronto, ¡eh! Si Dios quiere y la Virgen. Quédense tranquilos”.

Allí terminó la entrevista, con su vehemente deseo para “quedarnos tranquilos”. Como era de sospechar, no tuvimos ninguna noticia de Teodoro Lamenza. Sin embargo, dejamos transcurrir unos dos meses antes de escribirle al domicilio que nos indicó, a modo de recordatorio. La respuesta no se hizo esperar: la carta enviada regresó con un sello y un breve texto del correo: “Se mudó. No dan razones”.

En enero de 1990 la indagación continuaba. Entrevistamos a Alberto Fuentes, administrador del semanario Aquí Luján.

A pesar de los años, recordó enseguida el episodio “por comentarios que le hicieron”, aunque por momentos algunos aspectos pasaban al olvido. Por ejemplo, al preguntársele si estaba presente aquella noche en la parrilla Namuncurá, lo negó reiteradas veces. Tampoco supo decimos quiénes se encontraban en esa oportunidad.

Ante su constante negativa de lo que sabíamos por obvio, procedimos a ‘recordarle’ que su nombre, junto al de su colaborador R. Mussi, aparecía en una nota referida al caso publicada en varios periódicos. Su comentario fue que no recordaba incluso quién era Mussi, pero en cambio nos habló de los sándwich de Lamenza. En un diálogo imposible que parecía eludir una y otra vez el eje central de nuestra conversación, le preguntamos en forma terminante: “En definitiva, ¿usted estaba o no en el restaurante Namuncurá?”. A lo que pudo responder: “Estábamos ahí comiendo, ¿vio?, pero no estuvimos en la presencia del hecho… Ahora algo así recuerdo".

“Yo le voy preguntar a Lamenza; el episodio no lo recuerdo mucho, le digo”. ‘Y dígame, ¿dónde está Lamenza?’: “Ahora no sé donde está, está en San Juan (NdR: ¡a más de 1.100 Km. de Gral. Rodríguez!), en una fábrica… A quienes va a tener que buscar son a Lamenza y a Zelman Grinberg. Él estaba presente ahí, era un muchacho que trabajaba en el diario…”.

Fuentes agrega que tampoco conocía a Bracamante. “Son camioneros que pasan por ahí; es una parrilla de ruta, ya no existe más”. Nada original añade a lo que se conoce, exceptuando su impresión sobre el caso: “Algo de cierto hubo, porque ese día, a la mañana, muchos dijeron haber visto un plato volador desde el tren. Pero eso yo no lo vi”. En la época del episodio, algunos ufólogos que tuvieron ocasión de dialogar con Mauricio Zelman Grinberg, recuerdan que sus comentarios se han ceñido a lo publicado por él. No obstante, en fecha más reciente intentamos vanamente localizarlo, siguiendo los consejos de A. Fuentes. Es que el periodista había fallecido hace mucho tiempo atrás[3].

Consideraciones sobre el caso

En cuanto a la identidad del camionero lo único que se logró en las entrevistas con los parroquianos, es el supuesto nombre y lugar de donde sería oriundo, ratificando que nadie conocía ni volvió a ver al ignoto hombre de la ruta.

Sin embargo, al año de ocurrido el caso, Emilio F. Caldevilla realizó algunas interesantes indagaciones (1). Como el camionero habría dicho que era de Carmen de Areco, intentó ubicarlo en esa localidad bonaerense. En la Unión de Camioneros no lo conocían, tampoco en la policía, ni en el correo (habiendo consultado los padrones).

Así las cosas, debía considerarse con fundamento la posible inexistencia de Luis Ezequiel Bracamante (o Bracamonte), al menos con ese nombre[4].

Luego constató que si alguien viajara de Olavarría a Buenos Aires, no lo haría por la ruta nacional n° 7, o sea, pasando por General Rodríguez. Salvo que hubiere pasado antes por Carmen de Areco, por ejemplo. En efecto, es posible advertir que iría por la ruta nacional n° 3, ya que Olavarría se encuentra al sudoeste de Luján-Gral. Rodríguez, mientras que la ruta 7 proviene del noroeste.

Por otra parte, la ruta nacional n° 7, a la una de la mañana es un lugar regularmente transitado y, aunque ninguno pudo precisar dónde se produjo el aterrizaje, no estaría a más de 60 Km. de la Capital Federal. Además, el casi-desapercibido restaurante Namuncurá estaba habitualmente cerrado y si el camionero no lo hubiese conocido, sería muy improbable que haya notado su presencia.

La circunstancia en que el desconocido camionero llegara pidiendo un té y una aspirina para reponerse, en el preciso instante en que se hallaban varios periodistas, casualmente reunidos en la madrugada de un día jueves, al modesto restaurante de la ruta 7, ofrece algunas aristas.

Si seguimos el relato del periodista M. Zelman Grinberg, parece poco creíble que “a causa del cambio de instalaciones y de los arreglos que efectuaba (el electricista) Lutscher” en el local, Teodoro Lamenza no podía prepararle una simple infusión de té[5]. Claro está que, según recuerdan los parroquianos, se habría sentado a cenar en la misma mesa y tomar un aperitivo con café junto a los periodistas y demás amigos. No alcanzamos a comprender, entre tanto, que la agudeza de los hombres de prensa no haya ido tan lejos como para cerciorarse del lugar del descenso del extraño aparato, ocurrido momentos antes a escasos 2 ó 3 Km. de la parrilla, y conocer algo más de la identidad del presunto testigo. La opción fue quedarse a departir unas copas y escuchar su relato.

Como consecuencia significativa .más allá de la supuesta presencia del camionero en “Namuncurá”, el autor del articulo periodístico obtuvo su rédito con la venta de su nota y, por otra parte, la flamante parrilla o restaurante habría de lograr atraer a muchos curiosos y potenciales clientes, con la reiterada advertencia que el negocio estaba en plena remodelación, próximo a su reapertura. Además de indicar su ubicación exacta, tres veces menciona el nombre de la parrilla, y otras tres que estaba en proceso de remodelación. Una propaganda seguramente muy bien recibida. La probable inexistencia de Luis Ezequiel Bracamante y las incongruencias señaladas, abren conjeturas difíciles de verificar. No obstante, disponemos de una información insuficiente para avalar el caso y sí, en cambio, para suponer un origen “terrestre” que no ha podido -de ninguna forma- trascender las fronteras de la letra impresa en un periódico y del mutismo, indiferencia u olvido de quienes han sido testigos de un incierto testigo.­

Referencias

(1) Comunicación personal del 17 de marzo de 1978.

(2) von Daniken, Erich. Recuerdo del Futuro. Plaza & Janés, Esplugas de Llobregat, 1974, Págs. 54/56.

[1] A modo de ejemplo, citemos a los diarios La Unión, de Catamarca (del 22 de marzo), y El Tribuno, de Salta (del 30 de marzo). El contenido es el mismo, indicando que ocurrió en “la madrugada del jueves anterior”, pero como la información apareció en semanas distintas, produjo una confusión al precisar la fecha del evento.

[2] Al sur, del lado de las vías férreas, existe una cuneta y un cerrado alambrado de púas para evitar el paso de animales y personas, suponiendo que debiera tratarse entonces del sector norte, donde hay amplios campos, muchos de ellos sin vallas.

[3] En una comunicación personal del 22 de enero de 1990, José Gobello -quien fuera jefe de redacción de la agencia SIC, me informa de su muerte y lo recuerda como un hombre de talento y de espíritu bohemio.

A su vez, nos indica que aquella agencia que actuaba como “Servicio Informativo Continental” (SIC), no guarda relación alguna con una homónima actual bajo el nombre de “Servicio Integral de Comunicaciones” (SIC).

[4] Así también, resultó llamativo la peculiar ortografía con la cual el periodista M. Zeman Grinberg, inscribe el segundo nombre del testigo: Exequiel (con x), cuando lo usual y correcto es Ezequiel (con z), como el profeta bíblico. La “Neoarqueologla” atribuye a Ezequiel haber tenido un encuentro con los tripulantes de una nave extraterrestre (2).

[5] Aunque, desde luego, el alto y delgado camionero dijera que “no acostumbraba a beber”, rechazando “una bebida espirituosa”. 

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=931

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