domingo, 2 de febrero de 2014

Ingeniero White, Buenos Aires: Un caso de fantasía perinatal (5 de enero de 1975)

Ingeniero White, Buenos Aires: Un caso de fantasía perinatal (5 de enero de 1975)
por Dr Roberto Banchs
Crédito: Visión OVNI



Carlos Alberto Díaz.
Entre la múltiple casuística sobre OVNIs, con frecuencia se hallan fenómenos fácilmente explicables como una errónea apreciación o interpretación de elementos ambi­guos. En otras ocasiones, factores de índole estrictamente psicológica han desencadenado curiosos episodios.

Precisamente, el domingo 5 de enero de 1975, el operario ferroviario Carlos Alberto Díaz narra una fantástica experiencia vivida con extraños seres en el interior de una nave, en la localidad bonaerense de Ingeniero White. Dado la factuosidad del hecho y sus pormenores, la prensa lo ha tratado con amplitud, llevándonos a practicar una minuciosa investigación, cuyo informe tiene características realmente sorprendentes y que estimamos de enorme valor para el estudio del problema.

El testimonio
El recorrido: La noche del sábado 4 de enero de 1975, Carlos Alberto Díaz había estado trabajando de mesero en una fiesta de casamiento celebrada en la Sociedad de Fomento del Barrio Napostá, ubicada en la calle 19 de Mayo al 700, de Bahía Blanca.

Éste es un trabajo que suele efectuar con asiduidad a fin de aumentar sus ingresos, los días libres. Cuando finalizó su tarea, avanzada la madrugada del domingo 5, se retiró a las 3,05 horas. El día se encontraba nublado, cuan­do emprendió a pie las siete cuadras que lo distaban de la parada del colectivo (ómnibus) de la línea 500, que lo conduciría próximo a su domicilio en Puerto Ing. White.

Así es como Carlos Díaz caminó unas siete cuadras, hasta Plaza Rivadavia, adquirió un ejemplar del diario La Nueva Provincia (puesto a la venta alrededor de las 2,45 horas), y esperó en la esquina de Estomba y Avda. Colón el mencionado transporte.

Tras el viaje, descendió en la parada frente al galpón de máquinas del Ferrocarril Roca, de la localidad portuaria, a unos 300 metros de su domicilio. Eran las 3,30 de la madrugada. Atravesó las instalaciones, donde están esparcidas locomotoras, vago­nes y rieles, hasta llegar a la calle Daniel de Solier, recorriendo unos 50 metros por un sendero lateral.

En momentos en que se hallaba a unos 100 metros de su casa, ubicada en el Boulevard Juan B. Justo al 3100, y a 10 metros de una columna de alumbrado, se produjeron inesperadamente los hechos.

Las entidades presentaban tonos verdosos.
El encuentro: El cielo reiteraba amenaza de lluvia, y nadie se advertía en la calle. Faltaba poco para las 3,50, cuando de pronto, a su derecha, Díaz observó una fuerte luminosidad acompañada de un estruendo, que en primera instancia confundió con un rayo. Seguidamente, comprobó que sus miembros no le respondían, estaba como paraliza­do. Un instante después, sintió como si una corriente de aire lo absorbía hacia arri­ba, hasta izarlo un par de metros, y perdió el sentido.

En el objeto: Cuando recobró la conciencia, se encontraba acurrucado en posición fetal en el piso, en un estado que describió como de ingravidez, dentro de un ovoide de unos 3 metros de altura por 2,70 de ancho.

En el globo no había ningún tipo de vanos, aberturas, ni instrumental alguno. Una luminosidad uniforme emanaba de su superficie, presentando el aspecto de un plástico o acrílico resistente, de color anteado (parecido a la piel del ciervo}. Sólo se veía un pequeño orificio de unos 3 cm de diámetro en la parte inferior del objeto, por donde penetraba una corriente de aire, que era lo que -según dice- lo mantenía con vida. Sin saber cómo pudo haber penetrado en su interior, en varias oportunidades Díaz hizo el esfuerzo de incorporarse procurando una salida, pero los intentos resultaron infructuosos.

Encuentro con los humanoides.
Las figuras humanoides: Permaneció en esa posición alrededor de 15 minutos, hasta que a sus espaldas aparecieron tres figuras que no supo de dónde surgieron. Tenían una apariencia humanoide, pero de estatura normal (1,70 a 1,80 m), y se desplazaban lenta­mente hacia él. No poseían articulaciones en las extremidades, aunque no parecían es­tar sujetos a un mecanismo. Carecían de manos y sus brazos terminaban en una especie de muñones. El rostro era liso, sin boca, sin nariz, sin ojos, sin orejas. La piel, desprovista de pelos, era de color verde oliva, lisa, pero fofa como la espuma de go­ma. Se hallaban desprovistos de indumentarias, sin notar sus genitales

En tanto, todo transcurría en silencio. Díaz, presa del miedo, no podía gritar y las figuras no hablaban ni se comunicaban entre sí. La más cercana, le tomó de la cabeza con sus muñones, y las otras le siguieron para sujetarlo del vientre y del pecho. Recién en ese momento, Díaz afirma haber tomado coraje y emprendió una desesperada defensa para separarse de los fantasmagóricos seres, aplicando su codo en el estómago del primero, a lo que siguió un forcejeo con sus manos, pudiendo notar que tenían menor resistencia que él.

En esas maniobras, lograron desprenderle de la camisa y la camiseta, a la vez que le arrancaban algunos pelos de donde lo sujetaban, los que quedaron adheridos a sus ropas. En opinión del protagonista, las figuras trataban de arrojarlo fuera de la esfera, al parecer, a través de las paredes.

Ante la tenaz oposición, comenzó a sentir que le habían cortado el aire y se le nublaba la vista, hasta desvanecerse nuevamente. Fue lo último que recuerda en el inte­rior de la esfera.

La teleportación: Siempre de acuerdo al relato de Díaz, éste apareció durmiendo boca abajo, ahora completamente vestido y junto a su bolso. Eran alrededor de las 15 y estaba a unos 30 metros de la carretera, en un paraje que le resultaba desconocido. El Sol estaba alto y le afectaba la vista. Miró su reloj y descubrió que permanecía dete­nido a las 3,50 horas.

El hombre que lo había despertado, le dijo que estaba cerca de Buenos Aires, a unos 30 minutos de la estación Retiro. Le explicó al desconocido lo que le había ocurrido, pero éste se mostró algo incrédulo. Representaba unos 45 años y no quiso dar su nombre, pero trató de ayudarle y lo acercó con su Fiat 1500 multicarga ce­leste hasta la zona de Retiro, a unos 300 m del Hospital Ferroviario.

Síntesis investigativa

La personalidad del testigo

a) Su vida cotidiana: Carlos Alberto Díaz nació en Ingeniero White hace 28 años. Completó sus estudios primarios y pasó a desempeñarse hace seis años co­mo operario en el Ferrocarril Gral. Roca, en los talleres de Tracción de esa localidad. Está casado hace seis años y tiene una hija de seis meses de edad. Sus padres y sus seis hermanos residen en su mayoría en Bahía Blanca.

A propósito de su familia paterna, Díaz nos comenta con especial satisfacción que, a raíz de lo ocurrido, su madre lo frecuentaba de un modo desacostumbrado.

b) Una aproximación psicológica: Mediante la observación directa y dos entrevistas llevadas a cabo apenas días después de producido el hecho, pudimos efectuar con la asistencia de la licenciada en psicopedagogía Mónica M. Simonetti, un estudio acerca de la personalidad del testigo.

Se trata de un sujeto de inteligencia rápida y vivaz, pero sin profundidad. De reacción superficial, se muestra impulsivo y poco tenaz. Tendencia al trabajo mecánico y al pensamiento concreto. Sus sueños son un reflejo de la vida cotidiana.

El estudio incluyó una batería de pruebas, de tipo proyectivas, negándose sin argumentos precisos a que se le administrara el test de la familia.

Denota inseguridad, marcada dependencia materna, aislamiento, y signos de padecimiento subjetivo.

Revela un gran monto de ansiedad. En sus rasgos esenciales, presenta a Díaz como un individuo sanguíneo, fuerte, impulsivo, inclinado a exagerar y a veces imprudente en la emisión de sus juicios. Tiene buena memoria (mayor para los colores que para las formas) y predomina en él el sentimiento, y aunque es activo, es inconstante. Sujeto de relativa perseverancia y propenso a la depresión. No quiere estar solo, pudiendo volcarse al exterior más por una necesidad afectiva.

En el terreno, la vecindad y el trabajo

Ingeniero White es una localidad portuaria, con población netamente obrera, situada a 9 km al sud-sudeste de la ciudad de Bahía Blanca, y a unos 650 km al sudoeste de Buenos Aires.

El lugar indicado por Díaz, donde se habría producido la abducción, se sitúa a mitad de cuadra de Daniel de Solier, al 3900. De un lado, hay una serie de casas, y del otro, un amplio descampado de unos diez mil metros cuadrados. Pese a una prolija revisación, no se pudo hallar ningún tipo de marcas ni indicios que permitieran suponer que allí ocurrió algo inusual.

Con posterioridad, consultamos un buen número de familias de la zona. En todos los casos, nadie hubo escuchado ni observado alguna cosa extraña el día en que nuestro protagonista declara haber tenido su experiencia. Ni han rumoreado quién lo haya hecho. ­Tampoco los perros guardianes parecen haber delatado alguna anormalidad.

Respecto al movimiento habitual de gente, a la hora indicada por Díaz, los vecinos coinciden en que hay una considerable cantidad de personas que se dirigen o regresan de sus trabajos, aún los domingos, por el tipo de actividad desplegada en la zona. No obstante, Díaz afirma no haber visto persona alguna en las cercanías.

La opinión de los compañeros de trabajo ferroviario, califica a Díaz como un hombre de sanos sentimientos y buen compañero. Sobre el episodio, nadie arriesga un juicio categórico, ni en favor ni en contra.

Los medios de transporte

Según las averiguaciones realizadas en la empresa de colectivos de la línea 500, ésta es la única que dispone de un servicio nocturno entre Bahía Blanca e Ingeniero Whi­te. Después de las 23 horas, su actividad se extiende cada 30 minutos.

Alrededor de la hora y lugar indicados por Díaz, un colectivo partió a las 3,30 de la madrugada de la Plaza Rivadavia, demorando unos 25 minutos regulares para cubrir los 9 km, hasta la segunda localidad. Se infiere, entonces, que el presunto transporte colectivo tomado en ese lugar por el testigo, debió pasar a las 3,55, por lo cual puede observarse una notable contradicción entre los datos de la empresa y los dichos del testigo, quien declara haber salido de su trabajo a las 3,05 y llegado a Ing. White a las 3,30, siendo materialmente imposible hacerlo bajo las circunstancias descritas.

A consecuencia de este hallazgo, la investigación fue orientada hacia los transportes públicos que hubiera en esa fecha, que unieran Bahía Blanca con Buenos Aires, último punto de su agitado viaje alienígeno.

El primer tren que partió ese domingo, rumbo a Plaza Constitución, en Buenos Aires, era el 142 procedente de Zapala, “La Estrella del Valle”, pasando por Bahía Blanca a las 7,07, debido a un retraso de 52 minutos, para llegar finalmente a Buenos Aires a las 16,10. Este dato también tendrá gran importancia.

En el hospital

Policlínico Ferroviario Central.
Varias debieron ser las tentativas realizadas en el Policlínico Ferroviario Central, de Buenos Aires, procurando una información genuina sobre este caso, pues la reserva profesional con respecto a la historia clínica del paciente y a la intervención policial que lo rotula, obraron en contra.

Por fin, pudimos acceder al expediente y conocer con absoluta exactitud el diagnóstico y evolución de Díaz, durante todo el proceso de su internación. De esta manera, saliendo al cruce de las más disparatadas versiones que circularon, logramos confirmar que Carlos Alberto Díaz fue internado, a requerimiento suyo, con el propósito de estu­diar la evolución clínica de un presunto post-shock emocional, a las 18,50, aunque se hizo presente alrededor de las 17,30, siendo destinado al 8° piso, donde funcionan las salas de neurocirugía.

Nótese aquí que la hora de llegada y posterior internación (debidamente registrado en el nosocomio) no coincide, nuevamente, con las declaradas por Díaz, por una diferencia superior a una hora.

Durante el curso del lunes 6 fue examinado por el Dr. Ferrara, quien ratificó el diagnóstico que le efectuó la Dra. Stanek el día anterior, acerca de su absoluta normalidad. Por tal razón, le prescribió un tratamiento de reposo y dieta normal liviana, sin medicamentos.

Electroencefalograma de Carlos A. Díaz
Esa tarde, el neurocirujano Francisco Macrina tuvo una entrevista con Díaz, señalan­do que “el curso del pensamiento sigue un ritmo normal” y que en su contenido “no apa­recen ideas que puedan relacionarse como patológicas”. El EEG tampoco mostró signos.

El médico Di Santo agregó que en el momento del examen, Díaz se hallaba tranquilo, lúcido y bien dispuesto para la reunión, atendiendo y entendiendo las preguntas formu­ladas. Sus respuestas fueron adecuadas, con palabras precisas. El curso del pensamien­to siguió un ritmo normal, sin alteraciones sensoperceptivas ni marcadas alteraciones emocionales. Diagnóstico diferencial: epilepsia emocional o síndrome diferencial.

Como resultado de lo expuesto, el equipo médico resolvió darlo de alta, dejando nuestro testigo el policlínico en la tarde del miércoles 8 de enero

Conclusiones

Un balance de la situación
Habiendo presentado en detalle todos los aspectos testimoniales e investigativos del inusual encuentro y posterior abducción, tenemos por un lado la impresión general favorable del personal médico que lo atendió en el nosocomio del gremio al cual él pertenece (ferroviario), aún cuando se hayan focalizado en lo orgánico y funcional, a la par de la claridad y precisión con que responde á las preguntas que se le formulan.

Sin embargo, como contrapartida, extendemos a continuación una lista de los puntos que nos llevan a pensar de un modo diferente:

a) El habitual movimiento de gente, a la hora y lugar indicado, que el testigo dice no haber advertido.

b) La improbabilidad de que Díaz haya perdido el conocimiento por falta de aire en la esfera, de 16 metros cúbicos, en el breve lapso descrito; por citar un solo detalle.

c) La imposibilidad que haya realizado el trayecto entre Bahía Blanca e Ing. White, en los horarios que declara, pues no coinciden ni el tiempo invertido en ello, ni la hora en que debió pasar el transporte colectivo.

d) La diferencia horaria entre la que C.A. Díaz afirma haber llegado al Policlínico (16,15) y la que la guardia del nosocomio sostiene realmente haberlo hecho (17,30, y quedar internado a las 18,50).

e) La evaluación psicodiagnóstica, que arroja indicios pesimistas con algunos desarre­glos de personalidad.

En base a las indagaciones efectuadas en Bahía Blanca, Ingeniero White y Buenos Ai­res, a las consultas periciales y, en suma, a todo lo expuesto en este informe, estimamos probable que se trate de un fraude, pudiendo calificar al episodio como una misti­ficación creada por el mismo testimoniante.

La reconstrucción de los hechos

La noche del sábado 4 de enero, Carlos A. Díaz se dirigió a trabajar y, habiendo sido visto por numerosas personas, cumplió sus tareas con absoluta normalidad.

Finalizada su labor en la madrugada del domingo 5, se retiró del lugar a la hora que declara. Pero, en vez de trasladarse a su domicilio de Ingeniero White, optó por quedarse en Bahía Blanca y tomar el transporte más accesible e inmediato que hubiere en esa fecha, que lo condujera a Buenos Aires. El medio más apropiado resultó ser el ferrocarril, cuyo pasaje no abona y cuya línea conoce en detalle, por ser operario de la empresa.

Como el horario de salida era a las 6,15 de la mañana, habría aprovechado para adquirir el periódico (luego utilizado como prueba), aparecido horas antes (2,45 aprox.).

Después del viaje de nueve horas, en que llegó a la estación Plaza Constitución a las 16,10, debido a una demora de 52 minutos, parece haberse irritado los ojos (quizá, mirando al Sol) y arrancado algunos pelos, como “pruebas” físicas que respaldarían su relato, e ineludible para su ingreso al hospital.

Una vez concretado, tomó uno de los varios transportes locales que lo condujera has­ta las proximidades del Policlínico Ferroviario Central en la zona de Retiro. De esta manera, Díaz habría llegado alrededor de las 17,30, y a fin de ser más persuasivo, justificó la extensión del tiempo hasta su llegada al mismo, enunciando una serie de da­tos inciertos (p. ejem., que una persona desconocida lo halló durmiendo en un paraje desconocido, etc.). Así comenzó el caso de C. A. Díaz. Así parece cerrarse el caso de C. A. Díaz.

El factor psicológico 

El protagonista de la insólita experiencia.
El episodio del 5 de enero de 1975 no ha de concluir con la exposición de los argu­mentos desfavorables y la reconstrucción hipotética de los hechos. Nuestra inquietud nos lleva a intentar desentrañar el proceso psicológico y sus contenidos simbólicos.

El mensaje que el OVNI comunica del inconsciente es un signo que aparece para que todo el mundo lo vea, y sea escuchado, revelando la psique, la personalidad.

Desde el punto de vista psicológico, el relato de Carlos A. Díaz describe contenidos fantásticos que, por su naturaleza claramente simbólica, demuestran que provienen del inconsciente.

Un estado de angustia[1] primigenia, que nos remite a una falta, a una separación, y que proviene de una situación traumática, no resuelta o elaborada, parece anteceder a relatos de este género. Una novela que aparece como un intento de eliminar esa angus­tia, restitutivamente como fantasía, delirio o alucinación, y que es, a la vez, exteriorización del conflicto subyacente.

La angustia, en cualquiera de sus diferentes formas (siguiendo un análisis estructural) nos permite descubrir la problemática del doble: fusión y separación (del yo y del objeto), unión y desunión. Como defensa patógena, provoca la regresión a etapas tempranas, que tienen al nacimiento como modelo, prototipo de angustia.

No trataremos aquí de tomar posiciones acerca de las controversias que provienen de concepciones psicogenéticas distintas y que sobrepasan nuestro análisis, sino, preci­sar en cierto modo el nivel de emergencia, las condiciones y la modalidad de expresión de una de sus manifestaciones. Tampoco consiste en determinar en este artículo si ta­les regresiones suponen un recuerdo real, o una construcción fantasmática.

La remisión a la angustia del nacimiento está fuera de toda polémica. Y es allí don­de la experiencia perinatal (esto es: antes, durante y después del nacimiento) se abre en la polaridad fusión (goce, alienación) y separación, o abandono (castración, arrojamiento).

La primera se vincula, según el modelo freudiano, con la “protofantasía”, o fantasía originaria de la denominada vida intrauterina, también llamada “experiencia oceánica”. Lugar de éxtasis, goce y completud en el cuerpo materno. La segunda nos conduce, en cambio, a la angustia primaria o traumática, de “real-angst”.

La historia narrada por Carlos Díaz contiene esta problemática, encubierta, camufla­da en un relato ufológico que parece hacer “revivir” esa experiencia natal, sin poder despojarse de ese sentimiento (en su forma arcaica de aniquilamiento, deglución) y del dualismo (abducción-aducción, o por igual, retención-separación).

Una secuencia del relato de Díaz permite una comparación con las vivencias de la criatura dentro del vientre materno, teniendo en cuenta que las formas redondas o cóncavas suelen tener un significado femenino, confiriéndole al OVNI (al margen de su de­notación física) un carácter generador y fecundador.

El OVNI representaría para nuestro testigo la matriz o útero, al que describe como un material fuerte y de color carne. Díaz aparece dentro del mismo en posición fetal; su estado transitorio es inconsciente y tiene la sensación de estar en vacío o ingravidez. Su subsistencia es posible por un orificio, o cordón umbilical, perdiendo la conciencia cuando se corta el flujo de aire que ingresa por él.

Las figuras que Díaz menciona son tres (podrían representar a su familia, dramatizando su situación vital); de ahí que la intención era expulsarlo de donde estaba contenido, aún cuando ellos mismos lo abdujeron, haciéndose incomprensible la resistencia de Díaz por quedar retenido en el recinto. Las seres que se dirigen a él haciéndole sentir su potencia, es una reacción del inconsciente cuando sentimientos de inferiori­dad y falta de significación amenazan la personalidad.

La figura más cercana (es el personaje más importante y singular), es la que lo toma de la cabeza, en tanto que las restantes lo hacen del pecho y del bajo abdomen, arrancándole pelos (la falta de pilosidad es, además, un rasgo de las criaturas), ame­nazando su integridad. Al respecto, digamos también que el organismo está constituido por cuatro sistemas principales: a) el sistema respiratorio (región torácica), b) sistema gastrointestinal (región abdominal), c) sistema cerebral (región craneana), y d) sistema muscular (todo el cuerpo). Cada uno de estos sistemas está directamente rela­cionado con un elemento del ambiente (atmosférico, físico, alimentario, social, cultu­ral), los que parecen estar en peligro de fragmentación.

La percepción indeterminada y desconocida de los seres parece analogarse con la del bebé, quien percibe aquello que lo rodea de manera global. Quizá pueda esto explicar la falta de detalles (sin manos, ojos, boca, nariz, orejas, genitales) de las figuras, pero sin duda nos revela el sentimiento de indiferenciación del propio sujeto, como se da en la criatura.

Percepciones de Díaz en presencia del OVNI

Para su mejor entendimiento, enumeraremos en primer término las percepciones manifestadas por el testigo, y seguidamente –en ­forma secuencial- los observados en las criaturas al momento de nacer, permitiendo su comparación:

a) Presencia de luz dentro del objeto.

b) Paralización de Díaz.

c) Absorción del testigo.

d) Observación de luz intensísima.

e) Desvanecimiento del testigo.

a’) Dentro del vientre materno hay presencia de luz.

b’) Sabemos que la madre es transmisora no sólo de ciertas inmunidades, sino también de fuertes erosiones que provocan contracciones en el útero, determinando la para­lización momentánea de la criatura.

c’) Al final del embarazo, la criatura coloca la cabeza hacia abajo y la presión de la parte superior del abdomen de la madre desaparece, permitiéndole respirar con más facilidad y siente ser absorbido.

d’) Al ingresar al medio ambiente exterior, aparece una luz intensísima, mucho más po­tente que la que había dentro de la matriz.

e’) Después de nacer, la criatura -debido al desgaste de energía- pierde las fuerzas hasta desvanecerse. 

Otros detalles del caso

El análisis del caso, nos permite inferir que habría en el testigo un intento de simbolizar algo de lo real. En esta línea de pensamiento, débese observar que la desaparición de Díaz se produce en las cercanías de su ámbito familiar (a 100 m de su casa), y la aparición se produce cercana a su ámbito natal (a 300 m del hospital de su gremio).

El hombre sin referencias conocidas, que tenía un vehículo “multicarga celeste”, pa­rece representar el tutelaje que lo acuna. El periódico que utiliza como “prueba” le permitiría asirse un nombre, prueba de renombre y notoriedad, lazo social que intenta entramarse.

Finalmente, el papel que desempeña el número en el inconsciente, ofrece también motivos de reflexión. Los números son, gracias a sus propiedades individuales, portadores y mediadores de procesos psíquicos. Receptáculos de ideas y pensamientos relativos al mundo y su orden, como se manifestaría en la significativa reiteración por parte de Díaz del tres y del seis[2], tanto en su testimonio como en aspectos de su vida cotidia­na.

Infinidad de otros detalles del relato con claros contenidos simbólicos ponen al descubierto la raíz psicológica del pretendido encuentro, cuya interpretación no ha pretendido reducir el incidente a estas áreas, sino después de un examen exhaustivo del sujeto y de la situación narrada por él, dando por resultado la comprobación de su fraudulencia.

Consideraciones finales

Lo expuesto hasta aquí, nos permitió descubrir un novedoso horizonte ufológico para la interpretación intrapsíquica de las “abducciones”. Ello nos conduce, a su vez, a formular algunas preguntas: ¿Esta relación perinatal se constituye en un patrón común de los relatos de abducciones, o de un segmento de ellos? En nuestra opinión, la naturaleza proteica y heterogénea de los informes torna improbable formular una explicación única para tan abundante casuística, siendo pertinente realizar un estudio específico, caso por caso. Sin embargo, nuestra convicción es que existe, al menos, un con­junto importante de sucesos abduccionistas en donde se observa cierta y significativa recurrencia al modelo perinatal.

De allí surge una segunda pregunta: ¿Hay en dichas regresiones un recuerdo o una fantasía acerca del nacimiento? La respuesta, desde luego, supera la investigación estrictamente ufológica, y quizá pierda interés al efecto, aunque los elementos hallados en este caso nos sugieren un contenido afectivo, simbólico y delirante.

Algo más

Carlos Al­berto Díaz en 1990.
Unos quince años después, a principios de octubre de 1990, el ferroviario Carlos Al­berto Díaz, ahora empleado de una empresa petroquímica, vuelve a cobrar notoriedad a través de los medios periodísticos, al declarar que el 14 de setiembre de 1988, viajó en una nave similar al centro de la Tierra, oportunidad en que -según sus palabras- tomó contacto con sus tripulantes intergalácticos y vio “animales prehistóricos y una comunidad de extraterrestres”.

En declaraciones a un canal televisivo bahiense, y reproducido en los diarios de to­do el país (v.gr., Diario de Cuyo, SJ, El Heraldo, ER, Diario Popular, BA, La Opinión, SL), Díaz sostuvo que tampoco pudo hablar con los tripulantes de la nave (“porque nosotros estamos materializados”, dijo), pero exhibió muestras de lo que afirma ser trozos del cuerpo de los visitantes, a los que denominó “savia”, agregando que son de estatura mucho mayor que la humana y se comunican mediante números del 0 al 28, en reemplazo de las letras del alfabeto.

Asegurando que esta fue la segunda vez que había viajado en un plato volador, auguró que volvería a hacerlo a mediados de ese mes, con destino a otra galaxia llevado por los extraños seres.

En rigor de verdad, la noticia no nos causó demasiada sorpresa. El episodio de 1975 aventuraba un nuevo “relato”, como ocurre en muchas abducciones. Es que la tenacidad de la trama delirante de su proverbial historia, produjo la impresión de no haberse agotado en la tentativa. Un ejemplo típico es la denominada “compulsión a la repetición” producida en los sueños, donde el acontecimiento traumático vuelve sobre el sujeto procurando su ligadura, su representación, pero siempre en forma enmascarada, camuflada, mediante una cadena de significantes y, con ella, una significación como tratamiento de aquello que irrumpe desde lo real. En suma, se trata de un nuevo intento de simbolización, de inscripción psíquica.

Sin embargo, en la repetición siempre hay algo de lo nuevo, sin repetir exactamente lo mismo. No haremos de este último testimonio de Díaz un análisis minucioso, aunque será necesario señalar la existencia de una misma estructura, más allá del aspecto formal en cuanto a “los seres que lo abducen en una nave similar”. Consiste aquí en referirnos, al menos sucintamente, a la naturaleza arcaica, al trasfondo regresivo del relato fabuloso aportado por Carlos Díaz: un viaje hacia el centro de la Tierra, la madre-tierra, en donde se hallan “animales prehistóricos”, una clara evocación a su pre­historia, a su pasado remoto, y en una alegoría de los instintos del hombre, de las funciones naturales del cuerpo, de los impulsos.

Esta vuelta al origen, total y pleno, confronta al hombre con sus mitos, descubrien­do una estructura mítica singular, por cuanto se interroga por el nacimiento.

Carlos Alberto Díaz produce una compulsiva regresión y una identificación, consistente en su reproducción exacta. Al parecer, construye una realidad delirante, sistemati­zada, poniendo en el mundo exterior lo que le pasa internamente. Recurre a los símbo­los, pero con la apariencia de que no funciona de manera esperable el principio de realidad.

En este marco, el diagnóstico no parece resultar muy favorable. Tampoco podría pre­verse un pronóstico auspicioso, sin un tratamiento adecuado. No sería ocioso advertir que Díaz, en un futuro, podría aportarnos otros elaborados y -quizá- bizarros relatos de lo que serían más que expresión de las difíciles travesías por los laberintos de su psique.

[1] El término angustia es empleado en adelante en su sentido vulgar, comúnmente comprendido. Vale decir, denotado por signos contundentes de sufrimiento, de un padecimiento subjetivo.

[2] El tres tiene la calidad de número perfecto, la expresión de la totalidad y el acabamiento. Es el producto de la unión de cielo y tierra (madre). Nada se puede añadir, completa la triade. En el embarazo, superar el tercer mes da por fin un monto de ansiedad, por el temor de que se produzca un aborto espontáneo. El seis es el número de la creación, mediador entre el principio y la manifestación. En el embarazo, atravesar el sexto mes implica la seguridad de que el bebé está completo para nacer. Llamativamente, C. Díaz tenía una hija de apenas seis meses de edad cuando, al tiempo en que es convocado a ser padre, se “desencadena” el episodio.


1 comentario:

  1. Hey, Luis-Emilio! ¡Curioso! Parece que todos los casos de encuentros cercanos OVNI y humanoides son explicables. Chao!!!

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