Trancas, Tucumán: El informe final [1 Parte] (21 de octubre de 1963)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
"...de pronto advierte sobre las vías como un tubo de luz fluorescente por donde transitan “personas”". |
El 21 de octubre de 1963, en hora de la tarde, el centro de atracción
para el periodismo argentino lo constituía la visita a Buenos Aires de
Werner von Braun, genio indiscutible que permitió a los norteamericanos
pisar por vez primera la Luna y lanzar naves no tripuladas hacia la
inmensidad del espacio. A las 19:30 horas comenzó su conferencia de
prensa. Las preguntas de los periodistas llevaron al hombre de ciencia
por distintos campos relacionados con su especialidad, hasta que –casi
irreverentemente-, se le requirió la opinión sobre los “platos
voladores”: “Yo nunca he visto ninguno, aún que las muchas noticias que
he leído sobre ellos no me han impresionado tanto como para creer en su
existencia…”, sostuvo.
A menos de dos horas de esas declaraciones y a unos 1400 kilómetros, en Villa de Trancas, provincia de Tucumán, se producía uno de los hitos más importantes en la historia de los no identificados. Se trataba de un episodio que ha sido considerado como “un caso inatacable (y) una prueba irrefutable” dentro del voluminoso y extraño legajo de los OVNIs. “Quizás –también se ha dicho- uno de los hechos más excepcionales del historial del problema OVNI”, debido a la cantidad y calidad testimonial, la prolongada visualización y el hallazgo de residuos físicos en el área, constituyendo “la más poderosa evidencia” a favor de los fenómenos inusuales. Desde entonces, el caso Trancas se convirtió en “el superclásico de la ufología mundial”.
El presente informe consiste en un detenido y pormenorizado análisis de la investigación iniciada en septiembre de 1971 y retomada en profundidad en mayo de 1987, a través de numerosísimas entrevistas y cuidadosos diligenciamientos. Para tal propósito, ha sido preciso confrontar los testimonios actuales con los ofrecidos en aquella época, a través de la primera versión ofrecida por los periodistas de La Gaceta, de Tucumán, Arturo Álvarez Sosa y Ventura Murga, seguida por las del escritor Eduardo A. Azcuy unos días después, el capitán de fragata Omar R. Pagani al año siguiente, y la de Oscar A. Galíndez lograda a siete años de producido el episodio.
Asimismo recurrimos a documentos no susceptibles a deformación alguna, como los registros meteorológicos que nos suministró para esa hora y lugar la Fuerza Aérea, el informe del análisis químico de la Universidad de Tucumán, la compulsa histórica de los diarios de la época referidos a acontecimientos simultáneos a la observación de Trancas, especificaciones técnicas de la Secretaría de Guerra, y otros de carácter objetivo. Todo esto para disponer de datos confiables y fácilmente verificables.
Habida cuenta del inesperado giro que deparó la investigación, procedimos a publicar algunos artículos preliminares en Italia, España y Argentina[2]. Previendo que su contenido iría a generar una agitada polémica, el italiano Pier L. Sani señaló: “Los iluminados de siempre amarán creer, de salvar a cualquier costo el ‘misterio’ de Trancas”, mientras que el belga Wim van Utrecht nos advierte: “Los soñadores no estarán contentos con sus hallazgos, pero para un investigador serio sólo la verdad importa (…); noto que los ufologistas parecieran tener mayor dificultad en aceptar una explicación, que una vocinglería sensacional”. Los acontecimientos lo demostraron.
Una síntesis del caso Trancas
El lunes 21 de octubre de 1963, Argentina (28) y Jolié (21) Moreno llegaron con sus pequeños hijos Victoria, Nancy y Guillermo, de Rosario, provincia de Santa Fe –donde residían- a San Miguel de Tucumán, y de ahí hasta la finca “Santa Teresa” en Villa de Trancas, donde se reunirían con sus padres, Antonio (72) y Teresa (63), y su otra hermana, Yolanda (30). Un motivo de esta visita era que sus maridos, ambos oficiales del ejército, debían participar en unas importantes maniobras militares previstas para esos días, y en la madrugada partirían en tren desde Tucumán a Salta, pasando por Trancas.
Cenaron muy temprano y exhaustos por el viaje, todos se fueron a descansar a sus habitaciones. Cerca de las 21 horas, la doméstica Dora Guzmán (15), que se hallaba en los fondos de la vivienda, aparece una y otra vez insistiendo en que veía luces sobre el terraplén del ferrocarril, situado a 200 metros al frente de la finca. Los padres dormían, mientras que Argentina seguía atenta a su lectura, Jolié le restó importancia –pues debía darle el biberón a Guillermo, de 4 meses-, y Yolanda (Nallibe) al escucharla pensó que sería un ómnibus. Finalmente, persuade a las hermanas para verificar las ‘luces raras’ que estaba viendo. Se trataba de un conjunto de cinco luces, distantes entre sí a no menos de 100 m, tres al frente y dos un poco más al norte (noreste). Se encendían y apagaban con cierta intermitencia, arrojando haces lumínicos en distintas direcciones, iluminando incluso la finca (vivienda, gallinero). No tenían forma discernible, presentando el aspecto de focos de luz. Las asustadas mujeres sospecharon que podría tratarse de un accidente ferroviario (es frecuente que el tren se lleve por delante algún vacuno), o que podría ser una escuadrilla de operarios reparando las vías, pues a unos 500 m, o más, hacia el norte, visualizaron unas siluetas humanas desplazándose en torno a los reflectores.
El temor fue mayúsculo cuando Yolanda arriesga la posibilidad que podrían ser guerrilleros haciendo un sabotaje (levantando las vías, o colocando una bomba), recordando los episodios de la incipiente guerrilla rural de Taco Ralo, al sur de Tucumán, hacia fines de 1962. Es que los maridos de Argentina y Jolié pasarían por allí en cuestión de horas en un tren militar y, además, ellas se encontraban solas, su padre enfermo y sus pequeños hijos desprotegidos. En busca de otra explicación, una de las hermanas recordó haber leído que en varias partes del mundo se habían visto platos voladores, y especialmente el caso del camionero Douglas (quien días antes –en Monte Maíz- había visto un aparato con varios seres que lo habrían quemado con un fino haz de luz), sugiriendo la posibilidad que fueran esas naves.
Entre corridas y encierros, decidieron salir para observar mejor, cuando ven una tenue luminosidad verdosa y pensando que era la camioneta conducida por un peón que trabaja en la finca, van hacia la tranquera.
De pronto, a unos 8 metros de ellas, se encendió una luz que las encandiló, pudiendo notar por un instante, que había un aparato de unos 8 x 3 m, provisto de una torreta, y con gajos y grandes remaches dispuestos en su superficie. El impacto fue tal, que Yolanda trastabilló, tropezó, y en segundos estaban refugiadas nuevamente en la casa. La doméstica, de 15 años, entró exclamando que la habían quemado, pero Argentina y Yolanda comprobaron que sólo estaba asustada. A estas alturas todos estaban levantados. El padre intentando salir, era retenido presa de nervios por sus hijas, pues se hallaba enfermo. Con las puertas trancadas, desde la ventana (los postigos cerrados y por veces entreabiertos), atisbaban el fenómeno. Una de las jóvenes mujeres creyó que los haces de luz atravesaban las paredes, pero otra sostuvo que lo hacían a través de las rendijas. La misma creyó que los haces se extendían y retraían a voluntad, pero resultó que por momentos lo hacían a ras del suelo.
La situación era desesperante. La madre oraba, la doméstica lloraba, las hermanas gritaban y corrían de una habitación a otra, siguiendo las alternativas. Los testigos notaron el ambiente pesado, caluroso. Ese objeto más cercano (‘F’) emitía un ruido de máquina en funcionamiento, pero ya sólo veían de él un espeso y creciente vapor y unas luces, que parecían recortar seis ventanas, impidiéndoles apreciar si se hallaba suspendido a corta altura o posado en tierra (con posterioridad se encontraron allí los vegetales presuntamente aplastados).
Transcurrieron 40 minutos, hasta que el objeto ‘F’ –que parecía comandar las acciones- se desplazó hacia el este y los demás siempre en forma rasante hicieron lo mismo, hasta desaparecer en dirección de las Sierras de Medina, distantes a 20-25 Km.
Luego, corrieron hacia los vecinos para enterarlos del acontecimiento, pero son muy pocos los que vieron algo. El vecino lindero Francisco Tropiano alcanzó a ver pasadas las 22 muy iluminado el sector este del lugar, al frente de su finca.
Nadie durmió esa noche en lo de Moreno. Por la mañana Jolié fue a la estación ferroviaria rogando enviar un telegrama a su hermano Antonio (h), que vive en S.M. de Tucumán, a raíz del episodio. Cuando este recibió el mensaje –debido al procedimiento-, ya lo sabía gran cantidad de personas. Incluido el periodismo, que pronto se hizo presente. Luego, se solicitó la intervención de la policía, labrando un acta, custodiando el lugar durante días sin novedades, y requiriendo al Instituto de Ingeniería Química de la Universidad de Tucumán que examinara el polvillo blanco hallado en el sitio donde fueron observadas las luces, resultando ser carbonato de calcio con impurezas de carbonato de potasio.
Hasta aquí, una apretada síntesis del clamoroso encuentro. A fin de dar precisión al episodio, seguidamente, incluimos las respectivas versiones de las hermanas Moreno.
Testimonio de Jolié del Valle Moreno de Colotti
Nació: Trancas, provincia de Tucumán, 17 abril 1940.
Estudios: Secundarios en el Colegio Sagrado Corazón hasta 3er. Año, luego Liceo de Señoritas R. Escalada de S.M.
Jolié había decidido con su hermana Argentina ir a descansar unos días al campo, a la finca ‘Santa Teresa’, que sus padres poseen en la localidad tucumana de Trancas, al norte de la provincia. Así que viajó desde Rosario, SF, donde estaba residiendo, junto con su hermana, los dos pequeños hijos de ésta y el suyo, Guillermo, de apenas cuatro meses. Arribaron a S.M. de Tucumán el día 21, y desde allí se trasladaron en automóvil, en compañía de sus padres –Antonio Moreno (72) y Teresa Kairuz de Moreno (63)- a la citada finca.
Al atardecer no les fue posible poner en funcionamiento el equipo de luz, pues el motor a gasoil del tambo (instalado cinco años antes) se encontraba averiado, y ninguna conocía el sistema. Cenaron temprano y se fueron a descansar, después de un día agotador, cada uno con su lámpara para leer un rato antes de dormir. Sin embargo, Jolié debía quedar despierta porque su hijo tenía que tomar el biberón a las 21 horas.
Momentos después, aparece la mucama Dora Guzmán diciendo que no iría a lavar la vajilla esa noche porque tenía miedo. Su otra hermana, Yolanda (Nallibe Moreno), le inquiere cómo era posible si se ha criado en el campo, a lo que Dora le replica afirmando que hay luces raras. Pero nadie le dio importancia. Unos 20 minutos después regresó decidida a dejar la cocina como estaba y manifestando su deseo de irse a dormir a las habitaciones de las hermanas Moreno, porque tenía miedo. En tales circunstancias, Jolié opta por salir a ver qué pasa, pero nada ocurre. De modo que entra a la vivienda, prepara y le da el biberón a su bebé, quien continúa durmiendo. Al momento Dora retorna desesperada, expresando que las luces eran ahora mucho más intensas. Nuevamente se levantó tomando un abrigo con la intención de permanecer un rato fuera y ver qué ocurría en las vías del ferrocarril, las cuales estaban rodeadas de moreras y gran cantidad de arbustos.
Era una noche algo fresca y sumamente oscura. No veía nada inusual, cuando de pronto advierte sobre las vías como un tubo de luz fluorescente por donde transitan “personas”. A la distancia sólo nota las siluetas de gente que camina, siluetas de semejanza humana. Diez o veinte. “Parecía gente que caminaba a paso normal, simplemente. Era como ver gente maniobrando en algo, caminando, a 200 metros, justo al frente, como si se desplazara dentro de la luz; se veían siluetas nada más”, afirma Jolié.
Piensa de inmediato que esas eran las luces vistas por Dora, pero la doméstica le expresa que había visto otras. “No, esa es la cuadrilla del ferrocarril –le responde Jolié-, debe ser que alguna vaca que atropelló el tren esté siendo sacada de las vías”.
Creyendo una cosa así, regresan a la casa y le comenta a Yolanda la novedad, quien desea salir muy dispuesta a unírseles y comprobar lo que ocurría. Yolanda se ve entonces sorprendida por la potencia de la luz de la supuesta cuadrilla del ferrocarril, pero resuelve regresar en silencio, pues sus padres dormían, y pedirle a Argentina que cuidara de su niño, porque querían ir hasta las vías pensando que se trataba de un accidente.
Argentina les ruega que no vayan, convencida que se trata de un sabotaje y que estarían colocando algún explosivo en las vías. A raíz de ello, Yolanda (Nallibe) sacó un Colt 38 que tenía debajo de la cama y una linterna, saliendo al patio con la intención de dirigirse por el camino de acceso a la finca, donde hay un portón.
Cuando las tres se fueron aproximando, notaron una luz verdosa que pensaron se trataría de la luz de posición de la camioneta pick-up que tenía la familia, conducida por un peón, Huanta, y que empleaba para llevar los elementos rurales al pueblo. Dora dice: “Ahí está Huanta, le voy a abrir el portón”. Casi al decir eso, estaban sobre la tranquera. Nallibe enciende la linterna en dirección a la misma para abrirla, cuando advierten que la camioneta no era tal. La respuesta que se obtiene al pulsar la linterna es un haz de luz, que supone sería sólido, porque tiene la sensación que las voltea como un chorro de agua, arrojándolas al suelo. La doméstica, que estaba más adelantada dispuesta a abrir la tranquera, o portón, siente repentinamente una quemazón en el rostro.
Jolié señala: “Nosotras lo único que alcanzamos a ver en ese momento fue la parte de arriba del aparato, metálico, con gajos remachados, dándome la impresión que era un remache hecho por el hombre, es decir, por las manos humanas. Y de abajo no se podía ver absolutamente nada porque salía niebla, como un humo”.
El aparato descrito por Jolié daba la sensación de balancearse casi a ras del suelo, aunque no se veía nada debido a la abundante niebla, tanta que impregnaron los árboles de un fino polvillo.
Más adelante insiste: “Tenía 6 gajos y 6 tirantes. Esa fue mi primera impresión. Hecho por la mano del hombre. Los distinguimos cuando encendimos la luz. Después lo vimos más. En esa fracción de segundos fue cuando vimos los gajos”.
La reacción de las mujeres no se hizo esperar. Salieron corriendo, introduciéndose en la casa donde estaba Argentina, la segundogénita, quien a los gritos alertó estar rodeados de ‘platos voladores’. Fue entonces cuando desde el interior pudieron notar en el aparato una suerte de serpentina de colores (verde, anaranjado, rojo), a modo de muchas ventanillas, girando velozmente. La testigo calcula que tendría unos 8 o 10 m de diámetro con forma de sopera invertida, aunque lo único que se veía eran las luces y la niebla.
Siguiendo el relato de Jolié, este aparato estuvo allí lanzando haces de luz hacia la casa, sin darse cuenta cómo las lámparas que tenían encendidas iluminaron con tanta intensidad el interior de la vivienda. “Todos los objetos tenían su haz de luz, todos iluminaban como si fueran reflectores que necesitaban analizar la casa como si una inteligencia los estuviera dirigiendo”, a decir de Jolié.
Otro detalle observado a través de la ventana es que de los aparatos que estaban sobre las vías, fueron lanzadas dos luces por el camino de acceso a la casa, como inspeccionando las tejas. El carácter de las luces era cilíndrico y paralelo, sin penumbras. Fue avanzando hacia la casa, demorando en llegar. “Era una luz dirigida por seres inteligentes, como si una gran ‘aspirina’ avanzara y llegara hasta cierto lugar. Yo llegué a tocarla y querer tomarla, porque era como un tubo”, pero se replegó en ese momento sin sentir nada en especial.
La testigo no puede precisar la cantidad de tubos de luz que salía de cada objeto, que están presenciando. Estaba desesperada y sus hijas, aterradas, corrían por las habitaciones. La desesperación del padre, Antonio, por querer abrir la puerta y lanzarse hacia uno de los aparatos, pese a su robustez, era impedida por su familia.
Cuando se puso en movimiento la máquina que se hallaba en el jardín, a pocos metros de la casa, en la oscuridad, lanzó un haz de luz que hizo un giro de 180 grados, dando la impresión de haber sido “una señal de ajuste de cinco aparatos que estaban sobre la vía”.
El pequeño ‘Güilli’ y los niños de Argentina habían transpirado profusamente, sin despertarse. Hacía un calor insoportable dentro de la casa.
Se percibía un leve zumbido, pero con el barullo y la desesperación, no se escuchaba.
Luego de aquel giro del haz luminoso, empezaron a desplazarse todos juntos. “Se alejaron –dice Jolié- respetando los accidentes del terreno, su geografía, en forma rasante”, hasta perderse hacia las Sierras de Medina, situadas al frente de la finca, quedando un fuerte resplandor en el cielo.
Como las Sierras son muy altas –deduce-, han tenido que elevarse para sobrepasar esa zona, pero siempre en vuelo rasante.
En ese momento, detrás de la casa, hacia la zona donde hay montes (esto es, en dirección aproximada a San Pedro de Colalao), salió otro aparato más que no había visto hasta entonces, alejándose por un camino lateral a la finca, paulatinamente, iluminando el terreno.
Notó que su hermana Nallibe (Yolanda) tenía los cabellos impregnados de una suerte de niebla blanca que le resultó extraña. Luego de lo ocurrido fue a buscar al vecino Acosta, pues su casa está muy cerca de las vías, pero estaba profundamente dormido, al igual que sus perros. Empero, alcanzó a notar el ambiente iluminado.
Posteriormente Jolié pudo comprobar, al igual que los demás, la existencia de algunos residuos, como bolitas que se deshacían en forma de cenizas al presionarlas suavemente.
Al día siguiente, muy temprano, estuvieron periodistas del diario La Gaceta, de Tucumán. Según Jolié, quien avisó fue la médica René Vera de Kairuz (ya fallecida, y familiar de las nombradas), del Hospital de Trancas, quien habría visto pasar sobre esa localidad un conjunto numeroso de luces. Fue precisamente ella quien, al otro día, atendió en primer lugar a Dora de las presuntas quemaduras. Su tío, esposo de la médica Vera de Kairuz, luego de una inspección ocular opinó que se trataba de una alergia mutante con una componente nerviosa.
A menos de dos horas de esas declaraciones y a unos 1400 kilómetros, en Villa de Trancas, provincia de Tucumán, se producía uno de los hitos más importantes en la historia de los no identificados. Se trataba de un episodio que ha sido considerado como “un caso inatacable (y) una prueba irrefutable” dentro del voluminoso y extraño legajo de los OVNIs. “Quizás –también se ha dicho- uno de los hechos más excepcionales del historial del problema OVNI”, debido a la cantidad y calidad testimonial, la prolongada visualización y el hallazgo de residuos físicos en el área, constituyendo “la más poderosa evidencia” a favor de los fenómenos inusuales. Desde entonces, el caso Trancas se convirtió en “el superclásico de la ufología mundial”.
El presente informe consiste en un detenido y pormenorizado análisis de la investigación iniciada en septiembre de 1971 y retomada en profundidad en mayo de 1987, a través de numerosísimas entrevistas y cuidadosos diligenciamientos. Para tal propósito, ha sido preciso confrontar los testimonios actuales con los ofrecidos en aquella época, a través de la primera versión ofrecida por los periodistas de La Gaceta, de Tucumán, Arturo Álvarez Sosa y Ventura Murga, seguida por las del escritor Eduardo A. Azcuy unos días después, el capitán de fragata Omar R. Pagani al año siguiente, y la de Oscar A. Galíndez lograda a siete años de producido el episodio.
Asimismo recurrimos a documentos no susceptibles a deformación alguna, como los registros meteorológicos que nos suministró para esa hora y lugar la Fuerza Aérea, el informe del análisis químico de la Universidad de Tucumán, la compulsa histórica de los diarios de la época referidos a acontecimientos simultáneos a la observación de Trancas, especificaciones técnicas de la Secretaría de Guerra, y otros de carácter objetivo. Todo esto para disponer de datos confiables y fácilmente verificables.
Habida cuenta del inesperado giro que deparó la investigación, procedimos a publicar algunos artículos preliminares en Italia, España y Argentina[2]. Previendo que su contenido iría a generar una agitada polémica, el italiano Pier L. Sani señaló: “Los iluminados de siempre amarán creer, de salvar a cualquier costo el ‘misterio’ de Trancas”, mientras que el belga Wim van Utrecht nos advierte: “Los soñadores no estarán contentos con sus hallazgos, pero para un investigador serio sólo la verdad importa (…); noto que los ufologistas parecieran tener mayor dificultad en aceptar una explicación, que una vocinglería sensacional”. Los acontecimientos lo demostraron.
Una síntesis del caso Trancas
El lunes 21 de octubre de 1963, Argentina (28) y Jolié (21) Moreno llegaron con sus pequeños hijos Victoria, Nancy y Guillermo, de Rosario, provincia de Santa Fe –donde residían- a San Miguel de Tucumán, y de ahí hasta la finca “Santa Teresa” en Villa de Trancas, donde se reunirían con sus padres, Antonio (72) y Teresa (63), y su otra hermana, Yolanda (30). Un motivo de esta visita era que sus maridos, ambos oficiales del ejército, debían participar en unas importantes maniobras militares previstas para esos días, y en la madrugada partirían en tren desde Tucumán a Salta, pasando por Trancas.
Cenaron muy temprano y exhaustos por el viaje, todos se fueron a descansar a sus habitaciones. Cerca de las 21 horas, la doméstica Dora Guzmán (15), que se hallaba en los fondos de la vivienda, aparece una y otra vez insistiendo en que veía luces sobre el terraplén del ferrocarril, situado a 200 metros al frente de la finca. Los padres dormían, mientras que Argentina seguía atenta a su lectura, Jolié le restó importancia –pues debía darle el biberón a Guillermo, de 4 meses-, y Yolanda (Nallibe) al escucharla pensó que sería un ómnibus. Finalmente, persuade a las hermanas para verificar las ‘luces raras’ que estaba viendo. Se trataba de un conjunto de cinco luces, distantes entre sí a no menos de 100 m, tres al frente y dos un poco más al norte (noreste). Se encendían y apagaban con cierta intermitencia, arrojando haces lumínicos en distintas direcciones, iluminando incluso la finca (vivienda, gallinero). No tenían forma discernible, presentando el aspecto de focos de luz. Las asustadas mujeres sospecharon que podría tratarse de un accidente ferroviario (es frecuente que el tren se lleve por delante algún vacuno), o que podría ser una escuadrilla de operarios reparando las vías, pues a unos 500 m, o más, hacia el norte, visualizaron unas siluetas humanas desplazándose en torno a los reflectores.
El temor fue mayúsculo cuando Yolanda arriesga la posibilidad que podrían ser guerrilleros haciendo un sabotaje (levantando las vías, o colocando una bomba), recordando los episodios de la incipiente guerrilla rural de Taco Ralo, al sur de Tucumán, hacia fines de 1962. Es que los maridos de Argentina y Jolié pasarían por allí en cuestión de horas en un tren militar y, además, ellas se encontraban solas, su padre enfermo y sus pequeños hijos desprotegidos. En busca de otra explicación, una de las hermanas recordó haber leído que en varias partes del mundo se habían visto platos voladores, y especialmente el caso del camionero Douglas (quien días antes –en Monte Maíz- había visto un aparato con varios seres que lo habrían quemado con un fino haz de luz), sugiriendo la posibilidad que fueran esas naves.
Entre corridas y encierros, decidieron salir para observar mejor, cuando ven una tenue luminosidad verdosa y pensando que era la camioneta conducida por un peón que trabaja en la finca, van hacia la tranquera.
De pronto, a unos 8 metros de ellas, se encendió una luz que las encandiló, pudiendo notar por un instante, que había un aparato de unos 8 x 3 m, provisto de una torreta, y con gajos y grandes remaches dispuestos en su superficie. El impacto fue tal, que Yolanda trastabilló, tropezó, y en segundos estaban refugiadas nuevamente en la casa. La doméstica, de 15 años, entró exclamando que la habían quemado, pero Argentina y Yolanda comprobaron que sólo estaba asustada. A estas alturas todos estaban levantados. El padre intentando salir, era retenido presa de nervios por sus hijas, pues se hallaba enfermo. Con las puertas trancadas, desde la ventana (los postigos cerrados y por veces entreabiertos), atisbaban el fenómeno. Una de las jóvenes mujeres creyó que los haces de luz atravesaban las paredes, pero otra sostuvo que lo hacían a través de las rendijas. La misma creyó que los haces se extendían y retraían a voluntad, pero resultó que por momentos lo hacían a ras del suelo.
La situación era desesperante. La madre oraba, la doméstica lloraba, las hermanas gritaban y corrían de una habitación a otra, siguiendo las alternativas. Los testigos notaron el ambiente pesado, caluroso. Ese objeto más cercano (‘F’) emitía un ruido de máquina en funcionamiento, pero ya sólo veían de él un espeso y creciente vapor y unas luces, que parecían recortar seis ventanas, impidiéndoles apreciar si se hallaba suspendido a corta altura o posado en tierra (con posterioridad se encontraron allí los vegetales presuntamente aplastados).
Transcurrieron 40 minutos, hasta que el objeto ‘F’ –que parecía comandar las acciones- se desplazó hacia el este y los demás siempre en forma rasante hicieron lo mismo, hasta desaparecer en dirección de las Sierras de Medina, distantes a 20-25 Km.
Luego, corrieron hacia los vecinos para enterarlos del acontecimiento, pero son muy pocos los que vieron algo. El vecino lindero Francisco Tropiano alcanzó a ver pasadas las 22 muy iluminado el sector este del lugar, al frente de su finca.
Nadie durmió esa noche en lo de Moreno. Por la mañana Jolié fue a la estación ferroviaria rogando enviar un telegrama a su hermano Antonio (h), que vive en S.M. de Tucumán, a raíz del episodio. Cuando este recibió el mensaje –debido al procedimiento-, ya lo sabía gran cantidad de personas. Incluido el periodismo, que pronto se hizo presente. Luego, se solicitó la intervención de la policía, labrando un acta, custodiando el lugar durante días sin novedades, y requiriendo al Instituto de Ingeniería Química de la Universidad de Tucumán que examinara el polvillo blanco hallado en el sitio donde fueron observadas las luces, resultando ser carbonato de calcio con impurezas de carbonato de potasio.
Hasta aquí, una apretada síntesis del clamoroso encuentro. A fin de dar precisión al episodio, seguidamente, incluimos las respectivas versiones de las hermanas Moreno.
Testimonio de Jolié del Valle Moreno de Colotti
Nació: Trancas, provincia de Tucumán, 17 abril 1940.
Estudios: Secundarios en el Colegio Sagrado Corazón hasta 3er. Año, luego Liceo de Señoritas R. Escalada de S.M.
Jolié había decidido con su hermana Argentina ir a descansar unos días al campo, a la finca ‘Santa Teresa’, que sus padres poseen en la localidad tucumana de Trancas, al norte de la provincia. Así que viajó desde Rosario, SF, donde estaba residiendo, junto con su hermana, los dos pequeños hijos de ésta y el suyo, Guillermo, de apenas cuatro meses. Arribaron a S.M. de Tucumán el día 21, y desde allí se trasladaron en automóvil, en compañía de sus padres –Antonio Moreno (72) y Teresa Kairuz de Moreno (63)- a la citada finca.
Al atardecer no les fue posible poner en funcionamiento el equipo de luz, pues el motor a gasoil del tambo (instalado cinco años antes) se encontraba averiado, y ninguna conocía el sistema. Cenaron temprano y se fueron a descansar, después de un día agotador, cada uno con su lámpara para leer un rato antes de dormir. Sin embargo, Jolié debía quedar despierta porque su hijo tenía que tomar el biberón a las 21 horas.
Momentos después, aparece la mucama Dora Guzmán diciendo que no iría a lavar la vajilla esa noche porque tenía miedo. Su otra hermana, Yolanda (Nallibe Moreno), le inquiere cómo era posible si se ha criado en el campo, a lo que Dora le replica afirmando que hay luces raras. Pero nadie le dio importancia. Unos 20 minutos después regresó decidida a dejar la cocina como estaba y manifestando su deseo de irse a dormir a las habitaciones de las hermanas Moreno, porque tenía miedo. En tales circunstancias, Jolié opta por salir a ver qué pasa, pero nada ocurre. De modo que entra a la vivienda, prepara y le da el biberón a su bebé, quien continúa durmiendo. Al momento Dora retorna desesperada, expresando que las luces eran ahora mucho más intensas. Nuevamente se levantó tomando un abrigo con la intención de permanecer un rato fuera y ver qué ocurría en las vías del ferrocarril, las cuales estaban rodeadas de moreras y gran cantidad de arbustos.
Era una noche algo fresca y sumamente oscura. No veía nada inusual, cuando de pronto advierte sobre las vías como un tubo de luz fluorescente por donde transitan “personas”. A la distancia sólo nota las siluetas de gente que camina, siluetas de semejanza humana. Diez o veinte. “Parecía gente que caminaba a paso normal, simplemente. Era como ver gente maniobrando en algo, caminando, a 200 metros, justo al frente, como si se desplazara dentro de la luz; se veían siluetas nada más”, afirma Jolié.
Piensa de inmediato que esas eran las luces vistas por Dora, pero la doméstica le expresa que había visto otras. “No, esa es la cuadrilla del ferrocarril –le responde Jolié-, debe ser que alguna vaca que atropelló el tren esté siendo sacada de las vías”.
Creyendo una cosa así, regresan a la casa y le comenta a Yolanda la novedad, quien desea salir muy dispuesta a unírseles y comprobar lo que ocurría. Yolanda se ve entonces sorprendida por la potencia de la luz de la supuesta cuadrilla del ferrocarril, pero resuelve regresar en silencio, pues sus padres dormían, y pedirle a Argentina que cuidara de su niño, porque querían ir hasta las vías pensando que se trataba de un accidente.
Argentina les ruega que no vayan, convencida que se trata de un sabotaje y que estarían colocando algún explosivo en las vías. A raíz de ello, Yolanda (Nallibe) sacó un Colt 38 que tenía debajo de la cama y una linterna, saliendo al patio con la intención de dirigirse por el camino de acceso a la finca, donde hay un portón.
Cuando las tres se fueron aproximando, notaron una luz verdosa que pensaron se trataría de la luz de posición de la camioneta pick-up que tenía la familia, conducida por un peón, Huanta, y que empleaba para llevar los elementos rurales al pueblo. Dora dice: “Ahí está Huanta, le voy a abrir el portón”. Casi al decir eso, estaban sobre la tranquera. Nallibe enciende la linterna en dirección a la misma para abrirla, cuando advierten que la camioneta no era tal. La respuesta que se obtiene al pulsar la linterna es un haz de luz, que supone sería sólido, porque tiene la sensación que las voltea como un chorro de agua, arrojándolas al suelo. La doméstica, que estaba más adelantada dispuesta a abrir la tranquera, o portón, siente repentinamente una quemazón en el rostro.
Jolié señala: “Nosotras lo único que alcanzamos a ver en ese momento fue la parte de arriba del aparato, metálico, con gajos remachados, dándome la impresión que era un remache hecho por el hombre, es decir, por las manos humanas. Y de abajo no se podía ver absolutamente nada porque salía niebla, como un humo”.
El aparato descrito por Jolié daba la sensación de balancearse casi a ras del suelo, aunque no se veía nada debido a la abundante niebla, tanta que impregnaron los árboles de un fino polvillo.
Más adelante insiste: “Tenía 6 gajos y 6 tirantes. Esa fue mi primera impresión. Hecho por la mano del hombre. Los distinguimos cuando encendimos la luz. Después lo vimos más. En esa fracción de segundos fue cuando vimos los gajos”.
La reacción de las mujeres no se hizo esperar. Salieron corriendo, introduciéndose en la casa donde estaba Argentina, la segundogénita, quien a los gritos alertó estar rodeados de ‘platos voladores’. Fue entonces cuando desde el interior pudieron notar en el aparato una suerte de serpentina de colores (verde, anaranjado, rojo), a modo de muchas ventanillas, girando velozmente. La testigo calcula que tendría unos 8 o 10 m de diámetro con forma de sopera invertida, aunque lo único que se veía eran las luces y la niebla.
Siguiendo el relato de Jolié, este aparato estuvo allí lanzando haces de luz hacia la casa, sin darse cuenta cómo las lámparas que tenían encendidas iluminaron con tanta intensidad el interior de la vivienda. “Todos los objetos tenían su haz de luz, todos iluminaban como si fueran reflectores que necesitaban analizar la casa como si una inteligencia los estuviera dirigiendo”, a decir de Jolié.
Otro detalle observado a través de la ventana es que de los aparatos que estaban sobre las vías, fueron lanzadas dos luces por el camino de acceso a la casa, como inspeccionando las tejas. El carácter de las luces era cilíndrico y paralelo, sin penumbras. Fue avanzando hacia la casa, demorando en llegar. “Era una luz dirigida por seres inteligentes, como si una gran ‘aspirina’ avanzara y llegara hasta cierto lugar. Yo llegué a tocarla y querer tomarla, porque era como un tubo”, pero se replegó en ese momento sin sentir nada en especial.
La testigo no puede precisar la cantidad de tubos de luz que salía de cada objeto, que están presenciando. Estaba desesperada y sus hijas, aterradas, corrían por las habitaciones. La desesperación del padre, Antonio, por querer abrir la puerta y lanzarse hacia uno de los aparatos, pese a su robustez, era impedida por su familia.
Cuando se puso en movimiento la máquina que se hallaba en el jardín, a pocos metros de la casa, en la oscuridad, lanzó un haz de luz que hizo un giro de 180 grados, dando la impresión de haber sido “una señal de ajuste de cinco aparatos que estaban sobre la vía”.
El pequeño ‘Güilli’ y los niños de Argentina habían transpirado profusamente, sin despertarse. Hacía un calor insoportable dentro de la casa.
Se percibía un leve zumbido, pero con el barullo y la desesperación, no se escuchaba.
Luego de aquel giro del haz luminoso, empezaron a desplazarse todos juntos. “Se alejaron –dice Jolié- respetando los accidentes del terreno, su geografía, en forma rasante”, hasta perderse hacia las Sierras de Medina, situadas al frente de la finca, quedando un fuerte resplandor en el cielo.
Como las Sierras son muy altas –deduce-, han tenido que elevarse para sobrepasar esa zona, pero siempre en vuelo rasante.
En ese momento, detrás de la casa, hacia la zona donde hay montes (esto es, en dirección aproximada a San Pedro de Colalao), salió otro aparato más que no había visto hasta entonces, alejándose por un camino lateral a la finca, paulatinamente, iluminando el terreno.
Notó que su hermana Nallibe (Yolanda) tenía los cabellos impregnados de una suerte de niebla blanca que le resultó extraña. Luego de lo ocurrido fue a buscar al vecino Acosta, pues su casa está muy cerca de las vías, pero estaba profundamente dormido, al igual que sus perros. Empero, alcanzó a notar el ambiente iluminado.
Posteriormente Jolié pudo comprobar, al igual que los demás, la existencia de algunos residuos, como bolitas que se deshacían en forma de cenizas al presionarlas suavemente.
Al día siguiente, muy temprano, estuvieron periodistas del diario La Gaceta, de Tucumán. Según Jolié, quien avisó fue la médica René Vera de Kairuz (ya fallecida, y familiar de las nombradas), del Hospital de Trancas, quien habría visto pasar sobre esa localidad un conjunto numeroso de luces. Fue precisamente ella quien, al otro día, atendió en primer lugar a Dora de las presuntas quemaduras. Su tío, esposo de la médica Vera de Kairuz, luego de una inspección ocular opinó que se trataba de una alergia mutante con una componente nerviosa.
[1] Este artículo fue publicado originalmente en Los Identificados. Casuística OVNI con ocupantes en Argentina, N° VI, Buenos Aires, marzo de 1994, páginas 1-27.
[2] Ver: Il Giornale dei Misteri, Firenze, IT. (Nro. 218, dic, 1989; Nro. 231, ene. 1991; y Nro. 255, ene. 1993), Cuadernos de Ufología, Santander, ESP. (Nro. 14, 2ª. Época, 1993), e Investigando, El Palomar, ARG. (Nro. 41, nov. 1992).
Testimonio de Nallibe, Yolanda Moreno Ebaich
Estudios: Profesora de inglés; y de corte y confección.
El día había transcurrido normalmente. Pasadas las 21 horas los integrantes de la familia Moreno se encontraban acostándose; algunos leían, descansaban y acomodaban a los niños.
En cierto momento, la doméstica Dora Martina Guzmán apareció en las habitaciones exclamando muy temerosa –tal es su personalidad- que había unas luces afuera cuyo origen desconocía, aunque supone que estarían buscando a alguien. Yolanda cree que podría tratarse de un ómnibus de la empresa donde se desempeña su hermano Antonio, pero ya hacía un par de horas que pasó el último, y le resta importancia al episodio.
Dora lloraba en la cocina e insistía con sus observaciones. Finalmente, Yolanda decide salir de la habitación y dirigirse por detrás de la vivienda pensando que por algún problema hubieron venido a buscar a su hermano, ausente en esos momentos. La puerta del frente se encontraba cerrada siempre por seguridad. Entonces miró hacia las vías distantes unos 200 m, notando la presencia de dos luces.
Se veía entre medio de ellas cruzar unos cuerpos de aspecto humano (11, 12 o 14). Pensó que eran operarios de la cuadrilla ferroviaria, que estarían reparando algún desperfecto vial, de noche, para evitar accidentes. Luego descartó esta posibilidad, sin saber porqué. La noche estaba muy oscura, no había Luna visible y la temperatura cálida.
“Yo he visto bultos de personas que se cruzaban –dice-, las observé durante más de diez minutos, cuando la muchacha me pidió ir a ver las luces en la vía; caminaban permanentemente, eran como personas normales que las ve a 200 metros. Pensaba que transitaban observando las vías, porque se veía movimiento entre ellas, un andar algo lento sin dificultad”. Alertados por Yolanda, todos pudieron ser testigos de las siluetas.
Habían empezado a transpirar y a toser “como si un humito de azufre nos ahogara”, dice. Afuera escuchaba un “ruido raro, como de un taller, así se escuchaba de los aparatos”, afirma Yolanda. Aunque antes que se hiciera de noche, había empezado a escuchar un sonido semejante a una zedilla oscilante que le llamó la atención, pero como entonces se hablaba de nuevos aviones, pensó que de eso se trataba.
Volvió a la casa y regresó con Dora provista de una linterna grande y un revolver 38 largo (n: el detalle del arma no aparece en ninguna de las versiones de la época, que solo citan la linterna). Jolié también había salido, pero regresó con miedo pensando que irían a secuestrar a los niños.
Cuando salieron enfocó con linterna y al instante, se sintió enceguecida por las luces. Pero “ningún daño nos han hecho”, aclara. “Cuando alcancé a ver el vehículo y apunté con mi linterna, quedé ciega. Ya no podía caminar porque estaba enceguecida”. Este aparato situado a unos 6 u 8 metros, tenía una suerte de ‘torre’ cilíndrica y domo. Parecía no tocar tierra y daba la impresión de tener forma redonda con ventanas, expulsando un vapor que desde el suelo lo tapaba. “Lo grave es que yo le veía remaches”, nos dice Yolanda. “Remaches, remaches. Hecho por humanos que uno dice”. Ningún detalle más pudo observar.
Respecto a las siluetas humanas, más distantes, señala: “Las dejé de ver cuando nos han enceguecido. ¡Qué vamos a ver ya, con los reflectores en los ojos, con la desesperación de todos…!”, exclama.
“Yo también tambaleé al prender la luz y enceguecerme, he tambaleado, como si tuviera un poder; puse la mano en el suelo y me levanté, sin alcanzar a caerme. Dora daba cada grito que pudo haberse revolcado, pero no sé lo que le pasó a ella. No iba a atenderla, yo quería atender a los marcianos”.
Enceguecida y tambaleante retornó al interior de la vivienda. Fue entonces cuando se levantaron todos. Su padre Antonio quería salir, pero Jolié y Argentina se esforzaron para disuadirlo. Su madre, Teresa, miraba enceguecida a través de la ventana. La luz daba la impresión de atravesar puertas y paredes. Se trataba de una luz sin amplitud, de aproximadamente un metro de diámetro.
Provenía de todos los objetos. “La luz era muy blanca –indica-, encegueciendo de tanta claridad. No se apreciaban otras coloraciones. Era una flota impresionante, más de siete. Tres próximos a la casa y cuatro en las vías, según alcancé a contar. Era tal la cantidad de luces que quizás había más; tanta iluminación que enceguecía, no se podía ver”.
Nallibe continúa con su exposición: “La temperatura aumentó un poquito. No se si será por los nervios o por la venida de los ‘platos voladores’ (…), pero los niños se despertaron por los gritos, la bulla, lloraban y transpiraban al igual que los adultos. Así que sería algo que ocurría realmente en el ambiente”.
Un estado de nervios colectivo se había apoderado de las cinco mujeres. Inclusive, Argentina “le pegó un sopapo a Jolié, algo así, ella sintió un golpe en el rostro; de lo que gritaba le han dado una bofetada”. Mientras tanto, Argentina decía: ‘¡Me van a llevar los marcianos al bebé!’; tenía miedo y lloraba por su hija Victita. “Pero ninguna –dice Yolanda- hemos tenido miedo, la verdad. Si hemos vuelto sin llegar al aparato fue por nuestros padres. Ninguno hemos tenido miedo”.
“Yo enfrentaba a mis hermanas me pedían que no saliera (…). Mi madre lloraba y el papá viejito (n: fallecieron en 1977 y 1965, respectivamente), pedían que no saliéramos. Y mis hermanas llorando recriminándome por mis padres. Pero estaban acá, en la propia casa: en la esquina del jardín, en el gallinero, en la esquina del cerco, en las vías”.
Yolanda expresa su extrañeza porque Dora aparece con el rostro enrojecido, a diferencia de los demás. “¿Será porque ella tenía miedo?”, se responde a modo de pregunta. No obstante, Yolanda le aplica una pomada para quemaduras (‘Pancután’). Según Yolanda, la doméstica no fue, al parecer, trasladada en ningún momento al hospital.
Como en varias partes del mundo se hablaba de platos voladores, se dieron cuenta que de eso se trataba.
Al disponer irse, todos los aparatos habrían procedido a encender sus reflectores, dando vuelta sobre sí mismos y dirigiéndose al cerro Medina (situado a unos 20-25 Km hacia el este). “Sin dar vuelta el vehículo, los reflectores hicieron un giro y alumbraron todo”, nos refiere Yolanda. “Unas dos horas hemos estado observando el cerro iluminado como una ciudad a lo lejos; como una luz de un vehículo que se va”.
Los artefactos se marcharon en el mismo momento, “como si fuera ordenado por alguien. Alguien mandaba ahí. Se nota –sostiene Yolanda- que uno solo dominaba todo; cuando giró el que estaba al lado de la casa, todos se han movilizado. Han levantado vuelo y seguido en forma rasante todos juntos, pues, imagínese que los cables del ferrocarril Belgrano (que corren paralelos a las vías) apenas los habrían rozado, porque no había nada cortado. El ruido ya no se sentía tampoco”.
Luego se halló “una ceniza blanca”, donde estaban los aparatos. Yolanda reconoce que, pese a tener ciertas cualidades parapsíquicas, no intuyó la presencia de aquel fenómeno, ni tuvo sueños alegóricos relacionados con su experiencia.
Consultada sobre sus impresiones acerca de lo observado ese 21 de octubre, señala: “Aunque vea yo remaches en las ventanas, es que no son personas de acá, por la precisión del aparato, modo de desplazarse y mantenerse suspendido, marcas, tenga la seguridad que son de otro planeta”.
En una modesta vivienda ubicada detrás de los galpones de la finca, se encontraba el peón Huanca (fallecido en 1986). Sus hijos habían salido. Uno de ellos, ‘Cucha’, es quien debía llegar en camioneta. Según Yolanda, su padre también observó el fenómeno, pero le manifestó su deseo de no declarar. Junto con el jardinero José Acosta se levantaron ante los gritos de las mujeres, pero afirma que no han salido por temor.
El testimonio de Argentina de Jesús Moreno de Chavez
Nació: Trancas, Pcia. de Tucumán, 10 junio 1929.
Estudios: Magisterio. Cursó el primer año de Derecho, y abandonó.
Aquel 21 de octubre había viajado de Rosario a San Miguel de Tucumán, y desde allí lo hizo hasta Trancas. Le acompañaban sus dos pequeñas hijas Victoria y Nancy, estando grávida de su tercera niña, Cristina.
Llegó muy cansada, cenaron a temprana hora algo liviano, y se recostó a leer unas revistas, mientras sus hijas dormían en la misma habitación. De pronto, apareció Dora requiriéndola para ver lo que estaba pasando, pero no le hizo caso, pues estaba interesada en su lectura y cansada. Pero ella insistía, ingresando reiteradas veces en la habitación, a lo que Argentina le respondió que se marchara, pues iría a despertar a sus padres, quienes dormían profundamente desde hacía más de una hora. Dora le explica entonces que Yolanda no sabe qué están haciendo en las vías.
“Yo pensé que iba a ver gente y que habría un vehículo del ferrocarril, porque eso me había dicho Dora: ‘Ahí hay gente que va y viene por las luces de la vía’, dijo. Y le pregunté, ¿cuántas personas?: ‘¡Ah, muchísimas personas –dice Dora-, son como doscientos que van y vienen!, y cree la niña Yolanda que están levantando las vías, haciendo sabotaje’. Ella veía sólo las siluetas –continúa Argentina-, sin poder apreciar detalle alguno; entonces recién me preocupé y me levanté”.
Cuando lo hizo, según la testigo, tanto su hermana como la doméstica se habían ido a sus respectivos dormitorios. Dio la vuelta por detrás de la casa, y al salir observó un fenómeno que no pudo comprender. Muy asustada retrocedió sin dar las espaldas hasta quedar a resguardo y entró corriendo a los gritos. Despertó a sus padres, y alertó a todos diciendo estar rodeada de platos voladores. “¡Oh, Dios mío!, estos son OVNIs, me asusté mucho, quédense todos tranquilos y quietos, nadie salga porque estamos rodeados de platos voladores, les digo”.
Se trata de cinco luces que estaban sobre la tierra. “No sé si estaban apoyados o qué, pero estaban ahí”, señala.
“Cuando salí y me volví, vi uno solo. Pero cuando fui a buscar a mi padre noté que había cinco. Uno al frente, otro estaba para tras en el monte y había tres sobre las vías. Vale decir tres juntos y uno. Ya tras de la casa en el monte, el quinto, que alcancé a ver cuando fui a buscar a mi padre. Ese tiene que haber estado en el aire”.
Argentina muestra curiosidad por la intensa oscuridad de la noche, tenebrosa, sin Luna ni viento, ni humedad. “Había una tranquilidad impresionante”.
Durante unos momentos permanecieron en el interior de la finca, hasta que salió el padre hasta el portón, pero su hija tras él, le tomó firmemente de la mano, mientras observaba con mayor atención, y le pidió regresar, pues tenía angina de pecho: “No papi, no sabemos qué es eso, ¿si son de otro planeta?… no sabemos si son buenos o malos, le dije, volvamos por favor”, y su padre atendió sus ruegos y razones.
Al ingresar nuevamente, Argentina cerró todas las puertas y ventanas, permaneciendo allí, expectantes de lo que ocurría. A través de los postigos observaban el desarrollo de las acciones.
Argentina tuvo la impresión de que había algo descompuesto, pues se escuchaba por momentos una suerte de golpeteo (un ‘trac… tac…’). Sostiene la testigo que “era un ruido como de una máquina, un sonido suave: ‘trun-ca-tr’; era como una cosa que daba vueltas, algo así. ¡Era el de una máquina que estaba en funcionamiento! No era ensordecedor y solamente lo hacía el aparato que estaba cerca. No lo hacían los otros, de los que sólo se veían las luces”. Argentina intenta precisar: “Eran luces grandes que se veían de lejos. Luces nada más, blancas”.
En cierto momento Yolanda salió con la doméstica y desde un artefacto situado más próximo a la vivienda, fueron encandiladas sorpresivamente, recibiendo “un golpe de luz”. Ahí se volvieron corriendo y no salieron. Tenía las luces apagadas y sólo se advertía la forma de unas ventanas de apariencia cuadrangular, oscuras en su interior. No se podía observar si tenía algún tipo de anillo que lo rodeare, u otros colores. “Lo que sí vi –dice la testigo-, era una especie de fuego que uno prende, que arde. De a ratos lo veía y de a ratos no. Eso sí, llegué a ver más llama en los que estaban más distantes”, afirma resueltamente.
“Lo que yo vi –prosigue la testigo- era un aparato. Ahora podría ser un aparato de acá también, pero me dio miedo porque dije: ‘¡qué aparato raro está ahí!, ¿quién está usando ese aparato? No sabemos quiénes son”.
Sin embargo, Argentina no sabe precisar la forma que tendría ese artefacto cercano, porque era tanto el vapor blanco que arrojaba por abajo y de a ratos una llama, que no permitía distinguirlo. Lo que notaba estando fuera –insiste- fue “ese ruido como una máquina suave, como un motor; como algo que daba vueltas en aquel momento (‘chiqui-chiqui-chi’, algo así)”, sin lograr acertar con su onomatopeya, aunque advertido por todos los azorados testigos.
Al preguntarle si podría tratarse de un artefacto de manufactura terrestre, Argentina Moreno respondió: “… Puede ser. Se ve que era un elemento material. ¡Podría ser!, es muy factible”.
Cuando la luz las envolvió, Dora exclamó: ‘¡Hay, me quemaron!’, llevándose las manos al rostro. Argentina se asustó, creyendo que efectivamente la habían quemado y le pidió que retirara sus manos para inspeccionar qué tenía, pero la doméstica se negaba y Argentina debió retirárselas. “Entonces le pregunté: ‘¿Me mirás bien, me mirás a mí, sí?, ¿pues qué te pasa?’ ‘Nada’, me responde. ¡Es que el calor le hizo asustar! Se ve que la luz daba mucho calor. Cuando ellos enfocaban se nota que esa luz producía un calor impresionante”. Esto parece haber sido corroborado por su hermana Yolanda. Argentina también afirma que Dora no fue tumbada por la luz, ni tampoco atendida en el hospital por presuntas quemaduras, como indica una versión, aunque había quedado vivamente impresionada.
En esas circunstancias, ninguno de los perros que solían andar sueltos por los patios, en la galería, ladró. Es más, no recuerda haberlos visto. Pero sí escuchó a un animal (vacuno o caballar) que se inquietó, así como las aves del corral, en particular las gallinas, que se despertaron y empezaron a cacarear cuando desde el aparato más cercano se dirigió un haz de luz blanca, sin bifurcación y de unos dos metros de diámetro, hacia el corral. Cuando retiraron la luz, no se las escuchó más. Fue un haz directo, instantáneo, que se mantuvo un rato alumbrando.
“Todas lo vimos, porque estuvimos por las ventanas observando a través del vidrio, ¡y no sé de dónde salió que atravesaban las paredes! ¡No!, no es cierto. Nunca las atravesó”.
Pero, ¿Entonces no se iluminó el interior de la casa, como se dijo?, preguntamos.
“Ah, por supuesto, se aclaró cuando vimos eso. El haz de luz fue impresionante. Nosotros teníamos las ventanas vidriadas y por ahí estuvimos observando. De a ratos alumbraban. Será para saber si habían…, es cuando resolví que cerraran todo, los postigos. ¡Todo! Pero nunca la luz traspasó las paredes. El calor sí”.
Después la familia continuó atisbando, y saliendo, pero Argentina se fue a su dormitorio y de a ratos, entreabriendo las ventanas, observaba el fenómeno esperando que se retirara.
Aunque ese día no había sido caluroso, la temperatura resultó agradable. En cambio, durante el prolongado avistaje –según relata- parece haber sido muy elevada, pues las criaturas estaban transpiradas. Argentina reconoce no haberse percatado por sí misma del aumento térmico, debido a su estado de nervios y temor que la embargaba, pero lo advirtió al ver que los pequeños transpiraban profusamente. Les secaba las cabezas y les mudaba de ropa, cuando sus hermanas exclamaron: ‘¡Bueno, se han ido!’ Les pidió entonces que se quedaran tranquilas, pues ya no tenían porqué temer. Los niños habían dejado de transpirar y continuaron durmiendo apaciblemente. Algo que la testigo no pudo hacer durante una semana después del acontecimiento.
Desde que vio el reloj hasta que desaparecieron pasaron 40 minutos, aunque supone que pudieron haber estado desde hacía más tiempo. No sabe cómo se alejaron, porque simplemente no los observó, pero pudo comprobar que después “quedó todo tranquilo, nos tranquilizamos todos y así pasó”.
Una vez que se marcharon, Jolié, Nallibe y Dora decidieron salir en dirección a las vías, notando una suerte de ligera neblina, flotando baja en el lugar y un olor raro en el ambiente. Menos animada, Argentina dispuso permanecer en la casa, al cuidado de sus padres y niños, mientras que en los fondos de la finca, dos familias de peones que habitan allí dicen no haber visto ni escuchado nada.
“Lo que vi me impactó muchísimo –nos comenta Argentina-, y ahí nació mi curiosidad por saber qué pasa con esto. Y me preocupa mucho. Como yo lo he mirado en ese momento, dije ‘ese aparato está hecho acá, y de alguna potencia’. Cuando lo vi pensé que nos podía pasar algo porque habíamos visto un aparato de alguna potencia extranjera, que nos podría causar daño, a la familia[1]. Eso pensé primero. Después me puse a analizar y cómo esa luz, y cómo el calor, y porqué esa noche estaba tan tenebrosa, y porqué no vinieron otra noche clara. Y así empecé a analizar esas cosas…” También reconoce haber leído por ese entonces de otras experiencias similares ocurridas en el país (por ejemplo, el caso de Monte Maíz, Cba., el 11/12 de ese mismo mes) y en el extranjero.
“Todos quedamos de acuerdo en no contarlo a nadie –señala-, porque era una cosa muy rara. Mi hermana ‘Porota’ (por Jolié) envió por la mañana un telegrama, alegando que tenía miedo de dormirse. Hizo un telegrama por ferrocarril a mi hermano, el abogado (Antonio), que estaba en Tucumán. El ferrocarril lo pasó –como es su modalidad- de estación en estación. Cuando el telegrama llegó a la ciudad, medio mundo ya conocía la noticia. ¡Mi hermano se enteró antes que le llegara el telegrama a su casa! Supe que iría a tener problemas, y así fue. Además, nunca perdonaré que nuestros maridos, hasta el día de hoy, se mostraran escépticos de lo que vimos”.
Examen de las “hipótesis iniciales”
El primer comentario incluyó tres hipótesis: a) accidente, b) cuadrilla
ferroviaria, y c) sabotaje. Por consiguiente, vamos a examinar tales
supuestos.
Nuestra primera indagación consistió en ver las planillas de ‘Itinerarios de Trenes’ regulares (de carga y de pasajeros), para esa fecha y lugar del F.C. Gral. Belgrano, constatando que no se registra el paso de coches regulares en el período de la observación de los fenómenos. A mediados de octubre finaliza la zafra azucarera, y con ella habría mermado la circulación de locomotoras de auxilio para ese fin.
La investigación continúa requiriendo al Control de Movimiento Central (CMC), en Buenos Aires, datos sobre la posible ocurrencia de movimiento no habitual en las vías: reparaciones, accidentes, problemas de circulación ferroviaria, etc. Darío Rodríguez nos informa que dado el tiempo transcurrido, no se conservan antecedentes al respecto, sugiriendo cerciorarnos en la Superintendencia de Transporte, en San Miguel de Tucumán.
Allí fuimos y consultamos en varias oportunidades al Superintendente, ingeniero Julio Osvaldo Firpo, quien nos confirmó la inexistencia de los archivos de 1963 en esa dependencia. Con su autorización (S.T.P. 2-9/7.027.232), procuramos localizar entonces el ‘Libro de Registro’ de paso de trenes en la mismísima Estación Trancas. Sin embargo, tras paciente búsqueda, el resultado fue idéntico.
Mostrando interés en nuestra labor investigativa, el Ing. Firpo trata de aportar algunas suposiciones. Menciona el empleo de una ‘autovía’ para inspección, un vehículo con capacidad aproximada para cuatro personas, levantado hidráulicamente, y con dos faros de regular potencia. Y traza la sospecha que los fenómenos de Trancas pudieren haberse originado en el uso de una “soldadura luminotérmica”, que empezaba a emplearse precisamente en esos años. Empero, el Ing. Firpo nos aclara que la misma no se utilizó en ese ramal del norte sino hasta fecha muy reciente, salvo que se le haya practicado en forma experimental. Denota su gran luminosidad y desprendimiento de humo, con algún residuo; siendo habitual el trabajo nocturno, por la baja temperatura y menor actividad ferroviaria.
No obstante la falta de registros escritos, es opinión del Ing Firpo que de haberse practicado un trabajo en las vías (cuadrilla de operarios) en aquella circunstancia en que se observaron OVNIs, se habría comentado la coincidencia y develado la incógnita.
Así las cosas, insistimos en localizar al personal ferroviario de aquella memorable jornada. Conversamos en consecuencia con el operador Julio Luma, quien estuvo cumpliendo funciones en esa fecha como encargado de turno de Movimiento en San Miguel de Tucumán. Su testimonio es valioso, porque sostiene –recordando perfectamente el episodio- que el 21 de octubre de 1963 “transcurrió con absoluta normalidad, no registrándose inconveniente alguno”.
Esto nos llevó a corroborar sus dichos con los del actual jefe de la Estación Trancas, Antonio E. Brozicevich, quien en aquella oportunidad se desempeñaba como auxiliar de la citada estación y cuya jefatura estaba a cargo de Ceferino Álvarez (ya fallecido). Reconoce que es la primera vez que se le consulta al respecto, y nos recuerda que estuvo de servicio desde aproximadamente las 23 horas del lunes 21 hasta la mañana del día siguiente, pudiendo precisar que no hubo accidente alguno o cuadrilla ferroviaria trabajando en las vías.
En suma, nada indica que en la noche del 21 de octubre haya ocurrido un accidente (no hay indicios físicos ni testimoniales), tampoco que hubiere estado operando una cuadrilla ferroviaria (la cual queda descartada conforme a lo expuesto), ni producido un sabotaje (pues, en definitiva, nada ocurrió).
Esta última hipótesis surge debido a la incipiente guerrilla rural hacia fines de 1962, en Taco Ralo, al sur de Tucumán, registrándose también maniobras de los elementos armados; y entre 1962 y 1963 se producen algunos alzamientos militares, que fueron sofocados.
Transpuestas estas hipótesis iniciales, iría a sugerirse una explicación que contaría con la adhesión de todas las hermanas Moreno: platos voladores.
Maniobras militares
Débese advertir que las hipótesis formuladas inicialmente por la familia Moreno denotan una preocupación, un temor latente, cierta fatalidad: accidente, sabotaje, desperfecto en las vías. ¿Cuál es la verdadera, y subyacente, inquietud de esta familia tucumana, que parece haber tenido como disparador la percepción de un conjunto de fenómenos extraordinarios?
Señalemos previamente que el motivo de la ocasional permanencia en la finca de las hermanas Jolié y Argentina Moreno, se debe a que decidieron descansar unos días en el campo, aprovechando que sus maridos, oficiales del ejército, iban a participar de unas importantes maniobras militares a desarrollarse en la provincia de Salta.
La respuesta a aquella pregunta que insistía, surgió de las encuestas: sus maridos irían a pasar esa madrugada en un tren especial con tropas del ejército, precisamente, a 200 m de la casa, frente a la finca, por el sitio exacto donde estuvieron ubicadas las luces y los presuntos ocupantes de los OVNIs.
Yolanda expresa haber sentido la primera preocupación: “Pensé y digo, ‘¡hay, van a pasar mis cuñados en el tren!, ¿qué pasará en las vías?’” De ahí que, según Argentina, recién tuvo inquietud y se levantó cuando Dora le comunicó que su hermana Yolanda manifiesta que “están levantando las vías, estarán haciendo sabotaje para el tren de soldados”. El desconcierto de Argentina se pone en evidencia cuando dice: “Qué iba a pensar usted si decimos que están esperando trenes con soldados, que pasan a hacer maniobras y va gente a trabajar de noche, ¿qué tiene que hacer?, ¡no puede ser!, si las vías han estado bien, hasta tarde han pasado trenes con sin problema alguno…”
Es fundamental señalar acá que Tucumán-Trancas se convierte en paso ferroviario obligado hacia el norte del país, donde la 5ta. División de Infantería (con asiento en Tucumán) iría a desarrollar la actividad castrense que, a decir de Jolié: “Fue una de las grandes maniobras que tuvo el ejército argentino…” Las hermanas Moreno son explícitas al respecto. Jolié: “Habían estado pasando (ese día) trenes con tropas para esas maniobras en etapas, así, periódicas”. Argentina ratifica: “Todo el mundo sabía que pasaban tropas; pasaron muchos trenes de carga, también. Hasta tarde han pasado trenes con soldados. A la madrugada pasaron trenes los trenes con tropas. Al otro día pasaron tropas y no hubo ningún problema”. Yolanda, la única hermana que permaneció residiendo en la finca, agrega: “Toda la noche han pasado trenes, de Córdoba, el 20 Regimiento de Montaña, el 8vo. Todos. El 19vo. de Infantería, el 5to de Comunicaciones. Todos iban al norte. Toda la noche han pasado trenes (especiales). Recién a las 5 de la mañana pasaron mis cuñados. Y por eso nos hemos confundido que la cuadrilla observaba la vía…”
Inexplicablemente, esta significativa actividad, en coincidencia con el episodio que nos ocupa, no ha sido mencionada jamás en anteriores informes de investigación. Tampoco parece haberse consultado en lo relativo al paso de trenes por la zona.
No obstante la importancia regional que tiene el ferrocarril Belgrano, como vía de circulación, es pertinente examinar cartográficamente la red caminera y las características orográficas más próximas. Se puede advertir de este modo, por ejemplo, que casi en dirección a la Sierra de Medina (situada esta a unos 20 Km), se encuentra la ruta nacional Nro. 9, que une Tucumán-Salta-Jujuy. Además, se observa la ruta provincial 311, que vincula Trancas con San Pedro de Colalao, al oeste, y numerosos caminos zonales que son motivo de atención.
La actividad militar en la zona, en palabra de los testigos, resulta de interés al momento de examinar el caso. Dice Argentina: “Hay montañas, al frente es un valle. Y hay montañas al frente y al fondo de la finca. Y en esas montañas, de pequeña, mi padre solía despertarnos a las 3 de la mañana para que viéramos las maniobras de los soldados y el lanzamiento de luces de bengala”. Yolanda, por su parte, señala que todos los años hacen maniobras. “Ahora vienen a la finca (‘San Francisco’) de mi hermano Roberto. Utilizan varios kilómetros de campo. Pero antes pasaban al norte, al límite con Chile”. Y agrega: “Sí, acá en las lomas nuestras, en la que da a San Pedro de Colalao realizaban maniobras. En esa época (del caso de los OVNIs) acá también hacían maniobras, siempre; en las lomas que dan a San Pedro”.
Al preguntarles a las Moreno acerca de la posibilidad que hayan sido desplazamientos militares, aquello que vieron la noche del 21, las respuestas fueron dispares. Jolié dice lacónicamente: “No, eso no puede ser nunca. Hubiera sabido”. (Tras ello el diálogo se tornó por momentos menos fluido). En cambio, como se indicó, Argentina se mostró más reflexiva cuando se lo relacionó con un posible artefacto de manufactura terrestre: “… Puede ser. Se ve que era un elemento material. ¡Podría ser!, es muy factible”.
La necesaria y fructífera consulta de los archivos periodísticos locales, nos irían a proporcionar una singular secuencia informativa respecto a las citadas maniobras militares que se llevaron a cabo durante esos días. La Gaceta, de Tucumán, del 17 de octubre ofrece las primeras noticias. Con el título de “Maniobras Militares”, su corresponsal en San Salvador de Jujuy informa brevemente que el jefe del servicio de seguridad Jujuy, Tte. Cnel. Venancio J. Bonet, ofrecerá una conferencia de prensa para dar a conocer los detalles de los ejercicios finales que realizarán las unidades militares destacadas en esa provincia, desde el 20 de octubre al 10 de noviembre.
El 20 de octubre, La Gaceta informa que el jefe del servicio de seguridad del ejército Tucumán, Tte. Cnel. Luis A. Sarmiento, ofreció detalles de la forma en que se realizarán los ejercicios finales de los efectivos de la 5ta. División de Infantería, con asiento en Tucumán, en las proximidades de la ciudad de Salta.
Según se consigna, la secuencia temporal de las operaciones fue la siguiente:
- 17 de octubre: Se inician los desplazamientos de los regimientos y batallones hacia establecimientos La Lagunilla, Salta.
- 24 al 26 de octubre: Ejercicios de conducción de tropas.
- 27 de octubre: Jornada de descanso.
- 28 al 30 de octubre: Ejercicios de conducción de tropas con tiro de combate.
- 31 de octubre: Jornada de descanso.
- 1 al 3 de noviembre: Reanudación de los ejercicios de conducción con tiro de combate.
- 4 de noviembre: Crítica parcial y traslado de tropas a Campo General Belgrano.
- 5 a 7 de noviembre: Maniobras finales con tiro de combate.
- 8 de noviembre: Desfile en la ciudad de Salta.
En las ejercitaciones participaban unidades de varias provincias, tales como Tucumán, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero y Salta. Esta última contaba con unidades de caballería blindada.
Dada la magnitud de tales maniobras, La Gaceta continuó durante días subsiguientes dando a conocer, incluso con material gráfico, las distintas alternativas de los combates figurados. “Aún no se trata de hechos militares de ejercitación, se tiene la convicción de que estamos asistiendo a una confrontación bélica real”, comenta su enviado especial A. Álvarez Sosa, en la edición del 26 de octubre (pg. 3). Curiosamente, se trata del periodista que hizo la crónica del caso Trancas.
El mismo que en agosto de 1985 comentó: “Hace 22 años, junto con el entonces jefe de noticias Ventura Murga y el fotógrafo Ernesto González, fuimos a Trancas a cronicar la experiencia de la familia Moreno. En ese tiempo no sabíamos que el fenómeno desencadenaría tal cúmulo de historias y que el cine finalmente llevaría a conocimiento de todos los pueblos de la Tierra ‘un encuentro del tercer tipo’ relatado por el doctor J. Allen Hynek”. En efecto, también Jolié Moreno advierte esa relación: “Mi madre estaba desesperada y mis hermanas corriendo, mi hijo estaba durmiendo en la camita, y transpiraba de tal manera que…, afuera esas luces, iluminando todo, moviéndose inteligentemente y las figuras… Fue la misma película de Steven Spielberg, ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’ que, por otro lado, se autorizó con la información que había de este caso. Autorizado por mí”.
Escenas de un filme, simulacro de una situación bélica. Ambos tienen en común un halo de ficción, de una ostentosa puesta en escena. Acaso la que se representó en Trancas aquella noche, a todas luces.
Condiciones meteorológicas
En un informe solicitado al Servicio Meteorológico Nacional, de la Fuerza Aérea Argentina (C.E. N 43.945/88), sobre el estado del tiempo durante aquella jornada del 21 de octubre en Villa de Trancas, en base a la situación sinóptica de esa fecha y los registros de las estaciones más cercanas (Tucumán Aero y Rosario de la Frontera), se indica que el cielo estuvo despejado y con neblina durante la madrugada, hasta nublarse paulatinamente; los vientos soplaron del sector norte, a 10/20 Km/h por la mañana rotando luego al sector sudoeste a 20/40 Km/h; la temperatura osciló entre 15 y 39 C, y la humedad relativa entre 39 y 81%.
De acuerdo a los datos proporcionados por la estación Tucumán Aero, entre las 20 y las 22 horas, coincidiendo con el suceso, se registraron las siguientes condiciones:
- 20 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento calmo, temperatura 26.5 C, Hum. Rel. 47%, presión 960.4 m.p.
- 21 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento calmo, temperatura 25.5 C, Hum. Rel. 48%, presión 961.8 m.p.
- 22 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento SE, 5 Km/h, temperatura 26.5 C, Hum. Rel. 43%, presión 962.8 m.p.
Es pertinente señalar que la sensación climática (función de la temperatura y humedad) ha sido “cálida”. Durante ese período, la estación no registró fenómenos significativos, ni cambios bruscos en las condiciones meteorológicas. Se destaca que durante la prolongada observación de los OVNIs, la visibilidad se mantuvo reducida a 10 kilómetros, con un cielo completamente nublado que, desde luego, esperaba una incipiente luminosidad lunar, cuyo astro se hallaba en la 4ª fase creciente, con una fracción iluminada del 17.12% (altitud -35.37 y azimut 174.41, por salir recién a la 1:33 horas).
Es obvio que el cuadro de situación descrito no ha favorecido una buena visualización. Esto queda ratificado por las testigos, quienes coinciden en describir la inusitada oscuridad y escasa visibilidad en que se desarrollaron los acontecimientos.
Paradojalmente, estas condiciones de oscuridad son las que permiten una excelente penetración de los filetes lumínicos de los proyectores utilizados, sin resplandor en la zona circundante. La pérdida de luz debido a la absorción atmosférica se ve también disminuida por el estado de la atmósfera.
Analogía con las lámparas de arco
Llamase “arco voltaico” al fenómeno luminoso que tiene lugar cuando una corriente intensa salva la distancia que separa dos electrodos colocados en el seno de un gas; el aire, por ejemplo. Su nombre procede de Davy, quien dio cuenta del fenómeno utilizando electrodos de carbón de madera.
Los arcos más estudiados son, precisamente, los que se forman entre electrodos de carbón (cátodo y ánodo). Las corrientes de aire suelen ocasionar un depósito pulverulento. La mayor parte de los arcos deben su luminosidad a la incandescencia de las partículas volatilizadas en el cátodo, o bien a la de sustancias adicionadas al ánodo para dar coloración al arco (roja, violeta, etc.). A veces se añade al carbón anódico sustancias diversas, tales como calcio, el cual, al volatilizarse incandescente, irradia luz de espectro continuo. También potasio, que en contacto con el aire arde con luz violeta y gran desprendimiento de calor. La brillantez intrínseca del manantial de luz es función de su temperatura; por lo tanto, para obtener un manantial de luz con brillantez máxima, ha de emplearse una sustancia que pueda mantenerse a la temperatura más elevada posible.
Como el carbón fue el que poseía el punto de volatilización más elevada conocida, se creyó que el arco de carbones era capaz de la mayor brillantez lograda artificialmente (esto ocurre a una temperatura de 3,000 grados C). Sin embargo, por observaciones más recientes se supo era posible conseguir una brillantez mucho más elevada.
En la fabricación de los carbones suelen utilizarse productos de la destilación del petróleo. Eliminadas las impurezas, se le da forma definitiva a los carbones (cilíndrica) y, sometiéndolos a alta temperatura, se convierten en parte en grafito. Pero fue Bremen quien propuso añadir a los carbones distintas sustancias para aumentar su poder luminoso (‘de llama’) y otras cualidades (‘de efecto’).
El polvillo que se va formando durante su combustión, irá a desprenderse en forma de óxido y dióxido, finalmente carbonatados. Un cenicero colocado en la parte inferior del globo, taladrado por pequeñas aberturas, determinan una conveniente evacuación tanto de residuos pulverulentos, como de gases. En este último caso, en particular, cuando los carbones son mineralizados, dejando escapar al exterior humo (al contrario del carbón puro).
Desplazadas por las de incandescencia de gran tamaño, las lámparas de arco fueron utilizadas durante años en las poderosas “linternas de proyección”, para cinematografía (aún pueden conseguirse los carbones en algún comercio) y, muy especialmente, en los proyectores.
Uno de ellos, el Sperry de 152.4 cm, proyector antiaéreo modelo 1941, fue inscrito en el Registro de la Reglamentación del Ejército dieciocho meses antes del caso Trancas. Por entonces, el Comandante en Jefe del Ejército, Raúl Poggi, ordena que su manual de descripción, funcionamiento y conservación (F.T.-A.G. 1) “deberá ser adquirido obligatoriamente” por batallones, regimientos, y con particular reiteración por el personal de artillería del Ejército. De su lectura conocemos los principios que rigen el diseño del proyector:
Se caracteriza por su gran intensidad luminosa y se compone de un arco voltaico también de fuerte intensidad, mantenido automáticamente en el punto focal de un espejo reflector protegidos por un tambor. Dicho tambor está montado de manera que permite la rotación completa en dirección y movimientos en elevación, mediante un sistema de mando a mano o eléctrico a distancia. La lámpara sostiene un par de carbones o electrodos, cuyo mecanismo de regulación permite el avance del carbono negativo hacia el positivo y trata de iniciar un nuevo arco voltaico.
El tambor está dotado de un sistema de ventilación a fin de que las partículas y vapores desprendidos del arco puedan ser barridas continuamente (polvo de carbón y otros residuos producidos durante su funcionamiento). La duración de la combustión de las varillas o carbones empleados para una graduación de carga de 150 amperios es de noventa minutos aproximadamente. Para esta lámpara suelen utilizarse carbones de gran intensidad fabricados especialmente.
La ejecución de las maniobras de localización y proyección del haz de luz es fundamental, por su rapidez, alcance y precisión. Baste con señalar que debe alcanzar a iluminar fácilmente un avión, digamos, a 16 kilómetros (aunque la visibilidad del objeto depende, no ya de su iluminación misma, sino del contraste entre la iluminación del objeto y el resplandor en la zona circundante).
Las características del proyector tienden, a través del espejo, a concentrar el haz luminoso y a proporcionar casi la máxima iluminación posible, a la vez de ser fácilmente transportable.
El puesto de mando se compone de un aparato de regulación, que proporciona la sincronización del movimiento del proyector con los datos de un localizador de sonido, y el mando a distancia del proyector, que lo hacen mover en dirección y girar en elevación. Todo el sistema de este modelo –que no es el único- requiere de un grupo electrógeno, compuesto básicamente de un motor de gasolina y un generador, convenientemente emplazado detrás de un terraplén o montículo de tierra, arbolado o matorrales, a fin de disminuir el ruido que pueda llegar al localizador de sonido del ‘puesto de mando’, para lo cual conviene instalarse a prudencial distancia, a unos 150 metros. Vale decir que la disposición en campaña del material tendría la siguiente secuencia: grupo electrógeno-montículo o vallado-proyectores-puesto de mando a distancia. Curiosa disposición si la relacionamos con la ubicación de los fenómenos de Trancas… Aunque, por supuesto, allí no se observó ningún motor a gasolina (sólo se escuchó, a decir de Argentina, “ese ruido como una máquina suave, como un motor”), y la distancia del objeto ‘F’ (“el que mandaba ahí”) a los reflectores más próximos (objetos ‘C’ y ‘D’), no era inferior a 170 metros.
El relato de la familia Moreno sobre la incursión de una escuadrilla de OVNIs, destaca la descripción del tipo de luz que emitían los reflectores “de las extrañas máquinas”. “Eran chorros de luces blancas, altamente direccionales y que mostraban muy poca dispersión”; “haces perfectamente cilíndricos, compactos y coherentes”, dirían, homologándolos por sus características al láser (light amplification by stimulated emision of radiation).
Sin embargo, los anticuados proyectores de arco voltaico –lejos de una supertecnología- muestran sus cualidades. En una exposición industrial realizada en La Plata, BA., cuatro años después (vs. artículo periodístico), se pusieron en funcionamiento varios de los citados reflectores. El atractivo ganó su espacio en la prensa, con una nota gráfica en la que advierte que su potente haz “pareciera haberse materializado”. El comentario final de El día, en su página 4, es llamativo: “La prueba realizada anoche (martes 14 de noviembre de 1967) con los reflectores causó general sorpresa en la ciudad, ya que muy pocos alcanzaban a explicarse el origen de esos poderosos haces de luz que tan pronto alumbraban ‘a giorno’ los más altos edificios como horadaban la profundidad del cielo. Los teléfonos de nuestro diario fueron anoche vehículo de la curiosidad pública, que una vez encontró motivo para dar rienda suelta a su imaginación proclive a vincular cualquier hecho simple con viajes espaciales o invasiones de trasmundo”.
El aumento térmico
Diversas versiones indicaron que el índice mercurial era de 16 C antes de la observación y que luego se elevó a 40 C. Hemos visto de modo fehaciente que no fue así: la temperatura exterior osciló en los 26.5 C. Se trató de una estimación de las testigos, en cuyo caso la diferencia mercurial nos proporciona un parámetro de percepción (térmico, en este caso) que condujo la apreciación del fenómeno.
No obstante, creemos factible que se haya producido un aumento de la temperatura. Un proyector (a diferencia de una lámpara común que irradia su energía lumínica y térmica en todas las direcciones) posee un espejo cóncavo que permite concentrar sus rayos, evitando una excesiva dispersión. Por eso se debe considerar al calor tanto en su intensidad como por la duración. De ahí que esa elevación es obvia, aun cuando su progresión dentro de la finca pudiere haber sido muy pequeña.
En cambio, resulta aceptable que un importante aumento de la temperatura en el interior de la vivienda pudiere haberse producido como consecuencia de múltiples causas:
a) Por la exposición prolongada de uno o varios proyectores, actuando sobre la casa.
b) Por la falta de aireación debida al encierro, a lo que debe sumarse la sensación climática “cálida” imperante en la región. El diario La Gaceta, del 23 de octubre, indica que las testigos, “alarmadas por todo lo que veían comenzaron a cerrar puertas y ventanas”. Argentina Moreno nos ratificó incluso que en el momento en que las iluminaron, “es cuando resolví que cerraran todo, los postigos, ¡todo!”
c) Por la agitación física. Los testigos corrían de una habitación a otra, se llevaban por delante, etc. Es un hecho conocido que el movimiento muscular produce calor, y que éste eleva la temperatura general (del cuerpo y del ambiente), acompañada de consumo de oxígeno. Por otra parte, la secreción sudoral se halla supeditada al funcionamiento de los centros sudoríparos, los que pueden entrar en acción aún elevándose la temperatura algunas décimas de grado. Asimismo, el sueño y el trabajo muscular energético excitan la calorificación y la sudación.
d) Por la crisis nerviosa. Al igual que el sistema muscular, el nervioso es también fuente de calor. Fue Burdach quien demostró que los estados emocionales tales como el temor, el terror, etc., elevan el calor del cuerpo. Precisamente, Yolanda Moreno ha conjeturado que el aumento térmico pudo deberse al estado de nervios en que se hallaban.
Nuestra primera indagación consistió en ver las planillas de ‘Itinerarios de Trenes’ regulares (de carga y de pasajeros), para esa fecha y lugar del F.C. Gral. Belgrano, constatando que no se registra el paso de coches regulares en el período de la observación de los fenómenos. A mediados de octubre finaliza la zafra azucarera, y con ella habría mermado la circulación de locomotoras de auxilio para ese fin.
La investigación continúa requiriendo al Control de Movimiento Central (CMC), en Buenos Aires, datos sobre la posible ocurrencia de movimiento no habitual en las vías: reparaciones, accidentes, problemas de circulación ferroviaria, etc. Darío Rodríguez nos informa que dado el tiempo transcurrido, no se conservan antecedentes al respecto, sugiriendo cerciorarnos en la Superintendencia de Transporte, en San Miguel de Tucumán.
Allí fuimos y consultamos en varias oportunidades al Superintendente, ingeniero Julio Osvaldo Firpo, quien nos confirmó la inexistencia de los archivos de 1963 en esa dependencia. Con su autorización (S.T.P. 2-9/7.027.232), procuramos localizar entonces el ‘Libro de Registro’ de paso de trenes en la mismísima Estación Trancas. Sin embargo, tras paciente búsqueda, el resultado fue idéntico.
Mostrando interés en nuestra labor investigativa, el Ing. Firpo trata de aportar algunas suposiciones. Menciona el empleo de una ‘autovía’ para inspección, un vehículo con capacidad aproximada para cuatro personas, levantado hidráulicamente, y con dos faros de regular potencia. Y traza la sospecha que los fenómenos de Trancas pudieren haberse originado en el uso de una “soldadura luminotérmica”, que empezaba a emplearse precisamente en esos años. Empero, el Ing. Firpo nos aclara que la misma no se utilizó en ese ramal del norte sino hasta fecha muy reciente, salvo que se le haya practicado en forma experimental. Denota su gran luminosidad y desprendimiento de humo, con algún residuo; siendo habitual el trabajo nocturno, por la baja temperatura y menor actividad ferroviaria.
No obstante la falta de registros escritos, es opinión del Ing Firpo que de haberse practicado un trabajo en las vías (cuadrilla de operarios) en aquella circunstancia en que se observaron OVNIs, se habría comentado la coincidencia y develado la incógnita.
Así las cosas, insistimos en localizar al personal ferroviario de aquella memorable jornada. Conversamos en consecuencia con el operador Julio Luma, quien estuvo cumpliendo funciones en esa fecha como encargado de turno de Movimiento en San Miguel de Tucumán. Su testimonio es valioso, porque sostiene –recordando perfectamente el episodio- que el 21 de octubre de 1963 “transcurrió con absoluta normalidad, no registrándose inconveniente alguno”.
Esto nos llevó a corroborar sus dichos con los del actual jefe de la Estación Trancas, Antonio E. Brozicevich, quien en aquella oportunidad se desempeñaba como auxiliar de la citada estación y cuya jefatura estaba a cargo de Ceferino Álvarez (ya fallecido). Reconoce que es la primera vez que se le consulta al respecto, y nos recuerda que estuvo de servicio desde aproximadamente las 23 horas del lunes 21 hasta la mañana del día siguiente, pudiendo precisar que no hubo accidente alguno o cuadrilla ferroviaria trabajando en las vías.
En suma, nada indica que en la noche del 21 de octubre haya ocurrido un accidente (no hay indicios físicos ni testimoniales), tampoco que hubiere estado operando una cuadrilla ferroviaria (la cual queda descartada conforme a lo expuesto), ni producido un sabotaje (pues, en definitiva, nada ocurrió).
Esta última hipótesis surge debido a la incipiente guerrilla rural hacia fines de 1962, en Taco Ralo, al sur de Tucumán, registrándose también maniobras de los elementos armados; y entre 1962 y 1963 se producen algunos alzamientos militares, que fueron sofocados.
Transpuestas estas hipótesis iniciales, iría a sugerirse una explicación que contaría con la adhesión de todas las hermanas Moreno: platos voladores.
Maniobras militares
Débese advertir que las hipótesis formuladas inicialmente por la familia Moreno denotan una preocupación, un temor latente, cierta fatalidad: accidente, sabotaje, desperfecto en las vías. ¿Cuál es la verdadera, y subyacente, inquietud de esta familia tucumana, que parece haber tenido como disparador la percepción de un conjunto de fenómenos extraordinarios?
Señalemos previamente que el motivo de la ocasional permanencia en la finca de las hermanas Jolié y Argentina Moreno, se debe a que decidieron descansar unos días en el campo, aprovechando que sus maridos, oficiales del ejército, iban a participar de unas importantes maniobras militares a desarrollarse en la provincia de Salta.
La respuesta a aquella pregunta que insistía, surgió de las encuestas: sus maridos irían a pasar esa madrugada en un tren especial con tropas del ejército, precisamente, a 200 m de la casa, frente a la finca, por el sitio exacto donde estuvieron ubicadas las luces y los presuntos ocupantes de los OVNIs.
Yolanda expresa haber sentido la primera preocupación: “Pensé y digo, ‘¡hay, van a pasar mis cuñados en el tren!, ¿qué pasará en las vías?’” De ahí que, según Argentina, recién tuvo inquietud y se levantó cuando Dora le comunicó que su hermana Yolanda manifiesta que “están levantando las vías, estarán haciendo sabotaje para el tren de soldados”. El desconcierto de Argentina se pone en evidencia cuando dice: “Qué iba a pensar usted si decimos que están esperando trenes con soldados, que pasan a hacer maniobras y va gente a trabajar de noche, ¿qué tiene que hacer?, ¡no puede ser!, si las vías han estado bien, hasta tarde han pasado trenes con sin problema alguno…”
Es fundamental señalar acá que Tucumán-Trancas se convierte en paso ferroviario obligado hacia el norte del país, donde la 5ta. División de Infantería (con asiento en Tucumán) iría a desarrollar la actividad castrense que, a decir de Jolié: “Fue una de las grandes maniobras que tuvo el ejército argentino…” Las hermanas Moreno son explícitas al respecto. Jolié: “Habían estado pasando (ese día) trenes con tropas para esas maniobras en etapas, así, periódicas”. Argentina ratifica: “Todo el mundo sabía que pasaban tropas; pasaron muchos trenes de carga, también. Hasta tarde han pasado trenes con soldados. A la madrugada pasaron trenes los trenes con tropas. Al otro día pasaron tropas y no hubo ningún problema”. Yolanda, la única hermana que permaneció residiendo en la finca, agrega: “Toda la noche han pasado trenes, de Córdoba, el 20 Regimiento de Montaña, el 8vo. Todos. El 19vo. de Infantería, el 5to de Comunicaciones. Todos iban al norte. Toda la noche han pasado trenes (especiales). Recién a las 5 de la mañana pasaron mis cuñados. Y por eso nos hemos confundido que la cuadrilla observaba la vía…”
Inexplicablemente, esta significativa actividad, en coincidencia con el episodio que nos ocupa, no ha sido mencionada jamás en anteriores informes de investigación. Tampoco parece haberse consultado en lo relativo al paso de trenes por la zona.
No obstante la importancia regional que tiene el ferrocarril Belgrano, como vía de circulación, es pertinente examinar cartográficamente la red caminera y las características orográficas más próximas. Se puede advertir de este modo, por ejemplo, que casi en dirección a la Sierra de Medina (situada esta a unos 20 Km), se encuentra la ruta nacional Nro. 9, que une Tucumán-Salta-Jujuy. Además, se observa la ruta provincial 311, que vincula Trancas con San Pedro de Colalao, al oeste, y numerosos caminos zonales que son motivo de atención.
La actividad militar en la zona, en palabra de los testigos, resulta de interés al momento de examinar el caso. Dice Argentina: “Hay montañas, al frente es un valle. Y hay montañas al frente y al fondo de la finca. Y en esas montañas, de pequeña, mi padre solía despertarnos a las 3 de la mañana para que viéramos las maniobras de los soldados y el lanzamiento de luces de bengala”. Yolanda, por su parte, señala que todos los años hacen maniobras. “Ahora vienen a la finca (‘San Francisco’) de mi hermano Roberto. Utilizan varios kilómetros de campo. Pero antes pasaban al norte, al límite con Chile”. Y agrega: “Sí, acá en las lomas nuestras, en la que da a San Pedro de Colalao realizaban maniobras. En esa época (del caso de los OVNIs) acá también hacían maniobras, siempre; en las lomas que dan a San Pedro”.
Al preguntarles a las Moreno acerca de la posibilidad que hayan sido desplazamientos militares, aquello que vieron la noche del 21, las respuestas fueron dispares. Jolié dice lacónicamente: “No, eso no puede ser nunca. Hubiera sabido”. (Tras ello el diálogo se tornó por momentos menos fluido). En cambio, como se indicó, Argentina se mostró más reflexiva cuando se lo relacionó con un posible artefacto de manufactura terrestre: “… Puede ser. Se ve que era un elemento material. ¡Podría ser!, es muy factible”.
La necesaria y fructífera consulta de los archivos periodísticos locales, nos irían a proporcionar una singular secuencia informativa respecto a las citadas maniobras militares que se llevaron a cabo durante esos días. La Gaceta, de Tucumán, del 17 de octubre ofrece las primeras noticias. Con el título de “Maniobras Militares”, su corresponsal en San Salvador de Jujuy informa brevemente que el jefe del servicio de seguridad Jujuy, Tte. Cnel. Venancio J. Bonet, ofrecerá una conferencia de prensa para dar a conocer los detalles de los ejercicios finales que realizarán las unidades militares destacadas en esa provincia, desde el 20 de octubre al 10 de noviembre.
El 20 de octubre, La Gaceta informa que el jefe del servicio de seguridad del ejército Tucumán, Tte. Cnel. Luis A. Sarmiento, ofreció detalles de la forma en que se realizarán los ejercicios finales de los efectivos de la 5ta. División de Infantería, con asiento en Tucumán, en las proximidades de la ciudad de Salta.
Según se consigna, la secuencia temporal de las operaciones fue la siguiente:
- 17 de octubre: Se inician los desplazamientos de los regimientos y batallones hacia establecimientos La Lagunilla, Salta.
- 24 al 26 de octubre: Ejercicios de conducción de tropas.
- 27 de octubre: Jornada de descanso.
- 28 al 30 de octubre: Ejercicios de conducción de tropas con tiro de combate.
- 31 de octubre: Jornada de descanso.
- 1 al 3 de noviembre: Reanudación de los ejercicios de conducción con tiro de combate.
- 4 de noviembre: Crítica parcial y traslado de tropas a Campo General Belgrano.
- 5 a 7 de noviembre: Maniobras finales con tiro de combate.
- 8 de noviembre: Desfile en la ciudad de Salta.
En las ejercitaciones participaban unidades de varias provincias, tales como Tucumán, Jujuy, Catamarca, Santiago del Estero y Salta. Esta última contaba con unidades de caballería blindada.
Dada la magnitud de tales maniobras, La Gaceta continuó durante días subsiguientes dando a conocer, incluso con material gráfico, las distintas alternativas de los combates figurados. “Aún no se trata de hechos militares de ejercitación, se tiene la convicción de que estamos asistiendo a una confrontación bélica real”, comenta su enviado especial A. Álvarez Sosa, en la edición del 26 de octubre (pg. 3). Curiosamente, se trata del periodista que hizo la crónica del caso Trancas.
El mismo que en agosto de 1985 comentó: “Hace 22 años, junto con el entonces jefe de noticias Ventura Murga y el fotógrafo Ernesto González, fuimos a Trancas a cronicar la experiencia de la familia Moreno. En ese tiempo no sabíamos que el fenómeno desencadenaría tal cúmulo de historias y que el cine finalmente llevaría a conocimiento de todos los pueblos de la Tierra ‘un encuentro del tercer tipo’ relatado por el doctor J. Allen Hynek”. En efecto, también Jolié Moreno advierte esa relación: “Mi madre estaba desesperada y mis hermanas corriendo, mi hijo estaba durmiendo en la camita, y transpiraba de tal manera que…, afuera esas luces, iluminando todo, moviéndose inteligentemente y las figuras… Fue la misma película de Steven Spielberg, ‘Encuentros cercanos del tercer tipo’ que, por otro lado, se autorizó con la información que había de este caso. Autorizado por mí”.
Escenas de un filme, simulacro de una situación bélica. Ambos tienen en común un halo de ficción, de una ostentosa puesta en escena. Acaso la que se representó en Trancas aquella noche, a todas luces.
Condiciones meteorológicas
En un informe solicitado al Servicio Meteorológico Nacional, de la Fuerza Aérea Argentina (C.E. N 43.945/88), sobre el estado del tiempo durante aquella jornada del 21 de octubre en Villa de Trancas, en base a la situación sinóptica de esa fecha y los registros de las estaciones más cercanas (Tucumán Aero y Rosario de la Frontera), se indica que el cielo estuvo despejado y con neblina durante la madrugada, hasta nublarse paulatinamente; los vientos soplaron del sector norte, a 10/20 Km/h por la mañana rotando luego al sector sudoeste a 20/40 Km/h; la temperatura osciló entre 15 y 39 C, y la humedad relativa entre 39 y 81%.
De acuerdo a los datos proporcionados por la estación Tucumán Aero, entre las 20 y las 22 horas, coincidiendo con el suceso, se registraron las siguientes condiciones:
- 20 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento calmo, temperatura 26.5 C, Hum. Rel. 47%, presión 960.4 m.p.
- 21 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento calmo, temperatura 25.5 C, Hum. Rel. 48%, presión 961.8 m.p.
- 22 horas: cielo nublado, visib. 10 Km, viento SE, 5 Km/h, temperatura 26.5 C, Hum. Rel. 43%, presión 962.8 m.p.
Es pertinente señalar que la sensación climática (función de la temperatura y humedad) ha sido “cálida”. Durante ese período, la estación no registró fenómenos significativos, ni cambios bruscos en las condiciones meteorológicas. Se destaca que durante la prolongada observación de los OVNIs, la visibilidad se mantuvo reducida a 10 kilómetros, con un cielo completamente nublado que, desde luego, esperaba una incipiente luminosidad lunar, cuyo astro se hallaba en la 4ª fase creciente, con una fracción iluminada del 17.12% (altitud -35.37 y azimut 174.41, por salir recién a la 1:33 horas).
Es obvio que el cuadro de situación descrito no ha favorecido una buena visualización. Esto queda ratificado por las testigos, quienes coinciden en describir la inusitada oscuridad y escasa visibilidad en que se desarrollaron los acontecimientos.
Paradojalmente, estas condiciones de oscuridad son las que permiten una excelente penetración de los filetes lumínicos de los proyectores utilizados, sin resplandor en la zona circundante. La pérdida de luz debido a la absorción atmosférica se ve también disminuida por el estado de la atmósfera.
Analogía con las lámparas de arco
Llamase “arco voltaico” al fenómeno luminoso que tiene lugar cuando una corriente intensa salva la distancia que separa dos electrodos colocados en el seno de un gas; el aire, por ejemplo. Su nombre procede de Davy, quien dio cuenta del fenómeno utilizando electrodos de carbón de madera.
Los arcos más estudiados son, precisamente, los que se forman entre electrodos de carbón (cátodo y ánodo). Las corrientes de aire suelen ocasionar un depósito pulverulento. La mayor parte de los arcos deben su luminosidad a la incandescencia de las partículas volatilizadas en el cátodo, o bien a la de sustancias adicionadas al ánodo para dar coloración al arco (roja, violeta, etc.). A veces se añade al carbón anódico sustancias diversas, tales como calcio, el cual, al volatilizarse incandescente, irradia luz de espectro continuo. También potasio, que en contacto con el aire arde con luz violeta y gran desprendimiento de calor. La brillantez intrínseca del manantial de luz es función de su temperatura; por lo tanto, para obtener un manantial de luz con brillantez máxima, ha de emplearse una sustancia que pueda mantenerse a la temperatura más elevada posible.
Como el carbón fue el que poseía el punto de volatilización más elevada conocida, se creyó que el arco de carbones era capaz de la mayor brillantez lograda artificialmente (esto ocurre a una temperatura de 3,000 grados C). Sin embargo, por observaciones más recientes se supo era posible conseguir una brillantez mucho más elevada.
En la fabricación de los carbones suelen utilizarse productos de la destilación del petróleo. Eliminadas las impurezas, se le da forma definitiva a los carbones (cilíndrica) y, sometiéndolos a alta temperatura, se convierten en parte en grafito. Pero fue Bremen quien propuso añadir a los carbones distintas sustancias para aumentar su poder luminoso (‘de llama’) y otras cualidades (‘de efecto’).
El polvillo que se va formando durante su combustión, irá a desprenderse en forma de óxido y dióxido, finalmente carbonatados. Un cenicero colocado en la parte inferior del globo, taladrado por pequeñas aberturas, determinan una conveniente evacuación tanto de residuos pulverulentos, como de gases. En este último caso, en particular, cuando los carbones son mineralizados, dejando escapar al exterior humo (al contrario del carbón puro).
Desplazadas por las de incandescencia de gran tamaño, las lámparas de arco fueron utilizadas durante años en las poderosas “linternas de proyección”, para cinematografía (aún pueden conseguirse los carbones en algún comercio) y, muy especialmente, en los proyectores.
Uno de ellos, el Sperry de 152.4 cm, proyector antiaéreo modelo 1941, fue inscrito en el Registro de la Reglamentación del Ejército dieciocho meses antes del caso Trancas. Por entonces, el Comandante en Jefe del Ejército, Raúl Poggi, ordena que su manual de descripción, funcionamiento y conservación (F.T.-A.G. 1) “deberá ser adquirido obligatoriamente” por batallones, regimientos, y con particular reiteración por el personal de artillería del Ejército. De su lectura conocemos los principios que rigen el diseño del proyector:
Se caracteriza por su gran intensidad luminosa y se compone de un arco voltaico también de fuerte intensidad, mantenido automáticamente en el punto focal de un espejo reflector protegidos por un tambor. Dicho tambor está montado de manera que permite la rotación completa en dirección y movimientos en elevación, mediante un sistema de mando a mano o eléctrico a distancia. La lámpara sostiene un par de carbones o electrodos, cuyo mecanismo de regulación permite el avance del carbono negativo hacia el positivo y trata de iniciar un nuevo arco voltaico.
El tambor está dotado de un sistema de ventilación a fin de que las partículas y vapores desprendidos del arco puedan ser barridas continuamente (polvo de carbón y otros residuos producidos durante su funcionamiento). La duración de la combustión de las varillas o carbones empleados para una graduación de carga de 150 amperios es de noventa minutos aproximadamente. Para esta lámpara suelen utilizarse carbones de gran intensidad fabricados especialmente.
La ejecución de las maniobras de localización y proyección del haz de luz es fundamental, por su rapidez, alcance y precisión. Baste con señalar que debe alcanzar a iluminar fácilmente un avión, digamos, a 16 kilómetros (aunque la visibilidad del objeto depende, no ya de su iluminación misma, sino del contraste entre la iluminación del objeto y el resplandor en la zona circundante).
Las características del proyector tienden, a través del espejo, a concentrar el haz luminoso y a proporcionar casi la máxima iluminación posible, a la vez de ser fácilmente transportable.
El puesto de mando se compone de un aparato de regulación, que proporciona la sincronización del movimiento del proyector con los datos de un localizador de sonido, y el mando a distancia del proyector, que lo hacen mover en dirección y girar en elevación. Todo el sistema de este modelo –que no es el único- requiere de un grupo electrógeno, compuesto básicamente de un motor de gasolina y un generador, convenientemente emplazado detrás de un terraplén o montículo de tierra, arbolado o matorrales, a fin de disminuir el ruido que pueda llegar al localizador de sonido del ‘puesto de mando’, para lo cual conviene instalarse a prudencial distancia, a unos 150 metros. Vale decir que la disposición en campaña del material tendría la siguiente secuencia: grupo electrógeno-montículo o vallado-proyectores-puesto de mando a distancia. Curiosa disposición si la relacionamos con la ubicación de los fenómenos de Trancas… Aunque, por supuesto, allí no se observó ningún motor a gasolina (sólo se escuchó, a decir de Argentina, “ese ruido como una máquina suave, como un motor”), y la distancia del objeto ‘F’ (“el que mandaba ahí”) a los reflectores más próximos (objetos ‘C’ y ‘D’), no era inferior a 170 metros.
El relato de la familia Moreno sobre la incursión de una escuadrilla de OVNIs, destaca la descripción del tipo de luz que emitían los reflectores “de las extrañas máquinas”. “Eran chorros de luces blancas, altamente direccionales y que mostraban muy poca dispersión”; “haces perfectamente cilíndricos, compactos y coherentes”, dirían, homologándolos por sus características al láser (light amplification by stimulated emision of radiation).
Sin embargo, los anticuados proyectores de arco voltaico –lejos de una supertecnología- muestran sus cualidades. En una exposición industrial realizada en La Plata, BA., cuatro años después (vs. artículo periodístico), se pusieron en funcionamiento varios de los citados reflectores. El atractivo ganó su espacio en la prensa, con una nota gráfica en la que advierte que su potente haz “pareciera haberse materializado”. El comentario final de El día, en su página 4, es llamativo: “La prueba realizada anoche (martes 14 de noviembre de 1967) con los reflectores causó general sorpresa en la ciudad, ya que muy pocos alcanzaban a explicarse el origen de esos poderosos haces de luz que tan pronto alumbraban ‘a giorno’ los más altos edificios como horadaban la profundidad del cielo. Los teléfonos de nuestro diario fueron anoche vehículo de la curiosidad pública, que una vez encontró motivo para dar rienda suelta a su imaginación proclive a vincular cualquier hecho simple con viajes espaciales o invasiones de trasmundo”.
El aumento térmico
Diversas versiones indicaron que el índice mercurial era de 16 C antes de la observación y que luego se elevó a 40 C. Hemos visto de modo fehaciente que no fue así: la temperatura exterior osciló en los 26.5 C. Se trató de una estimación de las testigos, en cuyo caso la diferencia mercurial nos proporciona un parámetro de percepción (térmico, en este caso) que condujo la apreciación del fenómeno.
No obstante, creemos factible que se haya producido un aumento de la temperatura. Un proyector (a diferencia de una lámpara común que irradia su energía lumínica y térmica en todas las direcciones) posee un espejo cóncavo que permite concentrar sus rayos, evitando una excesiva dispersión. Por eso se debe considerar al calor tanto en su intensidad como por la duración. De ahí que esa elevación es obvia, aun cuando su progresión dentro de la finca pudiere haber sido muy pequeña.
En cambio, resulta aceptable que un importante aumento de la temperatura en el interior de la vivienda pudiere haberse producido como consecuencia de múltiples causas:
a) Por la exposición prolongada de uno o varios proyectores, actuando sobre la casa.
b) Por la falta de aireación debida al encierro, a lo que debe sumarse la sensación climática “cálida” imperante en la región. El diario La Gaceta, del 23 de octubre, indica que las testigos, “alarmadas por todo lo que veían comenzaron a cerrar puertas y ventanas”. Argentina Moreno nos ratificó incluso que en el momento en que las iluminaron, “es cuando resolví que cerraran todo, los postigos, ¡todo!”
c) Por la agitación física. Los testigos corrían de una habitación a otra, se llevaban por delante, etc. Es un hecho conocido que el movimiento muscular produce calor, y que éste eleva la temperatura general (del cuerpo y del ambiente), acompañada de consumo de oxígeno. Por otra parte, la secreción sudoral se halla supeditada al funcionamiento de los centros sudoríparos, los que pueden entrar en acción aún elevándose la temperatura algunas décimas de grado. Asimismo, el sueño y el trabajo muscular energético excitan la calorificación y la sudación.
d) Por la crisis nerviosa. Al igual que el sistema muscular, el nervioso es también fuente de calor. Fue Burdach quien demostró que los estados emocionales tales como el temor, el terror, etc., elevan el calor del cuerpo. Precisamente, Yolanda Moreno ha conjeturado que el aumento térmico pudo deberse al estado de nervios en que se hallaban.
Continuará...
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