viernes, 3 de mayo de 2024

“Debería haber vida en otros planetas”: Bajo el más puro de los cielos, una tribu de astrónomos rastrea señales del espacio

“Debería haber vida en otros planetas”
Bajo el más puro de los cielos, una tribu de astrónomos rastrea señales del espacio
Texto de Leandro Vesco // Fotos de Hernán Zenteno



La noche es luminosa en la Pampa del Leoncito, al sur de San Juan, donde la contaminación lumínica es casi nula y el cielo es uno de los más limpios del planeta. Aquí el universo se desnuda en intimidad frente a la Cordillera de los Andes y a 35 kilómetros de Barreal. Un grupo que no supera las diez personas están despiertos y trabajan en soledad con la vista fija en las estrellas. “Los astrónomos deambulan en silencio”, dice Carlos Francile, director de la Estación Astronómica Carlos Cesco, conocida como el Observatorio El Leoncito, a 2400 metros de altura. “Todos soñamos con ser astronautas y algún día descubrir que no estamos solos en el universo”, confiesa Ana Pacheco, doctora en Astronomía. Sus estudios tocan el campo de la astrometría y la geodesia. Las conclusiones de su trabajo son esclarecedoras: “Ningún día es igual al otro, y por supuesto, los días no tienen 24 horas”, afirma. Desde lo alto del observatorio su mirada se enfrenta a una verdad incuestionable: “Desde 2020 notamos una aceleración de la rotación terrestre y una disminución de la duración del día”, afirma Pachecho. “No tiene nada que ver con la pandemia”, advierte. Cuando la humanidad se detuvo por el covid 19, el planeta se aceleró. Las diferencias son mínimas para ser notadas en nuestras vidas, pero existen y son un hecho. ¿Por qué los días duran menos?: “La longitud del día se relaciona directamente con la velocidad de rotación de la Tierra”, explica Pacheco. A la hora de la cena, los astrónomos de El Leoncito debaten sobre esto.


El CART (Chinese Argentine Radio Telescope) será el mayor radiotelescopio de Sudamérica, con una antena de 40 metros de diámetro.


Las razones y teorías son varias: el calentamiento global provoca el derretimiento del hielo en los polos y esto hace que la Tierra se vuelva “más liviana”. El cambio climático hace que existan desplazamientos atmosféricos irregulares y variaciones estacionales: acumulación de lluvia, nieve o vientos, lo que provoca desequilibrios entre los distintos hemisferios. “La Luna retrasa a la Tierra”, agrega Federico Podestá, astrónomo. Las mareas tienen fricción con el fondo marino. “Cada cien años retrasa 3 milisegundos el día”, señala. La duración de un día puede variar entre 24h 00m 00.002s y 23h 59m 59.998s. 

Aislado en un sitio donde el silencio y la oscuridad se desean, el complejo –está dentro del Parque Nacional El Leoncito- recibe astrónomos de todo el mundo y tiene alianzas con organismos espaciales de Italia, Estados Unidos, Brasil y China. Depende de la Universidad de San Juan. Un nuevo instrumento que se instaló ha puesto la atención en este centro de investigaciones. Veinte operarios y soldadores expertos chinos están montando el CART (Chinese Argentine Radio Telescope), que será el mayor radiotelescopio de Sudamérica, con una antena de 40 metros de diámetro. 

“No vienen a invadirnos, ni a espiar”, advierte con sorna Marcelo Segura, coordinador argentino de la obra, e ingeniero eléctrico, doctorado en Comunicación. Como sucede con la base espacial China en Neuquén, la construcción de este radiotelescopio ha causado rumores. “Parece que todo lo que es chino es peligroso”, dice Francile. “Nadie va a espiar a nadie, esta antena no tendrá transmisor”, reafirma Segura, quien tiene contacto directo con los chinos a diario. “Los primeros meses nos comunicábamos con los traductores del celular”, agrega. Hace unas semanas llegó un ingeniero chino que habla algo de inglés y el diálogo se hizo más fluido.


Ubicación de El Leoncito


“A fin de año debería estar terminada la obra”, dice Segura. Los chinos trabajan de 9 a 17 horas, de lunes a viernes y viven en una posada en la vecina Barreal. Trajeron su propio cocinero, se trasladan todos juntos en un micro. “Las diferencias culturales son muy grandes, les gusta a comida picante, pero también el asado”, cuenta Segura. 

La base de Neuquén tiene una antena de 35 metros y cuenta con un sistema de transmisión y es del tipo de seguimiento de misiones de espacio profundo. La que se construye en El Leoncito sólo puede recibir, no emitir. “Desde 1992 tenemos una alianza con China, todos queremos que comience a funcionar el CART”, afirma Pacheco. 

“Si querés espiar a alguien lo podes hacer con una antena de dos metros en el patio de tu casa”, aclara Segura. Todas las transmisiones que emiten los satélites en el espacio son libres, sólo que las misiones militares están encriptadas. “Es como el GPS”, cuenta Segura. El sistema de geolocalización de los celulares está bajo la administración del Departamento de Defensa de Estados Unidos. “Por eso a veces falla, o existen lugares que no están. Sólo están liberadas algunas bandas civiles”, afirma Segura. 

El principal objetivo que tendrá el CART son proyectos de geodesia y astrofísica. Será administrado por un Comité Científico y otro Directivo, integrado por chinos y argentinos. El radiotelescopio podrá monitorearse y operarse también en forma remota. “Podría captar una señal de una inteligencia alienígena”, reconoce Segura, entre sus diferentes utilidades. Cada elemento químico en el espacio genera una frecuencia, por ejemplo, el agua. Un radiotelescopio como el CART puede captar la presencia de este vital elemento en la composición de un exoplaneta.


Veinte operarios y soldadores expertos chinos están montando el CART en una zona inhóspita de San Juan


La obra es de gran magnitud y se construye en un lugar de muy difícil acceso, en una ladera de la montaña. En julio de 2023 llegaron desde el Puerto de Ensenada 100 camiones. Se hace a partir de un convenio entre el NAOC (National Astronomic Observatory of China, que depende del CASS: Academia China de Ciencias Sociales), la Universidad de San Juan, el Conicet y el Gobierno de San Juan. Cada una de las partes tiene responsabilidades. El primero, el radiotelescopio y la mano de obra, el segundo, la locación, el tercero, el recurso humano y el último, asegurar caminos, agua, fibra óptica y una planta transformadora de alta tensión eléctrica. “Ahora todo está parado”, dice Segura. 

“Los cambios de gobierno atrasan todo”, reconoce Francile. Todos los astrónomos apuntan a la secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. Un trámite exime de impuestos a bienes e insumos para la ciencia que llegan al país. Hasta noviembre no había trabas en el alta, pero en diciembre se dejaron de emitir. Para que se complete el CART, desde China deben enviar los receptores. “Sin ellos el radiotelescopio es un plato grande para hacer un pollo al disco”, ironiza Segura. También tienen en el puerto de Buenos Aires una cúpula para un telescopio ruso. “Nadie nos da una certeza, y está todo frenado”, cuenta Francile. “La ciencia está parada y países como Perú, Brasil y Chile, avanzan”, sugiere. 

“Para mayo la emisión de expedientes estará normalizada”, aseguran desde la Jefatura de Gabinete, de quien depende la Secretaría de Innovación, Ciencia y Tecnología. La reestructuración administrativa fue una de las causas de la demora, dicen. También aclaran que, de ahora en más, emitirán los permisos “respetando los criterios de control y auditoría de la nueva administración”

La pequeña comunidad de astrónomos suele venir de San Juan, es un viaje de tres horas hasta El Leoncito. El tiempo de permanencia es de una semana. El complejo tiene habitaciones, una biblioteca y un museo, además de dependencias donde estudiantes de astronomía se hospedan de jueves a domingo para atender a los turistas. Un grupo de cuatro cocineras hace el desayuno, almuerzo, merienda y cena. Amasan pan, tortas y semitas (pan con chicharrón muy popular en San Juan), son de Barreal y tienen un régimen de una semana de permanencia. Luego, bajan al pueblo.


“Muchos se preguntan qué estamos haciendo acá arriba, mirando las estrellas”. 
CARLOS FRANCILE, DIRECTOR DE LA ESTACIÓN ASTRONÓMICA CARLOS CESCO


“Cada uno está en su tema, y el comedor es el lugar en el que se encuentran”, dice Francile sobre los astrónomos. Enfrascados en sus estudios y laptops, se saludan pero continúan con sus investigaciones. Los observatorios están en la cima de la montaña y para llegar a ellos hay que hacerlo en coche. La cena es a partir de las 22.30. Algunos aprovechan a enviar mensajes a sus familiares. “Estamos más pendiente del cielo que de la Tierra”, confiesa Podestá. 

La Estación Astronómica es un complejo con varios telescopios. El más importante es un astrógrafo doble, el MASTER, uno robótico que se hizo a partir de un convenio con la Universidad Nacional de Moscú y que estudia estallidos de rayas gamma repentinos y masivos en el universo, como choques entre agujeros negros y estrellas neutrónicas. El Circulo Meridiano se hizo en alianza con el Real Instituto y Observatorio de la Armada de España. El Telescopio Láser Satelital es un proyecto en conjunto con la Academia de Ciencias China. También hay tres telescopios solares, el COSADA, un radiómetro que estudia la calidad del cielo diurno y tres telescopios robóticos ópticos que sirven para la detección de tránsitos de exoplanetas y estudios de actividad estelar (fulguraciones y manchas estelares). 

“Formamos parte del proyecto astronómico más largo del mundo” dice Francile. Se refiere al que dio origen a la Estación Astronómica. En 1965 las universidades de Yale y Columbia se aliaron en la corporación The Yale-Columbia Southern Observatory (YCSO), con el objetivo de estudiar el mapa celeste del hemisferio sur, hasta entonces nadie lo había hecho. Ambas universidades financiaron el proyecto y montaron el complejo con sus telescopios e instrumental. La inversión se estimó en 6 millones de dólares.


El Observatorio El Leoncito recibe astrónomos de todo el mundo y tiene alianzas con organismos espaciales de Italia, Estados Unidos, Brasil y China


En 1974, Columbia se bajó y quedaron Yale y la Universidad de San Juan. En 2010, y tras 45 años de fotografiar el cielo, se dio por concluido “Catálogo final de movimientos propios de estrellas celestes”. En 2015, Yale donó la infraestructura, telescopios y tecnología a la casa de estudios sanjuanina, que desde entonces está a cargo de la estación. 

“Muchos se preguntan qué estamos haciendo acá arriba, mirando las estrellas”, dice Francile. El trabajo es constante, medular y tiene implicancias en el mundo. Aquí se mapea el cielo haciendo un seguimiento a los asteroides del cinturón principal (entre las órbitas de Marte y Júpiter) y fundamentalmente del grupo de los NEA (Near Earth Asteroids), los más cercanos y dentro de ellos, a los PHA (Potential Hazardous Asteroids, asteroides potencialmente peligrosos), aquellos que orbitan a poca distancia y que podrían significar una seria amenaza para la Humanidad. 

El observatorio ha detectado 20.000 posiciones de asteroides, descubrió 100 y cinco cometas. Tres observatorios en el hemisferio sur hacen este mapeo: Siding Spring (Australia), ESO (Chile) y la Estación Astronómica Carlos Cesco.


La noche es luminosa en la Pampa del Leoncito, al sur de San Juan, donde la contaminación lumínica es casi nula y el cielo es uno de los más limpios del planeta


El Leoncito siempre está habitado por astrónomos, geodestas, solaristas y astrofísicos, todo el año. Es una meca para ellos. La pureza del cielo y la soledad, atraen. “Acá arriba te escapas del mundo y podes concentrarte mejor en el trabajo”, dice Francile. “Se pueden ver las luces de Santiago de Chile”, agrega para graficar la inmaculada realidad. La Cordillera parece una dentadura cenicienta que traga el horizonte y las constelaciones. La tierra, mientras tanto, gira. 

“Muchos resultados experimentales no pueden interpretarse de otra manera: debería haber vida en otros planetas”, reflexiona Glev Antipov, de la Universidad Estatal Lomonosov, de Moscú. Está reparando el MASTER. Dedica su vida a estudiar llamaradas inesperadas que suceden en el universo, críticas emanaciones de rayos gamma. Eventos impredecibles y caóticos, como choques entre galaxias, o estrellas, agujeros negros o aún inexplicables. “Somos cazadores de fotografías cualificados, estamos ansiosos por conseguir las imágenes más raras y únicas del universo”, dice. 

“No conocí la tierra en mi pueblo natal”, cuenta Glev. Nació en la región Sajá-Yakutia, la república más grande de Rusia, en Siberia. Es una de las zonas más frías del planeta. Creció pisando permafrost y comiendo pescados con grasa, veía el sol cuatro meses al año. “Hay todo un universo dentro de cada persona y refleja el brillo de su propio fuego interno”, confiesa Glev mientras cena un guiso de arroz con pollo y toma una copa de vino sanjuanino. Su mirada es aguda y apasionada. “Tal vez la vida creó al humano para que éste no se convirtiera en un guardián, sino en un jardinero, cuyo objetivo es sembrar el Universo con esporas de vidas”, confiesa y se entusiasma: “¡Vayamos al futuro y comprobemos!”



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