domingo, 3 de marzo de 2013

Villa Bordeu, Buenos Aires: El affaire Llanca (28 de octubre de 1973)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI


Dionisio Llanca
El siguiente informe reúne y condensa dos artículos publicados por el autor en la revista española Stendek (l), en los años 1978 y 1981, y se refiere a uno de los más controvertidos casos producidos en la Argentina. Por la trascendencia periodística y la desatada polémica creada en torno al suceso, resulta interesante hacer una detallada descripción del episodio y formular nuestras consideraciones sobre el mismo.

El relato

Dionisio Llanca es un camionero nacido en Ingeniero Jacobacci, RN, el 1 de enero de 1948, quien contó que cambiando una rueda de un camión, en la ruta nacional 3, a unos 17 (o 19) kilómetros de Bahía Blanca, había tenido contacto con tres seres supuestamente extraterrestres.

El sábado 27 de octubre de 1973 Llanca se levantó tarde de dormir, ambuló por la mo­desta casa pintada de verde y por la calle Chubut, un barrial ubicado a diez minutos del centro urbano, y dice haber hablado de asuntos triviales y cotidianos con su tío político Enrique Ruiz. Almorzó y se echó a dormir la siesta porque tenía que manejar durante la noche. Se despertó cerca de las seis de la tarde y se instaló frente al te­levisor viendo una serie policial. A las diez de la noche cenó con su tío un bife, una ensalada y un jugo de frutas. Unos minutos más tarde de la medianoche Llanca se puso la campera, dice haberse despedido de su tío y se dirigió a su camión Dodge 600 que tenía estacionado a ocho cuadras de su casa, debiendo conducirlo hasta Río Gallegos, en un monótono viaje de dos días.

Llanca se dirigió entonces a una estación de servicio a cargar combustible. Allí descubre que la rueda trasera-derecha estaba bastante baja y perdiendo aire. A pesar de sus doce años -según dice- al volante de camiones (¿¡tendría 13 años cuando comenzó en este oficio!?), y de hallarse abierta una gomería a unos 200 metros del lugar, inexplicablemente, decide sin motivo aparente continuar viaje y cambiarla sobre la ruta, durante las horas de la noche, pues la cámara del pesado vehículo no demoraría en estar completamente desinflada.

Y así fue como el camión empezó a bambolear sobre la ruta. La goma estaba pinchada. Habían transcurrido apenas 45 minutos, y se encontraba a unos 17 km al oeste de Bahía Blanca (Km. 705), a un costado de la ruta nacional 3, en un paraje donde hay un bosquecillo y una porción de agua estancada. A pesar del frío de la madrugada, ya que eran la una y quince del domingo 28, decide bajar provisto de las herramientas necesarias para cambiar la rueda. La ruta -afirma- estaba desierta.

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Encuentro de Llanca con tres seres.
Se encontraba en plena tarea, cuando el camino se iluminó en dirección a la ciudad de Bahía Blanca, con una intensa luz amarillenta que parecía estar localizada a unos dos mil metros. Le llamó la atención, pero por el color pensó que eran los faros de un automóvil Peugeot y siguió trabajando. Pasaron unos segundos. Llanca estaba de espalda a la luz y cree recordar que la misma se tornó intensamente luminosa, capaz de cegarlo por un instante. Ya no era amarillenta, sino azulada. Estaba de rodillas e intentó al­zarse, pero no le respondían sus fuerzas. Le había invadido una sensación de desgano. A pesar, atinó a darse vuelta y mirar hacia la arboleda que estaba a un costado del camino. Entonces vio un objeto de grandes dimensiones, con forma de plato, suspendido en el aire, a unos siete metros de altura, y tres personas a sus espaldas que le miraban fijamente. Otra vez intentó levantarse, pero fue en vano. El decaimien­to era total, y se dio cuenta que ni siquiera podía hablar.

Las tres personas estuvieron mirándolo unos cinco minutos. Eran dos hombres y una mujer. Ella estaba en el medio de los dos hombres. Todos eran rubios y los varones esta­ban peinados para atrás. Los tres tenían la misma altura, un metro setenta o setenta y cinco, y vestían de igual manera: buzos enterizos color gris plomo muy ajustados al cuerpo, botas tres cuartos color amarillo y guantes largos del mismo color. No tenían cinturones, ni armas, ni cascos, ni nada más.

Sus rostros no se diferenciaban del de los humanos, pero tenían frente muy despejada y ojos rasgados, un poco saltones; semejantes a los personajes de historietas. Habla­ban entre ellos en un lenguaje incomprensible; no empleaban vocales y sonaba “como una radio mal sintonizada, con chillidos y zumbidos”. Uno de ellos tomó del cuello de la campera a Llanca y lo alzó con firmeza, pero sin violencia. Mientras el que lo había levantado lo sostenía, el otro individuo masculino le puso un pequeño aparato en la base del dedo índice de la mano izquierda. Se lo aplicaron unos segundos, sin dolerle. Cuando se lo retiraron, tenía dos gotas de sangre en el dedo. En ese momento dice ha­ber perdido el sentido, cree haberse desmayado.

El protagonista despierta, se encuentra tirado junto a unos vagones, dentro de los corrales de la Sociedad Rural de Bahía Blanca, exactamente a nueve kilómetros seiscientos metros del punto donde se produjo el encuentro. Caminó sin rumbo preciso, aunque siguió la ruta. No recordaba ni su nombre, ni el episodio, ni el camión, ni su domici­lio, sin embargo, calcula con exactitud que eran las tres de la madrugada, advirtiendo además que había extraviado su reloj. Estaba mareado y tenía frío.

Fue entonces a la comisaría 1ª de Bahía Blanca, balbuceando frases incoherentes respecto al problema que había tenido. Como el personal policial no quería perder tiempo tramitando su detención, dado el aparente estado de ebriedad en que se hallaba, no le dispensa mayor atención.

A las 7,30 horas Llanca ingresó al Hospital de Bahía Blanca y recién al día siguien­te parece haber recordado lo sucedido, notando que además del reloj, le faltaba el en­cendedor y los cigarrillos. No obstante, en el bolsillo del pantalón conservaba el di­nero que llevó al salir. Preguntó por su camión y le dijeron que la policía lo había encontrado estacionado sobre la banquina con el gato puesto y una goma lista para ser cambiada. En la guantera, intactos, estaban los documentos.

El peritaje médico-psicológico

En la hoja 103 del libro de entradas de la guardia del hospital se lee: “Nombre: N. N. Lugar del accidente: ruta Nro. 3, detrás de El Cholo. Causa: dice que una luz muy fuerte lo encegueció, que era un plato volador, y no recuerda más. Vio dos hombres y una mujer muy rubios. Lesiones: traumatismo de cráneo, frente temporal derecho con am­nesia total”.

Dionisio Llanca es examinado luego por el traumatólogo y forense Ricardo Smirnoff, quien dice que el sujeto “no presenta lesiones visibles, pero se resiste a que le to­quen la cabeza, como quien tiene allí localizada una profunda dolencia. Apenas son percibidas unas casi inadvertidas excoriaciones sobre el párpado izquierdo”. 

En la tarde del día 29 se recupera y accede a someterse al pentotal, intentando establecer así lo sucedido en esas horas. Sin embargo, se va del hospital y regresa a la casa de su tío, ubicada en la calle Chubut al 1600. Preso de ansiedad por unas pesadillas que afirma padecer, se dirige al psiquiatra Eduardo Mata en busca de ayuda. Se produce una segunda pericia a manera de internación sugerida por Mata, y esa noche, éste convoca a un grupo de profesionales, médicos y psicólogos. Se le administran algunos tests y el camionero dibuja los extraños ocupantes del plato. Finalmente, se le practica un electrocardiograma y el camionero vuelve a la casa del tío, con el compro­miso de presentarse en el consultorio del médico Mata en la noche del 6 de noviembre. Pese a lo convenido, no cumple con la cita y los profesionales deciden llegarse hasta su vivienda de la calle Chubut. Dionisio había cenado abundantemente y tomado unos vasos de la providencial bebida que honra a su nombre (Dionisos, dios griego del vino). Esto impide que se le administre pentotal pero, en cambio, se realiza la primera sesión de hipnosis.

El plantel estaba dirigido por Eduardo Mata y Eladio Santos. En esa primera sesión, muchas preguntas llevaban implícita la respuesta de Llanca, quien habría manifestado:

“Subo con los dos hombres por un rayo de luz. El piso es como plomo, plateado, hay una sola ventana, redonda. Parece un barco. Hay muchos aparatos, muchos, hay dos televiso­res, una radio. En uno de los televisores se ven las estrellas. Me habla la radio, en castellano (español), y me dice que no tenga miedo, que son amigos, que vienen desde hace mucho tiempo… No dijeron de dónde venían porque eso era un secreto para ellos… Ellos han hablado con otros hombres de la Tierra desde el año 1950… Quieren saber si podemos vivir en la Tierra con ellos… Arriba de una mesa tienen un encendedor, junto con el reloj y un paquete de cigarrillos… La mujer se pone un guante negro, con unas tachuelitas en la palma; se acerca, me toca… Caigo, caigo lentamente en un potrero. Ellos me han dicho que volverán a buscarme porque soy un buen muchacho… Siento frío. Llego a la ruta y empiezo a caminar… ¿Quién soy?, ¿quién soy?”.

A esta primera sesión de hipnosis le sucederán otras dos y una de pentotal. Todo lo dicho por este único testigo y protagonista del suceso ha sido registrado en varias horas de grabación, pero reservadas. A excepción de la primera, en cada una de la sesiones, el camionero parece repetir exactamente lo mismo, como un calco.

Sentado en el centro del recinto, Llanca dice haber visto frente a él un instrumen­tal o tablero. Tiene una palanca hacia su mano izquierda. Otra mira a través de esa mampara vidriada, hacia donde se ve el firmamento estrellado, ubicado a la izquierda del protagonista. Hay dos pantallas también a su izquierda donde se observan las estrellas de colores, que él dibuja en trance. La mujer está a su derecha moviendo otro instrumental en una gran mesa y oficia de asistente.

Pasan unos minutos y por debajo del navío ve desplegarse (NdR: ¿desde esa perspectiva?} dos mangueras o cables flexibles, uno tomando contacto con el charco de agua y el otro con un cable de alta tensión.

Posteriormente -siguiendo el relato del camionero- la mujer se quita el guante de su mano derecha y se coloca uno negro que tiene punzones en la palma, y al instante de intentar colocarlo en el temporal de Llanca, le pega en raro movimiento en el arco superciliar izquierdo produciéndole al pobre testigo un pequeño hematoma. Luego lo coloca certeramente en la cabeza del protagonista.

Lugar en donde Dionisio Llanca afirma haber sido dejado.

Después de una hora, aproximadamente, se abren las compuertas del navío espacial y lanza un haz de luz, colocando a Llanca con suavidad en el suelo de los corrales de la Sociedad Rural, entre varios vagones estacionados, en las vías del Ferrocarril Roca.

Se le administran pruebas de capacitación, y en ellas Llanca revela una aptitud mental muy escasa. Una batería de tests los toma en Bahía Blanca la licenciada en Psicología Nora Milano, y los continúa en Buenos Aires el doctor en Psicología Héctor A. Solari, indicando todos ellos una psique de nivel muy bajo, sugiriendo que Llanca no sería capaz de inventar, o narrar, por sí solo una historia tan compleja como la expuesta.

La investigación

El testimonio de Dionisio Llanca se sustenta en que habría contado -bajo sugestión hipnótica y narcoanálisis-, desde la segunda sesión, siempre la misma historia y repitiéndola casi mecánicamente, aunque empleando un lenguaje limitado y desprovisto de recursos expresivos.

Dibujo de lo aparentemente observado por el testigo.

Las circunstancias descritas, desde luego, no llegan a configurar una prueba definitiva de la presunta autenticidad. Por el contrario, sumados a los datos obtenidos a través de una indagación racional, han permitido elaborar unas hipótesis interpretativas del resonado caso de Villa Bordeu. Estas son algunas de las consideraciones a te­ner en cuenta:

1.- Las declaraciones de D. Llanca indican que su viaje a Río Gallegos estaba previsto y que su tío Enrique Ruiz se hallaba enterado por anticipado del proyectado viaje. No obstante, éste niega dicha versión y señala que no tenía conocimiento de que su sobrino tuviere pensado hacer un viaje esa noche. Grande fue su sorpresa al levantarse y hallar una nota que decía haberle salido un viaje urgente, de improviso.

2.- Llama la atención que el lugar precisado como el lugar del encuentro, y ulterior abducción, sea frecuentado por camioneros que acostumbran pasar la noche allí, más aún los fines de semana. Curiosamente, Llanca declara no haber detectado la presencia de persona alguna o vehículo en el área.

3.- En la situación en que Llanca había “despertado” fuera del camino, ignorante de quién era, qué hacía, etc., recuerda a pesar de todo, que había perdido su reloj y que eran las tres de la mañana. En tanto, Llanca parece haber caminado en estado de confu­sión mental varios kilómetros hasta la ciudad.

4.- El médico Ricardo Smirnoff manifestó su contrariedad por la desmedida publicidad que se le había dado al caso, puesto que no estaba científicamente comprobado, estimando conveniente efectuar nuevas sesiones de hipnosis, pues las mismas no fueron efectuadas correctamente. Citó como ejemplo la cantidad de preguntas inducidas o tendenciosas que fueron formuladas en las distintas sesiones.

Por su parte, el Dr. García del Cerro -otro de los facultativos que intervinieron en esa primera investigación-, expresó tener grandes dudas sobre el testimonio de D. Llanca, aunque prefirió reservar sus motivos. La psicóloga Nora Milano coincide con Smirnoff al afirmar también que los interrogatorios fueron mal llevados y que una reconstrucción hecha bajo hipnosis, le dio “la impresión de haber sido ensayada”.

5.- Poniendo en relieve sus singulares dotes de simulador, en ocasión anterior al suceso, Llanca fingió ser mudo ante unos estudiantes de la Universidad del Sur, en Bahía Blanca, logrando que le costearan varios almuerzos y desayunos. Se hallaba entonces con una venda en la garganta y comenzó un diálogo mediante papeles escritos, haciéndo­les saber de su lamentable condición, mencionando haber sido operado por un médico en el Hospital Militar. Cuando los incautos estudiantes efectua­ron algunas diligencias para localizar al galeno, el buen señor Llanca simplemente desapareció de escena. “Aparentemente, dicho médico existía sólo en la imagi­nación de Llanca”, expresó el joven Alberto Cordero.

6.- La noche del martes 3 de abril de 1974, recién llegado de Comodoro Rivadavia, Llanca apareció en un restaurante ubicado entre las calles Thompson y Donado, de Bahía Blanca, manifestando en la oportunidad que “el 80% de lo que dijeron las revistas era falso”. En tanto el médico García del Cerro afirmó que lo publicado se ajusta a lo testimoniado por Dionisio Llanca…

7.- La comisión policial halló abandonado el camión de Llanca en el lugar indicado y las huellas de sus neumáticos al apartarse de la ruta y detenerse en la banquina emba­rrada, así como algunas huellas de pisadas que correspondían en su totalidad a Llanca, pero ningún indicio de la presencia de otros individuos en el sitio preciso.

8.- Según se afirmó en la oportunidad, esa noche se produjo un aumento desmesurado en el consumo de energía eléctrica, cuando lo que ocurrió en realidad fue un fallo en el suministro, originado por un cortocircuito en la subestación de Ing. White, situada a unos 25 km al este del lugar donde, presuntamente, el “OVNI” había tomado contacto con los cables de alta tensión.

9.- En marzo de 1976 Dionisio Llanca estuvo en Buenos Aires diciendo que había tenido un nuevo contacto con los tripulantes del plato volador, quienes vendrían a buscarlo en unos días, en Monte Grande. Nada se supo al respecto, pero sí que Llanca continuó rondando por varios lugares del país, internado durante algún tiempo en el Hospital Neuropsiquiátrico de Rawson, Chubut.

10.- A pesar que el pretendido testigo fue deliberadamente escondido en varias ocasio­nes “para no interferir en las investigaciones”, de los estudios psicológicos sólo se informó que el sujeto acusaba un nivel de psique muy bajo como para urdir semejante historia (sic). Sin embargo, lo que no se había revelado claramente es que esos tests indicaban sin lugar a dudas que Dionisio Llanca padece “una debilidad mental bien definida” y “signos comiciales de una evidente falta de sinceridad”.

11.- Trascendidas las conclusiones del estudio psicoclínico efectuado el 31 de julio de 1974, en Buenos Aires, por el psicólogo Dr. Héctor A. Solari (M.N. 246), profesional interviniente, señalan que: “Las pruebas psicométricas y proyectivas confirman lo presupuesto en la entrevista clínica, D. Ll. presenta una personalidad de tipo epilép­tica, con ciertos rasgos de índole histérica. Sus mecanismos de defensa en cierto modo estereotipados son la negación y la represión. D. Ll. transita dentro de un círculo vicioso de inseguridad y temor que alimenta, a su vez, su agresividad y hostilidad hacia el medio ambiente, impidiéndole establecer buenas relaciones interpersonales”.

Y finaliza: “En cuanto a la investigación del hecho ocurrido en Bahía Blanca, sin dudar o no de lo relatado por D. Ll., en mi consideración el testigo no es hábil como tal”; aconsejando “a nivel asistencial, la posibilidad de encarar una terapia farmacológica y psicoterapéutica adecuadas”.

Consideraciones finales

Gráfico que detalla lo supuestamente acontecido.
Debemos mencionar a las primeras investigaciones que alertaron sobre la proba­ble mixtificación del episodio, formulada por Daniel Dimieri y Horacio Alaimo, de Bahía Blanca; y a la más reciente realizada por Gui­llermo Roncoroni, de Buenos Aires, las cuales han permitido -en ambos casos- ampliar y corroborar aquellas sospechas.

Lo expuesto hasta aquí se constituye, pues, en prueba suficiente para descalificar al único testigo y protagonista del caso y, como consecuencia reducir a la minina expresión la fiabilidad del testimonio ofrecido.

A pesar, hemos de considerar seguidamente tres aspectos fundamentales de la investi­gación, de los que pueden desprenderse algunas hipótesis explicativas:

a) La lesión cerebral: En el primer informe que hemos publicado denunciamos que Dionisio Llanca tenía una lesión cerebral que jamás había sido revelada por quienes abordaron el caso apenas ocurrido. Ante nuestra inquisitoria, se nos adujo que “¡fueron los ex­traterrestres quienes se la produjeron con el guantazo!”. Sin alcanzar a comprender cómo era posible que semejante aspecto de la investigación no fuere considerado, hasta silenciado, sólo se adujo que “este tema es también muy difícil de encarar…” (¿!), agregando que tal lesión, en el lóbulo temporal derecho, se produjo en extrañas circunstancias (2).

Sin embargo, no hay indicios firmes de que la lesión haya sido provocada (pudiendo ser congénita) y, menos aún, por los ocupantes de la nave. Si se pretende explicarlo de este modo, recordemos que el hematoma que supuestamente le ocasionaron a Llanca se encontraba en el arco superciliar izquierdo, en la zona del lóbulo frontal, y difícil­mente pudo haber repercutido sobre el temporal derecho, situado en otra región craneana.

En cambio, la versión que aporta Roncoroni señala que se trataba de una lesión cere­bral cruzada localizada en el lóbulo occipital, remitiéndose al testimonio que habría ofrecido uno de los facultativos. A ese respecto, hemos de describir los signos funda­mentales de las lesiones localizadas en esta área.

Tales lesiones suelen provocar trastornos de tipo visual, tales como alucinaciones visuales de centelleos, bolas o puntos luminosos. Al lado de los sensovisuales existen alteraciones psicovisuales cuando se afecta, en particular, la cara externa del lóbulo occipital. Se origina entonces una ceguera psíquica: el sujeto ve a los objetos, pero no los identifica. La presunción de este síndrome en Dionisio Llanca se muestra llamativa y propondría un replanteo sobre la generación de los hechos.

b) El coeficiente intelectual: Otro de los factores que respaldan ese argumento es el grado de inteligencia, o coeficiente intelectual (CI) pobrísimo que presenta Dioni­sio Llanca: se encuentra en el límite de la deficiencia mental.

Lo importante por destacar es que, cuanto menor es el CI, menos confiable ha de ser la opinión del sujeto, porque el juicio o valoración sobre los objetos y situaciones (la realidad perceptual) son apreciados y comprendidos por él a través del prisma de su capacidad intelectiva. De ahí que se admite científicamente que el individuo con bajo coeficiente es proclive a la fabulación, al situarse más distante de la realidad que lo circunda.

En tal sentido, es probable que D. Llanca acuse un nivel intelectual muy bajo como para urdir conscientemente y por sí solo semejante historia. Pero lo más notable sea quizá que un sujeto con tal dotación mental, jamás habría podido observar y describir tan abundantes y ricos detalles de su experiencia.

Caben estas explicaciones para la aparente incongruencia:

l. la inducción de situaciones imaginarias -consciente o inconsciente- mediante la técnica de introyección psíquica por parte de otras personas, antes o durante las pruebas hipnóticas.

Al parecer, es factible crear en la psique de un individuo una historia que tendrá que contarse de nuevo únicamente en estado hipnótico. Por ejemplo, por “inducción psí­quica” a través de medios audiovisuales (un “buen dibujante” que construyó una secuen­cia gráfica del suceso, pudiere haber ayudado a fijar en la mente de Llanca lo que luego habría descripto o repetido).

2. la creación de fantasías oníricas, exclusivamente en el ámbito del testigo.

Es posible que Llanca tuviere un paroxismo parcial, conforme a lo que revela el psicodiagnóstico anteriormente citado (punto 11, personalidad de tipo epiléptica, etc.), de características sensitivas e ideativas. O bien, que Llanca haya sufrido inicialmen­te un trastorno visual provocado, quizá, por un golpe accidental mientras cambiaba la rueda al momento de observar “la luz amarilla que avanzaba por la ruta”, cuyo origen pudo ser los faros de un automóvil. Víctima de un estado de profunda confusión mental, fue presa de sus pro­pias fantasías y temores, y de las ajenas, con la añadición y deformación de toda una historia con extraterrestres.

c) Hipnosis y narcoanálisis: Lo que ha procurado darle fuerte sustentación al incidente fueron las declaraciones de Dionisio Llanca hechas bajo hipnosis y pentotal que, como la ciencia lo afirma, son de acuerdo a la verdad concebida por el sujeto, ya que difícilmente (aunque no es imposible) se podría mixtificar bajo sus efectos. Así es como en muchos casos refleja la realidad de los acontecimientos, pero no siempre.

Precisamente, uno de los factores que estimulan la creación de fantasías oníricas es este tipo de pruebas. Incluso, parece probable que quienes presentan lesiones como las descritas y, todavía, con un bajo coeficiente (CI), se encontrarían más propensas a alucinar objetos y situaciones.

A esto debe sumarse también que para la realización de las pruebas se han empleado algunos especialistas vinculados previa y favorablemente al tema OVNI, lo que implica un convencimiento de los propios hipnólogos a través de sus deseos o convicciones. Quieren de este modo un resultado afirmativo e inducen la respuesta. Asimismo, cual­quier persona sometida a una presión psicológica a cargo del agente, por zafarse de esa presión, puede narrar hechos que nunca ha visto o experimentado.

Por las razones apuntadas, las confesiones o declaraciones efectuadas bajo hipnosis no son válidas en ningún tribunal, como tampoco lo son las que se producen estimuladas por cualquier tipo de drogas (pentotal, thionembutal, etc.).

En suma, el valor de las drogas y pruebas hipnóticas ha sido muy discutido, pero se admite que en ese estado inconsciente no hay garantía de que lo afirmado por el sujeto sea cierto, pues es muy frecuente que se trate de un delirio oniroide, en el cual el individuo habla de lo que desea o teme que haya sucedido, más de lo que en realidad ha pasado.

Como ocurrió en España, cuando el novelista y viejo tahúr de la ufología hispana Antonio Ribera pretendió forjar y sostener el llamado “Caso Perfecto” de Aluche (4), el episodio argentino tampoco ha podido resistir a una desapasionada investigación. Por consiguiente, con el peso de los datos disponibles, creemos que ya no será posible se­guir afirmando clamorosamente que el testimonio de Dionisio Llanca respecto al caso de Villa Bordeu merece alguna confianza.

Notas asociadas

Anexo 1 

Lugar del pretendido incidente.

De Bettina Allen: Un año después de aparecer aquel primer artículo (vse. ref.1), la Lic. Bettina Allen, estrechamente vincu­lada a la controvertida investigación, parece haber querido salvar los papeles, al señalar: “El efecto fenómeno OVNI no es inmediato, es muy posterior y fácilmente enmascarable con cualquier anomalía psicológica".
“Se han observado dos factores que producen las anomalías mencionadas: a) Sugestión post-hipnótica por parte de los tripulantes del Vehículo No Identificado hacia sus testigos; b) Captación de la longitud y frecuencia de onda mental de los testigos por parte de los ocupantes de la nave y, a posteriori, tentativas de contacto telepático con los mismos (…)".

“Los efectos post-avistamientos son altamente marcados dado que se encuentran bajo la influencia de los factores a y b inducidos por parte de sus captores, los extraterrestres, que lo secuestraron aquel 28 de octubre de 1973 en las cercanías de Villa Bordeu".

“En varias ocasiones privadas con él pude comprobar que el hombre no logra unificar su sentir y su actuar. Una fuerza superior lo lleva a comportarse de forma extraña, casi demencial".

“Dicha actuación da lugar, como es muy lógico, a la negación de la realidad del caso. Las órdenes post-hipnóticas que, hasta el día de hoy es víctima Dionisio Llanca, no son las normales que se imparten a un paciente. Son contradictorias, carentes de armonía, casi demenciales. Se encuentra a merced de costumbres descono­cidas para el género humano, pero su desconocimiento del lenguaje psíquico extraterrestre lo lleva a actuar de manera infraterrestre” (en: “Consecuencias de…, Cuarta Dimensión, N° 70, Bs.As., dic.1979, ps.50/52).

Anexo 2 

Hilary Evans.
De Hilary Evans: El episodio ocurrido en la madrugada del 28 de octubre de 1973, en Villa Bordeu, ha sido ampliamente difundido a través de periódicos, libros y revistas especializadas. El interés despertado condujo al excelente investigador inglés Hilary Evans a formular algunas reflexiones que estimamos de gran valor por su agudeza crítica. Las mismas nos las hizo llegar su autor el 5 de enero de 1988, antes de la publicación de su libro The Myth of Exttaterrestrial Visitation. He aquí lo que nos dice:

El caso de D. Llanca constituye un despliegue de muchas de las características grotescas y paradójicas de los encuentros con abducciones. Esta experiencia tiene lugar cuando está solo, en un lugar aislado, a la noche tarde. Nadie más ve la nave espacial luminosa y brillante, con excepción del testigo que es llevado a bordo, y de retorno a la Tierra. Lo que los abductores le dicen a Llanca es plausible, pero apa­renta adecuarse de manera muy escasa para justificar la visita de los seres. El mensaje de éstos es como una repetición de aquellos mensajes de casi cualquier visitante extraterrestre. Las razones de los seres para elegir a Llanca son apenas convincentes.

Al mismo tiempo, no puede caber la duda de que algo extraordinario le ha ocurrido. Nosotros podríamos rechazar su historia sobre la base de su improbabilidad, pero no podemos desaprobarla, ni tam­poco ofrecer una historia alternativa en términos de que Dionisio haya podido sufrir un ataque de ladro­nes (él tiene una considerable suma de dinero que lleva consigo y que aparece intacta en el momen­to en que llega al hospital; su camión no ha sido tocado, y sus documentos están todavía en la cabina del vehículo). Es una situación estancada, sin salida.

En consecuencia, ¿cómo puede encajar el incidente Llanca con nuestros tres modelos explicativos?:

El modelo de educación cósmica (n: L. Sprinkle) no parece adaptarse al caso de modo alguno. Llanca no se transforma de ninguna manera en un ciudadano cósmico después de su aventura y no hay diferencia con su personalidad anterior; él es simplemente una persona planetaria aturdida y conmovida.

¿Podría ser un sistema de control responsable de lo que podría convertirse en un plan más grande de manipulación por parte de alguna fuerza que esté utilizando a los platillos volantes como una cobertura con fines que sean menos claros? Es difícil apreciar en qué cuantía la experiencia de Llanca podría formar parte de un plan más vasto. Si sus abductores son pseudo-entidades que están desempeñando el rol de una mascarada elaborada, alguien parece haberse metido en grandes dificultades con el fin de no haber logrado nada; cualquiera podría haberse puesto razonablemente metas por lograr.

¿Explica el modelo de psicodrama el caso un poco mejor? Existen muchas explicaciones de que algo de este tipo está teniendo lugar. La amnesia de Llanca y su subsecuente recuerdo constituyen efectos menta­les, y supone un origen mental: Mientras dichos efectos pudieren haber sido impuestos sobre Dionisio por sus abductores, es más probable que los efectos sean el resultado de un proceso psicológico.

Las contradicciones e inconsistencias se adecuan mejor a la idea de que el incidente es una fantasía fabricada:

- Si sus abductores están dispuestos de una manera tan amable, ¿por qué lo arrojan a él en el campo, en unos corrales, en las primeras horas de la madrugada, luego de lo cual tiene que salir a tropezones y sin ayuda alguna hacia la ruta? ¿Cuál es la causa por la que ellos no lo llevan de vuelta al camión en donde tendría algún tipo de seguridad?

- El rayo de luz que lo transporta junto a sus captores a la nave espacial es simultáneamente tradicional del folclore y una característica recurrente de la ciencia-ficción; en otras palabras, un ítem de la fantasía arquetípica.

- Los seres se comunican con Llanca a través de la telepatía, pero entre ellos lo hacen en lenguaje oral.

- Aunque fuese la última moda en su planeta de origen, es poco probable que un viajante espacial de sexo femenino usara su cabello pendiendo libremente hasta la mitad de la cintura. El ser abductor de Llan­ca parece pertenecer más a un filme de Hollywood que a un encuentro ocurrido en la vida real.

- Existe una insistencia curiosa acerca del color amarillo: el incidente comienza con una luz amarilla, y los tres seres utilizan botas amarillas y guantes amarillos. La mitad superior de la nave es de un ví­vido color amarillo, y él ve todo lo que le ocurre durante el incidente contra un fondo amarillo. Una po­sible inferencia podría ser la luz amarilla brillante la que genere y, literalmente, dé color a toda la historia.

- Llanca se ve totalmente desequilibrado a causa de su experiencia. Sale con una chica, luego la abandona, como al vecindario donde vive. Cuando la muchacha se contacta con la familia de Dionisio, sus miembros le manifiestan a ella que no quieren tener más relación con él. Los investigadores se enteran que él sufre una lesión cerebral que podría favorecer la formación de alucinaciones bajo circunstancias apropiadas. ¿Tenía la lesión antes del incidente? ¿La adquirió durante el incidente, o durante el tratamiento subsiguiente?

Roberto Banchs, uno de los investigadores más relevantes de la Argentina, especula que el encuentro de Llanca podría activar esta fantasía, o proceso imaginativo, quizá por un estimulo externo -la luz amarilla-, la cual actúa sobre un cerebro afectado por una lesión, propensa a activar experiencias de tipo sensoperceptivas, alucinatorias: estas experiencias adquirirán una forma a través de lo que el camione­ro de ideas simplonas había adquirido en el terreno de las ideas acerca de las visitas extraterrestres. Los elementos básicos para la fantasía existen en abundancia en la Argentina y, del mismo modo, en todos los países latinoamericanos; existe una rica literatura de visitas extraterrestres que se extiende desde lo serio hasta lo sensacional, y la prensa alimenta a sus lectores con una fuente de historias de conte­nido altamente dramático acerca de experiencias extraterrestres en una medida desconocida en otra parte del mundo.

Hilary Evans,

London

(Trad.: J. Failla)

Anexo 3

Antonio Ribera.
De Antonio Ribera: En septiembre de 1981, en su número 45, la revista de Barcelona Stendek reprodujo una extensa carta del pionero y ampliamente conocido divulgador catalán Antonio Ribera Jordá. Con estilo ácido y con sobrada soberbia, intenta una defensa del caso. Y su mejor manera de empezar es revelando sus encendidos prejuicios: “Una de las cosas peores que le pueden suceder a un hispanoamericano, es acertar en algo”. Y continúa: “En el terreno de la ufología, que es lo que aquí nos interesa, si uno tiene la desgracia de presentar un caso aparentemente inatacable, bien documentado y mejor investigado, ya puede prepararse, porque empezará para él un calvario (…) Digo esto a propósito de los desaforados ataques de que ha sido objeto el llamado caso Bordeu, protagonizado por el camionero argentino Dionisio Llanca, caso recogido y presentado en la obra de mi buen amigo Fabio Zerpa, El OVNI y sus Misterios (Ed. Nauta, Barcelona, y Cielosir Editora, Buenos Aires), que yo epilogué” (…).

“Pero no. Todo esto es humo de pajas para el arquitecto Roberto E. Banchs, quien se resiste a aceptar que el caso Llanca pueda ser no así de cierto… pese a su evidente coherencia interna, y a que el joven camionero evoca bajo hipnosis una situación típica en otras abducciones, desde los Hill al caso inglés de Avely o el español de Julio F. (…) Pero hay más. Banchs dice que Llanca tenía una lesión cerebral cruzada (…) Pero no termina ahí todo, no, señor. Además, el pobre Dionisio tenía un coeficiente intelectual pobrísimo, lo cual hacía de él un “débil mental” (…)

"Y ahora yo pregunto: ¿qué país es la Argentina, en que se permite a los débiles mentales que sufren además alucinaciones visuales, conducir un camión Dodge como medio para ganarse la vida? ¿Es que Dionisio, para obtener su carné de 1ª (o su equivalente en la Argentina) no había pasado previamente por rigurosos tests psicométricos, como es norma en España o en cualquier país civilizado? Después de ésto, me lo pensaré dos veces antes de ir a la Argentina, donde por lo visto los débiles mentales y personas que ven a los objetos, pero no los identifican, pueden conducir monstruos de diez toneladas (convertidos así en verdaderas bombas) por las carreteras nacionales".

“El último argumento esgrimido por Banchs, el de que Llanca acusa un nivel de psique muy bajo como para urdir conscientemente por sí solo semejante historia, se vuelve hacia él mismo como un boomerang. Precisamente no la urdió Llanca, porque éste se limitó a archivar en su subconsciente todos los detalles de la misma, que luego le fueron extraídos por el impresionante equipo médico que lo psicoanalizó mediante hipnosis y otros medios".

“Tal convencido estoy de que el caso Llanca es un caso auténtico de abducción, que voy a incluirlo con todos los honores en el libro sobre abducciones que estoy escribiendo (sic) para Editorial Planeta de Barcelona (…)”.

Esta carta no fue respondida. La juzgamos demasiada insolente y declinamos participar del llamado al escándalo, que -a fin de cuentas- le serviría únicamente para promocionar en forma pueril y vulgar su anunciado libro, a la par de resguardar el libro que nos dice haber epilogado.

No obstante, una respuesta ha sido esperada. Hemos dejado a Ribera su libertad de creencia, y ofrecido todos los elementos documentales para juzgar los procedimientos empleados en la investigación. Pero visto que su carta se sustenta en cómo pudo haber obtenido su licencia para conducir un sujeto con una presunta debilidad mental, sumado a una patología psicofuncional, huelga señalar que desconocemos las exigencias a que fuera sometido D. Llanca para conseguir la misma. No obstante, a modo de ejemplo, deseamos remitirnos a una nota periodística publicada en el acreditado diario Clarín, de Buenos Aires, del 14 de julio de 1998, p. 43, que lleva por elocuente título: “Le habrían dado registro de conductor a un ciego”.

Su contenido expresa: “Una investigación periodística denunció ayer que en el partido de La Matanza se habría otorgado una licencia de conductor a un hombre ciego de nacimiento. Según la denuncia presentada en un informe de Telefé Noticias, estaría involucrado un empleado del Concejo Deliberante, quien habría cobrado coimas para facilitar la entrega. El informe mostró, a través de una cámara oculta, a un presunto empleado que ofrecía, a cambio de una suma de dinero superior a la que se paga legalmente, la entrega de registros de conducir sin que se cumplan los controles de vista y de manejo”.

Reconocemos a don Antoni Ribera sus memorables obras sobre el tema, la que nos lleva a perdonarle sus exabruptos. Quizá sea una tardía revelación producida en abril de 1998 la que pudiere explicar su ardor por defender y propagar esta clase de eventos ufológicos. Por entonces, la revista española Enigmas publica una entrevista que le realizaron, donde el patriarca español afirma recordar haber sido abducido a la edad de diez años, por un ser de baja estatura, corpulento y cuadrúpedo, en coincidencia con la aparición de su último libro, Abducción (5). Todas las cosas tienen un límite. Tanto como el afán de objetividad y veracidad. Por eso, ¡escritor a sus tejados!

 Referencias

(1) Banchs, Roberto. “Affaire Llanca: El gran fraude”, en rev. Stendek, N° 34, ps. 2/8, Barcelona, diciem­bre 1978.

Banchs, Roberto. “’Más (y punto final) sobre el affaire Llanca”, en rev. Stendek, N° 43, ps. 25/26 y 45, Barcelona, marzo 1981.

(2) Zerpa, Fabio. “El encuentro más estudiado”, en rev. Mundo Desconocido, N° 35, ps. 56/59, Barcelona, mayo 1979; y Cuarta Dimensión, N° 64, ps. 56/59, Buenos Aires, junio 1979.

(3) “Caso Llanca – Análisis retrospectivo de un contacto”, edic. especial, UFO Press, ps. 1/13, Buenos Aires, marzo 1979; Cfr.: Roncoroni, Guillermo. “El caso Dionisio Llanca”, edic. especial, CIU, Buenos Aires, mayo 1983.

(4) Ribera, Antonio. Un caso perfecto, Plaza & Janés, E. de Llobregat, 1975. Poher, Claude. “Un perfecto fraude”, en rev. UFO Press, N° 7, ps. 11/16, Buenos Aires, abril 1978.

(5) Papers d’ ovnis, Barcelona, N° 9, II época, mayo-junio 1998, p. 19.

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=913

1 comentario:

  1. No creo que fuese un fraude; al menos debería tenerse en cuenta la posibilidad de una duda razonable, como en los juicios. Para que se dé un fraude debe existir una motivación previa: ¿Llamar la atención sobre el fenómeno OVNI y su probable implicación con tripulantes de origen extraterrestre? ¿Cobrar dinero a cambio de someterse a entrevistas de periódicos, revistas o televisión? ¿Conseguir fama o notoriedad sobre el protagonismo de algo sorprendente que, en realidad, nunca ocurrió? Sinceramente, para mí, el camionero Dionisio Llanca, a la vista de los datos expuestos, fue una víctima de las circunstancias OVNI -presentadas más o menos de forma fehaciente por los medios de comunicación- y no un manipulador consciente de un presunto caso de encuentro cercano con OVNI y humanoides. Ahora bien, cada cual es digno de mantener su propia opinión sobre el tema. Saludos.

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