domingo, 8 de diciembre de 2013

Huinca Renancó, Cordoba: El grito primordial (9 de agosto de 1994)

Huinca Renancó, Cordoba: El grito primordial (9 de agosto de 1994)
por Dr Roberto Banchs
Crédito: Visión OVNI



La precoz testigo de un ET.
Aún estaban vivos los festejos por el tradicional Día del Niño, cuya celebración en ese año de 1994 se extendió durante la segunda semana de agosto, cuando una niña de apenas 9 años de edad, conjugando el temor y el deseo, fue testigo de un excepcional episodio ocurrido en Huinca Renancó, localidad del sur cordobés, casi límite con La Pampa. El informativo del canal 4 de televisión Huinca Cable Visión y la radioemisora LV 22 Radio Huinca, seguidos por el canal 3 de Santa Rosa, no demorarían en entrevistarla[1] y pronto la noticia comenzaría a trascender a través de la prensa de todo el país.

En la mañana del 9 de agosto de 1994, Silvana Soledad Z. salió de su casa rumbo a la escuela. Tras recorrer unos metros escucha un sonido que le llama la atención. Al darse vuelta, avista suspendido en el aire a la altura de un poste de electricidad un objeto circular del cual asoma por un ventanal el rostro de un ser de tez verde, grandes orejas puntiagudas y con tres ojos que la mira estáticamente. De inmediato, se abre una portezuela o rampa por donde sale una mano, cuyo brazo se extiende en forma desmesurada hasta tocar un arbusto, al tiempo en que escucha como unos pasos saliendo del OVNI. Presa de terror, clama por su madre y en un instante, el brazo se retrae y se cierra la puerta, momentos en que la niña sale corriendo hacia la esquina, donde se encuentra con una amiguita, quien habría alcanzado a ver el destellante objeto.

La investigación

Nuestro primer contacto se produce con los medios periodísticos locales, quienes coinciden en darnos una referencia favorable acerca de la testigo y de su núcleo familiar (en conocimiento por tratarse de una comunidad relativamente chica), a la vez de brindarnos su colaboración a fin de poder cumplir con nuestro propósito. Fue así como hablamos previamente con los abuelos, dando su conformidad para una ulterior entrevista con la pequeña.

La misma se realizó horas más tarde en su vivienda, donde vive junto a sus padres y hermana, situada en la calle Aragón, en el Barrio Norte de Huinca Renancó, frente al mismísimo lugar de los hechos. Tras una breve charla, Silvana Z. (cuyo apellido decidimos omitir) desea mostrarnos el sitio donde habría aparecido el inusual portento, aceptando reconstruir el episodio. Se la observa segura, algo tensa, pero en todo momento inquieta y colaboradora.

De este modo, Silvana expondrá en detalle lo ocurrido aquel martes 9 de agosto.

El relato:

“Me levantó mi mamá a eso de las 7,30 horas para ir a la escuela. Me dio el desayuno y salí. Tengo la costumbre de ir por el medio de la calle. De pronto, escuché un ruido: crashhh, algo así, y me di vuelta. Vi entonces una cosa redonda como una mesa y grande como una casa. Tenía un vidrio negro y vi una cara verde, con orejas en punta y tres ojos. Después, se abrió una puerta, salió una mano y tocó la planta. Escuché pasos ahí adentro. Pegué un grito, mamá salió y ahí estaba en la esquina mi amiga Yamila, que vio cuando se iba para arriba, y salimos corriendo. Cuando regresé de la escuela mi mamá me contó que la perra rasguñaba la puerta, el vidrio, se iba para su pieza. Después de aquel día ella me tiene que acompañar, o mirarme cuando voy y vengo de la escuela”.

Tras el relato libre del caso, sencillo, descriptivo y forzosamente despojado de emotividad, procedimos a reavivar su testimonio siguiendo cierto orden, interviniendo ahora con preguntas.

Silvana se levantó pasadas las 7,30 horas, su madre le preparó el desayuno y salió de su casa alrededor de las 8,00 horas para dirigirse a la Escuela “Paso de los Andes”, distante a unos 150 metros, donde cursa el cuarto grado. Estaba amaneciendo y había algunas nubes en el cielo. En esos momentos no observó a otras personas transitando por esa calle, aunque notó algunas que lo hacían por las transversales, a cierta distancia, sin que hayan visto -al parecer- nada extraño.

Como es su costumbre, tomó por el medio de la calle, aún de tierra, y anduvo unos diez o quince metros. De pronto, a sus espaldas, escuchó un zumbido ligero, como un escape de aire, un pshhh, o crashhh, según su onomatopeya. Al darse vuelta, observó frente a su casa, al este, sobre la misma calle y junto a un poste de electricidad, un objeto redondo (esférico) de unos 4 o 5 metros de diámetro que permanecía suspendido, como flotando, a una altura estimada en un metro, o más. Allí iría a permanecer inmóvil durante toda la observación. Tenía varios focos de luz (amarilla, roja, azul, verde), y remataba en una suerte de pequeño domo de coloración y destellos amarillos, con dos antenas quebradas y abiertas hacia arriba.

Silvana en la descampada calle de su casa.

El objeto presentaba un ventanal negro, donde se notaba en su interior el rostro de un ser que parecía mirarla impasible. “Eso es lo único que vi -nos dice Silvana-, la cara y no sé qué más adentro, podrían ser teclas, como de una computadora, hacia un costado”. El marciano o extraterrestre, como le llama, era verde, tenía dos grandes orejas en punta y tres ojos.

De pronto, se abrió una puerta a modo de rampa de superficie plana, sin escalones, de un metro por dos cincuenta de alto, sobre un fondo negro, y por ella asomó una mano pequeña (que compara con la suya) con tres dedos, y enseguida el brazo (volviendo a hacer la misma comparación), de color verde. Al tiempo en que continuaba a la vista la cara del extraño personaje, el brazo comenzó a estirarse en forma elástica hasta tocar el tronco de una planta de libustre disciplinado que se halla a orillas de la calle, en la acera de su casa.

Con voz notoriamente angustiada, Silvana relata: “Me quedé asombrada mirándolo, hasta que salió la mano y tocó la planta; entonces escuché como unos pasos (tac-tac-tac) que iban bajando y se quedaron ahí; bah, yo no sé si subieron, porque sólo los escuché, entonces empecé a gritar, y grité: ¡¡Mámi!!, y vi cómo se cerró todo, la mano en un segundo se metió adentro, se cerró la puerta y las luces empezaron a girar, a encender y apagar”.

La niña continúa su agitado relato: “Como la mano tocó la planta, yo pensé que me iba a agarrar, ¡venía para la casa! Pero cuando grité, ¡se cerró todo! y ahí yo me di vuelta, salí corriendo y me encontré con Yamila. Ella lo vio subiendo, tomando para un costado y yéndose detrás de una nube”.

Su mascota, una perra mestiza y overa a la que llaman Mecha, también estuvo presente en el lugar del avistamiento, pero en silencio, aunque por la noche se había mostrado inquieta, debiendo ser puesta afuera de la casa por sus amos. “Mamá la había sacado al anochecer porque molestaba, iba al dormitorio, la echaba y volvía otra vez. No sé qué habrá hecho durante la observación, pues me quedé mirando al OVNI”, cuenta Silvana. Tampoco los demás caninos de la zona parecen haber mostrado inquietud alguna. “Escuchaba unos ladridos -nos dice- pero no creo que fuera por eso”.

Los miedos

Al llegar a la escuela, las dos niñas se encuentran con unas compañeras del curso y les narran lo ocurrido. “Después ahí -continúa Silvana-, como compartíamos el miedo, intentamos jugar como queriendo olvidarnos todo lo que vimos, pero lo mismo teníamos miedo, y decidimos no decir nada”. Cuando salió de la escuela fue corriendo para su casa. Su madre le había preparado la mesa para almorzar e, intrigada, preguntó: “¿Por qué gritaste?”. Recién entonces pudo descargar su angustia, exponiendo en detalle su dramática experiencia. “Le dije, pero no me creyó; sólo lo hizo cuando supo todo lo de La Pampa, donde las vacas empezaron a correr hacia el frente de tormenta” (n: se refiere a una noticia que cobró inusitada publicidad, adecuada al contexto ufológico, sobre una estampida de animales en una amplia zona del sur cordobés y norte pampeano, la noche del domingo 7 y madrugada del lunes 8, en coincidencia con testimonios de personas que afirman haber escuchado estruendos y sonido de viento, y observado una potente luz blanca en el cielo).

Transcurridos los primeros momentos creyó ir olvidándose, “hasta que vinieron los de la televisión (tres días después, y nuevamente a los quince días), y tuve que contar todo”. Reconoce que su caso le produjo mucho miedo, y también emoción, “porque vi algo que casi nadie había visto, a un extraterrestre, y una mano que tocó la planta”. Sin embargo, jamás pudo apaciguar sus temores: “Hay veces que por la noche me quedo sola y pasan propagandas de extraterrestres por la televisión, me da miedo de salir, pero voy afuera y miro hacia arriba por si veo algo, porque si me quedo adentro me da más miedo de que alguien me levante, o que aparezca algo de lo que yo había visto”. Manifiesta no haber tenido sueños relacionados, “pero me doy cuenta -nos dice- que ahora me acuesto de una manera y al día siguiente me levanto de otra, que doy vueltas en la cama como temiendo de que algo me vaya a agarrar, o hacerme algo, y entonces doy vueltas por todas partes”.

Al preguntarle por su religiosidad, Silvana responde con una sonrisa encubridora: “Tomé la comunión, y no fui más, je. Pero ahora voy a ir los domingos. Le conté al padre el día que me confesé, y me dijo: “¡qué bien!”. Con esto te quiero decir -atenuando la angustia- que hace tiempo me quería sacar todo el peso del miedo que tenía”.

Según dice, “era de creer y no creer en los OVNIs, pero lo mismo me daban miedo”. Menciona haber visto, tiempo atrás, un video sobre extraterrestres traído por un tío, primo de su madre. Una curiosidad que se transformó en interés luego de su experiencia.

Durante la entrevista Silvana aporta otro dato aparentemente significativo. Recuerda que en la noche del lunes había estado viendo televisión. “El día anterior, por la noche, pasaron el caso de un OVNI -comenta-, era en un noticiero, periodístico. Había aparecido un OVNI y lo estaban filmando, y se veían las luces que se movían. Estaba sola. Mi mamá estaba en esos momentos en la pieza con mi hermana Agustina, y mi papá no había llegado aún. Tuve miedo, mucho miedo. Ahí, yo cambié de canal. Después vino mi papá, cenamos y me llevó a la pieza con él, y miramos televisión. No me quise acordar más del OVNI”. Ante la sospecha de que Silvana podría haber confundido el día, se muestra segura y aporta más detalles. “Sí, fue en la noche anterior, aunque a los días pasaron otros casos. Había un hombre que filmó todo, una luz arriba y otra chiquitina que se movía para todas partes -agrega-, y después se fue, desapareció…”.

Silvana retoma el hilo de su relato, anudando el fin del día con su experiencia: “Siempre voy a recostarme un rato con mamá, hasta que mi hermana se duerme y la pasa a mi pieza. Y ahí me voy a dormir. En ese momento escuchaba que la perra se iba para su pieza, la corría y volvía una y otra vez, hasta que la sacó afuera, y quedó rasguñando la ventana. Me quedé dormida. Por la mañana me levanté y fue cuando salí de casa para ir a la escuela, y vi todas esas cosas”, concluye.

El testimonio de su madre

Graciela N. es una joven madre, que se desempeña como maestra del primer grado en la misma escuela a la que asiste Silvana, pero en el turno tarde. Manifiesta una gran preocupación por todo cuanto le ocurre a su hija. Es vigilante, controladora. En relación al caso, tal como lo manifestó desde un primer momento, sostiene no haber visto nada, pero hace hincapié en el comportamiento del canino, el cual esa noche estuvo molestando dentro de la casa hasta que decidió sacarlo. “A las 7,30 horas me levanté para preparar el desayuno de Silvana y a eso de las 8,00 le abrí la puerta, se despide, sale y se va a la escuela. Cierro la puerta con llave, y en cuestión de segundos siento un grito, ese grito de terror que dice ¡Mámi! Abro nuevamente la puerta, salgo y la veo corriendo con la amiguita hacia la escuela, a casi cien metros. Como no vi nada raro, entré y me acosté. En la calidez del hogar, la mamá Graciela y Silvana Z.Instantes después escuché que la perra, queriendo entrar, ladraba, lloraba, y vi que iba de un lado a otro. Cuando Silvana volvió al mediodía de la escuela, me contó lo sucedido y yo…, era creerle o no creerle. De noche se mueve mucho, algo que jamás hizo. Inclusive he tenido que salir a buscarla a la escuela. Tiene miedo. Tiene miedo que se le aparezca nuevamente”.

El relato de la amiga

Carla Yamila C. tiene la misma edad que Silvana y vive a unos 300 metros de su casa. Además de sus horas de escuela y una amistad, comparten la impresión de aquella experiencia conmovedora. Aunque más no sea el tramo final de la insólita presencia.

Es que al momento en que Silvana profiere el grito, alertando a su madre, Yamila recién iba llegando a la esquina. Tras escucharla, pudo ver a su amiga que venía corriendo, aterrorizada, diciendo acerca de su visión. Al entrevistarse con los periodistas, tres días después, ella dirá haber observado “una luz verde, roja y azul…, (por) la mitad, que se iba escondiendo detrás de una nube”. Sus palabras parecían respaldar el patético testimonio.

Nuestro encuentro con Yamila se produce después de entrevistarnos con Silvana. En la oportunidad nos recibe su madre, Stella, quien de inmediato ofrece una opinión categórica: “Pienso que mi hija no vio nada. Que se encontró con Silvana, de quien es muy amiga, la vio tan inquieta, y le contó, le transmitió, y se sugestionó, ¡y bué!…; porque Yamila empieza a contar, y se corta. No es muy concreta”, apunta la madre.

Al rato aparece la niña. Delgada, tímida, nos da un aspecto de cierta fragilidad. “Iba con mi mamá a la escuela -comienza a narrar-, cuando veo como una pantalla, un sol, así, con luces”. Apenas habían salido de su casa cuando Yamila le dice: “¡Mirá el Sol, qué raro!”. En efecto, la madre asiste afirmando que su hija le comentó lo raro que estaba el cielo, hacia el crepúsculo, pero no le prestó mucha atención. Eran cerca de las ocho de la mañana de un frío invierno. Caminan unos cien metros por la calle Balboa, en dirección este, cuando Stella saluda a su hija y se va. Yamila continúa sola hasta la calle Aragón, donde siempre se encuentra con su amiga Silvana. “Yo vi un Sol, así, con luces, redondo -nos cuenta-, con luces que se empezaban a ver”. Le preguntamos entonces si de éste se trataba: “No sé, era tipo el Sol…, a mi me pareció. Tal vez había estado dormida, no sé. Porque yo le dije a mi mamá que el Sol estaba raro. Estaba anaranjado fuerte, tirando a rojo. Pero cuando llegué adonde me encontré con Silvana, lo vi todo con luces (destellos) alrededor, redondelitos, con rayas amarillas, otras rojizas que iban hacia arriba, y el centro anaranjado, o rosado, algo así”. Yamila niega ahora haber visto luces verdes o azules, y señala que sólo vio esa fuente grande de luz “más o menos escondida” entre un monte de eucaliptos, al frente de la casa de su amiga, en la línea del horizonte. “Creería que se habrá movido, pero no sé. Cuando yo lo vi, Silvana en ese momento me llamó, le di un beso y salimos corriendo. Apenas nos encontramos en la esquina ella me decía, me contaba lo que vio. Y yo le dije que había visto eso, pero que no sabía qué era, que podría ser el Sol”. Aún así, fue generando un gran temor: “Me asusté -nos confiesa-, pero más con lo que me contó Silvana”.

La niña quedó realmente impresionada. “A veces soñaba o no podía dormir -comenta-; soñaba que estaba en el campo y aparecía una cosa que empezaba a dar vueltas y me agarraba. Todas esas cosas”. Sus trastornos no concluyeron en las pesadillas. También empezaría a sufrir de enuresis, una pérdida del control de micción durante la noche.

[1] Se destaca la labor periodística local de Carlos Genre, J. A. Tete Sineo (Huinca C. V.), y Graciela Argüello (LV 22), sumada a la de Oscar Christensen (canal 3, de Santa Rosa), quienes con gran responsabilidad dieron difusión al episodio.

Análisis y conclusiones

El contexto familiar

Silvana vive con sus padres, Guillermo, quien es viajante de comercio, y Graciela, maestra de escuela, y con su hermana menor, Agustina, de 1 año y diez meses a la fecha del caso. Sus abuelos maternos viven a la vuelta de su casa. En cierto modo, la experiencia OVNI aparece como un punto de inflexión en la constelación familiar, sea como causa o consecuencia. Sus progenitores manifiestan preocupación por la niña. Especialmente, referida a su temor puesto en los “objetos no identificados”, y a sus dificultades de aprendizaje o rendimiento escolar, a ciertas conductas hostiles, a sus celos fraternos, a sus afectos debido a las ausencias de su padre por trabajo, etc.

Frente a ellos, Silvana expresa sentimientos de conflicto y de corte relacionados con su desarrollo y desapego, búsqueda paterna y gran dependencia materna, sentimientos de insuficiencia de contacto, y actitud de celos animada por una fuerte problemática edípica. En suma, situaciones propias de un proceso de crecimiento, pero vividas intensamente.

La evaluación psicológica

Silvana Z. nació en Cañada Verde (Villa Huidobro, Pcia. de Córdoba) el 10 de junio de 1985. En la fecha de la entrevista tenía 10 años y 10 meses de edad. Con la conformidad de sus padres, se practicó una entrevista diagnóstica (individual, además de una familiar), y la administración de un conjunto de técnicas proyectivas de exploración psicológica (H.T.P., Familia, Guestáltico Visomotor Bender, Completamiento de Frases de Sacks, Cuestionario Desiderativo, y Test de A-percepción Temática)

A modo de síntesis, puede señalarse que Silvana presenta una adecuada fortaleza yoica (n: al respecto, mencionemos que el yo asegura una función de unidad e integridad de la persona) y una buena recomposición frente a las ansiedades persecutorias. Utiliza defensas esquizoides, y aún regresivas, además de la identificación proyectiva y la formación reactiva. Ante situaciones de angustia, emplea como mecanismos la negación maníaca y la omnipotente. Es posible diagnosticar que sabe cómo defenderse, pero le resulta difícil y conflictivo establecer de qué está defendiéndose.

Se halla atravesando un estado de cierta confusión que le impide discriminar correctamente la realidad, siendo su pensamiento fantasioso e inmaduro. Al respecto, su nivel de maduración emocional no se corresponde con la edad cronológica, estableciendo su E.M. en 8 años. De inteligencia vivaz, los componentes afectivos parecen interferir en su aspecto madurativo (vale decir, por causas psicógenas). Aunque es imaginativa, no muestra facciones de personalidad fabuladora. Tampoco se observan signos de organicidad.

Silvana dibuja la aterradora visión.

Posee rasgos neuróticos y algunos depresivos. Se advierte en ella una actitud defensiva, por vivencias de amenaza exterior y presiones, haciéndose notoria su necesidad de alejamiento y, por otra, la tendencia opuesta. Esto le provoca incertidumbre, con temor a las relaciones interpersonales, acudiendo a la fantasía -a modo compensatorio- por sentimientos de insuficiencia de contacto.

Expresa situaciones recurrentes en torno a la dinámica familiar. Una percepción de estar juntos, pero distantes. Aunque hay buena integración, revela conflictos y dificultades comunicacionales y afectivas que predominan notablemente sobre su conducta. Poniendo en juego deseos o determinaciones inconscientes aparentemente contradictorias (ambivalentes), manifiesta marcada hostilidad y celos debido a una fuerte problemática edípica, cuya dificultad de controlar y dirigir los impulsos, le ocasionan temores. Su miedo aparece tanto en el deseo, el temor al deseo o al castigo

Para finalizar, debe destacarse que Silvana es una niña que no presenta características psicopatológicas verdaderamente amenazantes para su integridad psíquica, sino acentuadas preocupaciones y conflictos propios de su edad, que se expresan en síntomas. Al respecto, se observan mayores posibilidades pronósticas, por cuanto su yo posee una amplia gama de defensas y un subsecuente afianzamiento frente a la ansiedad. La experiencia clínica muestra que en determinados casos, aún sin tratamiento, esos conflictos actuales desaparecen o se diluyen al cabo de un tiempo, a excepción de ciertos indicios perceptibles.

Consideraciones finales

La experiencia descrita admite algunas consideraciones, a saber:

a) El caso está sostenido únicamente por el testimonio de las niñas. Llama la atención que la madre de Silvana, al salir de inmediato de la casa ante el grito de su hija, no haya percibido frente a ella y a escasísimos metros, semejante objeto luminoso. Tampoco otros vecinos de la zona que, a esa hora (cerca de las 8 hs. de la mañana), se movilizaban rumbo a sus trabajos, o a la misma escuela adonde concurren muchos niños.

b) La descripción de la pequeña Yamila, referida a la fase final del encuentro, no parece ajustarse plenamente a la de Silvana. Aunque sincera en sus declaraciones, el testimonio resulta inconsistente, y -como se ha visto- contradictorio. Parece probable que Yamila quedó virtualmente impresionada por el relato de su amiga y a expensas de creer haber visto lo mismo.

Sus trastornos (pesadillas, enuresis) resultarían la expresión del miedo subsiguiente. No habiendo causas orgánicas, hormonales, y dado que a los dos años aproximadamente se realiza el control de esfínteres, se puede presumir que la niña ha padecido alguna angustia o tensión de naturaleza nociva.

c) Es sugerente que a la hora aproximada del avistamiento y en la dirección precisa donde se hallaba la supuesta nave espacial, se producía la salida del Sol (8,15 horas, crepúsculo matutino). Vale decir que, al margen de otras notas significativas, la observación de Yamila se corresponde con la aparición del astro solar, de refulgente aspecto.

d) No se observaron huellas ni marcas en el lugar. Es pertinente señalar que en la posición que se halla el objeto hay un tendido de cables eléctricos. Sin embargo, no fueron dañados, ni hubo desperfecto alguno en el suministro. Tampoco la planta de ligustre que habría sido tocada por la mano del supuesto extraterrestre, ni su entorno inmediato, sufrieron alteraciones.

e) No disponemos de motivos fundados acerca de la inquietud de la perra mascota, de carácter dócil y costumbres domésticas, antes y después de la presunta aparición. De todas formas, si su conducta durante el día anterior fue curiosa, no debiera llamar la atención que después de pasar una fría noche fuera de la casa (por cierto, poco habitual en ella), vuelva a manifestar inquietud por entrar, en la mañana, cuando comprueba que sus amos se han levantado. No está demás señalar que, durante nuestra presencia en el lugar, la perra tuvo un comportamiento de algún modo semejante. Asimismo, conviene agregar que “la característica de terror, de susto, de miedo a partir de este hecho”, según afirma y registra el canal 3 de Santa Rosa, mostrando al animal agazapado, tiritante y con la cola entre las patas, no se debió a la aparición de la extraña nave, sino -de acuerdo a Graciela, madre de Silvana- “al susto que tenía por el movimiento de personas de la televisión, empleando cámaras y reflectores, a los que no estaba acostumbrada”.

f) A propósito de los sucesos ocurridos en la noche del domingo 7 y la madrugada del lunes 8 en una amplia franja del sur de Córdoba y el norte pampeano (donde ocurrieron inusitadas estampidas de animales vacunos atribuidas a la aparición de OVNIs), y relacionados con el episodio aquí tratado, un análisis de los hechos nos permite conjeturar que los mismos se habrían producido como consecuencia del paso de aviones militares, en vuelos de entrenamiento, con motivo a los actos conmemorativos del 82° aniversario de la creación de la Fuerza Aérea Argentina, celebrado el miércoles 10 de agosto (vse. artículos al respecto en Shambhalha, nº 6, ps. 16/24).

g) Aunque los hechos arriba indicados cobraron notoriedad recién el miércoles 10, en la noche del lunes 8 Silvana ve en la televisión, a solas, un noticiero en el que pasan el caso de un OVNI, lo cual le genera un intenso miedo. Este episodio operaría, a la postre, a modo de los restos diurnos: expresión utilizada para designar los elementos (a menudo insignificantes, en apariencia) presentes en el estado de vigilia el día anterior, pero que aparecen -por ejemplo- en el relato que el sujeto hace de su sueño, o en las asociaciones libres.

h) El aspecto del tripulante descrito por Silvana es poco frecuente dentro de la pródiga fauna de visitantes interplanetarios, aunque el marciano verde constituye un prototipo muy difundido en la literatura, filmografía y dibujos de animación infantil. Pero entre los más aterradores personajes, de ignoto origen, hallamos -con llamativa semejanza- los pequeños y abominables hombrecillos verdes, de orejas puntiagudas y largos brazos con tres dedos que presenta S. Spielberg en el filme Gremlins.

La propiedad elástica de uno de los miembros del extraterrestre visto por Silvana, cuyo brazo se extiende algunos metros, raramente la encontramos en los reportes sobre OVNIs, pero con frecuencia aparece en las producciones infantiles. Basta citar, por ejemplo, los dibujos animados de televisión Los Fantásticos 4, Pequeños Magos, y Fluid-Man, cuyos héroes pueden estirar su cuerpo tanto como ellos deseen alcanzando medidas increíbles.

i) Existe una imbricación o sobreposición significativa, entre la historia personal y problemáticas por las que atraviesa Silvana y el relato ufológico que ella produce.

Conclusiones

Las circunstancias descritas hacen presumir que el episodio narrado ha consistido en una fantasía, producida en un estado crepuscular o de ensoñación de la conciencia, obnubilada en momentos próximos al despertar. La niña ha producido un acto capaz de adscribir al mundo exterior sus contenidos psíquicos inconscientes, que no reconoce como de origen personal y a resultas de lo cual experimenta como percepción externa

Conformadas parcialmente por restos diurnos, parece haber proyectado -a modo de investimentos- sus fantasías edípicas y de separación, mediante un alto componente simbólico de carácter sexual, condensando contenidos variados que se ligan a experiencias personales penosas, presentes en diversas expresiones de su vida anímica y afectiva.

Llegados a este punto, hemos de pasar a desarrollar el proceso desencadenante.

El marco interpretativo

La interacción entre el niño en el crecimiento y su ambiente pueden dar origen a tensiones y cargas, cuya solución intentada dependerá del modo cómo las enfrente, y de las actitudes de quienes mantienen vínculos más cercanos. Algunas reacciones de conductas son transitorias o leves, pudiendo considerarse como parte de la maduración normal. Por ejemplo, las perturbaciones de dormir (bajo la amenaza de ciertos contenidos inconscientes), o el miedo causado por la impresión repentina de algún hecho inaudito (especialmente relacionado con objetos imaginarios, o depositarios de su intensa angustia y conflictos actuales).

La dificultad de aprendizaje que los padres observan en Silvana, a la manera de un trastorno de conducta, sería provocada por un bloqueo emocional, surgido cuando la niña asocia aprendizaje con crecimiento y con el hecho de verse forzada a abandonar su dependencia. Situación que se reactiva a partir del nacimiento de su hermana Agustina y de su penoso traspasamiento, o entrada, por la etapa edípica.

En efecto, al designar la organización de un modelo de relación con los padres durante la fase fálica del niño (crucial de tres a cinco años, aunque se encuentra una fantasmática de la castración independientemente de su referencia genética a esta fase), el complejo de Edipo desenvuelve deseos en apariencia contradictorios, pero complementarios, de amor y hostilidad. En la niña tiene una larga prehistoria, cuya importancia recae en ese tiempo primordial de ligazón con la madre, primer objeto de amor. Acompañado de reproches, su ingreso en el complejo de Edipo estará determinado por el descubrimiento de su inferioridad fálica (tiempo en que se resignifican también las pérdidas anteriores), siendo la decepción la que aparta a la niña de su madre, depuesta de la posición omnipotente y omnipresente, y cayendo de ese lugar de la identificación. Haciendo un llamado a interceder en esa relación de posesión exclusiva de la madre, a quien siente como algo hostil por el temor que inspira y el dominio que sobre ella ejerce, se consolida entonces la presencia del padre, como término de rivalidad y principio de prohibición, imponiendo una barrera, una ruptura del circuito especular del tiempo mítico.

No obstante, conviene aclarar que la representación triangular de la relación edípica es demasiado esquemática para poder dar cuenta del papel desempeñado por el Edipo, el cual se revela en un estudio más completo.

Al plantear este problema, se connota el denominado complejo de castración. De alguna manera, la castración (término que designa cualquier atentado contra su integridad psíquica, corporal) es la primera solución que el niño encuentra fantasmáticamente para explicar la diferencia de sexos: la presencia o ausencia del rasgo anatómico masculino, que le da primacía. Cuestión que se halla presente en el enigma del nacimiento y en la tentación que tienen los niños de representarse la conformación corporal de los padres.

En la niña el complejo de castración inaugura la búsqueda que la lleva a desear o reivindicar lo que no tiene. Complejo que, a su vez, permite adquirir la representación de un daño narcisista por pérdida corporal (vivido en algunos casos de modo irreparable de su imagen gratificante), pudiendo citar como ejemplo, la separación del vientre de la madre al nacer. El alcance de este complejo está ampliamente atestado por la clínica psicoanalítica en el material inconsciente que traen los pacientes.

De manera general, debe señalarse el sentido que toma la castración como separación, ruptura de un lazo imaginario. Allí donde el nacimiento -ora recreación imaginaria- se constituye en un modelo, prototipo de la angustia primigenia, separación del cuerpo materno, como efecto del complejo de castración.

La narración de Silvana posee un contenido extraño, pues ha visto (significativamente hacia el naciente y frente a su casa), un objeto esférico suspendido en el aire en cuyo interior se halla un ser antropomorfo, y una portezuela por donde sale una mano con un largo brazo que toca una planta. Sin embargo, el eje central de su relato es el temor, y la angustia manifiesta, frente a la posibilidad de ser atrapada, “agarrada” por el tentáculo que se extiende amenazante, repetido incluso en sus sueños nocturnos.

En pleno recrudecimiento edípico, Silvana ha encontrado el modo de representar la angustia que emerge como señal de cercanía de un goce terrorífico imposible de acotarse, frente al peligro de quedar adherida “dentro del vientre materno”, y por lo cual recurre al corte. Tentada a sucumbir a la convocatoria, lo deseado se torna temido ante la posibilidad de quedar enajenada, atrapada por la madre estragante. La niña ha encontrado una imagen deformada y una actitud involutiva bajo la forma de fijación en la madre, quien sigue ejerciendo una fascinación inconsciente que amenaza con paralizar su desarrollo. Sin embargo, la escena en la que se halla implicada da cuenta de dos movimientos: a) uno regresivo, de retorno a la madre, al comienzo de la vida, eligiendo símbolos que expresan la interioridad (mediante elementos que están en contacto “con” o “dentro de”), y b) recurriendo a otra instancia como para promover un cambio, con efectos modificadores concernientes a su desprendimiento.

Dicha percepción correspondería, pues, a la representación del útero materno, matriz donde se aloja el nuevo ser por nacer, avizorando la presencia de la figura del Otro paterno (“que está ahí, en potencia, en la boca, y que contiene la traba”, metaforizará J. Lacan) como instancia separadora del vínculo alienante de completud imaginaria, estableciendo límites y trayendo pacificación en esa relación inestable y tensa entre la niña y la madre.

Frente a la aterrorizadora escena, una sola palabra pronuncia. Clamor que invoca al origen y confirma la vida: ¡¡Mámi!! (acá está). Acaso un llamado auxiliador, grito primordial que adquiere nombre y que, antes de huir, nombra.

Referencias periodísticas sobre el caso:

La Arena, Santa Rosa, 20 agosto 1994; Crónica (vesp.), Buenos Aires, El Litoral, Santa Fe, El Territorio, Posadas, 21 agosto 1994; La Prensa, Buenos Aires, y La Razón, Buenos Aires, 23 agosto 1994.

Bibliografía consultada:

Cobos, Francisco. Psiquiatría Infantil, Edit. Pluma, Bogotá, 1972, p. 116, 164 y ss.

Freud, Anna. El Yo y los Mecanismos de Defensa, Edit. Paidós, Buenos Aires, 12va. reimpr., 1986, p. 80.

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Jones, Ernest. Vida y Obra de Sigmund Freud, Edic. Nova, T. II, Buenos Aires, 1962, p. 439.

Lacan, Jacques. El Seminario, Libro II, “Los cuatro conceptos fundamentales del psicoanálisis”, Edit. Paidós, Buenos Aires, 1989, p. 222.

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Laplanche, J. y J.-B. Pontalis. Diccionario de Psicoanálisis, Edit. Labor, Barcelona, 1981.

Page, James D. Manual de Psicopatología, Edic. Paidós Ibérica, Barcelona, 1982, p. 391.

Pereira, Jader U. Les “Extra-terrestres”, G.E.P.A., 2e. Nro. spécial de la revue Phénoménes Spatiaux, París, 1974 

http://www.visionovni.com.ar/modules/news/article.php?storyid=920

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