domingo, 9 de junio de 2013

Monte León, Santa Cruz: Una singular observación en la Patagonia (22 de noviembre de 1962) 
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI 



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Recorte de prensa del diario El Día, 2 de enero de 1966.
En un artículo de la serie “El enigma de los OVNI”, publicado en el diario El Día, de La Plata, firmado por Omar R. Pagani, con fecha 2 de enero de 1966, se conoció un interesante caso ocurrido tres años antes en cercanías de Monte León, provincia de Santa Cruz.

Cuando viajaban en automóvil desde Comandante Piedrabuena hacia Río Gallegos, Rodol­fo Padín y otra persona vieron a un costado del camino y a 70 m de distancia un arte­facto metálico, de forma ovalada y plana, con una cúpula transparente. Tendría el tamaño de un automóvil y se encontraba posado en tierra, rodeado por una especie de niebla. En su interior se movían tres formas de apariencia humana y pequeña estatura, que lle­vaban vestimentas de aspecto metálico. A marcha muy lenta, ambos testigos observaron el fenómeno durante 20 minutos, hasta que cobró altura, volando en trayectoria oblicua y ascendente. No escucharon ruido de motores y notaron que el objeto dejaba tras de sí una estela de humo blanco.

Según expresa en detalle O. R. Pagani, los hechos habrían sido los siguientes:

“El día 22 de noviembre de 1962, a las 3,20, Rodolfo Padín, argentino de 30 años de edad, domiciliado en la ciudad de Río Gallegos, provincia de Santa Cruz, se encontraba viajando en automóvil por la ruta que une la localidad de Comandante Piedrabuena con Río Gallegos. Lo hacía en compañía de otra persona cuyos datos el testigo, lamenta­blemente, no recuerda porque se trataba de un acompañante ocasional, que teniendo que trasladarse a territorio chileno, le pidió en Piedrabuena que lo acercara a Río Galle­gos para de allí poder volar a su destino".

“La noche era clara, con una hermosa luz de Luna, el tiempo seco y el cielo poblado de estrellas".

“No existía en la mente de Padín otra preocupación que la que requería su atención sobre lo que estaba realizando, es decir, la conducción de su automóvil, que por otra parte era escasa ya que viajaban a 40 kilómetros por hora, y la que exige una conversación trivial con un interlocutor circunstancial sobre las pocas cosas que pasan en e­sos lugares donde nunca pasa nada… hasta que pasa, como veremos en seguida".

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El lugar del incidente.
“Al llegar al lugar denominado Monte León, nombre que toma de un establecimiento ganadero y cabaña próximo, y al terminar de subir una pequeña cuesta que allí se encuen­tra, ambos pasajeros sufrieron -según Padín- la sorpresa más grande de sus vidas. En el camino, y a unos 70 metros de la huella hacia la izquierda un objeto metálico, de forma ovalada plana, con una cúpula central clara, como de cristal, pero de color rojizo, se encontraba apoyada en el suelo".

“Para observar mejor Padín fue aminorando la marcha de su coche hasta hacerla mínima, pero sin llegar nunca a detenerse, porque según él ‘la hora era muy avanzada y la sor­presa que recibimos muy grande’. Ello no obstante, esa velocidad les permitió ver que en el interior del objeto se movían tres formas humanas de pequeña estatura, aunque este detalle está sujeto a las características del cristal de la cúpula, porque él cree que deformaba las imágenes. Sus vestimentas eran también de color metálico, cosa que podían apreciar bien dada la claridad que reinaba en el interior del objeto".

“Los testigos tienen la impresión de no haber sido vistos por los tripulantes, o por lo menos si lo fueron ello no los inquietó porque llevando el coche tan lentamente pudieron observar el artefacto durante casi 20 minutos, al cabo de los cuales quedaron con la más absoluta certeza de haberse encontrado con algo absolutamente desconocido".

“Relata el testigo principal -siguiendo con la crónica de O. Pagani-, que por haberse quedado muy impresionado, a medida que avanzaban por el camino, continuó mirando hacia ese costado y hacia el cielo durante largo rato, y así fue, como 25 minutos después, volvieron a verlo, de ese mismo lado, pero ahora volando, en posición oblicua y direc­ción ascendente a una altura de unos 2.000 metros, semejando esta vez un cohete de forma ovalada que en pocos segundos se perdió en el cielo”.

Interrogado al tenor de un cuestionario, el testigo señaló que el objeto era “más o menos del tamaño de un automóvil Ford Falcon” (n: 4,50 m), y que siempre mantuvo igual forma, aunque “a su alrededor había como una especie de niebla que parecía despedirla el objeto. Y cuando lo vi por segunda vez dejaba detrás una estela como de humo blan­co”, sin que fuera percibido sonido alguno proveniente del artefacto.

En cuanto a su opinión respecto a la observación efectuada, afirmó: “Bueno, yo creo que es lo que llaman plato volador, pero para mi no es redondo sino ovalado, y así lo observé cuando ascendía. No tengo dudas que era sólido y estaba tripulado, y que sus tripulantes, tal vez por efecto del cristal, eran de pequeña estatura”.

¿Bases de OVNIs en el Sur?

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Capitán de Fragata Omar R. Pagani.

Los comentarios sobre el episodio, por parte de quien suscribe el artículo de prensa, Omar R. Pagani, resultan muy generales a excepción de un último y significativo párrafo donde califica al caso de Monte León como un ejemplo de los mejores avistamientos efectuados con vehículos posados en tierra.

Muy a pesar, según el testigo Rodolfo Padín, la encuesta fue realizada por correo a través de un cuestionario impreso.

La postura frente al problema es definida por Pagani desde un comienzo del artículo:

“Desgraciadamente, las distancias, la escasa densidad de población y la dificultad de las comunicaciones con la zona, nos impiden el contacto con lo que suponemos un nú­mero importante de observaciones en nuestra Patagonia".

“Si de algo podemos estar seguros respecto a estas insólitas visitas y a la falta de urbanidad de sus responsables, es que ellos prefieren no molestar nuestra atención, Pero, si por alguna circunstancia lo hacen, eso no les importa mucho tampoco. Por esta razón suponemos que, si bien no conocemos los motivos que los impulsan, cualesquiera sean ellos, prefieren satisfacerlos sin nosotros, por ahora al menos…"

“Es así que la inmensa soledad de nuestro Sur debe resultarles un ambiente muy propicio para sus incursiones: esto, a la luz de las observaciones que conocemos en esas lejanías".

“Esa seguridad, por otra parte, o probabilidad, de poder cumplir su cometido, cualquiera que sea, sin ser observados, debe ser la que hace que las observaciones allí realizadas constituyan las mejores efectuadas con vehículos posados en tierra”.

Es curioso notar que Pagani no fundamenta la suposición de que existiría en la Patagonia “un número importante de observaciones”, cuando por otra parte está diciendo que ellos hallan en el sur “un ambiente muy propicio (…) de poder cumplir su cometido, cualquiera que sea, sin ser observados”. ¿Cómo podríamos imaginar tales observaciones sin observadores? Porque el aislamiento de su baja población en los vastos territo­rios tampoco son suficientes motivos.

Será oportuno recordar que apenas unos meses antes del caso -en agosto de 1962-, comenzó a circular una insistente versión sobre la presumible existencia de una base de platos voladores en el sur argentino, cuando el transportista Vicente A. Bordolli, en sus habituales viajes al sur, en compañía de su hijo, afirmó: “En las profundidades del golfo San Matías existe, con absoluta seguridad, una base de platos voladores”, agregando que desde la ruta nacional 3, que bordea la costa del sur argentino, ha visto emerger y amerizar en varias ocasiones extrañas naves luminosas (1). Las impresiones del camionero, nunca bien examinadas y débilmente corroboradas por otras versiones de la época, fueron tomadas como una rigurosa realidad.

Aún más en julio de 1965, en circunstancias de observarse un presunto OVNI en la Antártida Argentina[1], que habría resultado ser “simples fenómenos aurorales” {2), a decir del Prof. Félix Cernuschi, director del Departamento de Física de la Facultad de Inge­niería de la Universidad de Buenos Aires. En sentido parecido se expresó también el Ing. Teófilo Tabanera, pionero de la astronáutica argentina (3). Sin embargo, las mira­das platillistas se dirigieron hacia el sur. Y fue el Ing. Enrique L. Ferraz, profesor del Departamento de Ingeniería de la Universidad del Sur, avalándose por recientes descubrimientos, quien destacó: “La prolongación imaginaria de las apariciones (de OVNIs) producidas en Europa desembarca en nuestro país. El hecho de que se produzcan tantos sucesos de esa naturaleza en nuestra Patagonia ha comenzado a ser científicamente explicable. Pensamos que vuelan por este itinerario deliberadamente porque en él encuentran el mejor lugar de salida de la órbita terrestre. ¿Por qué? Porque recientes descubri­mientos practicados con el lanzamiento de satélites tienden a demostrar que el cintu­rón de Van Allen[2] -de tremenda radiactividad- constituiría las líneas de fuerza del tremendo imán que es la Tierra. Entonces, por los polos residirían zonas de rápido cruce, donde aminoran los efectos del campo magnético. Y allí, donde también se atenúan las consecuencias de la fuerza de gravedad, estaría el mejor punto de salida para abandonar la Tierra en vuelos interplanetarios” (4)

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Sanger Bredt, Herman Oberth, Eugen Sanger, Frederick Durant, Arthur C. Clarke y Teófilo Tabanera en el Congreso Internacional de la Federación Internacional de Astronáutica, en Stuttgart, Alemania, en 1952.

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Reverendo Padre Segundo B. Reyna.
No obstante el entusiasmo inicial, los informes continuaron en niveles excesivamente bajos y nada más habría robustecido la creencia de que en el sur argentino “queda una abertura para el ingreso de los platos voladores”, como sostenía el Reverendo Padre Segundo B. Reyna, augurando prolíferas observaciones (5).

El artículo de O. R. Pagani, publicado algunos meses después del anuncio de Ferraz, no parece ajeno al clima platillista que veía a la Argentina favorecida por la entrada de los platos voladores, sin que -a la luz de las observaciones que conocemos- podamos pensar seriamente que hemos encontrado un ambiente propicio para el desenvolvimiento de estos fenómenos.

La investigación

Nuestra reencuesta fue realizada a fines de 1984, entrevistando al testigo Rodolfo Padín. Nació en Río Gallegos, Santa Cruz, el 25 de octubre de 1933, de manera que a la fecha del avistamiento tenía 29 años. En ese momento era socio de una mueblería, de la que ahora es su único dueño, habiendo ampliado su actividad comercial a varios locales en el rubro de artículos para el hogar. Tiene afición por el automovilismo y la aviación, motivo que lo llevaron a pilotearlos.

Como se verá, el relato que nos proporciona Rodolfo Padín difiere en algunos aspec­tos con el originalmente obtenido. Aún cuando asegura que “es lo mismo que les estoy diciendo”, y que lo “recuerda como si fuera hoy”, es posible que en ese transcurrir hayan ocurrido algunas inevitables variaciones, en especial, porque el testigo parece no haber reactualizado su recordación. “Pensamos en no contar nada -nos dice-, pero lo hicimos a dos o tres de acá, y después a gente que estudia esto me han preguntado y les dí algún informe; fue a uno, que me envió un informe por carta”.

He aquí su exposición: “Fue más o menos en Monte León, a la salida de Comandante Piedrabuena (n: 29 km aprox.), llegando antes del camino viejo. Habíamos salido de Comandante Luis Piedrabuena con rumbo a Río Gallegos, previo paso por Lemarchand. Nos encontrábamos a la altura de la cabaña y estancia Monte León, cuando de pronto vimos algo en el cielo, como que se cruzó; y automáticamente se paró el motor de mi Farlaine modelo 1957, quedando como sin batería, detenidos. Estuvimos allí unos minutos cuando notamos que habría volteado y apareció en tierra a una distancia aproximada entre 500 a 1500 metros. No podía precisar porque había muchas matas, pero lo que se veía eran como tres cabecitas, tipo enanos".

“Puede ser que sean 500 metros que se veían tres cabecitas, perfectamente. Lo que lamenté es no ir hasta allá después que se levantó, pues mi acompañante me dijo: ‘no, quédate acá, a ver si tenemos algún problema; porque yo algo de esto leí’, bué, así que no nos movimos del coche. Quedamos sentados, mirándolos. No me acuerdo exactamente la hora en estos momentos, pero serían las 3,30 de la madrugada".

“Lo hemos visto en el transcurso de un minuto, y medio, o dos. Lo vimos posado cuan­do daría vuelta sobre nosotros, que vimos la luz y quedó posado; después, lo perdimos de vista. Habrá levantado vuelo".

“Se hallaba paralelo a donde manejaba yo, del lado izquierdo, del Atlántico (n: Este). Irradiaba una luz amarilla con rojo, medio anaranjada, tirando a fuego. Amarillo fuego. El objeto se veía como un huevo cortado al medio, con la parte de abajo como si fuera una máquina, que no se ve por la oscuridad, y la parte de arriba con luz. Era algo así, con tres cabezas".

“Cómo le puedo explicar…, el objeto era como una zapatilla, más o menos así, como si fuera un coche de carrera con punta, toda redonda de frente y la parte trasera como algunos propulsores que al levantar vuelo pierden humo. Después, la otra luz, parecía que giraba como un plato volador; era como una bola de fuego que pasó raudamente. Como por la radio en ese entonces se empezaba a hablar de los extraterrestres, pensamos que pudo haber sido eso. Se hablaba de platos voladores".


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Vehículo y la visión futura de la época, reflejada en la revista Coche a la vista!… de agosto de 1960.

“Lo observábamos desde el interior del auto, a través de la puerta, que se aflojaban siempre por lo grande que eran. Inclusive la misma cola del Farlaine 57 era, más o me­nos, a la del aparato, de los reactores del decolaje. Se detuvo el auto primero, y al mirar a ver qué pasaba, vimos la luz, que estaba a un costado del coche, de mano izquierda. Aparentemente parecía que sí estaba posada en el suelo, porque ustedes saben cómo, es el terreno acá en la Patagonia. No es una planicie, sino que pudo estar arriba de las matas, que existen de 0.80 m, o en un bajo del terreno. Al no descender del au­to, no pudimos constatarlo. Fue por la vieja ruta 3, del lado izquierdo para quien va a la Patagonia” (NdR: Piedrabuena se halla a 249 km de Río Gallegos y a 35 m s/n mar).

Las figuras: “Se ven como caminando tres, ahí, como cabecitas. Se notaba que uno iba adelante y otro atrás, como un avión monomotor con un piloto adelante y dos atrás. Iban en el interior y en ningún momento los vi bajar, y vuelvo a decir que habían estado un minuto, uno y medio quizá".

“Se le veía manejar una palanca como sería un comando solo. Uno estaba con una cosa en el medio y miraba un tablero, no sé qué era. No podría precisar qué era. Vestían como aluminio, o sea, eso que sale en las películas. Tenían escafandras, como las que u­san debajo del agua. La cabeza estaba herméticamente cubierta y de la cara no se veía nada. ¿Antenas?, no, no. Se veía en la cabeza como una pequeña antena en el medio de la misma, en cada uno, pero no sabía si eran antenas o el reflejo de la noche con la mata. Dos de los tres estaban parados; el de adelante parecía que tenía alguien fuman­do, algo manipuleaba, no sé; sería el despegue. Pero no escuché sonido alguno".

“Movimiento no vimos ninguno, solamente el de adelante que parecía mover una palanca, una palanca que no sabemos. Se veía que eran chicos, o se verían con un diminutivo que tendría el aparato que hacían verse así. Se veían chicos, ahora yo no sé si eran chi­cos o si eran grandes. No podía precisar, pero los observaba hasta la cintura, o un poquito menos. Como si estuviera sentado, puede ser también, ¿no? Pero eso ya escapa… Tenía ganas de bajar, quería intentar ir hacia allá, pero mi compañero me dijo ‘no, no vayas…’ Eso cuando había pasado recién, que nos quedamos sentados y esperamos, y habrá estado un segundo, cuando vimos a esos tres seres o extraterrestres, no sé qué, un minuto, minuto y medio. Capaz que nos acercamos y quedábamos petrificados o muertos”.

Continúan viaje: “Nos quedamos sentados ahí y no sabíamos qué hacer. No conversé, no bajamos…, se paró el coche, nos quedamos sentados un rato, cabeceando a ver qué pasaba mientras mirábamos. Nos quedamos detenidos, y dijimos ‘no, no debe ser nada…, no tiene nada que ver’; y después de unos quince minutos, fumar un cigarrillo, dije ‘voy a intentarlo’, así que puse el coche en marcha, arrancó enseguida y salimos para Lernarchand, donde paramos, tomamos un café. Estaba amaneciendo (n: el Sol salió a las 5,39). Miramos el auto, pensando que había fallado la batería, pero no, porque después anduvo bien. Había arrancado. No tenía nada del otro mundo. Sólo con el comentario de lo que vimos llegamos a Río Gallegos".

“Fue una noche un poco oscura, pero el cielo estaba claro. No recuerdo haber visto la Luna. Estaba algo fresco, pero hacía buen tiempo y se veía perfectamente. Eso es todo lo que he visto con un amigo mío, chapista de Trelew, llamado Antonio Fedrizzi, que venía viajando conmigo. Sé que vendió el taller y ahora tiene una chacra”.

Reflexiones sobre el caso

La lectura de las dos únicas versiones permite advertir una coincidencia estructural de los relatos, con algunas discordancias. Cabe suponer que el testigo, Rodolfo Padín, ha mudado el recuerdo de esa inusitada experiencia, o bien, que hubo un error en la interpretación de las respuestas y la articulación de su discurso por parte de los investigadores. Es por eso que, nosotros, hemos preferido transcribir el relato (grabado) en palabras del propio testigo. Al menos, de los aspectos más salientes.

Entre los desacuerdos, mencionamos la distancia (de 70 m a 500-1500 m), la aminorada marcha del automóvil sin detenerse al abrupto paro, la duración del avistaje (de 20 min a 1 o 2), la cinética del objeto (estaba posado sin moverse a observar su descenso y elevación) y el momento en que ve una pequeña luz (después a antes de ver al portento).

No es tarea fácil determinar cuál es la verdad, pero si ambas encuestas recogieron fielmente el testimonio de Padín, las diferencias nos muestran la acción de la fanta­sía que opera ante los eventuales olvidos. En otras palabras, no se trata de no recordar, sino, en fabular los hechos aparentemente olvidados, reconstruyéndolos en una trama congruente a las partes recordadas.

Asimismo, la reencuesta logró conocer otros pormenores del caso y corregir algunas inexactitudes de la primera, por ejemplo, la edad del testigo, o la “hermosa luz de Luna” que precedía al avistamiento (según Pagani), difícilmente apreciable porque estaba oculta. A pesar de todo, creemos que aquel informe se adecua más a como habrían ocurrido los acontecimientos, conforme a la percepción de Padín.

En cuanto al “acompañante ocasional” y subsecuente “amigo”, el chapista Antonio Fe­drizzi, aún no ha sido posible localizarlo para confrontar los testimonios.

Así las cosas, resulta al momento difícil realizar una concienzuda evaluación sobre la base de las disparidades halladas en las versiones provenientes de un mismo testi­go. De ahí que la reinvestigación es útil en la medida en que pueda ser confrontada con otras.

El testigo principal nos impresiona como un sujeto in­quieto, emprendedor e imaginativo, susceptible de adjudi­carle al OVNI más cualidades de las que sería posible no­tar a la distancia (antenas, tablero, cristal reductor de imágenes, etc.). Nos inclinamos a creer que Padín ha vis­to realmente algo, pero cuyo relato podría estar teñido de ciertos aditamentos personales ligados a sus intereses y, en la entrevista, manifiesta cierta preocupación por satisfacer las expectativas de su interlocutor, lo que podría haber incidido en sus respuestas.

Un examen de los datos astronómicos, de las 3,20 horas, de aquel jueves 22 de noviembre, nos ofrece la posibili­dad de establecer cierto parangón.

La Luna se hallaba en su 25ª fase decreciente, con una fracción iluminada del 21%, su declinación 1º 48’ 29” y la ascensión recta de 12 h 25 mino La altitud era de -0.87° y el azimut de 87 grados (f: C. Demaría).

Se advierte aquí, que la posición de la Luna coincide exactamente con la del supuesto OVNI. Allí donde asomaba, al Este y próximo a la línea del horizonte, un objeto semicircular, “como un huevo cortado al medio”, luminoso, y unas figuras enanas bajo esa “cúpula como de cristal”.

Aún con alguna insuficiencia de datos, esta coincidencia resulta muy sospechosa al momento de expedirse sobre la naturaleza del fenómeno registrado en la localidad patagónica de Monte León. Inclusive, con algún grado de probabilidad, to­do lo anterior respalda la suposición que se trata del astro lunar con un singular aspecto.

Referencias 

(1) La Razón, Buenos Aires, 8 agosto 1962.

(2) rev. Atlántida, Buenos Aires, agosto 1965, p.97.

(3) La Razón, Buenos Aires, 9 julio 1965.

(4) Ibíd., 10 julio 1965, p. l.

(5) Ibíd., 27 abril 1967, p.8; et; al.

[1] En ese entonces, Omar Roque Pagani era capitán de fragata de la Amada Argentina, y encabezaba la Comisión OVNI, desarrollando una profusa tarea de investigación. Además, impulsó la difusión del comunicado oficial de la Secretaria de Marina en relación a estos controvertidos sucesos antárticos.

[2] Cinturones de Van Allen: Nombre dado a dos zonas anulares y concéntricas, ricas en partículas electrizadas de alta energía, que rodean la Tierra y cuya presencia ha sido revelada por los satélites artificiales. Con­tienen radiactividad, pero no representan riesgo alguno para los astronautas que los atraviesan con cierta rapidez en el interior de un habitáculo protector

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