martes, 27 de marzo de 2012

Chile
Experiencia OVNI del Mayor de Ejército Rodrigo Bravo
por Rodrigo Bravo

Rodrigo Bravo Garrido. (Crédito: publimetro.cl)

Crédito: sergiolacroix.blogspot.com

El mayor Rodrigo Bravo Garrido, oficial del Ejército chileno y piloto militar, autor de un libro junto al paleontólogo Juan Castillo denominado “Ufología aeronáutica”, y colaborador con el general Ricardo Bermúdez del capítulo 19 del libro "UFOs: Generals, Pilots, and Government Officials Go on the Record", de la periodista estadounidense Leslie Kean, relata en primera persona su reciente encuentro (22 de marzo pasado) con un fenómeno aéreo no identificado.

A continuación, su relato:

DESPUÉS DE AÑOS DE ESPERA SUCEDIÓ

Observé un Fenómeno Aéreo Anómalo en vuelo. 

Las condiciones un tanto complejas, porque se trataba de una operación militar nocturna, en un sector con pocas referencias visuales y sin luna (vertical Chamonate, Copiapó), sumado a que el aeródromo de destino (Desierto de Atacama) se encontraba bajo condiciones IMC (cubierto por una capa nubosa de estratos), es decir, para aterrizar se requería una aproximación instrumental, la cual se intercepta a 15 millas del aeródromo, por lo que en el caso de una emergencia y necesidad de aterrizaje inmediato, se debía previamente realizar el proceso de aproximación, el cual retarda a lo menos 20 minutos la llegada a la pista.

En esas circunstancias, estábamos lanzando paracaidistas libres, vertical la pista de Chamonate (SCCH) a 11.000 pies (3352 mts) nocturno y en vuelo con rumbo 270° hacia el Weste, y a 3 minutos del lanzamiento, se observa hacia el 270º una "estrella" un tanto diferente por el tamaño y color. Esta observación se realiza a las 22:03 local y los tres de la cabina lo comentamos y detenidamente la empezamos a analizar por su extraña forma.
 
Pasado un minuto, esta supuesta estrella blanca originalmente, pasa a ser una luz de color rojo con matices naranja y aumenta su tamaño de dos a tres veces, intensificando sus cambios de color, pasando del blanco al rojo, naranja y retornando al rojo, para quedar definitivamente de color blanco (amarillento). 



 
Inicialmente llamamos en frecuencia 128.30 al RADAR de Santiago, que controla la Región de Información de Vuelo (FIR STGO.) desde Copiapó hasta Temuco, consultando por tráficos en el sector de Atacama, siendo la respuesta negativa ya que por el aumento de volumen, pensamos en un principio que se trataba de otra aeronave, obviamente de mayor tamaño y que volaba en dirección contraria a la nuestra, pero inmediatamente al frente.

Basado en el tipo de operación que realizábamos y en lo complejo que resulta tener un tráfico al frente en sentido contrario, se efectuó la llamada, dado el cambio de tamaño de lo observado, es decir en todo momento supusimos que era otra aeronave. 

Terminando la consulta radial, la luz se mantiene estacionaria vertical al aeródromo de Atacama a 17 millas de nuestra posición (a nivel nuestro, es decir 11.000 fts). Con el tamaño de dos o tres veces de la primera observación.
 
Se lanzan los paracaidistas y comenzamos a encender las luces de aterrizaje, a este supuesto tráfico que se encontraba inmediatamente al frente nuestro, para dar a conocer nuestra posición exacta.
 
Esta luz pulsaba agrandando y disminuyendo su tamaño, acompañado de cambios de color, los cuales variaron entre el rojo, el naranja y el blanco, siendo predominante el color rojo en su contorno.
 
Su dimensión inicial, permitía compararlo con una estrella, pero al aumentar de tamaño 2 a 3 veces, pudimos compararla con una luz de aterrizaje de una aeronave pesada.
 
Al segundo cambio de luces efectuado, este fenómeno (porque con la consulta radial y el comportamiento visto, inmediatamente nos dimos cuenta y comentamos a bordo que lo observado no era un avión) queda definitivamente de color rojo, disminuye un poco su tamaño y se comienza a desplazar hacia el norte, en descenso y queda nuevamente estacionario vertical a la localidad de Caldera (Radiofaro CLD) pero a 8000 fts estimados, lugar y altitud donde esta luz se apaga para desaparecer definitivamente en el momento que iniciamos el viraje para el este 090º y efectuar el segundo lanzamiento en la misma zona de operación.
 
Durante todo el resto del vuelo, fue comentario obligado de la tripulación lo observado, ya que inicialmente nos asustamos pensado que era un avión en sentido contrario, el cual estaba siendo vectoreado (dirigido con vectores) por el Radar del FIR STGO. Por tal razón, concluida la observación se notificó por frecuencia el incidente y con posterioridad se llenaron los informes CEFAA en la Oficina de Operaciones del aeródromo Desierto de Atacama.

Al comentar este hecho, tanto con la gente de operaciones, el jefe de servicio y dos controladores, nos encontramos con la sorpresa que en ese sector es regular la denuncia de fenómenos luminosos no identificados y de objetos voladores no identificados.

Dejando el tecnicismo propio de la actividad, en la cual se desarrolló este avistamiento y a título personal, debo confesar que esta observación para mi ha significado un sin número de reflexiones.

La primera de ellas, es que después de analizar, trabajar y exponer relatos y el audio de diversas observaciones de FANIs de terceras personas, se siente una extraña mezcolanza de emociones al protagonizar un encuentro furtivo de estas características. Ya por años he hablado de que estos fenómenos son reales, pero sin haber jamás observado algo así, por lo tanto, los propios argumentados relatos, fueron los que permitieron creer sin ver, casi como una cuestión de fe.

Obviamente con unos matices basados en la sana duda y cautela con los juicios de estas observaciones y por ende del fenómeno en cuestión.

El impulso es el mismo, ahora fundamentado con una experiencia que no deja de llamar la atención y que corrobora, lo que también se trabaja en seguridad aeroespacial y es el potencial peligro que estos fenómenos traen consigo, al momento de manifestarse próximos a aeronaves en plena operación. Pero por otra parte, queda esa lamentable sensación de descontento por no poder registrarlo, ni grabarlo, ni fotografiarlo, ya que pese a tener siempre a mano mi cámara, debo confesar que con el sobresalto inicial de la proximidad de otro “supuesto” tráfico y la rapidez con que esto se manifestó, cambio de color, de tamaño y de posición, no tuve el tiempo suficiente para hacerlo.

Como están las cosas, no faltaría el que indique que lo observado fue uno de los planetas que se hacen visibles con notoriedad en esta fecha, o un meteorito que realizó maniobras diferentes por la composición atmosférica, o como está de moda, no faltará el que indique que lo observado es una nueva especie de luciérnaga gigante que sencillamente se cruzó en mi vuelo. Como sea y con los escasos argumentos que sean, creo que esta importante experiencia rectifica que por ahora y aunque no les guste a muchos, el estudio más certero que entrega herramientas por el tipo de evidencia, registro y testigos de los no identificados es la aviación en general. 

En ese sentido, la Ufología Aeronáutica es la que está en condiciones más cercanas a estudiar este fenómeno y para ello existen las personas, profesionales en sus respectivas áreas, poseedores de las competencias necesarias para proseguir con las indagaciones que sean pertinentes, para acercar el conocimiento de este singular fenómeno aéreo no identificado.

En un lenguaje teológico, podríamos hablar que esta experiencia, significa para mi un verdadero tubo de oxigeno en momentos que me ahogaba en las profundidades del escepticismo y de la incredulidad. Ese escepticismo, estaba también alimentado por lo observado abajo, en la superficie, donde de una forma absolutamente desorganizada, a veces alarmista, sin un método ni procedimiento fijo, de manera mediática e irresponsable, se estudia este increíble fenómeno, no tan solo en Chile, sino que en todo el planeta.

Una luz al final del rumbo, porque no puedo decir el camino si estaba volando, pero que marca un antes y un después.

Sería todo....

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