lunes, 10 de agosto de 2020

Mendoza: tierra de OVNIs, ciudades intraterrenas y clarividentes

Mendoza: tierra de OVNIs, ciudades intraterrenas y clarividentes
Diversas noticias difundidas recientemente dan cuenta que en la provincia cuyana acontecen experiencias que muchos calificarían como de sobrenaturales.
por Luis Emilio Annino



Nuestra provincia parece tener un interesante historial de acontecimientos inusualmente extraños, que registra momentos propios de relatos de ciencia ficción o de una novela de suspenso o de terror. A continuación compartimos algunas noticias que aluden a avistamientos de OVNIs en la zona de Villavicencio, la existencia de una ciudad intraterrena conocida como Isidris, y los trabajos de pesquisa efectuados por una policía retirada que afirma tener habilidades para la clarividencia...


Juana Viale contó que pudo ver un OVNI en Mendoza: “Una luz se posó arriba”
La actriz relató el hecho que sucedió hace algunos años en la provincia, cuando estaba con dos amigas y su hija en la zona de Villavicencio.


La actriz vio una luz en el cielo mendocino y describió sus extraños movimientos.


En la jornada del domingo, Juana Viale recibió en la mesa de “Almorzando con Mirtha Legrand” a Patricia Sosa, Carmen Barbieri, Mariano Caprarola y Fernando Dente, pero sin dudas ella volvió a ser la gran protagonista de la emisión con sus anécdotas. Esta vez, la actriz sorprendió con una experiencia paranormal que vivió justo en la provincia de Mendoza.

Fue la cantante que recientemente se ha peleado con Valeria Lynch quien le dio el pie a la eventual conductora para que cuente un episodio en el que tuvo contacto con ¿un OVNI?

Después de que la pareja de Oscar Mediavilla relatara su historia con seres de “otro plano” (ver más abajo), Juanita recordó su vivencia en la provincia, en la zona de Villavicencio, hace más de diez años. “A mí me pasó en Mendoza, estaba con mi hija que tenía tres años y dos amigas más. Estaba Coki -una de sus amigas- manejando y yo estaba atrás con Ámbar. Yo tenía un auto que tenía el techo abierto”, comenzó diciendo la nieta de Mirtha.

“El cielo estaba azul, eran las dos de la tarde, estaba despejadísimo y de repente una luz se posó arriba”, continuó su relato, generando expectativa entre sus comensales.




Totalmente desconcertada con la situación, la hermana de Nacho Viale se preguntó: “‘¿Un lucero a esta hora? ¿No se puede prender una estrella a esta hora?‘, pensé. Les digo: ‘Che, miren eso. ¡Qué raro! Era una luz postada en el cielo”.

Según el relato de Juanita, la luz permaneció en el cielo algunos instantes más y se movió de una lado al otro hasta que desapareció, como absorbida por el mismo cielo y aunque estaban totalmente sorprendidas con lo que les pasó, ella y sus amigas no tuvieron dudas de lo que les pasó: “Acabamos de ver a alguien. ¡Todas lo vimos!”, cerró.



Patricia Sosa contó que se hizo vegetariana tras un encuentro con OVNIs
La cantante relató un encuentro con seres de otro plano y afirmó que le pidieron dejar de comer carne.




Hace 25 años atrás, la cantante Patricia Sosa experimentó un momento que le cambió la vida. Según contó como en la mesa del programa de Mirtha Legrand, conducido por Juana Viale, la artista mantuvo un encuentro sobrenatural en el Cerro Uritorco en el que le dijeron que tenía que cambiar su forma de alimentar.

"Yo empecé a ser vegetariana hace más de 25 años cuando tuve un avistaje de naves. Yo iba con una guía contactada y dos amigas más. Subimos al cerro como a las 12 de la noche, empezamos a escalar, y a las 2 de la mañana, unas luces nos empezaron a seguir. Eran luces, no platos voladores", explicó Sosa, y dijo que lo que pidieron era para comunicarse mejor con "seres de otro plano".

Luego, alentada a cantar por la mujer que los guiaba, siguió: "Me paré y cante, y sonaba como un estudio de grabación por la naturaleza. Y, de repente, como si quince autos te prenden los focos, vinieron y aparecieron muchas naves. De una grande salían dos más chicas. Eso era la absoluta certeza de que convivimos con gente de otro plano, no planetas".

Según explico Sosa, cuando descendían del cerro una luz se posó en un sendero y fue cuando tuvieron contacto: "Entonces la señora, la contactada, me dice: 'debería dejar de comer carne porque tiene una toxina que inhibe la telepatía".

Fue durante un asado que finalmente la cantante se dio cuenta que no podía comer más carne: "Yo ni bolilla a lo que me había dicho la señora. No pude. No es 'no quiero'... no pude. No me llegaba el tenedor a la boca. No pude. Era un mandato, y nunca más comí", finalizó.



Regreso a Isidris: ¿puerta cósmica o delirio colectivo?
Hace un par de décadas, miles de personas empezaron a hablar de cierta piedra ubicada atrás del Cerro Arco. Unos decían que era la puerta hacia una ciudad secreta. Otros, que se trataba de una base extraterrestre. El retorno personal al lugar que marcó a una generación de mendocinos.
por Facundo García


Una supuesta fotografía de Isidris, atribuida a Marcelo Masetti.


Lo que voy a contar pasó durante una época remota, cuando en Mendoza no había Internet ni celulares. Como en Stranger Things, pero en el subdesarrollo. Yo tenía quince años y me invitaron a una fiesta en los cerros. Al principio dudé, porque a la juntada iban a ir solamente niños y “grandes”. Ningún joven, ninguna chica con quien charlar. ¿Qué iba a hacer? Al final dije que sí —más por evitar las quejas de mi madre que por otra cosa— y fuimos mi vieja, mis hermanos y yo.

Avanzamos campo adentro, en el jeep de un vecino que se ofreció a conducirnos hasta el sitio. “Es acá”, dijo, y las ruedas frenaron haciendo ruido contra el ripio de un valle pedregoso. Vi que alguna gente ya estaba armando mesones, poniendo los platos y cortando las ensaladas. Para ellos iba a ser un lindo día de sol y asado. Para ellos. A poco de bajar del jeep, los nenitos de cada familia empezaron a correr y a tirarse pelotitas de moco entre sí, mientras que los adultos, como siempre, se pusieron a hablar de sus asuntos. Yo no sabía con quién ir. Los niños me trataban como a un grande y los “grandes” me trataban como a un crío.

Así que quedé solo, pero por suerte no era el único. A un costado, vi al paisano que armaba el fuego: también él parecía solitario. Nadie le hablaba, nadie lo miraba. De puro curioso fui a llevarle un vaso de vino y él me saludó con un apretón de manos. Un gaucho viejo, con la piel más arrugada que la leña. Tenía un semblante como de perro de pelea, cicatrices que le poceaban la cara y una mirada estrellada, fuera de órbita, con ojos de haber visto lo que los demás ni sospechaban.

Cuando me contó que vivía cerca, le pregunté por la famosa Piedra Isidris.

—Existe. Es aquí cerca.

— ¿Y qué hay ahí?

El gaucho avivó las llamas y el fuego se agrandó. Miramos a los demás, que seguían conversando. Los niños también seguían en su reino de juegos. El paisano le pegó un trago largo al vaso y después soltó:

—Como haber, en Isidris hay cardos, cactus, pajaritos. Y también visitantes…si se puede decir así. Yo he visto figuras blancas, con brillos. Son bajas, como de un metro. Tienen la cabeza alargada y una risa que no se sabe si es buena o mala. Si andás distraído no las ves: podés tenerlas un rato largo al lado hasta darte cuenta. Les gusta espiar. Una noche, andando solo, vi un coso de esos, saqué el cuchillo y lo empecé a perseguir. Él iba rápido, flotando; y yo iba a los tropezones, enganchándome con las espinas...

Real o no, la anécdota me pareció fascinante. Sin embargo alguien se acercó con una guitarra y el paisano se puso a cantar con voz aguda de tonadero cuyano, de modo que nuestra charla se interrumpió para siempre.

***

Volví a mi casa. Durante las madrugadas que siguieron a aquella conversación me costó dormir. Hoy casi nadie se acuerda, pero entonces la tele terminaba a las doce y media, con un cura que hablaba sobre el cielo y el pecado. Era lo último que mostraba la pantalla. Después no había más nada. Podías dejar la tele encendida, pero solo se veía la luz mortecina de los puntitos negros titilando sobre un fondo gris. Era toda la programación que ibas a encontrar hasta que llegara la mañana.

Únicamente quedaban algunas radios que transmitían tangos. Eso y el frío al otro lado de la ventana. En aquellas madrugadas de insomnio, yo me asomaba y me quedaba largos ratos mirando la montaña, como esperando escuchar algún llamado. Paso a paso, un horror sin motivo crecía hasta opacar mi curiosidad. Me volvía a la cama, me tapaba hasta la nariz y me quedaba a oscuras, con los ojos abiertos. Los enigmas se acumulaban.

¿Qué era la Piedra Isidris? ¿Una puerta hacia otra realidad? ¿Una broma de aquel paisano chispeado por el vino? Esa semana, en la escuela, mi amigo Pablo —el nerd del curso— me pasó información fundamental en uno de los recreos: “Isidris parece una piedra, aunque es, en realidad, la entrada a una ciudad intraterrena”.


Una ciudad intraterrena, según la imaginación de un artista.


— ¿Qué es “intraterrena”?— pregunté.

—Intraterrena quiere decir "de adentro de la tierra", ¿entendés? O sea que la ciudad existe, pero no podemos verla porque a) está debajo de nosotros o b) está en otra dimensión. Ahora mismo podrías tener al lado a uno de estos tipitos brillantes y tal vez no lo verías. ¡Viven en un universo paralelo!

—No entiendo. ¿Cómo sería “un universo paralelo”?

Pablo suspiró. Agarró una hoja en blanco y dibujó una figura humana de esas que se hacen con unas cuantas rayitas. “Este serías vos”, dijo señalando a la figura. Luego dio vuelta la hoja y se puso a diagramar en el otro lado. Dibujó hombrecitos con cuatro brazos, lagartos, arañas. “Vos estás de un lado de la hoja, y los que están de este otro lado son los habitantes del mundo paralelo —me explicó—. Pero pará, que falta lo mejor”.

Acto seguido agarró el lápiz y lo clavó en la hoja. Sacó el lápiz, levantó el papel a la altura de nuestras cabezas y me miró por el hueco que acababa de hacer. “Y este agujero que ves acá es un espacio que conecta ambos lados. En el caso de Mendoza, ese agujero es la Piedra Isidris”.

Pablo me contó que a veces “los del otro lado” se colaban por ese agujero y salían a pasear por los cerros mendocinos. Nadie sabía bien por qué. Y tenían diferentes formas. Podían ser como los que había "visto" el paisano, bajitos y brillantes; o podían ser muy altos, barbudos y con pinta de sabios. Hasta podían ser felinoides, es decir, “personas que tienen la contextura de los seres humanos y la cara similar a la de un gato”. El último dato fue el que más me perturbó: “Ojo —susurró mi amigo— hay algunos que pueden ser exactamente iguales a nosotros. No podrías distinguirlos si los vieras caminando por la calle”. 

***

El tiempo pasó. Meses, años, décadas. Estas memorias habían quedado en el fondo de mi cerebro hasta que hace unos días me pidieron que hablara en MDZ Radio sobre alguna leyenda mendocina. Pensé en Isidris y le mandé un Whatsapp a mi amigo Pablo —que ahora vive en Buenos Aires y ya peina canas— para que me contara lo que recordaba de aquella historia que nos había vuelto un poco locos.

Pueden representarse a Pablo tipeando los mensajes desde su departamento de soltero, saturado de muebles ingleses, lámparas tenues y tableros de ajedrez. Yo sabía que en algún momento —cuando ya no nos veíamos tan seguido— él había armado un pequeño grupo expedicionario para pasar la noche al lado de la piedra. Podía tener información interesante. Transcribo aquí parte de lo que me relató cuando lo consulté sobre Isidris:

—¿Me contás qué pasó?

—Era el año 2000. Febrero, para ser más preciso. Un sábado a la tarde nos mandamos hasta la tranquera de la que nos habían hablado. La cruzamos y caminamos casi dos horas hasta la famosa piedra. En el camino, había pinturas con un símbolo que, más tarde lo supe, significa "arco astral".

—¿Y encontraron algo?

—Armamos la carpa a lado de la Piedra Isidris, que tenía unos dibujos medio raros. Cuando atardeció, vi unos brillos que pueden ser nada o pueden ser todo. No lo voy a saber nunca...

—¿?

—Lo más notable de la noche fueron dos cosas: el poder de la sugestión y el terror que puede producirte la humanidad en sí misma.

—¿Terror? ¿Por qué?

—Yo era un creyente con ganas de ver. Entonces, ¿pueden dos luciérnagas volando juntas hacerme creer que son dos ojos espiándome en la oscuridad? ¿O fue al revés?

Pablo escribía rápido, con el entusiasmo que yo le conocía de sus épocas de nerd. A medida que chateábamos, me parecía que volvíamos a ser dos pibes en el recreo. El tiempo se doblaba, se volvía para atrás.

En el chat me confesó que su visita a Isidris fue una experiencia horrible. Eran tres pibes. Tenían miedo de todo. Más que nada, temían que subieran por el cerro los miembros de alguna secta delirante y les cortaran la cabeza. “No la pasé bien. Quién sabe qué grupo de dementes podía andar por ahí a esa hora. Tuve tanto miedo que cuando bajé a la ciudad, ya en casa, me miré al espejo y noté que tenía la cara repleta de granos. Debe haber sido por la adrenalina”.

Antes de despedirnos, Pablo me contó que había seguido investigando el tema. Me advirtió que la de Isidris no es la única ciudad que existe en dimensiones paralelas. “En teoría hay otras puertas, y no están lejos. Algunas contienen seres buenos, otras agrupan fuerzas malignas”.

Yo le pregunté lo que sigue:

—Che, ¿y cómo se puede saber si los que están en la ciudad de Isidris son buenos o malos?

—No sé. Supongo que no hay manera.

—¿Cómo que "no hay manera"?

—No sé...¿Cómo hacés vos para distinguir a la gente buena, la mala y todas las variaciones que hay en el medio?

***

Ahora es sábado, apenas unas pocas semanas antes de que vos, lectora o lector, te hayas puesto a leer estas páginas. Decido armar la mochila y convenzo a Agus, mi novia, para que salgamos a conocer la célebre Piedra Isidris. Ella llama a su madre para avisarle que no nos va a encontrar en casa:

—Mami, te llamo ahora porque no sé si tendremos señal más tarde… ¡a lo mejor pasamos a otra dimensión, jaja!— bromea ella.

A mí no me causa gracia. Después de todo, marchamos a una cita con uno de los grandes miedos de mi adolescencia.

Nos encaminamos por el piedemonte, detrás del Cerro Arco, rumbo a la Quebrada del Durazno. Hora y media más tarde, tras seguir a pie el rastro de un río seco, empiezan los símbolos. Hay dibujos, runas y un mensaje con iniciales fechado en 1895. Cada tanto nos cruzamos con deportistas: grupos trotando, fans del trekking. Cuando llegamos al lugar, lo que vemos nos descoloca un poco. Hay dos paredones rocosos… pero la famosa piedra no está.


Uno de los mensajes en el camino a Isidris.


Hay una piedra pintada, sí, aunque los lugareños aseguran que no es la que había antes. ¿Qué habrá pasado? ¿Se chorearon la verdadera Isidris? Con mi novia Agus nos sentamos a almorzar unos sánguches y charlamos sobre la roca que no está.

Igual hago el intento de ver algo: me acuesto en la piedra pintada que queda y cierro los ojos. En mi mente aparece la cara de aquel gaucho que preparó el asado en algún mediodía de 1995. Ya debe haber muerto. Aparece también la voz de mi amigo Pablo. Lamentablemente, no veo ningún extraterrestre ni nada parecido.

Nada de puertas astrales ni tipitos. Mientras volvemos a la ciudad zigzagueando por el cauce del río seco, dedico unos pensamientos a las dos personas que en cierta forma nos han llevado hasta ahí. El gaucho y Pablo. Ellos son los seres que mi mente recordó cuando fui a la Piedra Isidris. A lo mejor porque los gauchos cantores y los buenos amigos tienen cada vez menos lugar en este mundo. ¿Se estarán yendo a vivir otras dimensiones?



“Los muertos me eligen”: cómo hace su trabajo la clarividente mendocina que marcó una pista clave en la búsqueda de Facundo Astudillo
Verónica Contreras De Los Santos (52) participó en casos célebres. A más de 1.000 km, intenta clarificar lo ocurrido con el joven desaparecido en Buenos Aires. Sus orígenes, la pasión por la parapsicología y las críticas que debió atravesar.




Verónica Contreras De Los Santos (52) está a más de 1.000 kilómetros, pero una indicación suya le permitió a la Policía Federal encontrar una mochila y prendas de vestir en un canal de riego de la localidad de Mayor Buratovich, partido bonaerense de Villarino.

Las pertenencias se convirtieron en una prueba más para agregar a la causa por la desaparición de Facundo Astudillo Castro, un joven de 22 años al que buscan intensamente luego de desaparecer sin dejar rastro el pasado 30 de abril en Pedro Luro.

Ella dice ser clarividente, no vidente y asegura tener un doctorado en fenómenos paranormales. La mujer malargüina que ve más allá de la distancia y la oscuridad está colaborando con la fuerza federal para tratar de hallar a Facundo, pero no es la primera vez que lo hace.

Verónica Contreras De Los Santos fue quien dijo que Johana Chacón, la niña desaparecida el 4 de septiembre de 2012 en Lavalle, estaba muerta y que su cadáver estaba en la finca donde fue vista por última vez. También dijo que Soledad Olivera estaba sin vida, quien desapareció el 18 de noviembre de 2011 en el mismo departamento, un crimen que terminó con Mariano Luque condenado a 12 años de cárcel.

“Amo lo que hago. Cuando la familia de una víctima me contacta, hago mío el problema y entonces me esfuerzo más. Ahora llevo 7 días ayunando, tomando agua, café y mate, para que la mamá de Facundo Astudillo Castro lo encuentre”, indicó.

Después de asegurar que la madre de Facundo reconoció una de las prendas de vestir que ella ayudó a encontrar, la mujer sostuvo que “siempre me pongo en el lugar del doliente, pero cuando veo que el doliente es responsable de algo vamos a una guerra campal por la justicia y la verdad”.

Para la malargüina, estar en el lugar de los hechos le ayuda a tener más claridad en las percepciones sin embargo “ahora, con el caso Facundo, no conozco la zona por eso el esfuerzo que debo hacer es mucho mayor y eso me implica un sacrificio personal. Estoy segura que, si lo dejan actuar a Marcos Darío Herrero y sus perros, se van a tener novedades muy pronto, pero hay personas que buscan ocultar su proceder y por eso le ponen tantas trabas. Sé que Facundo está muerto. Cuando haya un cambio de juez aparecerán los restos de él”, afirmó con contundencia.

Contreras no siempre se dedicó a la clarividencia, en su historial figura que fue la primera malargüina que egresó de la escuela de oficiales de la Policía de Mendoza como Cuerpo Comando (CC). Durante 15 años estuvo en la policía, solicitó la baja y pasó a trabajar en Gendarmería, en la división tóxicos.

Años más tarde se radicó en Neuquén y fue contratada por la fiscal Taboada para esclarecer delitos relacionados con la droga y más tarde en la búsqueda de personas desaparecidas. Para ella, ese fue el puntapié que la lanzó a profundizar esa vida de visiones o “mística”, como ella la denomina.

“Fue la fiscal la que me incentivó a trabajar en el tema de desaparecidos, porque cuando íbamos con ella a un procedimiento yo marcaba lugares donde había droga, como los resultados eran positivos, me propuso colaborar en esa área. Me resultó algo muy bonito y empecé a profundizar el tema de esas percepciones, que creo heredé de mi madre, una mujer que fue muy mística”, relató a Los Andes.

Contreras asegura que no es una vidente porque “videntes somos todos los que vemos, mientras que los no videntes son los ciegos. Estudié mucho para hacer lo que hago, que es clarividencia. Soy doctora en fenómenos paranormales, parapsicóloga científica. Trabajo como orientadora de políticos y de mucha gente, sigo estudiando para que la gente que venga a mí se vaya con una luz. Me molesta mucho que, antes de mi nombre, pongan un calificativo. Soy clarividente, una persona que puede ver, por ejemplo, cuando otra está muerta por el aura (irradiación luminosa que algunas personas dicen percibir alrededor de los seres)”, afirmó.

Por las redes

Verónica Contreras contó que “la gente me contacta por las redes sociales para que colabore en la búsqueda de alguna persona desaparecida. Siempre pido que si hay noticias publicadas me envíen los links y alguna foto de esa persona que es buscada. En base a eso me concentro y comienzo a percibir, pudiendo determinar si ese ser está vivo o no. Luego hago orientaciones, a través de radiestesia (actividad que se basa en la afirmación de que los estímulos eléctricos, electromagnéticos, magnetismos y radiaciones de un cuerpo emisor pueden ser percibidos y, en ocasiones, manejados por una persona por medio de artefactos sencillos mantenidos en suspensión inestable como un péndulo, varillas “L”, o una horquilla que supuestamente amplifican la capacidad de magnetorrecepción del ser humano)”.

Y un segundo después agregó “en base a esa técnica milenaria puedo saber muchas cosas, como con Johana Chacón, cuando yo viviendo en Ushuaia, me informaron del caso, lo acepté y viajé de inmediato a Mendoza. Bajé del avión, fui directamente a una finca de Lavalle y desde la tranquera dije que la joven estaba muerta, enterrada en la finca y que la había matado el cuñado, porque ella me lo describió. La justicia comprobó todo lo que dije. En el caso de Julieta González, de Maipú, hija de una camarada de la Policía de Mendoza, que desapareció también me pasó lo mismo. Cuando su madre me pasa la foto, estando yo en Tierra del Fuego, percibí que la mató el novio y el cuerpo estaba en una cantera con algo gris y con alambres. Su madre luchó contra una fiscal hasta que consiguió una autorización legal y pudo encontrar el cuerpo de su hija, que había sido torturada y estaba atada con alambres”.

“Los muertos me eligen”

Verónica Contreras tiene en la frente un tatuaje que según dice lo diseñó la madre. Es un triángulo con un ojo en el medio que simboliza la trilogía del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, con una luna en cuarto creciente y el ojo de Horus, que todo lo puede y ve. El mismo dibujo lo tiene en un cuadro.

Es una persona activa, pasa de la risa al llanto con lágrimas en cuestión de segundos. Es verborrágica, tiene expresiones cariñosas hacia sus dos hijas, una de 16 que sueña con estudiar medicina forense y otra que es policía en la provincia de Neuquén. Cada vez que habla de sus padres se emociona. Sigue bailando flamenco y es sumamente activa en las redes sociales. Entre sus predicciones comenta que sabe exactamente cuándo morirá, a los 86 años.

Para Verónica “creo que los muertos me eligen. No con todos tengo afinidad. Puedo saber muchas cosas de los muertos. En Malargüe, Luis Reynaldo Aravena (desaparecido en diciembre de 2007) me sigue llamando y espero algún día tener las fuerzas para llegar a donde está, porque sólo se puede llegar a él con una orden judicial y con la posibilidad que la justicia me deje actuar en el terreno con total libertad”, dijo en otro tramo de la conversación.

Sobre el final, Contreras expresó: “Soy una agradecida de mis padres, a ellos les debo quien soy. Solo les pido a los que leen esto que antes de ponerme un adjetivo primero digan mi nombre, Verónica Contreras, y después lo que soy, clarividente, amiga de la verdad y la justicia que trae paz”.

En la búsqueda de un mendocino

Desde Malargüe, la clarividente Verónica Contreras de los Santos sigue dando que hablar. En paralelo a su colaboración en el caso de la desaparición de Facundo Astudillo en Buenos Aires, saltó a una persona perdida en Mendoza.

En medio de la entrevista con Los Andes, Contreras recibió un mensaje en su teléfono, lo leyó y respondió con un audio donde le dice a su interlocutor: “Deme un rato, a la noche le llamo”.

Acto seguido, la mujer reveló que “es un hombre que está buscando a su hermano en Mendoza desde fines de julio de este año. Voy a ver si lo puedo ayudar”.

Seguidamente tomó unas cartas redondas, las barajó y le pidió a nuestro cronista que haga tres montones, luego le indicó que elija uno y dijo antes de ver las cartas: “Si en este montón (señala el elegido) aparece el as de oro voy a aceptar el caso porque es la carta que me orienta a que en la investigación voy a tener luz”.

Comenzó a dar vueltas las cartas y reveló lo que estaba viendo, que no se publica para no entorpecer la investigación que sigue la justicia. Finalmente, aparece el 1 de oro. Tomó nuevamente el teléfono, se comunica con quien le había enviado el mensaje y le dice “yo lo voy ayudar, en la noche hablamos”.

Para dejar en claro que no era un truco, tomó las cartas y mostró que la baraja solo tenía un as de oro.

Confesiones

-¿Nunca se ha equivocado?

-No, he fallado por metros o porque he ido a lugares donde los asesinos no me dejan actuar por ser parte del círculo íntimo de la víctima.

-¿De qué vive?

-Soy retirada la Policía, mi sueldo es bajo porque yo me fui al ser acosada y ultrajada. En esa época la ley no avalaba a la mujer. Yo perdoné a mi acosador porque antes de morir me mandó a decir con otro policía que lo hiciera.

-¿Qué opina de las personas que tiran las cartas?

-Valoro a las personas que estudian para tirar el tarot, no las que lo hacen por azar o para lucrar. Yo poseo unas cartas que me consiguió mi madre, que era orientadora. Son cartas de la baraja española redondas. Las uso para rastrillar, son orientativas en mi trabajo. Con el 1 de oro puedo saber todo lo que quiera (se pone la carta en la frente, a pesar de levantarse y mover la cabeza, no se le cae. Nuestro cronista intentó hacer lo mismo y le fue imposible sostenerla en la frente sin la ayuda de sus manos).

-¿Qué siente cuando la gente dice que es una loca?

-Me duele cuando lo dicen peyorativamente ¡Quién no tiene un grado de locura! (risas). Soy una persona feliz que va por la vida buscando la verdad y la justicia. Soy hiperactiva y le voy a decir un secreto, soy autista y le debo a mi madre lo que soy (llora). La energía la pongo en hacer el bien y no me importa ir contra el mundo porque las personas autistas vamos con la verdad, no somos locos (sigue llorando). Los autistas usamos otra energía, por eso un autista no necesita estudiar para tocar bien el piano, puede dibujar, bailar, pueden hacer cosas que nadie se explica cómo lo hace. Pero hay algo que me da tranquilidad, no le pido nada a nadie, no le hago mal a nadie.

-¿Hace trabajos para arreglar parejas o problemas matrimoniales?

-No trabajo casos de problemas de pareja porque me parece que las relaciones siempre son de a dos, hay cosas que tiene solución y otras que no. El amor no se fabrica.

-Ud. ha sido juzgada por la justicia de Tierra del Fuego que la declaró inimputable...

-Se me allanó, se me trató de loca por el caso de Sofía Herrera. Pero jamás voy a cambiar de idea hasta que yo no ingrese al patio de su casa y marque el lugar exacto donde está Sofía o lo que quede de ella. He sido tortura psicológicamente, difamada, tratada de enferma mental por la mamá de Sofía, y hasta el día hoy lo sigue haciendo”.

-¿Por qué hay que tomar en serio su trabajo, después de un veredicto de la justicia sureña que la declaró inimputable al decir que usted tenía una alteración morbosa de sus facultades mentales, lo cual le impide comprender la criminalidad de sus actos y actuar en consecuencia?

-Fue ¡una injusticia de la vida! Ese mismo año la justicia de La Pampa me convoca, junto a Marcos Darío Herrero, para que trabajáramos en la investigación de un desaparecido. Lo mismo me pasó el año pasado con el caso de Cielo López, la jovencita que descuartizaron en Plottier. Fui yo la que dije, en mi Facebook, que la veía muerta y en partes. El fiscal me citó y colaboré hasta que el asesino fue a la cárcel.



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