martes, 26 de julio de 2022

Mike Malaska (NASA): “Descubrir vida extraterrestre no supondrá un cambio tan radical como pensamos”

Mike Malaska (NASA): “Descubrir vida extraterrestre no supondrá un cambio tan radical como pensamos”
Varios hallazgos apuntan a que los lugares más aptos para hallar seres vivos son las lunas heladas y las nubes de Júpiter o Saturno, explica este bioquímico de la agencia espacial estadounidense.
por Nuño Domínguez


El bioquímico de la NASA Mike Malaska, después de la entrevista, en Santander. Juan Manuel Serrano Arce


El 14 de enero de 2005, una sonda espacial europea le mostró a la humanidad por primera vez el aspecto de un mundo a más de 1.000 millones de kilómetros de la Tierra. La nave Huygens había sido la primera que había conseguido atravesar la espesa atmósfera de Titán, la mayor luna de Saturno, y mostrar su superficie. Las imágenes tomadas durante su descenso desvelaron un mundo con cañones, ríos, lagos. Una vez aterrizada, a unos 170 grados bajo cero, la nave retrató un paisaje de tierra y cantos rodados. El de Titán parecía el paisaje más parecido a la Tierra fuera de la Tierra.

Aquella imagen le cambió la vida a Mike Malaska, un bioquímico que llevaba 20 años trabajando en la industria farmacéutica. Su especialidad era analizar la composición química de un fármaco y modificarla para aumentar su efectividad contra el cáncer o las infecciones parasitarias. “Cuando vi las rocas redondeadas, la arena de esa luna y me di cuenta de que Titán fue un mundo sedimentario con compuestos orgánicos, elementos básicos para la vida, eso me voló la cabeza”, recuerda este investigador, nacido hace 56 años en Seattle (EE UU). De un día para otro, a los 45 años, dejó su trabajo, se presentó a una oferta de empleo de la NASA y entró a formar parte del Laboratorio de Propulsión a Chorro, el centro donde se diseñan las misiones robóticas más ambiciosas de la NASA para buscar vida más allá de la Tierra, donde lleva trabajando más de 10 años.

Malaska ha visitado España para impartir varias conferencias en la escuela de astrobiología Josep Comas i Solà de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo, en Santander. En esta entrevista, el investigador explica que varios descubrimientos recientes han cambiado para siempre las ideas vigentes sobre dónde es más probable encontrar vida en el sistema solar. Ya no se trata del subsuelo de planetas rocosos como la Tierra o Marte, sino los océanos helados de Titán o incuso las nubes de Júpiter o Saturno, donde nada impide que en estos momentos haya seres vivos, asegura.


Pregunta. ¿Hay alguna conexión entre desarrollar fármacos y buscar vida en el Sistema Solar?

Respuesta. Por supuesto. Yo lo veo todo desde el punto de vista de la química. Intento entender los procesos como la interacción de diferentes compuestos. Cuando pienso en la biología de planetas o lunas veo moléculas interactuando y eso lo entiendo bien. Hay otros expertos que lo ven a gran escala, desde los procesos geológicos que moldean el territorio. Son diferentes escalas que nos ayudan a recomponer la historia completa de lo que está sucediendo a millones de kilómetros de nuestro planeta.

P. ¿Por qué le interesa tanto Titán?

R. Parte de mi trabajo es estudiar la geología y la química de Titán. En esta luna hay terrenos kársticos parecidos a los de la Tierra, por ejemplo los del norte de España en los Picos de Europa. Pensamos que hay karst en Titán. En lugar de ser agua disolviendo roca caliza es una lluvia de hidrocarburos [metano, etano] que disuelve material orgánico. El resultado es muy parecido: llanuras, cañones, valles y tal vez cuevas.

La otra parte de mi trabajo es estudiar qué puede haber dentro de las espesas capas de hielo que recubren los océanos de agua salada de Titán y Encélado, la luna de Saturno. En la Tierra tenemos lugares muy parecidos: Groenlandia y la Antártida, donde sabemos que hay microbios que viven literalmente dentro de las capas de hielo más profundas.

P. En sus conferencias menciona un hallazgo que ha cambiado la concepción que tenemos sobre la vida más allá de la Tierra ¿cuál es?

R. Uno de los grandes descubrimientos de los últimos 20 años es que hay microbios capaces de vivir dentro del hielo. En realidad están en pequeñas bolsas que se forman en la intersección de los granos de hielo. Estas burbujas son apenas dos veces más anchas que un pelo humano; suficiente para albergar una o dos bacteria. Por la forma en la que encajan las diferentes granos de hielo en esos huecos hay mucho alimento. Esto nos dice que a enormes profundidades puede haber diminutas burbujas donde los microbios pueden vivir durante miles de años. Hemos descubierto estos microbios a gran profundidad de la corteza de hielo en Groenlandia, y es muy posible que en Titán o en Europa, otra luna de Júpiter, existan las mismas bolsas con vida. De hecho, dado que ahí abajo no hay luz solar y la presión y temperatura son las mismas, si llevásemos allí a las bacterias terrestres podrían vivir tranquilamente. Este hallazgo nos da una nueva forma de pensar sobre la vida en otros planetas.

P. Usted reincide en que una cosa es determinar que un planeta es habitable y otra confirmar que está habitado. ¿Cómo damos ese salto?

R. Necesitamos desarrollar instrumentos muy complejos para estudiar los compuestos químicos dentro del hielo y estimar si alguno delata la presencia de vida. El problema es que Titán está plagado de compuestos orgánicos. Una posibilidad es buscar aminoácidos, los ladrillos básicos de la vida. Algunos aminoácidos son muy fáciles de encontrar, podría haberlos en Marte y en otros planetas, incluso en meteoritos. Luego hay otros con una estructura muy compleja, y esos solo los pueden ensamblar los seres vivos. Un ejemplo son los ácidos grasos largos, que en la Tierra podemos encontrar en las membranas exteriores de las células. Hallar estos ácidos sería la prueba más contundente posible de que hay vida fuera de la Tierra.

P. ¿Cuál es el lugar más parecido nuestro planeta en el Sistema Solar?

R. Venus. A 30 kilómetros de la superficie tienes la misma temperatura y presión que en la Tierra. La atmósfera es similar. Normalmente no pensamos en este planeta como un lugar habitable, pero lo es.

P. En 2020 hubo un anuncio de posibles compuestos orgánicos en Venus que después se vino abajo.

R. Sí, la fosfina. Hay algo raro en Venus. Un compuesto en su atmósfera está atrapando la radiación ultravioleta del Sol y no sabemos qué es. Creo que se van a mandar muchas misiones robóticas para aclarar este enigma.

P. ¿Podría ser un signo de vida?

R. Sí. Aunque también es posible que otro proceso químico que desconocemos y que no tiene nada que ver con la vida sea la explicación. En los años 70, cuando la misión Viking aterrizó en Marte por primera vez, también obtuvo resultados que podían indicar la presencia de vida. Ahora pensamos que podían ser procesos geológicos que no comprendíamos bien en aquella época. Probablemente vamos a tener los mismos problemas cuando vayamos a Titán y otros mundos helados.

P. ¿Cuál cree que es el lugar más propicio para encontrar vida más allá de la Tierra?

R. Titán, sin duda. Es enorme y hay muchas posibilidades de que haya nichos de vida en la corteza helada. Hay material orgánico como alimento y puede que haya conexiones entre el fondo y la superficie. El problema es que hay una capa de hielo de 100 kilómetros de espesor. Encélado también es un buen sitio y es más fácil de explorar porque tiene géiseres.

P. Parece que los planetas rocosos han perdido interés en este aspecto.

R. Sí. En parte es porque hay un problema. Es posible que la vida surgiese primero en Marte y que esta llegase a la Tierra a bordo de un meteorito. También puede ser al revés: primero aparece en la Tierra y llega a Marte. Así que si encontrásemos vida en el planeta rojo puede pasar que nunca sepamos si llegó desde la Tierra. Para Titán y Encélado no hay este problema. Sería un segundo origen de la vida sin lugar a dudas.

P. Usted dice que las nubes son la próxima frontera en la búsqueda de vida extraterrestre.

R. Así es. Hay vida en las nubes. Microbios. Hasta hace poco pensábamos que de alguna forma habían sido arrastrados hasta allí por procesos atmosféricos, y luego volvían a caer a la superficie. Ahora, gracias a estudios recientes en la Tierra, sabemos que estos microbios viven en las nubes y pueden quedarse en ellas durante miles, millones de años alimentándose casi exclusivamente de gases. Esto hace posible que haya vida en las nubes de Júpiter y Saturno, de hecho, nada impide que la haya.

P. ¿Usted cree que la vida es algo común dentro y fuera del sistema solar?

R. Es una gran pregunta. No tenemos ni idea. Antes pensábamos que era necesaria una sopa primigenia, una especie de charco que va evaporándose mientras en su interior se ensamblan moléculas cada vez más complejas. Luego descubrimos que este proceso también puede suceder en el fondo del mar, en chimeneas hidrotermales. Más recientemente hemos averiguado que también pasa dentro del hielo. Cuanto más investigamos, más posibilidades descubrimos. Así que sí parece que la vida es más fácil de ensamblar y conservar de lo que creíamos. Es posible que en 20 años pensemos que la vida es algo inevitable en cualquier lugar.

P. ¿Y si descubrimos que no lo es?

R. Eso sería terrorífico porque habría que explicar por qué somos tan únicos y especiales.

P. Si se descubriese que hubo un segundo origen de la vida en otro planeta muchas religiones tendrían que cambiar su relato.

R. No estoy tan seguro. Siempre podrían adaptarlo y decir que la vida empezó en la Tierra y después llegó a otro lugar. O que la vida surgió en otro planeta, pero eran solo microbios y lo que cuentan son los humanos. No creo que sea un choque tan brutal. Cuando pensamos en los grandes descubrimientos de vida en lugares impensables, como dentro del hielo o en las chimeneas hidrotermales, la gente no se sorprende tanto. Si descubriéramos vida en Marte la gente diría simplemente: OK. De hecho, en mis charlas me encuentro con público que cree que ya se ha descubierto vida en Marte, que es algo ya demostrado. Cuando les saco del error se encogen de hombros y ya. No creo que descubrir vida en otro planeta suponga un cambio tan radical como pensamos. Diremos, bueno, una cosa nueva que tienen que aprender los chavales en el cole. Eso sí, para los científicos será asombroso; querremos saberlo todo sobre esa vida, pero habrá miles de preguntas y pocas respuestas. Eso es lo más estimulante.



Una misión para alcanzar la lente gravitatoria solar en 30 años
Por Andy Tomaswick


Representación del sistema del informe Fase I NIAC. Crédito – Slava Turyshev


El Instituto de Conceptos Avanzados de la NASA es famoso por apoyar ideas extravagantes en los campos de la astronomía y la exploración espacial. Desde su restablecimiento en 2011, el instituto ha apoyado una amplia variedad de proyectos como parte de su programa de tres fases. Sin embargo, hasta ahora, solo tres proyectos han recibido financiamiento de la Fase III. Y uno de ellos acaba de publicar un libro blanco que describe una misión para obtener un telescopio que pueda ver efectivamente biofirmas en exoplanetas cercanos utilizando la lente gravitatoria de nuestro propio Sol.

Esa distinción de la Fase III viene con $ 2 millones en fondos, que en el caso fueron para JPL, cuyo científico, Slava Turyshev, fue el investigador principal en las dos primeras fases del proyecto. Se asoció con The Aerospace Corporation para este último libro blanco, que describe un concepto de misión con más detalle y define qué tecnologías ya existen y qué necesita un mayor desarrollo.

Sin embargo, hay varias características sorprendentes en el diseño de esta misión, una de las cuales se aborda en detalle en Centauri Dreams. En lugar de lanzar una gran nave que tardaría mucho en viajar a cualquier lugar, la misión propuesta lanzaría varios satélites en cubo pequeños y luego se autoensamblaría en el viaje de 25 años desde el punto de lente gravitacional solar (SGL).


Representación de la calidad de imagen mejorada utilizando la técnica de imagen de lente gravitacional. Crédito – Alexander Madurowicz


Ese "punto" es en realidad una línea recta entre cualquier estrella alrededor del exoplaneta y en algún lugar entre 550-1000 AU en el otro lado del Sol. Esa es una distancia tremenda, mucho más que las míseras 156 AU que la Voyager 1 ha tardado 44 años en recorrer hasta ahora. Entonces, ¿cómo podría una nave espacial llegar a tres veces la distancia tomando casi la mitad del tiempo? Simple: se sumergirá (casi) en el Sol.

Usar un impulso gravitacional del Sol es un método probado y verdadero. El objeto más rápido creado por el hombre, la sonda solar Parker, usó esa técnica. Sin embargo, con un aumento de 25 UA al año, la velocidad esperada a la que esta misión tendría que viajar no es fácil. Y sería aún más desafiante para una flota de naves que para una sola.

El primer problema sería el material: las velas solares, que son el método de propulsión preferido de la misión, no funcionan tan bien cuando están sujetas a la intensidad del Sol que se requeriría para una honda gravitacional. Además, la electrónica del sistema tendría que estar mucho más resistente a la radiación que la tecnología existente actualmente. Sin embargo, ambos problemas conocidos tienen soluciones potenciales bajo investigación activa.


Representación de dónde ocurre exactamente el efecto de lente gravitacional. Crédito: Geoffrey Landis


Otro problema aparentemente obvio sería cómo coordinar el paso de múltiples satélites a través de este tipo de maniobra gravitatoria desgarradora y aún así permitirles coordinar la unión para formar efectivamente una nave espacial completamente funcional al final. Pero según los autores del artículo, habrá tiempo más que suficiente en el viaje de 25 años hasta el punto de observación para volver a unir activamente los Cubesat individuales en un todo cohesivo.

Lo que podría resultar de ese todo cohesivo es una mejor imagen de un exoplaneta que es probable que la humanidad no alcance para una misión interestelar completa. Qué exoplaneta sería el mejor candidato sería un tema de acalorado debate si la misión avanza, ya que hasta ahora se han encontrado más de 50 en las zonas habitables de sus estrellas. Pero eso ciertamente no es una garantía todavía. La misión no ha recibido financiación ni ningún indicio de que lo hará en un futuro próximo. Y aún tendrían que desarrollarse muchas tecnologías antes de que tal misión fuera factible.

Pero así es precisamente como siempre comienzan tales misiones, y esta tiene más impacto potencial que la mayoría. Con suerte, en algún momento de las próximas décadas, recibiremos una imagen tan nítida de un exoplaneta potencialmente habitable como la que probablemente recibiremos en un futuro medio. El equipo detrás de esta investigación merece elogios por sentar las bases para tal idea en primer lugar.


Representación de cómo funcionaría la misión de lentes gravitacionales solares. Crédito – Credit – NASA / The Aerospace Corporation


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Modificado por orbitaceromendoza

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