lunes, 1 de junio de 2015

Hay que expandir la imaginación: Una entrevista con Jacques Vallée

Hay que expandir la imaginación: Una entrevista con Jacques Vallée
por Bárbara Mingo Costales


Jacques Vallée con Chris Aubeck, Madrid, mayo de 2015.

En el rincón de nuestro planeta conocido como La Casa Encendida se convocaron los encuentros El cielo habitado, en los que se especuló sobre la vida en el espacio exterior. No hubo invitado más magnético que el francés Jacques Vallée, investigador desde los años 60 en las mejores universidades de los Estados Unidos. Es difícil hacerle un retrato rápido, pero hay que resumir. Vallée es famoso en todo el mundo como ufólogo; inspiró el personaje interpretado por François Truffaut en Encuentros en la tercera fase. Pero es también astrofísico, y puede que lo interesante de su acercamiento al intrigante fenómeno de los avistamientos se encuentre en la intersección entre estos dos campos de estudio. He aquí un experto en las estrellas que explica los avistamientos de OVNIs mediante la Hipótesis Interdimensional: esas anomalías son incursiones en nuestro mundo de realidades de otras dimensiones, un enfoque que tiende puentes con autores tan diversos como Joseph Campbell, Jung, Sarane Alexandrian, Michel Aimé, Goethe o incluso los hermanos Grimm. Entramos en el terreno de la imaginación. Más estimulante que dar con soluciones cerradas o literales a un enigma es advertir, por fugazmente que sea, que este existe. La siguiente entrevista es un acercamiento al pensamiento de Jacques Vallée.

Su conferencia en Madrid trata del registro histórico de los acontecimientos para los que no tenemos explicación. ¿Podría darnos algunos ejemplos?

Crédito: tarcherbooks.net
Cuando la ciencia se encuentra con un fenómeno nuevo, es preciso hacer una serie de investigaciones. Es importante averiguar si el fenómeno ha ocurrido antes, y cuándo comenzó. Por ejemplo, al ver un cometa, quieres saber si ya se había visto antes para conocer su periodicidad y saber cuándo va a volver a pasar. Lamentablemente, en el caso de los OVNIs, los investigadores americanos han asumido siempre que los fenómenos comenzaron en 1947, con el célebre avistamiento por parte de Kenneth Arnold. La mayor parte de la literatura de investigación da por hecho que el fenómeno comenzó después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no es verdad. Quizá por nuestra procedencia europea, Chris [Aubeck, organizador del encuentro y coautor con Vallée del libro Wonders in the Sky] y yo hemos adoptado un punto de vista más histórico. Como sabe, he trabajado durante mucho tiempo en casos modernos, y aún sigo investigando casos actuales por todo el mundo, pero siempre me ha gustado examinar el pasado y adquirir cierta perspectiva.

Ya en el siglo XIX existía el registro de fenómenos anómalos. Todo el mundo sabe que Charles Fort publicó una selección de los mismos. La diferencia hoy día es que, gracias a internet, podemos encontrar gran cantidad de informes. Internet ha conseguido dos cosas: la primera es el acceso a información no disponible anteriormente; hay 50.000 periódicos locales online en los Estados Unidos y en otras partes, y sus archivos se pueden consultar. La otra cosa que nos permite internet es establecer una comunidad de investigadores de distintos países. Esa es su principal contribución: la creación y la gestión de esa red. Así que podríamos decir que esta obra es la verdadera intersección de registros tradicionales, históricos, sobre fenómenos anormales, y la tecnología de internet, algo que antes no era posible.

Kenneth Arnold muestra uno de los objetos voladores avistados por él.

¿Tienen esos fenómenos no explicados alguna característica en común, como por ejemplo que en los lugares donde se dan haya pasado algo, o que sus testigos hayan sufrido alguna experiencia anómala previa?

Por lo que hemos visto, los fenómenos tienen patrones comunes, y eso en dos sentidos: si nos fijamos en las observaciones, se trata de gentes sencillas que vieron una luz aérea, o bien advirtieron una forma de vida que se comunicaba con ellos, o bien divisaron rastros, etcétera. Todas estas cosas pueden documentarse. Otra cosa que podemos hacer, pues ya tenemos suficientes casos para ello, es hacer estadísticas sencillas, que se puedan comparar. Nosotros hemos hecho un gráfico que muestra cuántos casos ocurren por siglo, empezando desde los tiempos de Cristo. Los casos, que se dan en todos los puntos del globo, experimentan un rápido incremento a medida que las comunicaciones van mejorando. Lo interesante es que muchos científicos o académicos dicen “bueno, sí, la gente ve cosas, ven una estrella fugaz y la toman por un platillo volante”. Bien: una estrella fugaz no es visible durante más de diez o quince segundos. Estos casos van desde los dos o tres minutos hasta una hora. Y eso está documentado.

También sabemos que hay múltiples testigos en múltiples lugares, así que tanto en los casos del pasado como en los actuales, tenemos testigos, sin ningún interés en mentir, a los que les es impuesta la visión de un fenómeno durante un lapso de tiempo lo bastante largo como para que lo observen bien. En nuestro estudio para Wonders in the Sky decidimos detenernos en 1880. Antes de entonces, en el cielo no había aparatos creados por el hombre, quizá unos pocos globos, pero no había dirigibles, ni había aviones, ni satélites, así que teníamos un cielo muy claro. Y además, como no había contaminación, la gente podía ver las estrellas. Estaba muy limpio, en términos de avistamientos potenciales. Por otro lado, en esa época la gente no sabía qué eran los cometas. Lo importante aquí es que las descripciones son lo bastante claras. Aquellas personas creían estar viendo a Dios, o creían estar viendo una gran manifestación cósmica, y ahora sabemos que lo que estaban viendo era un cometa, por ejemplo. Gracias a que sus descripciones son tan buenas, ahora podemos comprender qué es lo que estaban viendo y hemos podido desechar el setenta o el ochenta por ciento de los casos como explicables. Es preciso que distingamos entre el sistema de creencias y la precisión de las descripciones. Hoy en día tenemos que proceder igual, porque la gente describe lo que toma por un platillo volante venido de Marte, pero nosotros tenemos que discriminar si se trata de un fenómeno que no comprendemos. Esa es nuestra principal contribución. Chris y yo no tenemos una teoría cerrada, para nosotros son auténticos fenómenos sin explicación, advertidos por observadores sinceros.

Lo que ha comentado sobre que el incremento de información hace a la vez aumentar el número de avistamientos me recuerda a algo que me impresionó mucho, y es que cuando Magallanes llegó a la Tierra del Fuego, los habitantes no vieron llegar a los barcos. Esto se explicaría porque nunca habían visto uno y no tenían el concepto asimilado. ¿Los avistamientos de OVNIs son casos similares?¿Es preciso que conozcamos antes el concepto? ¿Depende el mundo de las expectativas que tengamos sobre él?

Sí. La gente de épocas antiguas interpretaba lo que veía. Por ejemplo, cuando había auroras boreales, veían ejércitos en el firmamento, veían caballos, pero a partir de lo que describen podemos ver que eran auroras boreales, y con los cometas pasa lo mismo. Pero a la vez tenemos casos que son muy específicos, es decir, hay un grabado en el cual dos policías, en Londres, a principios del siglo XVIII, vieron un hombre en un objeto flotante, lo vieron durante quince minutos. Aquí estamos ante un avistamiento de OVNI de manual, con entidades o seres de luz que salen del mismo. Podría estar pasando hoy mismo en Texas. Pero también tenemos casos como este de Alemania [muestra un grabado en el que una mancha negra flota en el aire, en medio de las nubes, entre las que también aparecen barcos], que tiene diferentes interpretaciones, pero también vieron estas cosas, como barcos en el cielo. Ellos sí sabían lo que era un barco, pero podría tratarse de una proyección mental… Yo no estaba allí, no puedo saber qué es lo que vieron exactamente, pero lo que sí sé es que no se trata de un fenómeno natural. Cuando la gente veía un cometa, lo describía como una gran serpiente en el firmamento, o como la mano de Dios. Lo que veía la gente en el imperio Romano era, o lo describían, como sellos voladores. Esos sellos eran claramente discos. Los comparaban con sellos porque era una noción natural para ellos. Siempre se recurre a objetos cotidianos para tratar de dar una aproximación, pero no sabemos qué es el objeto realmente. Podría ser cualquier cosa. Hoy en día la tecnología permite proyectar hologramas, u holografías, efectos especiales, pero el fenómeno sigue abierto y eso es lo que a mí me interesa.

Grabado del cometa avistado en Nuremberg en 1577.

Últimamente, los medios de comunicación tradicionales están dando un nuevo tratamiento, más serio, a las noticias sobre la posibilidad de vida inteligente fuera de nuestro planeta. Antes sólo las publicaciones especializadas recogían este tipo de noticias, y ahora ya forman parte del interés general. ¿Por qué y qué efectos tiene?

En los últimos diez años, la tecnología ha mejorado hasta el punto de poder detectar planetas de otras estrellas. Para la astronomía, esto no es nuevo. Yo me formé como astrónomo. Cuando hace 50 años estaba becado en Chicago con el doctor Joseph Allen Hynek, los astrónomos ya sabíamos y enseñábamos que el universo tiene que estar habitado y que alrededor de cierto tipo de estrellas debe de haber planetas. Si no se habían detectado esos planetas era porque los telescopios y las técnicas de análisis y procesamiento de imágenes no eran lo bastante buenos. Ahora la técnica ha mejorado y podemos verlos. El público está informado de eso, tiene presente la idea de que hay muchos planetas, algunos similares a la Tierra en su distancia a la estrella y en su estabilidad. Este conocimiento apoya la idea de que deben de contener vida. Si hay otros planetas, si ya los hemos visto, es difícil creer que este sea el único lugar donde la vida ha empezado. Hay muchos elementos religiosos involucrados. La situación en la Tierra es tan poco probable, el hecho de que un planeta estuviera justo en el momento adecuado, en el sitio justo, con todos los elementos para que se diera la vida, que se deduce que tenemos que ser únicos a la fuerza, pero el argumento funciona a la inversa. Cuando hay estrellas hay planetas, y si hay planetas hay atmósfera, lo que puede permitir la vida. Dos jesuitas publicaron el año pasado un libro titulado Would you baptize an extraterrestrial? (“¿Bautizaría a un extraterrestre?”). El Papa Francisco dijo que sí lo haría.

Parece que la imaginación desempeña un papel central en los avistamientos. ¿Cuál cree que es la naturaleza de la imaginación, cuál es su papel, y qué relación guarda con la materia?

Sin imaginación no habría ciencia en absoluto. En realidad son dos preguntas. ¿Qué papel desempeña la imaginación en este campo? Para mí, esto no es más que un enigma científico más. Hay montones de enigmas científicos. Hoy en día la ciencia tiene menos certezas que en la época en que yo iba al colegio. Muchas de las cosas que pensaba que sabía cuando me licencié en Astronomía ahora sabemos que no son ciertas. Así que, sabemos que necesitamos la imaginación para avanzar, para entender y ubicar los enigmas como este. Pero hay cosas muy sencillas sobre las en el fondo apenas sabemos algo. En realidad no entendemos de verdad cómo puede existir la vida donde no hay luz, en el fondo de los océanos, o a temperaturas muy altas, o cómo puede la vida darse bajo el hielo, como en el Polo Sur, ni sabemos por qué nace un niño cuando lo hace. En cierto punto hay una señal, el niño dice “quiero nacer”, y no conocemos el proceso. Tampoco sabemos cómo funciona el sistema inmune, hay montañas de cosas que no conocemos por muchos datos que tengamos. Para la ciencia, los datos no hablan por sí mismos, hay que mantener una interacción entre los datos y lo que imaginas, como hipótesis de la siguiente cosa que puedes intentar anticipar. A veces aciertas y a veces te equivocas, y hay que aceptarlo. Muchos de estos casos quizá acaben siendo la explicación a otros fenómenos. No tenemos una teoría sobre esto.

La otra pregunta es sobre la materia y la imaginación. Creo que lo que quiere saber en realidad es la relación entre materia y conciencia. No sabemos qué es la conciencia, apenas sabemos que surge de la materia, en el cuerpo humano y también en los animales, pero no sabemos cómo es el proceso. Algunos científicos dicen que la inteligencia artificial puede desarrollarse hasta el grado de alcanzar la conciencia, la autoconciencia. Lo más probable es que tengan razón, pero no sabemos cómo. Ni siquiera sabemos si deberíamos permitir que eso sucediese. Claro que hay gente como Kurzweil, con su teoría de la Singularidad, que sostienen que la próxima forma de conciencia será construida, y no desarrollada. Sobre esto yo no sé qué pensar, puedo discutir a favor o en contra. No contamos con una buena definición de la conciencia. No es un secreto que yo estoy muy interesado en la parapsicología, que a su vez está muy interesada en las experiencias cercanas a la muerte. Creo que probablemente esta sea una de las direcciones a las que podemos mirar tratando de definir la conciencia. Creo que debemos examinar los estados extremos si queremos entender lo que es la conciencia.

Otro grabado del paso del mismo cometa avistado en Nuremberg.

En cuanto a la inteligencia artificial, ¿piensa que su desarrollo podría suponer un peligro para nosotros?

Sí. Por eso, entre otras cosas, me preocupan los objetos interconectados. Está muy bien llevar en la muñeca un reloj que te mide el pulso, el problema es cuando el reloj se conecta con otro dispositivo y empiezan a tomar decisiones, y decisiones sobre tu persona. Creo que en ese punto empezamos a perder el control del proceso. Los aparatos toman decisiones por su cuenta sin consultar al ser humano. Lo cierto es que eso ya ha pasado. Ha pasado por ejemplo con la bolsa. El noventa por ciento de las operaciones de bolsa (este es otro de mis campos de interés) funciona a través de un mercado programado por ordenadores. Los ordenadores toman decisiones en fracciones de segundo, nadie tiene tiempo para seguir lo que hacen minuto a minuto. Se han dado ya casos de caos en el mercado de la bolsa, por períodos de entre veinte y treinta minutos, en los que podías comprar acciones de Procter & Gamble o de IBM por un dólar, lo que evidentemente es una aberración. Creo que estas cosas pasarán cada vez más, a medida que los objetos estén cada vez más conectados. Creo que la gente no se da cuenta de este peligro.

Es como si los aparatos nos estuviesen utilizando para existir hasta que ya no les hagamos ninguna falta. Nuestros dispositivos siguen necesitando de una relación entre nosotros para comunicarse, pero llegará un momento en que ya no les seamos necesarios.

Pues lo cierto es que eso ya ha pasado. Muchas de las cosas que la gente dice que pasarán en el futuro son cosas que ya han pasado, sólo que la gente no se acuerda. Cuando llegué a California empecé trabajando como científico informático en Stanford. En esa época eran dos los centros de investigación más importantes, el MIT y Stanford. En Stanford se investigaba mucho la inteligencia artificial. Era la época de la amenaza de la guerra nuclear. El Pentágono contaba con una red de radares de detección de misiles, y también tenía misiles a su vez. La idea era asociar los radares a los misiles, pues un proyectil podía tardar cinco minutos en aterrizar en San Francisco o Nueva York, y cinco minutos son muy poco tiempo para contactar con el presidente y tomar una decisión. Tenemos la información, sabemos que el proyectil está llegando, hay que tomar una decisión de inmediato. Había un problema: la decisión quedaba en manos de los ordenadores, que analizaban la trayectoria de los proyectiles y los controlaban. Los investigadores de Stanford se opusieron al plan. Dijeron que el programa se podía desarrollar, pero no se podía hacer pruebas. Es muy difícil probar un programa así, porque no puedes anticipar todas las condiciones posibles. Ese es el motivo por el que a veces encontramos coches muy caros parados en la cuneta: porque uno de sus ordenadores ha fallado. Un coche medio tiene 30 ordenadores que toman decisiones en tiempo real. Pero a veces fallan. Cuando lo que está en juego es el planeta Tierra, no te puedes arriesgar. De modo que acabaron con el programa, puesto que el software no podía someterse a prueba. Esa es la situación que estás describiendo. Ya se ha planteado. Estamos hablando de 1968. No es una situación futura. Es un problema muy serio, no las especulaciones de unos pocos filósofos.

Ilustración realizada para la Exposición de París de 1900 sobre la educación de los niños en el año 2000.

No sé si tiene alguna idea al respecto, pero me gustaría saber cómo cree que debería ser la educación de los niños.

¿Con respecto a esto? Responderé brevemente. Gran parte de la educación se centra en cosas que conocemos. Alguien te da un libro, y tú tienes que ser capaz de contestar a una serie de preguntas. Ese, creo, es un aspecto importante de la educación, necesitamos saber una serie de cosas básicas que sabemos que son ciertas. Pero yo creo que los niños, los estudiantes, se sentirían mucho más motivados si les dijésemos “la ciencia trata de las cosas que aún no conocemos. No conocemos las respuestas. Vosotros podéis ser partícipes en la búsqueda de las respuestas. No sabemos cómo funciona el sistema inmune. Tenemos alergias, pero no sabemos por qué, conocemos algunos de los procesos, pero el resto es un misterio”. Estas son las cosas que sabemos, estas son las verdades que hemos alcanzado, pero la base de la ciencia es hacerse preguntas. Y este no es más que un pequeño ejemplo en un área determinada, pero hay un montón de preguntas abiertas. Así que, ahora que sabemos que hay planetas por todo el universo, sabemos que hay condiciones en las que se pueden desarrollar formas de vida similares a la nuestra. Pero también puede haber vida diferente a la nuestra, podría haber vida en el Sol, o en forma de plasma que viviese a dos millones de grados, con un aspecto diferente al nuestro, podría haber nubes de hidrógeno desplazándose por el universo… Un científico de Stanford me planteó “si fueras una nube de hidrógeno moviéndote por el cosmos, y si adoptases el aspecto de un Volkswagen, ¿quién iba a reparar en ti?”. Si tuvieses el aspecto de un Volkswagen por las calles de Madrid, ¿quién te iba a parar? Tenemos que dejar de pensar de la manera en que lo hacemos. No hay que pensar sólo en platillos volantes, naves marcianas… eso es sólo la limitación de nuestra imaginación. Tenemos que expandirla.

Crédito: todocoleccion.net
En su libro Pasaporte a Magonia escribió sobre contactos con todo tipo de seres que viven en otras dimensiones de la realidad, como hadas o elfos. En las narraciones fabulosas de los contactos se transmite siempre un mismo mensaje, no importa si se trata de un hada, un silfo o un marciano, y es la insistencia en la importancia de un corazón limpio. ¿Qué cree usted que significa esta advertencia?

Me alegra que alguien nos diga que hay que tener el corazón puro. En todo caso, creo que me refería más bien a las proyecciones de los testigos; cuando te enfrentas a algo trascendental, quieres creer que es también bueno, que te dará buenos consejos. Por ejemplo, el de que hay que salvar la Tierra, y por eso parte del mensaje es la ecología, el cuidado del planeta. Pero si nos fijamos en el comportamiento de estos seres, veremos que refleja el comportamiento humano. Creo que eso es todo.


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