viernes, 15 de octubre de 2021

Javier Sierra homenajea a Antonio Ribera, el "padre de la ufología" en España

Javier Sierra homenajea a Antoni Ribera, el "padre de la ufología" en España
El ganador del Premio Planeta recuerda al investigador que tanto le inspiró, y con el que trazó una fuerte amistad, en el centenario de su nacimiento.
por Lorena Montón


Javier Sierra (Planeta)


Javier Sierra (Teruel, 1971) tiene la capacidad de crear novelas con un aura de misterio envolvente que le ha llevado a ser un best-seller a nivel mundial y a llevarse, entre otros, el Premio Planeta en 2017. La última de ellas es La promesa de Pandora (Ed. Planeta). Lo que el gran público ignora es que parte de su fascinación por lo desconocido parte de la localidad catalana de Sant Feliu de Codines, el lugar donde vivió hasta su muerte el que fue su gran referente: Antonio Ribera. Con motivo del centenario de su nacimiento, Sierra ha promovido un homenaje para el denominado “padre de la ufología” en España. Un tributo que tuvo que posponerse por la pandemia y que se llevará a cabo el sábado 16 de octubre en el citado pueblo con la participación activa del escritor.

¿A qué se debe que una figura como la de Antonio Ribera, Creu de Sant Jordi por la Generalitat de Catalunya, sea tan poco reconocida?

Antonio Ribera nació antes de tiempo. Tenía esa extraña capacidad de abarcarlo todo que hoy es propia de la Wikipedia pero que en su tiempo se valoraba menos. Sus contemporáneos triunfaron más probablemente porque centraron su atención en un solo tema, se especializaron en un terreno. A Ribera le resultaban atractivas muchas cosas: la poesía, el teatro, la investigación del espacio y del fenómeno OVNI, las facultades extrasensoriales de los animales, las civilizaciones antiguas, la Isla de Pascua…, Esa diversidad quizá le hizo diluirse en las estanterías de las librerías.

¿Cómo le conoció?

Yo tenía 14 años cuando compré su libro La increíble verdad, del año 85. Lo leí y le mandé una carta a su casa para preguntar qué debía hacer un chico de mi edad para convertirse en una persona de provecho. Se había convertido en mi ídolo. Para mi sorpresa recibí respuesta y me dijo que en primer lugar debía aprender inglés porque toda la bibliografía se publicaba en esa lengua. Yo pensaba que me diría que estudiara Física o que me dirigiera a la NASA, pero no. Así que me puse a estudiar inglés como loco. Al cabo de unos meses de esa carta él me llamó a casa para decirme que iba a Tortosa a casa de unos amigos. Yo vivía en Vinarós y me dijo que si yo tenía tiempo, estaría encantado de recibirme y de conversar conmigo un rato. Ahí nació una relación que se extendió hasta la muerte de Antonio.


Javier Sierra, Antoni Ribera y Jesús Callejo en Sant Miquel del Fai en 1999 (Archivo Picatrix)


Podríamos decir que casi fue su padrino…

Ahí nació una correspondencia que guardo como un tesoro, no existía internet y las llamadas telefónicas eran caras. Él no dejó nunca de responder a ninguna de mis cartas. Me puso en contacto con otras personas de su órbita y eso hizo que me conectara con un mundo que hasta entonces me era ajeno. En el año 89 yo estaba estudiando COU y fue cuando empezó a publicarse la revista Más Allá, lanzada por Jiménez del Oso. Yo acudí a la redacción para ofrecerme para colaborar en lo que fuera y fue Antonio quien le mandó una carta a Jiménez del Oso pidiendo que me atendiera. Se convirtió en el abuelo que nunca tuve, alguien que te atiende, te aconseja y que, llegado el momento, te ayuda.

Hablar de OVNIs y de vida extraterrestre a mitad del siglo pasado no debía ser algo muy común…

Antonio fue valiente. Era hijo de un lusófilo muy importante, Ignaci Ribera, y venía de una familia donde lo intelectual estaba muy presente. Antonio escribía teatro desde los 10 años pero al ser adulto apostó por el camino de las heterodoxias. Se alejó de lo cultural, que le habría granjeado sin duda más aplausos, adentrándose en otro terreno, siempre con honestidad, que le valió mucha sorna y mucha displicencia. Y aún así se mantuvo y mantuvo su carrera siempre en esa dirección. Fue muy osado, de los primeros asociacionistas que hubo en Catalunya para la investigación submarina. De hecho, fundó el CRIS (Centro de Recuperación e Investigación Submarina), trazó amistad con Jacques Cousteau y escribió también sobre la exploración submarina. Un personaje poliédrico, sin duda.

¿Sigue considerándose algo ‘friki’ abordar el tema de la vida en otros planetas?

Hay un cierto estigma sobre esta cuestión porque el tema de los OVNIs es serio pero es un tema del que carecemos de muchas respuestas, y eso deja el camino abierto a los especuladores, a las mentes más calenturientas que terminan desprestigiando el punto de partida: que existen objetos volantes desconocidos que violan los espacios aéreos del planeta desde hace siglos. Antonio tuvo que lidiar con esa etiqueta. Pero el hizo algo muy inteligente. Cuando empezó a escribir sus libros sobre OVNIs (publicó más de 25 monografías sobre esa cuestión), estaban repleta de referencias culturales. Él era un gran lector de clásicos y no hay obra donde no se incluyan citas de tratados de los romanos donde ya se hablaba de OVNIs (ahí se llamaban clipeis ardentes, “escudos llameantes”). En ese sentido, Ribera supo utilizar la fascinación por el misterio para culturizar a sus lectores y yo eso no puedo más que aplaudírselo

¿Cree que hay un interés por no sacar a la luz toda la información que se tiene al respecto?

Antonio decía que los OVNIs no eran una cuestión de fe, no se trata de creer o no creer, se trata de estar informados de ello. Lo que hay es una cierta tendencia a que los medios de comunicación piensen por el lector. Les dan los hechos consumados, no les dan las herramientas para que reflexionen y sean autónomos a ese respecto. Por desgracia, los medios están polarizados ideológicamente y no se les dan las pautas a sus lectores o espectadores para que lleguen a conclusiones independientes, para que alcancen su meta de manera propia sin ser guiados. Hay materias como esta de los OVNIs que te hacen pensar y reflexionar mucho y que acaban no siendo cómodas para medios que lo que quieren es dar una visión muy cerrada de la realidad. Si hay algo que Antonio Ribera tenía claro y que yo heredé de él es que la realidad no es una cajita que podamos abarcar de principio a fin, la realidad es mucho más amplia de lo que nos imaginamos, y hay miles de cosas que se escapan de nuestro radar.

Tal vez por miedo…

El miedo es un factor, sí. Pero hace poco, hablando con Avi Loeb, el director del departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard, sobre porqué tenemos tanto miedo a hablar de un posible contacto con una civilización extraterrestre y porque tanta prudencia en buscar vida en otros planetas cuando nos gastamos millones de dólares en buscar partículas elementales, él me decía que es una cuestión de ego. La humanidad cree que habita el escalón superior de la creación y encontrarse que hay un escalón por encima de ellos la destrona, y tiene angustia de perder ese escalafón. Igual tiene razón, hay una cierta prudencia y animadversión por una especie de ego colectivo de descubrir que no somos los mejores.

¿Hay que tener más miedo a los humanos que a los seres de otros planetas?

Yo temo más a los vivos que a los muertos y desde luego creo que la gente de la Tierra, la especie humana, es una especie peligrosa. Somos depredadores, hemos ido cambiando durante miles de años el ecosistema donde habitamos como ninguna otra especie y eso nos convierte en una criatura de quien, probablemente, los propios visitantes que pasan por este planeta se cuidan. Puede que ahí esté la clave de porque no se presentan, porque no quieren una interacción demasiado directa con una civilización que ha demostrado su salvajismo y que hoy es capaz de destruir el planeta con sus millones de armas termonucleares de las que no se habla, por cierto, pero están muy presentes. Esto es algo que Antonio Ribera analizaría hoy en día y de lo que estaría muy pendiente. Por cierto, era lector y suscriptor de La Vanguardia y además fue un regular escritor en la sección de cartas del lector.

¿Cree que el universo de las redes sociales le habría horrorizado?

Antonio era un optimista antropológico, él veía el lado bueno de las cosas mucho más que el malo. Eso me lo contagió. Si hubiera conocido las redes sociales las habría adoptado como algo positivo, probablemente. Al final las cosas las estropeamos con el uso. Las redes sociales nacieron con un propósito absolutamente sublime, compartir de forma inmediata y tener a tu alcance tu propio medio de comunicación. Como concepto de partida es absolutamente maravilloso pero el tiempo termina emponzoñando las cosas.

Si de algo se lamentaba Antonio Ribera era de cumplir años. Él se sentía un niño atrapado en un cuerpo de persona mayor y seguía teniendo curiosidad por todo. Él quería seguir viajando, investigando y descubriendo, pero la edad jugaba en su contra y eso le torturaba. Ahora bien, la reflexión que transmito casi en boca de Antonio es la necesidad de volver a nuestra infancia y recuperar la curiosidad que teníamos de partida. Cuanto más pequeños somos, más grandes somos.

Esta noche tiene cita con el Premio Planeta, el mismo que ganó en 2017 con El fuego invisible. Este año con récord de obras presentadas: 654

¡70 años del Premio Planeta! Pocas obras me parecen, y te digo por qué: porque hemos tenido un año en blanco que mucha gente ha utilizado para escribir. Se ha producido un raro milagro en nuestra civilización vertiginosa y es que de repente el tiempo se ha detenido un año, es un prodigio de proporciones colosales. La gente ha podido leer esas obras que llevaban años en las estanterías, ha convivido con la familia como nunca antes y muchos de ellos han volcado todas esas ideas que tenían en la cabeza en su ordenador porque han tenido la oportunidad de hacerlo. Y probablemente el año que viene serán más porque será el arrastre de este periodo de la pandemia.

Veo que es de los que sabe sacar el lado positivo de lo que ha ocurrido.

Las pandemias son una desgracia de proporciones enormes pero son muy comunes en la historia. Lo que pasa es que las olvidamos. Esta no es la peor pandemia que hemos vivido ni de lejos. Europa estuvo debatiéndose durante décadas contra la peste negra que mató a la mitad de la población. Si supimos salir de la peste negra sin vacunas y sin ciencia médica, ¿cómo no vamos a salir de esta airosos? Nos construimos a base de desgracias.



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