Cuando José De Zer llegó a Pilar en busca de los enanitos verdes
Se estrenó una película protagonizada por Leonardo Sbaraglia sobre el mítico cronista de Nuevediario. Interesado por lo sobrenatural, a mediados de los ’80 revolucionó Villa Verde.
Leonardo Sbaraglia y José De Zer. Ficción y realidad se mezclaban en Nuevediario. |
Su cuerpo flaco y encorvado, sosteniendo un micrófono y jadeando mientras le pedía al camarógrafo que lo siguiera es una marca registrada de la TV de los ’80: José De Zer, cronista estrella de Nuevediario, viajó por el país ofreciendo relatos sobrenaturales. Desde el cerro Uritorco a La Plata, desde Capital hasta… Pilar.
Esta semana se estrenó en cines “El hombre que amaba los platos voladores”, película basada en De Zer e interpretada por Leonardo Sbaraglia, entrañable tributo a un personaje que quedó en la memoria de todos. A Netflix llegará pronto, el 18 de octubre.
Leonardo Sbaraglia se pone en la piel de José De Zer, quien en los '80 recorrió el país, incluyendo a Pilar. |
Enanitos
Editado en 2021, “Pilar, un libro de historias” (escrito por Alejandro Lafourcade y Sergio Abrate) dedicó uno de sus capítulos a la llegada de José De Zer a Pilar, aquel verano en el que Villa Verde se conmocionó por la aparición de luces misteriosas que se movían en la oscuridad. Fue el furor por los “enanitos verdes”.
Ya algo borroso por el paso del tiempo, el hecho todavía es recordado por los pilarenses mayores de 40 años, quienes al igual que el resto consumían los informes de De Zer en épocas de cinco canales de aire y pantallas de –como mucho- 20 pulgadas.
Cuenta la leyenda que todo se inició una tarde-noche de verano. En un descampado del barrio Villa Verde, un grupo de chicos que jugaban y recorrían la zona se espantó ante un espectáculo inesperado: la aparición, a varios metros de distancia, de unas extrañas luces que parecían bailar entre los pastizales.
Espantados, algunos pibes se cayeron en la huida, raspándose en brazos y piernas pero sin dejar de correr. Todos llegaron llorando a sus casas, diciendo que habían visto unas luces extrañas en aquel campito. Algunos de ellos, además, afirmaron haber visto siluetas de figuras atemorizantes, a pesar de su reducido tamaño.
Nacía para siempre el mito de los enanitos verdes, mote que para ese entonces se le había puesto a toda forma de vida extraterrestre, adoptado además por la banda de pop mendocina que en ese entonces tenía su momento de gloria.
Casi famosos
Apenas se echó a rodar el rumor, los vecinos de Villa Verde y otros barrios se acercaron al descampado con la ilusión de ver a los enanitos verdes, o al menos a aquellas misteriosas luces. Una de las teorías más descabelladas hablaba de un laboratorio subterráneo lindero a la fábrica Yaku –en el barrio Morelli-, de donde se habían escapado unos monos que estaban siendo sometidos a diferentes experimentos.
Enterado de las versiones, a Pilar llegó José De Zer acompañado por Chango, su camarógrafo, personaje tan mítico como él. Sin embargo, tras un par de días de revuelo, la pareja debió volverse con las manos vacías y encarar hacia otros pagos en busca de más historias fascinantes.
Detrás de escena
Ya desde hace décadas Alejandro Dolina los definió como “los refutadores de leyendas”: es decir, gente experta en derribar mitos, en descorrer el velo de los misterios que apasionan a los hombres. Si bien Dolina los situaba en Villa del Parque, los refutadores de leyendas se multiplican por todas partes.
En este caso, el refutador es J.D.R., vecino que se atribuye haber provocado el fenómeno de los enanitos verdes. Al parecer, el hombre estaba esa tarde-noche de verano tomando mates con un amigo en un terreno de grandes dimensiones, en el que sólo había una casa en medio del descampado. “Vimos a unos pibes vecinos recorriendo en el campito –contaba en más de un asado posterior-, y nosotros teníamos esas linternas grandes con manija, que tienen una gran potencia. Los dos empezamos a hacerles luces, pero los chicos se asustaron y salieron corriendo...”.
Ante esa reacción, los jóvenes decidieron redoblar la apuesta, y al día siguiente colgaron pedazos de espejos en los árboles, para reflejar en ellos las luces de sus linternas. “Dos o tres días después llegaron la policía y la televisión. Nos asustamos por el revuelo que causamos y por eso dejamos de hacerlo”.
Más allá de las luces y los espejos, nunca quedó claro qué es lo que vieron los chicos para decir que en el lugar había “enanitos verdes”. Mientras tanto, los pilarenses siguieron firmes frente al televisor siguiendo bien de cerca las aventuras de De Zer y su inseparable Chango.
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