Revista Vea y Lea (02/12/1954)
Encuesta sobre los platos voladores
Tres autores europeos, Leslie Desmond, Tom Arno y Nantas Salvalaggio, exponen, con documentación copiosa y puesta al día, los testimonios y razones que demuestran su existencia.
Ha sido capturado un plato volador
por Leslie Desmond
He pasado los últimos cuatro años dedicándome exclusivamente al estudio de los platos voladores, lo que me permite declarar que los conozco mejor que muchos otros. Durante mi último viaje a los Estados Unidos he dado una serie de conferencias al respecto y he podido comprobar que un plato volador ha sido capturado y se encuentra actualmente en poder del gobierno norteamericano.
Un examen preciso de los hechos me convence sin duda alguna de que:
1) Los platos voladores son astronaves que proceden de otros planetas;
2) Muchos "platos" han aterrizado sobre nuestro planeta en los últimos tres años y sus pilotos han entrado en contacto con los hombres;
3) Muchas de las personas que se han acercado en esta forma a los tripulantes de los platos voladores no quieren hablar de su aventura por temor al ridículo. Pero después de que mi amigo George Adamski publicó las fotografías por él tomadas y la historia de su encuentro con una criatura extra terrenal en su libro "Han aterrizado platos voladores", muchísimas personas que ya habían vivido la misma experiencia han resuelto hablar.
Admito que hemos sido víctimas de las peores bromas al respecto, pero en contra de ciertos escepticismos de mala ley quiero recordar que, en la mayoría de los casos, las personas interrogadas por el gobierno norteamericano sobre lo que habían visto y experimentado han dado completa satisfacción a los agentes oficiales encargados de comprobar la sinceridad de sus afirmaciones. Se trata de casos en los cuales las personas interrogadas han visto aterrizar un plato volador y han tomado fotografías de los pilotos del disco o hablado con los mismos.
En este sentido, debo recordar el caso del astrónomo inglés Alligham, que vio y fotografió un "plato" que aterrizó en Escocia el 18 de febrero de 1954. El astrónomo sacó también una foto del piloto del disco y éste le comunicó, por medio de un dibujo compuesto de cuatro círculos, trazado sobre la arena, que provenía de Marte, cuarto planeta —en orden de distancia del Sol— de nuestro sistema. No he podido aun entrevistar personalmente a Alligham al respecto. Sin embargo, quiero declarar que lo considero perfectamente sincero.
A mi llegada a Norteamérica, hace unos meses, el Comando de la Aviación recibió un promedio semanal de 700 informes de sus pilotos sobre observaciones de platos voladores.
Por lo que he podido saber, los platos voladores no son verdaderas astronaves: transportados a bordo de grandes naves espaciales en forma de cigarro, del tipo del que apareció recientemente en el cielo de Roma, son lanzados al vacío, al llegar a la atmósfera terrestre, exactamente como los aeroplanos lanzados desde un portaaviones. Al terminar sus misiones de reconocimiento, los discos vuelven nuevamente hacia el planeta de origen.
Los científicos se encuentran divididos por opiniones discordes en cuanto a los platos voladores, pero quiero recordar que hace unas pocas semanas el profesor Oberth, uno de los más grandes especialistas en motores a reacción, ha revelado su convicción de que los discos provienen de otros planetas, donde florece una civilización mucho más adelantada, Del mismo modo, lord Dowding, comandante supremo de la Royal Air France durante la guerra, ha declarado que, a su parecer, los platos voladores vienen de otros planetas y sus tripulantes no están animados por intenciones hostiles hacia nosotros. En efecto, hasta la fecha, los discos no han provocado ningún daño ni víctimas.
Reuniendo y confrontando entre sí los testimonios más fidedignos de las personas que han hablado con los pilotos de los platos voladores, podemos sacar las siguientes conclusiones:
* Estas criaturas de los espacios cósmicos parecen infinitamente más sabias y evolucionadas que nosotros.
* Nos consideran como amigos y quieren ayudarnos a que no nos pasemos la vida guerreando, matándonos unos a otros y discutiendo interminablemente de política.
* Nuestras experiencias con la bomba H los preocupan mucho. Sin embargo, prefieren no intervenir, a menos que lleguemos al punto de amenazar con la destrucción de nuestro planeta: destrucción que significaría al mismo tiempo perturbaciones gravísimas en los demás cuerpos del sistema solar.
* El fin principal de su visitas a intervalos regulares es la observación científica de los cambios que intervienen en nuestro clima, las eventuales modificaciones en la inclinación del eje polar y otros delicados problemas científicos que interesan al bienestar de sus planetas.
Sabemos también que estas criaturas gozan de una salud perfecta y la duración mediana de sus vidas alcanzan un par de siglos. Aparentemente, se parecen bastante a nosotros, pero su físico es mas complejo y evolucionado, como podría resultar el nuestro comparado al de un mamífero inferior.
Desde el punto de vista teológico, estos seres parecen encontrarse en la condición feliz de Adán antes de la "caída", pues nunca han experimentado guerras u odios en sus planetas. Cuando Adamski les preguntó si creían en Dios, contestaron: "Nosotros vivimos en Él, en realidad estamos hablando sólo de Él".
Para mi, es una locura negar la existencia de estas criaturas. No quiero obligar a nadie a creer en lo que no quiere creer. Pido sólo que se examinen objetivamente los hechos y se los juzgue en la misma forma. Hace algunos siglos, la gente decía que el mundo era plano y se quemaba en la hoguera a los que afirmaban que era redondo.
En nuestros días, los herederos espirituales de los quemadores afirman con la misma seguridad que nosotros los seres humanos estamos solos en el universo. Famosos hombres de ciencia proclaman que sólo en la Vía Láctea existen miles y miles de millones de planetas como la Tierra. Si realmente Dios, nuestro creador, ha dado vida a tantos sistemas solares, ¿por qué habría querido que sólo existieran seres humanos sobre este pequeño grano de polvo cósmico llamado Tierra?
Nos Vigilan desde la Prehistoria
Por Tom Arno
El misterio más apasionante de nuestros tiempos —la aparición en nuestros cielos de "platos", "cigarros" y demás objetos voladores— se puede considerar como un hecho objetivo y no el producto de alucinaciones colectivas de una humanidad hundida en la angustia de la era atómica y asediada por "milagros" seudocientíficos.
En estos tiempos nuestros, todo parece posible. Los científicos se empeñan ahora, a la luz de la nueva realidad de los platos voladores, en explicar numerosos hechos legendarios, supersticiosos e inexplicables en nuestro pasado remoto. Extraños relatos —que se transformaron en pocas generaciones en mitos, leyendas o milagros— se han tejido sobre seres fantásticos que descendieron sobre la Tierra a bordo de máquinas voladoras, desde los cielos más remotos, en la época de los caldeos, de los antiguos hindúes, etcétera.
En el Génesis, se habla ya de unos "gigantes que engendraron descendientes con las hijas de los hombres" y algunos ven en ellos superhombres o ángeles llegados a la Tierra para salvar a la humanidad de la perdición... Hasta el diluvio es considerado como una catástrofe provocada por los hombres que habían probado los frutos prohibidos de la ciencia...
Asimismo, el inglés Leslie Desmond —cuyo artículo reproducimos también aquí— deduce de los Vedas (libros sagrados) de la India que el antiguo mundo hindú conservaba el recuerdo de los platos voladores: maquinas extraordinarias descendidas de los cielos, llevando a bordo seres angélicos, excepcionales, que conocían perfectamente las fuerzas que rigen el mundo material, para ayudar a nuestra evolución espiritual.
Más cerca de nosotros, Pitágoras y Lucrecio habrían conocido la existencia de los platos voladores, así como el mundo romano: los pastores asistieron más de una vez al paso, en el cielo del Lacio, de "escudos flameantes".
En la antigüedad americana, los mayas, los aztecas y los incas aluden en su folklore a la aparición de misteriosas máquinas voladoras que llevaban a bordo criaturas superiores.
Por consiguiente, los platos voladores son tan antiguos como el mundo.
Volviendo a nuestros días, cabe recordar que el nombre de "platillo volador" fue utilizado por primera vez en el año 1947, por Kenneth Arnold. Sin embargo, hace casi setenta años, en 1878, un agricultor de Tejas, John Martin, había visto un plato volador y utilizó la palabra "platillo" al contestar al redactor del "Daily News" que lo entrevistaba.
Más de 300 observaciones han sido archivadas en los últimos siglos, como la registrada en el año 1872, cuando la Sociedad Rural de Meteorología de Inglaterra recibió de un comandante de marina una extraña relación que nunca tuvo explicación alguna. El capitán Banner, dueño del velero "Lady of the Lake" hacía ruta hacia Gran Bretaña, procedente de los trópicos, cuando los hombres de a bordo sintieron atraída su atención por un fenómeno extraordinario que se estaba verificando en el cielo enrojecido por el crepúsculo. He aquí el relato del comandante, cuyos términos corresponden perfectamente a las recientes observaciones de platos voladores:
"Sobre el cielo corría una nube de luz circular, muy extraña, de un color gris deslumbrante. Parecía un sol o una luna circundada por un halo. Pero más que en una nube de luz esférica, el fenómeno hacía pensar en una máquina voladora con características muy raras. En efecto, avanzaba contra el viento, elevándose gradualmente por el cielo, hasta encontrarse casi encima del velero. Al llegar a aquella posición, el misterioso objeto volador pareció quedarse inmóvil y los marineros pudieron observar detalles curiosos sobre la superficie del mismo, así como una especie de cola o cabellera luminosa, que sobresalía en una extremidad. Al cabo de unos instantes, el objeto, siempre en dirección opuesta al viento, se lanzó a muy grande velocidad hacia el horizonte, desapareciendo rápidamente al noroeste".
En el año 1893, otra nave británica, el vapor "Carolina", se dirigía a poca velocidad hacia el Japón, habiendo zarpado de Shanghai, cuando, en la noche del 24 de febrero, hacia las 22 horas, el comandante fue informado de que "luces del todo insólitas" habían aparecido entre la nave y la costa. El comandante, Charles Norcock, salió a cubierta: en ese lugar, las montañas de la línea costera se levantaban a una altura de más de 2.000 metros y el comandante divisó las misteriosas luces inmediatamente debajo de las cumbres. Eran numerosas y parecían todas de forma circular. A veces, se movían en masa, otras veces formaban una larga fila, como las perlas de un collar. Al final, después de haber sido observadas durante unas dos horas, las luces se pusieron en movimiento hacia el norte, desapareciendo rápidamente.
A la noche siguiente, las luces volvieron a aparecer, permaneciendo visibles durante siete horas. Parecían avanzar a la misma velocidad del "Carolina" y por un tiempo fueron ocultadas por la masa de una isla. El comandante pudo observarlas por medio de un telescopio. Eran de color rosado y dejaban como una leve estela humosa. Parecían seguir curiosamente los movimientos de la nave. Lanzaban un reflejo muy visible sobre las aguas. Otro barco británico —el "Leander"— que navegaba en aquellas aguas, las divisó y quiso acercarse a ellas. Como si hubieran sabido que iban a ser descubiertas, las luces se alejaron rápidamente.
Las observaciones de este género se han vuelto cada vez más frecuentes en los últimos setenta años. Durante varias generaciones, no fueron tomadas en serio, y en general se las recibió con sonrisas escépticas. Pero desde hace unos pocos años, la fotografía, el radar, la creciente precisión de los métodos de observación y clasificación científica de los fenómenos naturales, han puesto a los hombres frente a hechos indiscutibles, aunque inexplicables. Se dice que muchos gobiernos están reuniendo secretamente documentaciones impresionantes de los platos voladores y sus manifestaciones.
El problema apasionante de la pluralidad de los mundos habitados y de las infinitas posibilidades fenoménicas del cosmos ha llegado a ser motivo de seria meditación para el hombre moderno.
¿Cómo se mueven los platos y los "cigarros" voladores en el espacio cósmico? A lo largo de las líneas de fuerza que cualquier cuerpo celeste, creando con sus fuerzas de gravitación un campo magnético, irradia en todas las direcciones. . . ¡Un problema que siempre ha dado mucho que pensar al profesor Einstein!
El coautor de "Han aterrizado platos voladores", George Adamski, ha "conversado" directamente con el piloto de una astronave: un ser rubio y muy alto, con largos cabellos y ojos azules muy suaves, absolutamente igual a nosotros. ¿De dónde viene esta extraña semejanza? ¿Es una prueba de la "evolución paralela"? ¿Se trata —como lo sugirió alguien en Inglaterra— de la descendencia de razas humanas llegadas a una evolución máxima en épocas muy remotas, antes del diluvio, y refugiadas sobre otro planeta del sistema solar poco antes de la catástrofe que cada doce, veinticuatro o treinta y seis mil años se abatiría con trágica regularidad sobre nuestro planeta?
Los enanos hirsutos con cascos de cuero
Por Nantas Salvalaggio
Si los platos voladores no existen los psiquíatras franceses deberían ocuparse seriamente, de la forma de alucinación colectiva que se ha apoderado de la población de Francia. Todos los franceses han encontrado o esperan encontrar algún marciano en la puerta de mi casa. No sólo los pobres campesinos han visto platos voladores, sino también parisienses como Michele Momean, un consejero municipal y un corresponsal de un diario inglés, a unos centenares de metros de la Torre Eiffel.
El 16 de octubre, a las cuatro de la tarde, el alcalde de Fontaine-Vaucluse llamó por teléfono al comandante de la base aérea de Caritat: "Coronel, dése prisa —dijo—. Un grupo de platos voladores se dirige hacia el noroeste". El coronel salió de su despacho y ordenó a dos cazas a reacción que levantaran vuelo. La persecución duró más de media hora. Pero los aviones volvieron, escribiendo en su diario de a bordo: "Los objetos de forma redonda, han desaparecido hacia el noroeste. Imposible alcanzarlos".
Según los archivos de la comisaría de Maurieras, en el departamento de Vaucluse, el primer marciano llegado a Francia lo hizo la noche del viernes 10 de septiembre: el ciudadano Antoine Mazaud volvía para su casa en la campaña completamente oscurecida, cuando, al llegar a la altura de una cruz plantada al borde del camino, vio una sombra. Pensó que se trataba de algún guardabosque o cazador furtivo. Pero Mazaud sintió de repente que las piernas le flaqueaban: el desconocido era de baja estatura, con una cabeza enorme y cubierta por un casco de cuero. Mazaud comenzó a rezar el padrenuestro, mientras la sombra se acercaba a él, con las manos tendidas en gesto de amistad. El hombre lo dejó adelantarse, temblando. El pequeño marciano le apoyó la cabeza contra el pecho y Mazaud se dio cuenta de que su piel era fría como el hielo. El abrazo interplanetario duró sólo unos instantes. Luego, el misterioso individuo se alejó sin decir una palabra, desplazándose como si volara a unos centímetros del suelo. Al llegar a su casa, Mazaud no quiso comer y se fue a dormir, pero no pudo cerrar los ojos en toda la noche, por la fiebre muy alta que había hecho presa en él. Siguió repitiendo al médico que la mujer había llamado: "Los marcianos son nuestros hermanos".
Una noche histórica
La noche del 10 de septiembre parece haber sido particularmente propicia para la llegada de los marcianos, pues otras dos criaturas misteriosas fueron vistas en Quarouble, en el norte de Francia, por Marius Dewilde. Eran las 22.15 y Dewilde estaba leyendo el diario en la cocina cuando el perro comenzó a ladrar. Dewilde tomó la linterna y el fusil de caza y salió al jardín.
Después de algunos segundos, distinguió una masa oscura apoyada sobre las vías del ferrocarril que pasa a lo largo del jardín. "Seguramente —pensó— es un paisano que se olvidó de su carro en medio de las vías. Tengo que ir en seguida a avisar al guardavía".
Mientras tanto, el perro seguía ladrando. Dewilde dirigió la luz de su linterna hacia el animal y vio entonces, a unos diez metros de distancia, a dos individuos que caminaban uno detrás del otro. Eran muy pequeños —menos de un metro— y vestían una especie de escafandra con un casco que lanzaba reflejos metálicos. Marius avanzó hacia ellos apuntando su fusil. No dio más de unos pasos. De la masa oscura salió un rayo de luz verde que lo paralizó completamente. Unos segundos más tarde, los dos marcianos entraban en lo que Dewilde había tomado por un carro. Sin ningún ruido, emitiendo un leve humo blanco, el aparato se elevó en el aire, desapareciendo en la noche. Dewilde recuperó sus fuerzas y corrió a la gendarmería para contar lo sucedido.
Por otra parte, en la misma época, Pierre Delvenne, consejero municipal del pueblo de Olmont, se hallaba juntando manzanas en su huerto, cuando miró hacia el cielo, que se estaba nublando. "Si no me apresuro —pensó— la lluvia me va a empapar". Pero en el mismo instante notó debajo de una gran nube negra un disco blanco que bajaba lentamente. El objeto tenía la forma de un paracaídas y desapareció rápidamente detrás de los árboles del bosque cercano. A pesar de la tormenta que amenazaba, Delvenne saltó en su motoneta y se dirigió hacia el punto de caída del disco blanco, descubriendo de pronto una especie de gran esfera de acero, aplastada en los polos. Sentado sobre un montón de hojas, había un hombre hirsuto y muy pequeño, con un casco de cuero y botas rojas. Delvenne trató de hablarle, haciéndole señales con las manos. El hombre no contestó: se rascaba el pecho. Finalmente, volvió a entrar en la esfera de acero y desapareció.
Existen muchísimos ejemplos más de esta naturaleza en los archivos de la policía francesa y los diarios de París consagran columnas a las noticias de esta índole. Todo el mundo habla de los platos voladores: psiquíatras, sacerdotes, psicoanalistas, conferenciantes y cancionistas. La gente vive en el temor o a la espera de la "invasión". Un diario humorístico ha escrito una carta abierta a Maurice Thorez, el líder del partido comunista francés: "Si los marcianos existen realmente —dice la carta—, si los platos voladores no son locura colectiva, ¿se imagina usted, señor Thorez, las carcajadas? ¿Seguirá usted combatiendo al capitalismo o pedirá la ayuda de Estados Unidos para defenderse contra el invasor?"...
Hemos querido dar a nuestros lectores una idea imparcial de los testimonios registrados en la actualidad. Cabe agregar que los que han visto platos voladores son mucho más numerosos que los que se han presentado en las gendarmerías o comisarías. Existen, por ejemplo, los llamados "testigos silenciosos": personas muy conocidas que temen la curiosidad morbosa de la muchedumbre. En los pasillos de la Asamblea nacional, hace pocos días, corrió la voz de que uno de los diputados más influyentes, actualmente en el gobierno, había visto desde su casa de campo uno de los misteriosos aparatos de los cuales el mundo habla. Si algún periodista lo interroga sobre esto, se sonríe y habla de otra cosa. Da verdad es que tiene miedo de que sus adversarios políticos, al ridiculizarlo, le hagan perder las elecciones.
El escepticismo, hijo del racionalismo de nuestra época, explica la resistencia natural de gente que se considera "seria" a aceptar de buen grado lo que no puede explicar fácilmente dentro de las leyes físicas y naturales conocidas y estudiadas por la ciencia. Olvidan que, siglos atrás, el mismo escepticismo, bien que fundado en otros supuestos, se opuso a quienes creyeron que había otros mundos, allende el Océano.
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