El testimonio de Daniel Gockerell: el gigantesco OVNI triangular en el bosque
Un encuentro nocturno con una aeronave flotante de 100 metros que desafía las leyes de la física convencional.
por Luis Emilio Annino
En 2006, un candidato a la Escuela de Rangers llamado Daniel estuvo hospitalizado en la Base Aérea Eglin con una lesión en la espalda.
Daniel Gockerell describe cómo, a pesar de las indicaciones médicas de no levantarse, sale de su cama en un centro de recuperación donde se encuentra postrado por una lesión en la espalda. Apoyándose en muletas, cojea hasta el escritorio de guardia, donde un miembro del personal, absorto en una película con auriculares, le explica que el extraño zumbido constante en el cielo es solo una prueba de la Fuerza Aérea con nueva tecnología y equipo. Ambos escuchan atentamente el ruido durante unos minutos, y Gockerell, desafiando las normas, pide prestado un cigarrillo para salir a fumar y observar mejor.
Al exterior, dirige su mirada a la izquierda y, a unos 300 o 400 metros, divisa un claro en el bosque iluminado por potentes generadores portátiles, similares a los usados en obras de construcción o autopistas. Rodeando el área, nota personal militar y varios SUVs negros, lo que refuerza la idea de una operación oficial. En ese momento, su atención se centra en una impresionante aeronave flotando a unos 15 o 20 pies del suelo, de aproximadamente 300 pies de largo, rodeada de luces brillantes pero sin cabina, fuselaje o motores visibles tradicionales.
La aeronave se mantiene suspendida en completo silencio, sin el menor oscilación que caracterizaría a cualquier vehículo aéreo conocido, incluso en helicópteros o aviones fijos. De repente, asciende verticalmente hasta superar la copa de los árboles, realiza un giro suave y se aleja hacia el noreste con determinación. Gockerell enfatiza que no emite ningún sonido propulsor; solo se oye el zumbido de los generadores, y no hay estruendo supersónico pese a su velocidad impresionante.
Al inclinarse la nave, revela su forma de triángulo perfecto, con luces blancas en cada vértice y una más grande en el centro. Realiza varios ascensos y retornos breves, deteniéndose por segundos antes de repetir el movimiento, pero nunca aterriza en la zona de despegue inicial, lo que sorprende al testigo. Aunque impactado por la escena, Gockerell la atribuye inicialmente a tecnología militar avanzada, sin percatarse en ese instante de implicaciones más profundas como posibles fuentes de energía exóticas, y decide regresar adentro tras aburrirse de la repetición.

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