Crotto, Buenos Aires: Plato volador y algo más (14 de julio de 1968)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
Lugar del incidente. |
Detalles sobre la aparición
A las noticias aparecidas el 16 y 17 de julio, le siguió el viernes 19 un extenso reportaje con el relato de Oscar D’Onofrio, que trataremos de resumir a continuación.
D’Onofrio tiene 38 años de edad, está casado desde hace 16 con Nelly Bricka, y se dedica a la compra-venta de automóviles de bajo precio, y trabaja como oficial chapista en una agencia Chevrolet desde hace siete años, aunque también lo hace por su cuenta en un taller de su casa. Tiene como aprendiz y ayudante, desde hace poco más de un año, al joven Sixto Romero, de 14 años, alumno del 7° grado de la escuela Ntra. Sra. de Fátima.
El caso apareció en el diario El Popular, de Olavarría. |
En la mañana del 14 de julio O. A. D’Onofrio partió de
Olavarría junto a S. Romero conduciendo su automóvil Renault Dauphine,
color verde, patente 321-203, hacia Gral. Alvear, en un trayecto que
suele efectuar una vez al mes para sus operaciones de compra y venta de
vehículos. A las 5,50 horas, llegando a una curva en forma de “S”,
existente en el kilómetro 31 de Olavarría, sobre el camino que conduce a
la localidad de Crotto (partido de Tapalqué), comenzaron a ver una luz
blanca cuyos reflejos “parecían los de un tubo fluorescente, pero mucho
más potente”. Cuando entran en la curva final de la “S”, el motor del
auto empezó a ratear (NdR: andar a prorrata, con dificultad) y dar
sacudidas, exactamente a 2.100 m del lugar donde habían comenzado a
divisar la luz. El motor se detuvo completamente y hasta la radio, que
iban escuchando, dejó de funcionar. Allí comprobaron que en el lugar
indicado, junto a la vía que en ese tramo corre paralela al camino,
había un poste indicador: “Km. 307”.
D’Onofrio habría descendido del auto y llegó hasta el borde de la
banquina, cuando la luz del plato los alcanzó y no pudo dar un paso más.
“Sentí como si me hubieran sujetado por todas partes”, dijo el testigo.
Entonces alcanzó a ver que por delante del plato (NdR: la primera
versión indicaba que fue “al costado”) y sobrepasándolo en altura, se
encontraban dos seres con trajes color plateado. Medían entre 1,65 y
1,70 m de estatura la vestimenta, plateada, pero no muy brillante, los
cubría de pies a cabeza.
Comenzó a sentir calor, atribuyendo esa sensación al miedo que le producía la extraña visión. “Yo alcancé a quedarme junto a la puerta -agrega Romero-, del susto tampoco intenté alejarme más. También me sentí paralizado cuando la luz nos enfocó. Yo, que al principio creí que se trataba de una cosechadora (NdR: “una máquina de Vialidad”, según la primera versión), me dí cuenta que eso era algo muy distinto”.
Comenzó a sentir calor, atribuyendo esa sensación al miedo que le producía la extraña visión. “Yo alcancé a quedarme junto a la puerta -agrega Romero-, del susto tampoco intenté alejarme más. También me sentí paralizado cuando la luz nos enfocó. Yo, que al principio creí que se trataba de una cosechadora (NdR: “una máquina de Vialidad”, según la primera versión), me dí cuenta que eso era algo muy distinto”.
“Todo ocurrió en escasos momentos -continúa D’Onofrio-. No tuve tiempo ni de pensar, o mejor dicho, esa luz me impedía pensar”.
Después vio cómo los dos seres hicieron un movimiento hacia el plato volador y la luz disminuyó por un instante, para luego hacerse más grande y aún más brillante. Entonces, en el raro aparato se produjo una especie de giro y cambió de color, fugazmente, del blanco al rojo y otra vez al blanco intenso, elevándose en forma vertical a gran velocidad y sin producir ninguna clase de ruido. Sólo cuando desapareció de su vista pudo recobrar el movimiento.
Sin animarse a ir hacia el lugar donde había estado posado el artefacto, regresó al auto, y cuál no sería su sorpresa al notar que el motor no respondía al arranque. Así estuvieron un rato -siguiendo la versión de El Popular- hasta que el motor comenzó a funcionar. Sin embargo, hasta el cruce de un camino con la vía (la del F.C. Roca que va hacia Gral. Alvear, distante unos dos kilómetros de allí) el motor siguió fallando, hasta que después se normalizó.
Después vio cómo los dos seres hicieron un movimiento hacia el plato volador y la luz disminuyó por un instante, para luego hacerse más grande y aún más brillante. Entonces, en el raro aparato se produjo una especie de giro y cambió de color, fugazmente, del blanco al rojo y otra vez al blanco intenso, elevándose en forma vertical a gran velocidad y sin producir ninguna clase de ruido. Sólo cuando desapareció de su vista pudo recobrar el movimiento.
Sin animarse a ir hacia el lugar donde había estado posado el artefacto, regresó al auto, y cuál no sería su sorpresa al notar que el motor no respondía al arranque. Así estuvieron un rato -siguiendo la versión de El Popular- hasta que el motor comenzó a funcionar. Sin embargo, hasta el cruce de un camino con la vía (la del F.C. Roca que va hacia Gral. Alvear, distante unos dos kilómetros de allí) el motor siguió fallando, hasta que después se normalizó.
La investigación
- Búsqueda en la Estancia “San José”: Durante la reconstrucción del hecho que emprendieron con los periodistas, decidieron atravesar las vías del F.C. Roca e introducirse en el campo donde ellos aseveraban haber visto al “plato volador”. Allí, en medio de un cuadro de la Estancia “San José” (380 hectáreas), propiedad de Raúl González, efectuaron una tan intensa como infructuosa búsqueda de posibles rastros que hubiera podido dejar en el lugar donde se habría asentado el OVNI. El cuadro (33 hectáreas) presentaba una excelente pastura de avena, pero nada que pudiere atribuirse al extraño fenómeno. Sin resignarse ante la inútil búsqueda, por último, se dirigieron al casco de la estancia ubicado a unos 400 metros del lugar donde se habría posado el OVNI, donde entrevistaron al hijo del propietario de la estancia, también de nombre Raúl (30 años, casado), quien ya estaba enterado de la presunta presencia del OVNI en el campo, pero aclaró: “Yo no ví nada”, agregando que a la hora indicada (5,50) estaba levantado, pero que no se había observado ninguna señal anormal (3).
- Búsqueda en la Estancia “San José”: Durante la reconstrucción del hecho que emprendieron con los periodistas, decidieron atravesar las vías del F.C. Roca e introducirse en el campo donde ellos aseveraban haber visto al “plato volador”. Allí, en medio de un cuadro de la Estancia “San José” (380 hectáreas), propiedad de Raúl González, efectuaron una tan intensa como infructuosa búsqueda de posibles rastros que hubiera podido dejar en el lugar donde se habría asentado el OVNI. El cuadro (33 hectáreas) presentaba una excelente pastura de avena, pero nada que pudiere atribuirse al extraño fenómeno. Sin resignarse ante la inútil búsqueda, por último, se dirigieron al casco de la estancia ubicado a unos 400 metros del lugar donde se habría posado el OVNI, donde entrevistaron al hijo del propietario de la estancia, también de nombre Raúl (30 años, casado), quien ya estaba enterado de la presunta presencia del OVNI en el campo, pero aclaró: “Yo no ví nada”, agregando que a la hora indicada (5,50) estaba levantado, pero que no se había observado ninguna señal anormal (3).
- En el lugar: la localización del sitio donde habría ocurrido el episodio tropezó con algunos inconvenientes iniciales, pues desconociendo cuál era la fuente informativa original, primera del caso, debimos guiamos por noticias publicadas en sucesivos medios periodísticos (4), las que -además de escuetas- contenían errores de importancia, por ejemplo, situándolo en la “ruta 3 a la altura del kilómetro 37” (González Catán), en lugar de “a la altura del kilómetro 37, palo 3, última curva a Crotto”, reza la primera información del diario de Olavarría, cuyo director tuvo la deferencia de remitirnos copia de los recortes.
El reconocimiento del lugar se hizo reconstruyendo el viaje realizado por los testigos aquel domingo 14 de julio. No hay dudas que, en este caso, el paisaje se ha mantenido prácticamente igual. El polvoriento y algo pedregoso camino se abre entre los campos cerealeros y, llegando a la curva final de la “S”, nos encontramos con los viejos rieles del ferrocarril separados del camino por una alambrada. Una serie de postes de añeja madera que conducen las señales telegráficas se levantan paralelo a las vías, el tercero es el “palo 3”, y lleva a dos tercios de su altura un cartel indicador: “307”, con lo que nos dice que estamos metros más allá de la doble S del polvoriento camino kilómetro 307 del Ferrocarril Gral. Roca, lugar de aquella extraña presencia, en los campos de Raúl González.
Sólo él parece mudo testigo del recordado suceso, pues no hay ninguna edificación a la vista, ni paseante que se nos haya cruzado. Sin embargo, unos dos kilómetros en dirección a donde se vio la luz -y equidistante en el camino a Crotto- se encuentran apiñados sobre un camino de tierra que conduce a Azul, varios cascos de estancia y chacras.
- Las Encuestas: Llegados a Olavarría procuramos localizar a quien se ofrecía como el principal testigo, Oscar A. D’Onofrio, sin que la búsqueda fuera auspiciosa. Consultada una docena de personas con ese apellido, supieron informarnos que el chapista había fallecido a fines de la década del ochenta.
Sixto Romero. |
Ubicar a Sixto Romero no fue tampoco fácil, pero por fin
logramos entrevistarlo. Aquel jovencito de 14 años era ya un hombre de
38 años, casado y con cinco hijos, que trabaja como transportista en las
canteras de Olavarría. Sixto Emilio Romero nació el 3 de septiembre de
1954 y cursó estudios primarios. Su testimonio es el siguiente:
“Fue un domingo de julio de 1968. Me había levantado temprano para trabajar. Iba con D’Onofrio en su Renault para Gral. Alvear, pues él se encargaba de vender autos y este trayecto lo hacía cada quince días, un mes. Le gustaba ir rápido, a unos 60 km/h por ese camino de tierra. Antes de llegar a Crotto, en una “S”, en el km 307 del ferrocarril, vimos el resplandor. Nosotros estábamos cerquita, pero era tan fuerte que yo no alcancé a ver. Yo no vi nada porque era muy fuerte el resplandor. Ahora, si D’Onofrio ha visto algo…, yo no. Porque el que más hablaba era él, por tratarse de una persona mayor".
“El auto se paró de repente. D’Onofrio era chapista y no entendíamos nada de mecánica, pero tampoco hicimos algo para que arrancara. Apareció la luz y a su vez se detuvo, el auto, según recuerdo. Yo me asusté, y en ese momento quedé como hipnotizado porque me tomó tan de sorpresa que… me abataté (NdR: intimidarse, causarle miedo, susto). D’Onofrio intentó bajarse, pero no pudo, porque -según decía en ese momento-, no podía abrir la puerta, como si estuvieren trabadas. Yo ni siquiera lo intente".
“El resplandor era muy fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura. Me parece que D’Onofrio sí vio alguna figura, yo no, porque eso encandilaba. Él decía que era un círculo medio redondo, pero yo vi una luz muy potente, llegando a iluminar el sector donde se encontraba con mucha facilidad. El resplandor era más grande que el auto y parecía estar a unos 0,80 m del suelo. Lo encontramos de pronto, íbamos por el camino de tierra y vimos que eso estaba -como quien dice- parado. Jamás me voy a olvidar. Me llamó tanto la atención, que quedé como hipnotizado mirando eso, al costado derecho del palo indicador se hallaba. Era una luz fija blanco-amarillenta que, por el resplandor, era un poco más grande que nuestro auto. No escuché sonido alguno, aunque no sé si será por la sorpresa de verlo, también la causa de estar mirándolo como quedé. En ese momento tampoco hice comentario".
“Fue un domingo de julio de 1968. Me había levantado temprano para trabajar. Iba con D’Onofrio en su Renault para Gral. Alvear, pues él se encargaba de vender autos y este trayecto lo hacía cada quince días, un mes. Le gustaba ir rápido, a unos 60 km/h por ese camino de tierra. Antes de llegar a Crotto, en una “S”, en el km 307 del ferrocarril, vimos el resplandor. Nosotros estábamos cerquita, pero era tan fuerte que yo no alcancé a ver. Yo no vi nada porque era muy fuerte el resplandor. Ahora, si D’Onofrio ha visto algo…, yo no. Porque el que más hablaba era él, por tratarse de una persona mayor".
“El auto se paró de repente. D’Onofrio era chapista y no entendíamos nada de mecánica, pero tampoco hicimos algo para que arrancara. Apareció la luz y a su vez se detuvo, el auto, según recuerdo. Yo me asusté, y en ese momento quedé como hipnotizado porque me tomó tan de sorpresa que… me abataté (NdR: intimidarse, causarle miedo, susto). D’Onofrio intentó bajarse, pero no pudo, porque -según decía en ese momento-, no podía abrir la puerta, como si estuvieren trabadas. Yo ni siquiera lo intente".
“El resplandor era muy fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura. Me parece que D’Onofrio sí vio alguna figura, yo no, porque eso encandilaba. Él decía que era un círculo medio redondo, pero yo vi una luz muy potente, llegando a iluminar el sector donde se encontraba con mucha facilidad. El resplandor era más grande que el auto y parecía estar a unos 0,80 m del suelo. Lo encontramos de pronto, íbamos por el camino de tierra y vimos que eso estaba -como quien dice- parado. Jamás me voy a olvidar. Me llamó tanto la atención, que quedé como hipnotizado mirando eso, al costado derecho del palo indicador se hallaba. Era una luz fija blanco-amarillenta que, por el resplandor, era un poco más grande que nuestro auto. No escuché sonido alguno, aunque no sé si será por la sorpresa de verlo, también la causa de estar mirándolo como quedé. En ese momento tampoco hice comentario".
Croquis explicativo del testigo S. Romero. |
“Transcurridos unos cinco minutos, fue perdiendo intensidad y desapareció en forma repentina, a más de 150 metros. Esa parte es alta. Después que vimos todo, el miércoles que volvimos, calculé la distancia. Es que cuando despegó lo hizo tan rápido…, tan de golpe. El auto después volvió a arrancar solo y yo reaccioné, y con D’Onofrio estuvimos como asombrados mirando, en vano porque era de noche y no se veía nada. Apenas unas vacas se veían, pero cuando volvimos -y nos bajamos- no había ninguna. Después sí".
“Durante la observación no hice ningún comentario, pero luego sí, que era un plato volador. Un avión no era, pues las luces daban vueltas y un avión no lo hace. No podía creer que a tanta velocidad haya despegado ese artefacto. No sé qué estarían haciendo. En el trayecto hicimos comentarios con D’Onofrio y finalmente llegamos a Alvear. Él era como mi padre, una persona normal, muy tranquila. Vivía cerca de mi casa y trabajé con él unos tres años. En esa época, yo vivía con mi madre, mi padre y mis cinco hermanos".
“La gente lo tomó como si le tomáramos el pelo (burláramos) y, francamente, nosotros no queríamos llegar a lo que llegamos con los comentarios. Aunque a mi, como un chico, me convenía porque querían hablar conmigo y me sacaban de la escuela y nunca estaba".
“El hombre del campo donde estuvo el artefacto, en cambio, no le dio importancia porque decía que por allí pasan autos. Él dice que vio el resplandor, que venía de la calle, no se imaginó qué era eso…”.
Consideraciones finales
El testimonio de Sixto Emilio Romero nos parece honesto. Se muestra interesado, y bien dispuesto a colaborar, sin preocuparse demasiado en la prosecución de nuestra tarea. Medido en sus puntos de vista, y cuidadoso en lo que para él es suposición y convicción. Conserva un recuerdo nítido de aquella experiencia, de características simples en lo visual y fuertemente impregnado de emoción, que lo dejó atónito (pasmado y sorprendido) y, quizás, atónico (sin fuerzas) para reaccionar frente a lo que veía.
El testimonio de Sixto Emilio Romero nos parece honesto. Se muestra interesado, y bien dispuesto a colaborar, sin preocuparse demasiado en la prosecución de nuestra tarea. Medido en sus puntos de vista, y cuidadoso en lo que para él es suposición y convicción. Conserva un recuerdo nítido de aquella experiencia, de características simples en lo visual y fuertemente impregnado de emoción, que lo dejó atónito (pasmado y sorprendido) y, quizás, atónico (sin fuerzas) para reaccionar frente a lo que veía.
De algún modo, Romero parece inclinado a reproducir el estado afectivo,
de sensibilidad, de quien considera como su padre, y maestro. La
estupefacción mental de la que habría sido víctima D’Onofrio, pudo
haberse expresado también en su coordinación y movimientos (recuérdese
la imposibilidad de abrir la puerta del pequeño automóvil, la dificultad
para desplazarse). ¿Por qué no habríamos de suponer que el desperfecto
del vehículo, cuando aparece el OVNI, pudo haber sido causado por un
descuido de su conductor? Aún así, ¿cuál era el estado del automóvil?
Curiosamente, cuando los periodistas van a su casa para entrevistarlos,
D’Onofrio “estaba reparando su automóvil” en compañía del jovencito
Romero (véase artículo del jueves 18, p. 3). A pesar de todo, estos son
algunos interrogantes que parecen quedar sin respuesta.
Sin embargo, ambos testigos no dudan en que su percepción era la de un ‘plato volador’, y desde esa creencia les es posible sortear cualquier dificultad para poder explicar todo lo ocurrido: la fuerte luz, el paro del motor, hasta el porqué no se abrió la puerta del auto, e incluso, sus propios estados anímicos y volitivos.
Podríamos sospechar que cierto grado de sugestión está en juego. El 2 de julio se produjo en Sierra Chica (próximo a Olavarría, y a Crotto) el resonado caso del joven O. Iriart, que habría entablado comunicación con dos tripulantes de un plato volador (5), y ya se había desatado en todo el país una gran oleada de apariciones.
Sin embargo, ambos testigos no dudan en que su percepción era la de un ‘plato volador’, y desde esa creencia les es posible sortear cualquier dificultad para poder explicar todo lo ocurrido: la fuerte luz, el paro del motor, hasta el porqué no se abrió la puerta del auto, e incluso, sus propios estados anímicos y volitivos.
Podríamos sospechar que cierto grado de sugestión está en juego. El 2 de julio se produjo en Sierra Chica (próximo a Olavarría, y a Crotto) el resonado caso del joven O. Iriart, que habría entablado comunicación con dos tripulantes de un plato volador (5), y ya se había desatado en todo el país una gran oleada de apariciones.
Si pasamos a confrontar los testimonios de D’Onofrio (según el diario) y
el de Romero (según nuestra encuesta), será posible notar ciertas
incongruencias en cuanto al fenómeno percibido. Tal vez la más
significativa se refiere a la presencia-ausencia de ocupantes. Mientras
que D’Onofrio habla de “dos seres con trajes color plateado”, de
estatura normal, Sixto Romero señala con firmeza que “el resplandor era
tan fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura (…) porque eso
encandilaba”. De ser así nos preguntamos cómo D’Onofrio logró distinguir
los seres que afirma haber visto, precisamente, del lado del
acompañante. ¿Acaso D’Onofrio tenía mayor agudeza visual, o Romero
decidió en esos momentos mirar hacia otro lado? ¿O es que operaron los
miedos, creando la ilusión de estar viendo figuras, seres siderales
junto a una poderosa luz que no dudaron -bajo la influencia de sucesos
recientes- que se trataba de un plato volador?
Sixto E. Romero afirma haber visto que esa intensa luz, cuyo brillo o resplandor le impedía ver cualquier detalle, estaba situada a 0,80 m del suelo. Exactamente a la altura en que se encuentra el terraplén del Ferrocarril Gral. Roca. Claro está, a más corta distancia que la estimada para el OVNI. No hubiera sido vano verificar por entonces el paso de trenes o de autovías para inspección a esa hora y, en particular, si estuvieron trabajando operarios que pudieren haber estado empleando algún tipo de soldaduras (por ejemplo, las luminotérmicas). Del mismo modo, lamentamos que no se haya verificado la posible existencia de máquinas de vialidad, y agrícolas (cosechadoras), como sugirió en un primer momento el mismo Romero. Sin descartar de antemano que hubiere cazadores furtivos, como es habitual hallar los fines de semana.
Como se notará, quedan grandes dudas que actualmente no sería posible disipar. Todavía menos cuando no disponemos de una versión homogénea de los sucesos acaecidos esa madrugada. ¿D’Onofrio descendió del automóvil, o -como nos dice Romero- “intentó bajarse, pero no pudo”? Y también, ¿el raro artefacto se elevó en forma vertical a gran velocidad, o -como nuevamente nos dice Romero- “fue perdiendo intensidad y desapareció repentinamente”, creyendo que hubo despegado? Si confiamos en la entrevista personal que efectuamos, antes que en la versión periodística, el fenómeno debería situarse a la altura del suelo, y no a gran elevación, por lo que cualquier intento explicativo acota sus posibilidades a un determinado repertorio de objetos, capaces de ser confundidos con un plato volador. ¿O se trató de un legítimo objeto no identificado?
Si nos atenemos a los paupérrimos y hasta contradictorios elementos de juicio, seguramente nos arrimaremos a responder en esa dirección. Pero tal inconsistencia e insuficiencia de datos no permiten -al momento- ofrecer una explicación.
Referencias
(1) El Popular, Olavarría, 16 julio 1968, p. 3.
(2) Ibíd., 17 julio 1968, p. 3.
(3) Ibíd., 18 julio 1968, p. 3.
(4) La Razón, Buenos Aires, 27 julio 1968, p. 2;
Ecos Diarios, Necochea, 28 julio 1968, p. 7, et. al.
(5) Ibíd., 4 julio 1968.
Sixto E. Romero afirma haber visto que esa intensa luz, cuyo brillo o resplandor le impedía ver cualquier detalle, estaba situada a 0,80 m del suelo. Exactamente a la altura en que se encuentra el terraplén del Ferrocarril Gral. Roca. Claro está, a más corta distancia que la estimada para el OVNI. No hubiera sido vano verificar por entonces el paso de trenes o de autovías para inspección a esa hora y, en particular, si estuvieron trabajando operarios que pudieren haber estado empleando algún tipo de soldaduras (por ejemplo, las luminotérmicas). Del mismo modo, lamentamos que no se haya verificado la posible existencia de máquinas de vialidad, y agrícolas (cosechadoras), como sugirió en un primer momento el mismo Romero. Sin descartar de antemano que hubiere cazadores furtivos, como es habitual hallar los fines de semana.
Como se notará, quedan grandes dudas que actualmente no sería posible disipar. Todavía menos cuando no disponemos de una versión homogénea de los sucesos acaecidos esa madrugada. ¿D’Onofrio descendió del automóvil, o -como nos dice Romero- “intentó bajarse, pero no pudo”? Y también, ¿el raro artefacto se elevó en forma vertical a gran velocidad, o -como nuevamente nos dice Romero- “fue perdiendo intensidad y desapareció repentinamente”, creyendo que hubo despegado? Si confiamos en la entrevista personal que efectuamos, antes que en la versión periodística, el fenómeno debería situarse a la altura del suelo, y no a gran elevación, por lo que cualquier intento explicativo acota sus posibilidades a un determinado repertorio de objetos, capaces de ser confundidos con un plato volador. ¿O se trató de un legítimo objeto no identificado?
Si nos atenemos a los paupérrimos y hasta contradictorios elementos de juicio, seguramente nos arrimaremos a responder en esa dirección. Pero tal inconsistencia e insuficiencia de datos no permiten -al momento- ofrecer una explicación.
Referencias
(1) El Popular, Olavarría, 16 julio 1968, p. 3.
(2) Ibíd., 17 julio 1968, p. 3.
(3) Ibíd., 18 julio 1968, p. 3.
(4) La Razón, Buenos Aires, 27 julio 1968, p. 2;
Ecos Diarios, Necochea, 28 julio 1968, p. 7, et. al.
(5) Ibíd., 4 julio 1968.
[1] El detalle de la transparencia y brillo puede relacionarse con la descripción de O. Iriart (caso Sierra Chica, del 2 de julio, cerca de Olavarría, que divulgó el mismo diario). Como dato curioso, en el artículo siguiente del viernes 19, se omite esa impresión de “transparencia” y dirá que la vestimenta plateada -según D’Onofrio- no era muy brillante
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