Crotto, Buenos Aires: Plato volador y algo más (14 de julio de 1968)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
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Lugar del incidente. |
En la tarde de un domingo de julio, mientras el cronista del diario El
Popular, de Olavarría, Hugo Marconi realizaba sus tareas en un estadio
deportivo, fue imprevistamente abordado por Oscar Agustín D’Onofrio.
Después de presentarse, relató que en hora temprana de ese día, domingo
14 de julio de 1968, en ocasión de viajar a Gral. Alvear acompañado por
el joven Sixto Romero, de 14 años, fue testigo de una inusitada escena:
un OVNI se hallaba estacionado en las cercanías de la última curva del
camino que une Olavarría con Crotto, localidades situadas en el centro
de la provincia de Buenos Aires. Estupefactos, el automóvil que
conducían se detuvo y pudieron observar a unos 100 metros la
enceguecedora luminosidad desprendida por el objeto, que giraba
vertiginosamente. A través de este movimiento -según el diario-,
enfocaba a dos extraños seres de mediana estatura, que ensayaban a su
vez distintos movimientos no muy visibles (1).
“Al costado del raro
artefacto -ratificó D’Onofrio al día siguiente-
se hallaban dos seres de
una estatura que oscilaba entre 1,65 y 1,70 m con vestimenta plateada,
refulgente, que brindaba el efecto de hacer parecer transparentes a sus
usuarios”[1] (2). Al cabo de unos minutos, subieron en la nave
remontando vuelo de modo silencioso, veloz y ascendente, sin perder su
velocísimo giro hasta perderse en la lejanía.
Detalles sobre la aparición
A las noticias aparecidas el 16 y 17
de julio, le siguió el viernes 19 un extenso reportaje con el relato de
Oscar D’Onofrio, que trataremos de resumir a continuación.
D’Onofrio
tiene 38 años de edad, está casado desde hace 16 con Nelly Bricka, y
se dedica a la compra-venta de automóviles de bajo precio, y trabaja
como oficial chapista en una agencia Chevrolet desde hace siete años,
aunque también lo hace por su cuenta en un taller de su casa. Tiene como
aprendiz y ayudante, desde hace poco más de un año, al joven Sixto
Romero, de 14 años, alumno del 7° grado de la escuela Ntra. Sra. de
Fátima.
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El caso apareció en el diario El
Popular, de Olavarría. |
En la mañana del 14 de julio O. A. D’Onofrio partió de
Olavarría junto a S. Romero conduciendo su automóvil Renault Dauphine,
color verde, patente 321-203, hacia Gral. Alvear, en un trayecto que
suele efectuar una vez al mes para sus operaciones de compra y venta de
vehículos. A las 5,50 horas, llegando a una curva en forma de “S”,
existente en el kilómetro 31 de Olavarría, sobre el camino que conduce a
la localidad de Crotto (partido de Tapalqué), comenzaron a ver una luz
blanca cuyos reflejos “parecían los de un tubo fluorescente, pero mucho
más potente”. Cuando entran en la curva final de la “S”, el motor del
auto empezó a ratear (NdR: andar a prorrata, con dificultad) y dar
sacudidas, exactamente a 2.100 m del lugar donde habían comenzado a
divisar la luz. El motor se detuvo completamente y hasta la radio, que
iban escuchando, dejó de funcionar. Allí comprobaron que en el lugar
indicado, junto a la vía que en ese tramo corre paralela al camino,
había un poste indicador: “Km. 307”.
D’Onofrio habría descendido del auto y llegó hasta el borde de la
banquina, cuando la luz del plato los alcanzó y no pudo dar un paso más.
“Sentí como si me hubieran sujetado por todas partes”, dijo el testigo.
Entonces alcanzó a ver que por delante del plato (NdR: la primera
versión indicaba que fue “al costado”) y sobrepasándolo en altura, se
encontraban dos seres con trajes color plateado. Medían entre 1,65 y
1,70 m de estatura la vestimenta, plateada, pero no muy brillante, los
cubría de pies a cabeza.
Comenzó a sentir calor, atribuyendo esa
sensación al miedo que le producía la extraña visión. “Yo alcancé a
quedarme junto a la puerta -agrega Romero-, del susto tampoco intenté
alejarme más. También me sentí paralizado cuando la luz nos enfocó. Yo,
que al principio creí que se trataba de una cosechadora (NdR: “una
máquina de Vialidad”, según la primera versión), me dí cuenta que eso
era algo muy distinto”.
“Todo ocurrió en escasos momentos -continúa D’Onofrio-. No tuve tiempo ni de pensar, o mejor dicho, esa luz me impedía pensar”.
Después
vio cómo los dos seres hicieron un movimiento hacia el plato volador y
la luz disminuyó por un instante, para luego hacerse más grande y aún
más brillante. Entonces, en el raro aparato se produjo una especie de
giro y cambió de color, fugazmente, del blanco al rojo y otra vez al
blanco intenso, elevándose en forma vertical a gran velocidad y sin
producir ninguna clase de ruido. Sólo cuando desapareció de su vista
pudo recobrar el movimiento.
Sin animarse a ir hacia el lugar
donde había estado posado el artefacto, regresó al auto, y cuál no sería
su sorpresa al notar que el motor no respondía al arranque. Así
estuvieron un rato -siguiendo la versión de El Popular- hasta que el
motor comenzó a funcionar. Sin embargo, hasta el cruce de un camino con
la vía (la del F.C. Roca que va hacia Gral. Alvear, distante unos dos
kilómetros de allí) el motor siguió fallando, hasta que después se
normalizó.
La investigación
- Búsqueda en la Estancia “San José”: Durante la
reconstrucción del hecho que emprendieron con los periodistas,
decidieron atravesar las vías del F.C. Roca e introducirse en el campo
donde ellos aseveraban haber visto al “plato volador”. Allí, en medio de
un cuadro de la Estancia “San José” (380 hectáreas), propiedad de Raúl
González, efectuaron una tan intensa como infructuosa búsqueda de
posibles rastros que hubiera podido dejar en el lugar donde se habría
asentado el OVNI. El cuadro (33 hectáreas) presentaba una excelente
pastura de avena, pero nada que pudiere atribuirse al extraño fenómeno.
Sin resignarse ante la inútil búsqueda, por último, se dirigieron al
casco de la estancia ubicado a unos 400 metros del lugar donde se habría
posado el OVNI, donde entrevistaron al hijo del propietario de la
estancia, también de nombre Raúl (30 años, casado), quien ya estaba
enterado de la presunta presencia del OVNI en el campo, pero aclaró: “Yo
no ví nada”, agregando que a la hora indicada (5,50) estaba levantado,
pero que no se había observado ninguna señal anormal (3).
- En el lugar: la localización del sitio donde
habría ocurrido el episodio tropezó con algunos inconvenientes
iniciales, pues desconociendo cuál era la fuente informativa original,
primera del caso, debimos guiamos por noticias publicadas en sucesivos
medios periodísticos (4), las que -además de escuetas- contenían errores
de importancia, por ejemplo, situándolo en la “ruta 3 a la altura del
kilómetro 37” (González Catán), en lugar de “a la altura del kilómetro 37, palo
3, última curva a Crotto”, reza la primera información del diario
de Olavarría, cuyo director tuvo la deferencia de remitirnos copia de
los recortes.
El reconocimiento del lugar se hizo reconstruyendo
el viaje realizado por los testigos aquel domingo 14 de julio. No hay
dudas que, en este caso, el paisaje se ha mantenido prácticamente
igual. El polvoriento y algo pedregoso camino se abre entre los campos
cerealeros y, llegando a la curva final de la “S”, nos encontramos con
los viejos rieles del ferrocarril separados del camino por una
alambrada. Una serie de postes de añeja madera que conducen las señales
telegráficas se levantan paralelo a las vías, el tercero es el “palo 3”,
y lleva a dos tercios de su altura un cartel indicador: “307”, con lo
que nos dice que estamos metros más allá de la doble
S del polvoriento camino kilómetro 307
del Ferrocarril Gral. Roca, lugar de aquella extraña presencia, en los
campos de Raúl González.
Sólo él parece mudo testigo del
recordado suceso, pues no hay ninguna edificación a la vista, ni
paseante que se nos haya cruzado. Sin embargo, unos dos kilómetros en
dirección a donde se vio la luz -y equidistante en el camino a Crotto-
se encuentran apiñados sobre un camino de tierra que conduce a Azul,
varios cascos de estancia y chacras.
- Las Encuestas: Llegados a
Olavarría procuramos localizar a quien se ofrecía como el principal
testigo, Oscar A. D’Onofrio, sin que la búsqueda fuera auspiciosa.
Consultada una docena de personas con ese apellido, supieron
informarnos que el chapista había fallecido a fines de la década del
ochenta.
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Sixto Romero. |
Ubicar a Sixto Romero no fue tampoco fácil, pero por fin
logramos entrevistarlo. Aquel jovencito de 14 años era ya un hombre de
38 años, casado y con cinco hijos, que trabaja como transportista en las
canteras de Olavarría. Sixto Emilio Romero nació el 3 de septiembre de
1954 y cursó estudios primarios. Su testimonio es el siguiente:
“Fue
un domingo de julio de 1968. Me había levantado temprano para trabajar.
Iba con D’Onofrio en su Renault para Gral. Alvear, pues él se encargaba
de vender autos y este trayecto lo hacía cada quince días, un mes. Le
gustaba ir rápido, a unos 60 km/h por ese camino de tierra. Antes de
llegar a Crotto, en una “S”, en el km 307 del ferrocarril, vimos el
resplandor. Nosotros estábamos cerquita, pero era tan fuerte que yo no
alcancé a ver. Yo no vi nada porque era muy fuerte el resplandor. Ahora,
si D’Onofrio ha visto algo…, yo no. Porque el que más hablaba era él,
por tratarse de una persona mayor".
“El auto se paró de repente.
D’Onofrio era chapista y no entendíamos nada de mecánica, pero tampoco
hicimos algo para que arrancara. Apareció la luz y a su vez se detuvo,
el auto, según recuerdo. Yo me asusté, y en ese momento quedé como
hipnotizado porque me tomó tan de sorpresa que… me abataté (NdR: intimidarse, causarle miedo,
susto). D’Onofrio intentó bajarse, pero no pudo, porque
-según decía en ese momento-, no podía abrir la puerta, como si
estuvieren trabadas. Yo ni siquiera lo intente".
“El resplandor
era muy fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura. Me parece que
D’Onofrio sí vio alguna figura, yo no, porque eso encandilaba. Él decía
que era un círculo medio redondo, pero yo vi una luz muy potente,
llegando a iluminar el sector donde se encontraba con mucha facilidad.
El resplandor era más grande que el auto y parecía estar a unos 0,80 m
del suelo. Lo encontramos de pronto, íbamos por el camino de tierra y
vimos que eso estaba -como quien dice- parado. Jamás me voy a olvidar.
Me llamó tanto la atención, que quedé como hipnotizado mirando eso, al
costado derecho del palo indicador se hallaba. Era una luz fija
blanco-amarillenta que, por el resplandor, era un poco más grande que
nuestro auto. No escuché sonido alguno, aunque no sé si será por la
sorpresa de verlo, también la causa de estar mirándolo como quedé. En
ese momento tampoco hice comentario".
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Croquis explicativo del testigo S. Romero. |
“Transcurridos unos cinco
minutos, fue perdiendo intensidad y desapareció en forma repentina, a
más de 150 metros. Esa parte es alta. Después que vimos todo, el
miércoles que volvimos, calculé la distancia. Es que cuando despegó lo
hizo tan rápido…, tan de golpe. El auto después volvió a arrancar solo y
yo reaccioné, y con D’Onofrio estuvimos como asombrados mirando, en
vano porque era de noche y no se veía nada. Apenas unas vacas se veían,
pero cuando volvimos -y nos bajamos- no había ninguna. Después sí".
“Durante
la observación no hice ningún comentario, pero luego sí, que era un
plato volador. Un avión no era, pues las luces daban vueltas y un avión
no lo hace. No podía creer que a tanta velocidad haya despegado ese
artefacto. No sé qué estarían haciendo. En el trayecto hicimos
comentarios con D’Onofrio y finalmente llegamos a Alvear. Él era como
mi padre, una persona normal, muy tranquila. Vivía cerca de mi casa y
trabajé con él unos tres años. En esa época, yo vivía con mi madre, mi
padre y mis cinco hermanos".
“La gente lo tomó como si le
tomáramos el pelo (burláramos) y, francamente, nosotros no queríamos
llegar a lo que llegamos con los comentarios. Aunque a mi, como un
chico, me convenía porque querían hablar conmigo y me sacaban de la
escuela y nunca estaba".
“El hombre del campo donde estuvo el
artefacto, en cambio, no le dio importancia porque decía que por allí
pasan autos. Él dice que vio el resplandor, que venía de la calle, no
se imaginó qué era eso…”.
Consideraciones finales
El testimonio de Sixto Emilio Romero nos
parece honesto. Se muestra interesado, y bien dispuesto a colaborar, sin
preocuparse demasiado en la prosecución de nuestra tarea. Medido en
sus puntos de vista, y cuidadoso en lo que para él es suposición y
convicción. Conserva un recuerdo nítido de aquella experiencia, de
características simples en lo visual y fuertemente impregnado de
emoción, que lo dejó atónito (pasmado y sorprendido) y, quizás, atónico
(sin fuerzas) para reaccionar frente a lo que veía.
De algún modo, Romero parece inclinado a reproducir el estado afectivo,
de sensibilidad, de quien considera como su padre, y maestro. La
estupefacción mental de la que habría sido víctima D’Onofrio, pudo
haberse expresado también en su coordinación y movimientos (recuérdese
la imposibilidad de abrir la puerta del pequeño automóvil, la dificultad
para desplazarse). ¿Por qué no habríamos de suponer que el desperfecto
del vehículo, cuando aparece el OVNI, pudo haber sido causado por un
descuido de su conductor? Aún así, ¿cuál era el estado del automóvil?
Curiosamente, cuando los periodistas van a su casa para entrevistarlos,
D’Onofrio “estaba reparando su automóvil” en compañía del jovencito
Romero (véase artículo del jueves 18, p. 3). A pesar de todo, estos son
algunos interrogantes que parecen quedar sin respuesta.
Sin
embargo, ambos testigos no dudan en que su percepción era la de un
‘plato volador’, y desde esa creencia les es posible sortear cualquier
dificultad para poder explicar todo lo ocurrido: la fuerte luz, el paro
del motor, hasta el porqué no se abrió la puerta del auto, e incluso,
sus propios estados anímicos y volitivos.
Podríamos sospechar que
cierto grado de sugestión está en juego. El 2 de julio se produjo en
Sierra Chica (próximo a Olavarría, y a Crotto) el resonado caso del joven O. Iriart,
que habría entablado comunicación con dos tripulantes de un plato
volador (5), y ya se había desatado en todo el país una gran oleada de
apariciones.
Si pasamos a confrontar los testimonios de D’Onofrio (según el diario) y
el de Romero (según nuestra encuesta), será posible notar ciertas
incongruencias en cuanto al fenómeno percibido. Tal vez la más
significativa se refiere a la presencia-ausencia de ocupantes. Mientras
que D’Onofrio habla de “dos seres con trajes color plateado”, de
estatura normal, Sixto Romero señala con firmeza que “el resplandor era
tan fuerte que no vi nada, ninguna silueta o figura (…) porque eso
encandilaba”. De ser así nos preguntamos cómo D’Onofrio logró distinguir
los seres que afirma haber visto, precisamente, del lado del
acompañante. ¿Acaso D’Onofrio tenía mayor agudeza visual, o Romero
decidió en esos momentos mirar hacia otro lado? ¿O es que operaron los
miedos, creando la ilusión de estar viendo figuras, seres siderales
junto a una poderosa luz que no dudaron -bajo la influencia de sucesos
recientes- que se trataba de un plato volador?
Sixto E. Romero
afirma haber visto que esa intensa luz, cuyo brillo o resplandor le
impedía ver cualquier detalle, estaba situada a 0,80 m del suelo.
Exactamente a la altura en que se encuentra el terraplén del Ferrocarril
Gral. Roca. Claro está, a más corta distancia que la estimada para el OVNI. No hubiera sido vano verificar por entonces el paso de trenes o de
autovías para inspección a esa hora y, en particular, si estuvieron
trabajando operarios que pudieren haber estado empleando algún tipo de
soldaduras (por ejemplo, las luminotérmicas). Del mismo modo,
lamentamos que no se haya verificado la posible existencia de máquinas
de vialidad, y agrícolas (cosechadoras), como sugirió en un primer
momento el mismo Romero. Sin descartar de antemano que hubiere cazadores
furtivos, como es habitual hallar los fines de semana.
Como se
notará, quedan grandes dudas que actualmente no sería posible disipar.
Todavía menos cuando no disponemos de una versión homogénea de los
sucesos acaecidos esa madrugada. ¿D’Onofrio descendió del automóvil, o
-como nos dice Romero- “intentó bajarse, pero no pudo”? Y también, ¿el
raro artefacto se elevó en forma vertical a gran velocidad, o -como
nuevamente nos dice Romero- “fue perdiendo intensidad y desapareció
repentinamente”, creyendo que hubo despegado? Si confiamos en la
entrevista personal que efectuamos, antes que en la versión
periodística, el fenómeno debería situarse a la altura del suelo, y no a
gran elevación, por lo que cualquier intento explicativo acota sus
posibilidades a un determinado repertorio de objetos, capaces de ser
confundidos con un plato volador. ¿O se trató de un legítimo objeto no
identificado?
Si nos atenemos a los paupérrimos y hasta
contradictorios elementos de juicio, seguramente nos arrimaremos a
responder en esa dirección. Pero tal inconsistencia e insuficiencia de
datos no permiten -al momento- ofrecer una explicación.
Referencias
(1) El Popular, Olavarría, 16 julio 1968, p. 3.
(2) Ibíd., 17 julio 1968, p. 3.
(3) Ibíd., 18 julio 1968, p. 3.
(4) La Razón, Buenos Aires, 27 julio 1968, p. 2;
Ecos Diarios, Necochea, 28 julio 1968, p. 7, et. al.
(5) Ibíd., 4 julio 1968.
[1]
El detalle de la transparencia y brillo puede relacionarse con la
descripción de O. Iriart (caso Sierra Chica, del 2 de julio, cerca de
Olavarría, que divulgó el mismo diario). Como dato curioso, en el
artículo siguiente del viernes 19, se omite esa impresión de
“transparencia” y dirá que la vestimenta plateada -según D’Onofrio- no
era muy brillante