Godoy Cruz, Mendoza: ¿Sueño o realidad? (19 de setiembre de 1979)
por Dr Roberto Banchs (CEFAI)
Crédito: Visión OVNI
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Dibujo de lo observado por el testigo. |
El suboficial cabo primero Aníbal Raúl Petracini, del Ejército
Argentino, es testigo el miércoles 19 de septiembre de 1979 de la
aparición de un OVNI y de una figura de apariencia antropomorfa que
permanece junto al objeto, desde su vivienda ubicada en el barrio La
Gloria, Dpto. de Godoy Cruz, en la provincia de Mendoza (l).
Aún
en la duda si su fantástica experiencia pertenece a una realidad
desconocida para él o al mundo de los sueños, no deja de reconocer que
su vida ha cambiado desde entonces. En febrero de 1980 entrevistamos al
testigo en las dependencias militares, indagamos y rastreamos todo
indicio revelador para intentar esclarecer la veracidad del relato, y he
aquí lo obtenido:
Circunstancias anteriores a la observación
El
miércoles 19, como es habitual, se levanta de dormir a las 7 de la
mañana, se higieniza y se marcha en ayunas a su trabajo. Allí transcurre
hasta el mediodía, sin que aconteciera ningún hecho saliente. Por la
tarde se dirige a un taller mecánico de Godoy Cruz, con motivo de
conocer el estado de un automóvil Citröen 2CV que había adquirido meses
atrás, hallándose con la sorpresa de que debía remplazar y pagar por
una pieza de valor no consignada en el presupuesto original. Sumamente
preocupado ante la imposibilidad de disponer por sus propios medios del
dinero necesario para retirar el pequeño vehículo, se dirige de
inmediato a la casa de sus padres a fin de solicitar un préstamo, pues
la consecuente demora le acarreaba crecida ansiedad; pero sus
expectativas resultan vanas y más tarde regresa a su hogar.
Como
en el día anterior había reñido con su esposa, opta por no cenar y
decide no comentarle nada de lo ocurrido. Esa noche, para más, su mujer
presenta unos intensos dolores en la columna y toma un calmante para
conciliar el sueño. Ese medicamento se lo había proporcionado su suegra,
pues durante esos días Aníbal andaba muy ansioso por el asunto del
automóvil, y era él quien lo tomaba por entonces. Esa noche fue la
excepción. A las 22 o 23 horas, se va a dormir junto a su esposa y su
pequeña hija. “No recuerdo haber rezado, pero más que seguro que sí,
pues lo hago siempre para agradecer por todo lo que tengo y todo lo que
soy”, nos dice.
El inusual avistamiento
A cierta hora de
la noche o de la madrugada, que no puede precisar, cree haberse
despertado completamente despabilado y sin sueño. Acto seguido prendió
la luz del velador, se incorporó, y encendió un cigarrillo. Su familia
continuaba durmiendo. Arrojó luego la colilla y sin saber porqué,
atravesó un pasillo y se dirigió a la cocina, donde permaneció durante
unos minutos apoyado en la mesada. Giró sobre su izquierda y corrió la
cortina de la ventana que da a los fondos de su vivienda, hacia el
oeste, donde hay un baldío.
Asombrado, pero sin inmutarse,
distinguió a unos 20-25 metros de distancia, un objeto circular, en
forma visual de arco de circunferencia, gris metalizado, sin detalles
apreciables, que se mantuvo asentado en tierra. Estima que el OVNI
tendría 1,50 y 2,00 metros de diámetro y 0,50 de altura.
Esta
observación habría durado apenas un segundo, cuando repentinamente
apareció frente a él y a la derecha del objeto, una figura de aspecto
humano, de unos 0,40-0,50 metros de estatura, con una vestimenta muy
blanca, cuyo único detalle era una franja o visera opaca de color verde a
la altura de los ojos. Se trataba de una imagen estática. En el campo
visual del testigo sólo aparece el fenómeno, sin advertir fondo alguno,
que se mantiene oscuro.
Su atención se centra en esa región,
donde Petracini supone que estaría localizada la visión del presunto
ocupante. En esos momentos tiene la sensación de habérsele transmitido
algo que le servía para su provecho. “El mensaje nunca lo supe -nos
dice-, pero pienso que en síntesis una de sus partes es: adquirir
confianza en mí; sé que hay más pero no puedo saberlo, lo sentí como
algo telepático, sin escuchar ni voz ni tono, ni nada. Simplemente lo
entendí”.
Aníbal Petracini no tiene una clara noción del tiempo
transcurrido, pero arriesga a decir que habríase extendido unos 15 a 20
minutos. Finalmente, no recuerda en absoluto las circunstancias en que
concluye la observación. A las 7 horas del jueves 20, es despertado como
de costumbre por el reloj, hallándose acostado y cubierto por las
sábanas, junto a su familia. Tampoco recuerda haber regresado a la cama
ni apagar la luz. Sin comentar nada de lo sucedido, se levanta con la
sensación de tener la cabeza muy caliente, que sólo logra atenuar
mojándosela completamente.
Con posterioridad
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Profesor en Literatura Victorio Corradi. |
Ese día Aníbal Petracini se encuentra bastante alterado, nervioso,
aunque no presentó ningún trastorno fisiológico. Algo le comenta a sus
compañeros de oficina. Por la noche se reconcilia con su mujer y
alrededor de las 22 horas le narra su experiencia, disponiéndose de
inmediato a inspeccionar el lugar, provistos de una linterna en busca de
huellas o vestigios, con resultado negativo. El viernes 21, ve a su tío
y logra recién solucionarle el inconveniente con el automóvil. El
domingo 23 habla con su padre de lo sucedido con el OVNI y le da algunas
sugerencias para clarificar los hechos. A tal efecto, y con las
reservas del caso, decide escribirle a un entusiasta investigador local,
el profesor en Literatura Victorio Corradi, en estos términos: “…un
poco contra mi voluntad dirijo estas líneas, esta inseguridad de
comentar lo que pasó se debe a la falta de pruebas por mi parte. Por
este particular es que no estoy seguro de lo ocurrido, porque siempre
fui de la idea de que me aterrorizaría ante tal hecho, y otra cosa muy
rara a lo cual puedo pensar que fue un sueño, no recuerdo haberme ido de
regreso a la cama ni haber apagado la luz. Yo quisiera que me dijera si
fue sueño o algo real”.
No obstante a haber mantenido su
anonimato durante algún tiempo, se vio forzado por ciertas
circunstancias a dar a conocer su identidad públicamente.
Paso
siguiente, el licenciado en Psicología Juan Carlos Torcivia aborda al
testigo a fines de septiembre, expresando que su único propósito ha sido
conocer el estado psíquico del testigo, aplicándole al efecto -durante
unas once sesiones- las técnicas corrientes de exploración psicológica
(una batería de tests de inteligencia y personalidad), con entrevistas
clínicas. De este modo concluye que se trata de un individuo con
caracteres psíquicos normales y agrega que no se observan indicios de
posibles deterioros mentales y que no puede ser encuadrado dentro del
tipo de personalidad fabuladora o delirante.
En esta instancia de
la investigación, nos hemos dedicado al estudio del episodio y, muy
especialmente, del protagonista de tan singular experiencia.
El contexto referencial
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Repercusión en el Diario Los Andes. |
l. El testigo y sus preocupaciones:
La
económica constituye su mayor preocupación y un fuerte motivo de
conflictos, apareciendo como una constante en todo el desarrollo de la
entrevista. Para la fecha del caso (19 de septiembre de 1979), su mayor
atención estaba centrada en la reparación del automóvil y en la solución
económica que debía darle (reparación y solución que nos habla, por
obvia, de conflictos internos). Los problemas de salud de su esposa y
sus medicamentos, su vivienda semi-construída y financiada, aparecen
como otras inquietudes.
Su psique se halla bastante vulnerada a
consecuencia de un posible conflicto bélico durante 1978/79, afectándolo
de tal modo, que recurre durante varios meses a la asistencia de un
psiquiatra, que le receta un “inductor de sueño”. Dice haber tenido
entonces “el sistema nervioso destrozado”, manifestando problemas de
relación laboral con sus compañeros, con actitudes violentas. Afirma que
su actitud se ha moderado, aunque sigue teniendo sueño liviano con
dificultades para dormir. Presenta un estado emocional inestable.
2.
El testigo y sus creencias: Es fundamental este aspecto de la
investigación, para lo cual hemos efectuado una discriminación temporal:
a)
Antes del hecho desencadenante: Es un ferviente católico. Reza
constantemente, 2 a 3 veces por día, para agradecer lo que tiene -su
hija, el hogar- y para pedir ayuda a fin de resolver sus problemas. La
imagen de Dios es “como algo que ayuda”.
b) Después del hecho
desencadenante: Aníbal Petracini expresa sobre este punto: “Mi vida
después del encuentro cambió, según pienso, para bien. A los pocos días
de lo ocurrido me di cuenta que ya no rezaba más, incluso que no creía
más en Dios (NdR: actitud última que se mantuvo durante varios meses);
comencé a alentarme yo mismo, y empecé a sentirme mejor y más seguro, y
solucionando muchos problemas que rezando no logré superar; controlaba
mis nervios y hasta me pareció haber adquirido, como quien dice, un
cierto poder mental, por ejemplo: predecir mis problemas y esperarlos
ya con una solución o algún consuelo, dejando de darles importancia en
algunos casos”.
Si definimos a las creencias como la oposición a la certeza racional, o
la adhesión a ciertas afirmaciones que no soportan una demostración
rigurosa, hallamos propicio mencionar ciertas impresiones (subjetivas)
del testigo en relación al fenómeno, para procurar develar las posibles
causas del hecho descripto. En ese sentido y sobre el margen de duda que
tiene sobre la autenticidad del caso, Petracini afirma no poder
precisar la naturaleza del fenómeno, aunque piensa que la figura
humanoide “debía ser algo muy, muy superior…” Su actitud “era de ayuda y
amistad”, porque luego del incidente se producen en él cambios
favorables. Y agrega: “Supongo que tiene que tener sexo; supongo que
puede ser femenino…, aunque no le den mucho crédito a esto, pues el sexo
femenino me encanta; bueno, la edad es algo difícil, ya que no hay
indicios, signos de viejo o joven, pero en este momento se me ocurre que
puede ser de unos 50 años con joven apariencia”.
3. El testigo y
sus recreaciones: Reconoce tener muy pocas expansiones por el factor
económico. No lee prácticamente ningún tipo de publicaciones. Sólo posee
algunos textos escolares. Un libro que dice haberle agradado es El
lenguaje secreto de los sueños, que leyó a los 17 años. Después del
encuentro, ha tenido oportunidad de leer un libro sobre OVNIs que no
parece haberle atraído demasiado. “Nunca fui bueno para la lectura y
escritura -nos dice-, lo que me interesa es expresarme con sinceridad y
claridad…”.
Le gustan los filmes de ciencia-ficción y los de
acción. Sin embargo, no frecuenta las salas cinematográficas. “Me gusta
la pesca -concluye-, pero tengo tan pocos recursos y lugares tan lejos
de Mendoza, que por lo general me quedo en casa”.
Sus gustos y recreaciones habituales están ligadas a las cosas más íntimas y cercanas: su vivienda y su automóvil.
4.
El testigo y sus aspiraciones: Nacido el 26 de mayo de 1955, sostiene
que sus aspiraciones son: “Ser un buen padre y fiel esposo, alcanzar
una elevada moral y honradez, conseguir buena posición económica y
social sin que me sobre ni que me falte”.
Lugares
Pasando
ahora a indagar el caso en el terreno, la vecindad y el ámbito de
trabajo del testigo, indiquemos que el barrio La Gloria, del
Departamento de Godoy Cruz, se encuentra próxima a la ciudad de Mendoza,
capital de la provincia homónima. Se trata de una zona con densidad
media de población, y con reciente asentamiento de viviendas modestas
de una planta.
El lugar del suceso se sitúa en una manzana
perimetral al barrio, conformada por cuatro viviendas unifamiliares
lindantes entre sí, cuyos contrafrentes dan hacia el oeste, a un baldío
donde se habría posado el OVNI y su presunto ocupante que es, en
realidad, un espacio que suelen aprovechar los niños del barrio para sus
prácticas deportivas (una cancha de fútbol). A su vez, este terreno
linda con un matorral y hacia el mismo cardinal, con la avenida de
Acceso Sur, que une Mendoza con Luján de Cuyo. A los costados y a
espaldas del sitio, se encuentran separadas por una calle (donde se
halla ubicado, además, a 50 m un poste de alumbrado), gran cantidad de
viviendas.
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Desmentida del testigo acerca de lo ocurrido. |
Según la inspección del testigo y su esposa realizada
al día siguiente del encuentro, y de la nuestra meses después, no se
halló ningún tipo de indicios (huellas, rastros) que permitieran
suponer que allí se posó algún objeto anómalo.
Habiendo procedido
a consultar a numerosas familias del barrio, nadie ha podido confirmar
la presencia del presunto OVNI, ni escuchado, visto o comentado algo
relacionado.
Refiriéndonos al ámbito laboral del testigo, mantiene en general una
buena relación con sus compañeros del Comando, quienes responden por su
seriedad y responsabilidad. No obstante, dada la imprevisible
trascendencia periodística, Petracini ha sido objeto de bromas y
padecido ciertas presiones de las autoridades militares, al no haberse
tomado las providencias debidas. Esta última circunstancia le ha
acarreado un notorio malestar.
Al respecto, el 10 de marzo de
1980 decide escribirnos y nos expresa, entre otros conceptos, lo
siguiente: “Le diré que este tema del 19 de septiembre de 1979 ya tuvo
trascendencia como militar, lo cual me perjudicó considerablemente, y a
causa de ello, pienso retirarme del Ejército a fin de año”.
Análisis del caso
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Vista del terreno baldío en donde habrían estado el OVNI y su tripulante. |
De la investigación practicada, la hipótesis de considerar al episodio
descripto como producto de una experiencia real, existente en el plano
perceptual (lo cual concierne a la naturaleza física o a la naturaleza
psíquica del fenómeno), es nuestra opinión que la misma resulta endeble,
en base a las evidencias fácticas y testimoniales:
1ro. La ausencia de otras personas que avalen simultáneamente la observación de Aníbal Petracini en el lugar de los hechos.
2do.
La falta de huellas o rastros en el sitio del presunto aterrizaje, que
sugiere la inmaterialidad del fenómeno, como su fantasmal aspecto.
3ro. Ciertos ítems del testimonio que no condicen con un hecho perceptual, tales como:
a)
El testigo no distingue ningún elemento reconocible en las cercanías,
pues “es todo oscuridad”. Sin embargo, ningún desperfecto se habría
producido en el alumbrado público distante a 50 metros.
b) En
esas condiciones y a través de la ventana distingue una tonalidad verde,
opaca (calculamos de unos 0,04 x 0,12 m, a una distancia de 20 o 25 m,
en la estimación del testigo), que tampoco él llega a explicar cómo ha
podido distinguir.
c) Retira la cortina para mirar afuera,
quedando plegada, pero cuando se levanta por la mañana, ésta se
encuentra en su lugar, desplegada y cubriendo totalmente la ventana de
la cocina.
d) Tampoco recuerda haber regresado a la cama, ni haber apagado la luz. Duda que aún permanece en el testigo.
4to.
Nada sugiere, finalmente, el presunto hallazgo de la colilla del
cigarrillo que habría tirado al suelo momentos antes de la observación,
pues como el joven suboficial declara, era su costumbre fumar en el
dormitorio y arrojar las colillas, hallando al día siguiente, 4 o 5 de
ellas en ese lugar.
Habiendo expuesto la disyuntiva que desde un
principio plantea el mismo testigo, respecto de que si el fenómeno posee
una existencia perceptual o bien se trata de una imagen psíquica y, por
otra parte, las inconsistencias de las posibles evidencias físicas,
nuestro estudio se inclina indefectiblemente hacia la presunción de
hallarnos ante un hecho de naturaleza psicológica.
Un ensayo interpretativo
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En esta imagen se aprecia el baldío y la luz del alumbrado público, cercanos a la vivienda del testigo. |
Teniendo
en cuenta que, de acuerdo a los estudios clínicos del Lic. J. C.
Torcivia (que dicho sea de paso, se desempeña como psicólogo en una
institución policial), Aníbal Petracini es un sujeto “de caracteres
psíquicos normales”, el marco de posibilidades explicativas se ajusta a
abocamos al análisis contextual y motivacional que pudieran haber
desencadenado semejante visión, si es que en el ámbito de la psique se
encuentra.
Con este propósito, ha sido preciso considerar todas las situaciones
posibles vivenciadas por Aníbal Petracini antes del caso, ese día y
tiempo atrás, y en particular aquellas consignadas como conflictivas,
generadoras de estados de angustia, ansiedad o nerviosismo.
Poco
nos revelará en sí la investigación de los estados normales y estables
del testigo. Sólo podemos aprovechar los estados de conflicto y
fuertemente emocionales, que son -precisamente- cuando los contenidos
del inconsciente tienen perspectivas de irrumpir a la conciencia. En
estas circunstancias podemos realizar las observaciones que confirmen o
no la participación de ciertos mecanismos psicológicos. En el estado en
que se encontraba Petracini, el del reposo nocturno -donde se desarrolla
una rica actividad psíquica-, constituye nuestro más favorable objeto
de estudio.
Dos clases de motivos existen para la formación
onírica, tal cual pudieren haberse producido en nuestro ocasional
testigo: a) un impulso o deseo inconsciente adquirido durante el reposo,
que tomó la fuerza necesaria para manifestarse en un estado
preconciente; b) un impulso insatisfecho proveniente de la vida diurna,
un pensamiento preconciente, con todos los conflictos que lo animan. En
ambos rige el mismo mecanismo de formación onírica, mediante la
condensación y el desplazamiento (metáfora y metonimia), con el
cumplimiento del deseo insatisfecho.
El inconsciente permite
crear visiones fantásticas que pueden pasar al sistema conciente,
creyendo el sujeto haber vivido realmente estas situaciones
extraordinarias, no pocas veces relacionadas con los OVNIs. “Y ya que el
inconsciente es mucho más capaz de lo que podemos creer -sostiene S.
Robiou Lamarche-, es de esperar que los sueños tengan gran importancia
en su relación con los OVNIs”.
Es muy probable que la experiencia
se encuentre en una de las fases del sueño. En nuestra opinión, esto se
ha dado en un estado de vigilia, en el nivel preconciente, donde se
producen las llamadas visiones o alucinaciones hipnopompas, producidas
por un enturbamiento de la lucidez de conciencia. En los sujetos
normales -tal como es nuestro testigo-, estas imágenes intermedias que
aparecen entre los estados concientes e inconscientes, ocurren en el
momento de entrar al sueño (hipnagógicas) o próximas al despertarse
(hipnopompas).
Deberemos reconocer que, con frecuencia, estas
visiones son tan vivas, tan claras y se imponen tanto como la
percepción. Para Roustan, sólo una suerte de trabajo lógico hace
rechazar una imagen entre otras.
Evidentemente, como sostenía
Carl Jung, “es cosa obvia que los OVNIs no sólo se vean, sino que además
se sueñen”. Cobra ahí un estatuto alucinatorio, esto es, el de una
percepción sin objeto real.
Bajo el enfoque de la psicología
compleja, el caso tratado se constituye en un paradigma de la difundida
angustia existencial y de la inseguridad actual del hombre inteligente,
e indicaría de manera ejemplar la compensación que procede del
inconsciente trascendiendo su forma de vida corriente y agobiante.
En
aquella jornada, la preocupación de Petracini se acentúa debido a los
imprevistos económicos que le ocasiona la reparación de su automóvil
(depositario de su angustia), a los que no halla solución,
reactualizando dicha angustia e insatisfacción, enfatizado por el
problema de salud de su mujer (presenta fuertes dolores de columna) y de
relación conyugal (había reñido con ella). En esas condiciones, y sin
cenar, se va a dormir, tras haber orado como de costumbre. En tal
sentido, la oración es un suspiro que expresa cierta impotencia, una
actitud que compensa la superstición en el querer y el poder humano.
Un
hecho significativo contenido en el relato de Petracini, es el hábito
que tiene de despertarse a la hora en que su visión fue interrumpida por
el reloj despertador, alcanzando recién entonces su total lucidez de
conciencia. El hábito -definido como una disposición adquirida y
duradera-, actúa como una especie de memoria que tiende a la
reproducción involuntaria de ciertos actos, como por ejemplo,
despertarse a determinada hora. Mediante esta disposición podemos
señalar que Petracini -con su sueño liviano, es decir, en un umbral
cercano a ambos estados de conciencia-, alcanzó próximo a la hora de
despertarse un nivel preconciente, donde se funden sus hábitos
cotidianos (levantarse, ir a la cocina) con sus deseos latentes
recientemente adquiridos, que concierta -pues- en estados afectivos y
representaciones (la tenencia del automóvil, que a la vez estaciona
¿curiosamente? a pocos metros de donde ocurrió la aparición del OVNI y
que -no sin motivo- muestra una notoria semejanza en cuanto a su
forma), con los contenidos simbólicos de la figura humanizada.
Llama
la atención que el OVNI esté representado en el sueño bajo el aspecto
de su pequeño automóvil. Esto puede deberse, en parte, porque siendo el
testigo un individuo joven, suele simbolizarse con un objeto de su
experiencia personal, algo trivial, pero que compensa sus elevadas
aspiraciones. No obstante, el OVNI es concebido de este modo como un
vehículo, de su energía y dinamismo, al parecer portador de un ser
superior, representante de las cualidades psíquicas del propio soñante.
Tratase aquí sin duda de un ejemplo de modificación, sobre una antigua
representación por adquisiciones recientes, de sustitución
automóvil-OVNI.
El OVNI correspondería, entonces, a una
proyección del testigo, en la cual el símbolo (cuerpo circular), indica
que lo que se proyecta tiene por contenido una totalidad -de la psique-
en todos sus aspectos. Se ha dicho incluso que la contemplación de dicha
forma en los sueños, aporta la sensación de que la vida ha vuelto a
encontrar un significado diferente.
La imagen de características
humanoides adquiere también importancia. El sí mismo con frecuencia se
personifica en los sueños como una figura humana superior. Generalmente
aparece en momentos cruciales de la vida del sujeto, crisis en que
cambian su actitud básica y su forma de vida, esperando una solución
creadora para su conflicto. Todo el ser se condensa entonces en unicidad
con el fin de vencer las dificultades (“ahora espero mis problemas con
una solución…”, etc.). Esta visión del ocupante aparece en una forma
simbólica, y con ella, renovaciones de la vida, un élam vital creador, y
una nueva orientación.
En los sueños del hombre, este núcleo
está generalmente personificado como figura femenina. En su
manifestación individual, por regla, adopta la forma de la madre
(“supongo que -la figura- tiene que tener sexo; supongo que puede ser
femenino… en este momento se me ocurre que puede ser de unos 50 años de
joven apariencia”). Personificación de ciertas tendencias psicológicas
tales como sospechas proféticas, captación de lo irracional,
sensibilidad por la naturaleza y una mayor relación con el inconsciente
(“… y hasta me pareció haber adquirido, como quien dice, un cierto poder
mental, por ejemplo: predecir mis problemas y esperarlos ya con una
solución…”).
El sueño toma en cuenta su vivienda y aparece cerca
de la ventana de su cocina, que es el tradicional lugar de
transformación -transformación psíquica en este caso- o el supuesto
aterrizaje o descenso del OVNI y su ocupante, ocurre en un terreno
frente a su casa y al alcance de su visión, lo que parece un hecho
importante y urgente, pues esa manifestación superior (impresión
compartida por el testigo), ha acudido en su ayuda y guía, en momentos
críticos en la vida del joven Petracini. El mensaje críptico es
elocuente en su contenido.
El descenso se produce en la negrura
de la noche, a causa de su origen en el inconsciente. No hay fondo
visible, sólo oscuridad (aunque en el lugar existe realmente un poste de
alumbrado), donde resalta en primer plano la figura blanca, delante del
objeto gris. La figura blanca representa para el testigo la criatura
superior, la imagen más sobresaliente y pura de la visión (“… el blanco
me sugiere algo puro y santo, no se por qué, pero es algo puro”, apunta
Petracini ante nuestra pregunta).
Lo que él llama “visera” del
ocupante (llamémosle visión) de color verde, tiene un significado muy
especial: “El color verde -dice-, el de la naturaleza, es para mí algo
que renueva la vida”. Se convierte en un hecho trascendente,
esperanzador. A su vez, esta franja que aparece a la altura de los ojos
del ocupante, expresa la acción e intención de ver.
La figura
quiere influir en su vida e indicarle de algún modo el camino que
conduce al mundo interior, o sea al conocimiento de uno mismo. En el
sueño espera que ese conocimiento le permita hacer una vida más
positiva. La figura representa, una vez más, un salvador que exhorta y
lleva mensajes benéficos. A partir de entonces, se opera en él una clara
sustitución de ‘la imagen ayudadora` (“la imagen me ayudó al darme
seguridad, en cambio Dios no me ayudó a solucionar mis problemas…”).
Aparece aquí un llamamiento a la conciencia individual, en un sentido
eminentemente práctico. El mal atestiguado en el mundo externo, en el
contorno, parecen haberse hecho concientes, de manera tal que hay un
primer paso hacia un cambio radical de su actitud frente al medio.
Cambio
significa que todo se mueve, y que caigan algunas cosas. Ver qué estaba
flojo y qué se hace con esto, lo que supone un paulatino proceso de
elaboración. Aquí está el nudo de un problema, por sus impredecibles
consecuencias. Un cambio que no tenga estrategia que lo organice,
siempre será un cambio de movilización solamente, sin el carácter
adaptativo y de crecimiento.
Podríamos extendemos todavía más,
pero estimamos que lo expuesto es suficiente para acceder al caso y
comprender algunos de los principales aspectos involucrados en el
problema de los OVNIs y sus ocupantes. Al fin, tomados estos conceptos
como simples instrumentos o hipótesis heurísticas, podrían ayudarnos a
explorar la vasta y nueva zona de la realidad abierta por el
inconsciente e insinuada por el ineludible fenómeno de los OVNIs.
Referencias
(1)
Clarín, Buenos Aires, 15 diciembre 1979; Río Negro, General Roca, 17
diciembre 1979, citando al matutino Los Andes, Mendoza; Radiolandia
2000, Buenos Aires, 11 enero 1980, ps.14/17; Los Andes, Mendoza, 29
enero 1980; Bo1etín CEFAI, Buenos Aires, N° 9, marzo 1980, ps.1/12;
Contactos Extraterrestres, México, N° 80, 23 enero 1980, p.8; El libro
de los misterios del hombre, ediciones de Semanario, Buenos Aires,
noviembre 1980, ps.64/71; Roberto E. Banchs, en El Universo de Jung,
ed. comp. A. Las Heras, Editorial Trama, Buenos Aires, 1982, ps. 84/94.