“La guerra de los mundos”: 120 años de la invasión que cambió la manera de entender el universo
La gran novela de H.G. Wells constituye un clásico imprescindible de la ciencia ficción al plantear por primera vez al hombre como un ser inferior y sirvió como modelo para otras obras cumbre del género en el siglo XX. Su influencia en la cultura pop.
Por Matías Carnevale
“La guerra de los mundos” fue más que un libro de ciencia ficción, se anticipó a algunas de las grandes tragedias humanas
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"La guerra de los mundos", la novela de H.G. Wells, constituye un clásico imprescindible de la ciencia ficción occidental. Publicada en 1898 por William Heinemann en Londres, con sucesivas reediciones en los Estados Unidos y el resto del planeta, no ha perdido fuerza literaria ni vigencia temática.
Algunos temas presentes en la obra hacen que pueda leerse como exponente de su tiempo pero también como texto anticipatorio: inspiraciones propias de la ciencia de entresiglos como el rayo mortal y la preocupación por hallar vida en otros planetas, y las formas en que Wells parece haber previsto las trágicas guerras mundiales que arrasaron con Europa en el siglo pasado.
La versión cinematográfica de 1953, estrenada solo seis años después del avistamiento de un plato volador por Kenneth Arnold, contribuyó al mito OVNI
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La guerra de los mundos ha servido como modelo para otras obras cumbre del género en el siglo XX, desde El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke, hasta La historia de tu vida, de Ted Chiang, que inspiró el film La llegada, de 2016. Las versiones cinematográficas de 1953 y, en particular, la de 2005 no han hecho más que acrecentar su popularidad. También vale tener en cuenta la legendaria transmisión radial de Orson Welles que puso en vilo a parte de la sociedad norteamericana en 1938.
Rayos mortales, guerra global y ficción anticipatoria
Aquí, como en tantas otras ocasiones, la ciencia ficción ha servido como material de inspiración para investigadores y desarrolladores. El rayo calórico que emplean los marcianos para causar estragos en las líneas defensivas acabará siendo un invento que Tesla creería posible hacia 1937, según ha observado el filósofo italo-argentino Pablo Capanna.
Los trípodes según Spielberg. Su película de 2005 ha sido analizada como una alegoría post-Torres Gemelas
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Pero Wells también dio en el clavo en cuestiones bélicas: parece haber previsto la absurda táctica de guerra de trincheras que heriría a Europa en una guerra que cambió la fisonomía, la geografía y la cultura del mundo. Los soldados ingleses, en su defensa ante el ataque marciano, cavan zanjas para evitar ser víctimas del rayo mortal. A propósito de la Gran Guerra, el autor alemán Ernst Jünger habla del "tintineo monótono de los fusiles y de los útiles de zapa", una descripción bastante similar a la que el narrador hace de las tareas de los soldados de La guerra de los mundos.
Además, las máquinas-trípode que los marcianos emplean para intentar conquistar las islas británicas parecen anticipar la aparición de los tanques de guerra. Con todo, a Wells también le debemos haber imaginado páginas más amables: los Derechos del hombre, libro de 1940 que sirvió como base para el establecimiento de la Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948.
La guerra de los mundos como narrativa de "Primer contacto"
Según Peter Fitting, "conscientemente o no, la novela vuelve a poner en escena el descubrimiento europeo del Nuevo Mundo", de una América que acabó sucumbiendo frente a la invasión europea. Fitting considera que La guerra es el primer texto de ciencia ficción que trata al alienígena como una figura "interesante", con valor propio, y el primero que establece su descripción como estándar para las décadas posteriores. El narrador menciona "…lo horroroso de su aspecto. La extraña boca en forma de V, con su labio superior en punta; la ausencia de frente; la carencia de barbilla debajo del labio inferior, parecido a una cuña; el incesante palpitar de esa boca; los tentáculos, que le dan el aspecto de una Gorgona; el laborioso funcionamiento de sus pulmones en nuestra atmósfera; la evidente pesadez de sus movimientos… la extraordinaria intensidad con que miran sus ojos inmensos…" Al ser comparado con una criatura fantástica del pasado, el monstruoso extraterrestre adquiere sustento mitológico.
Reedición de la novela en Amazing Stories, agosto de 1927. Arte de Frank Paul
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Fitting también considera que debido a la influencia del texto el alien pasa de ser un elemento satírico, como lo había en Voltaire, por ejemplo, a ser uno de entretenimiento, lo que se haría patente en los pulps de los años 20 y 30. Al respecto, cabe recordar que la novela fue adaptada en las páginas de Amazing Stories, de Hugo Gernsback, en agosto y septiembre de 1927, ilustrada por Frank Paul.
Wells tomó el tema de una invasión implacable de una narración ficticia publicada en 1871—en pleno desarrollo de la guerra franco-prusiana—, en la que Alemania invadía exitosamente las islas británicas. El libro, escrito por el soldado y Sir George Chesney, se llamó The Battle of Dorking: Reminiscences of a Volunteer y fue tan influyente que el primer ministro Gladstone debió aplacar los temores de una invasión genuina. Wells, sin embargo, aduce haber obtenido la idea en una caminata con su hermano Frank por la campiña inglesa, quien le preguntó qué sucedería si repentinamente cayeran unos seres del espacio allí. Wells explicó en 1920 que en aquel período su carrera estaba enfocada en la escritura de cuentos cortos, que sirvieran para "comentar sobre las falsas seguridades y la necia complacencia de la vida cotidiana". Nada mejor que una catástrofe para sacudir nuestra moralidad y nuestra rutina.
The Battle of Dorking: Reminiscences of a Volunteer
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Wells y su inestimable influencia en la ciencia ficción
La influencia de las primeras obras de Wells en el género es colosal. Sus novelas La máquina del tiempo (1895), El hombre invisible (1897) y La guerra de los mundos iniciaron a toda una generación de escritores en la ciencia ficción y les dieron un modelo a imitar. Desde John Wyndham hasta Theodore Sturgeon, pasando por Robert Heinlein y Ray Bradbury, el estilo, la visión y los temas que Wells desarrolló sirvieron como valla a superar. Incluso Borges no pudo evitar elogiar a quien consideró "un admirable narrador".
Quisiera enfocarme brevemente en una obra importante de la ciencia ficción que abrevó en la novela de Wells: El fin de la infancia, de Arthur C. Clarke (1953). Fitting observa que los aliens allí son una raza intelectualmente superior, con apariencia casi diabólica, que ha perdido toda la sensibilidad hacia el arte, por ejemplo, y hacia la espiritualidad y el humor, algo no muy diferente a los marcianos de Wells, cuya superioridad tecnológica tiene su correlato en su comportamiento como raza superior, con un desdén explícito hacia las muestras de inteligencia por parte de la humanidad.
“El fin de la infancia”, de Arthur C. Clarke
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Fitting considera que "si bien muchos críticos describen a El fin de la infancia como una versión del tema del extraterrestre benévolo, es posible argumentar lo contrario, y verla como un ejemplo de una narración de invasión alienígena…la llegada de los Superseñores…trae consigo la destrucción de la Tierra y el fin de la raza humana". A su vez, la influencia del libro de Clarke en la serie V: invasión extraterrestre (1983-1985; con una remake en 2009) es ineludible en este sentido. Las naves extrañas aparecen de la misma forma en el cielo terrestre, y sus ocupantes obran de la misma manera, ocultando su verdadera fisonomía a los humanos que subyugan, aunque eventualmente la serie acabe derivando en una alegoría maniquea con tufillo gnóstico. De esta manera, Wells completa un círculo de narraciones que parece no agotarse.
V: invasión extraterrestre
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Dios y la victoria del más débil
Wells, figura central de la literatura y el pensamiento de los períodos victoriano y eduardiano, se apoya en la gran cadena del ser, una noción ampliamente difundida durante la época isabelina tres siglos antes. No es casual que el libro comience con una cita de Kepler, a su vez mencionada por Robert Burton en La anatomía de la melancolía: "Pero, ¿quién vive en esos mundos si están habitados?… ¿Somos nosotros o ellos los señores del Universo? … y ¿por qué han de estar hechas todas las cosas para el hombre?". Aquí se explicitan algunas cuestiones fundamentales: un diálogo con la literatura inglesa más "seria", de un período prolífico, y una crítica frente a la concepción antropocéntrica de la historia, que da lugar a un relativismo axiológico de proporciones cósmicas; el hombre, aún con su orgullo tecnológico, se encontraba en una posición intermedia entre Dios y las bestias.
Una lectura contemporánea de la novela debería tener en cuenta este aspecto, en particular considerando nuestra relación conflictiva con las demás criaturas del planeta. Algunos sectores críticos se referirán al especismo—la predominancia de la humanidad en detrimento de las demás especies—y a la experimentación con animales; a propósito, la RAE define al término como "Creencia según la cual el ser humano es superior al resto de los animales y por ello puede utilizarlos en beneficio propio". Aunque ya estuvieran muertos, los científicos humanos se aprovecharon de los restos marcianos para experimentar con ellos, y aprender de su anatomía.
El Deus ex machina del final puede ser criticable, pero tiene sentido dentro del contexto mencionado anteriormente y los debates que se produjeron entre evolucionistas darwinianos y los defensores del diseño inteligente/creacionismo a fines del siglo XIX. Si bien su encuentro con un cura cobarde e irritante en el capítulo 13 resulta un chasco, el narrador echa mano a referencias bíblicas para explicar el desenlace y el destino de los invasores. Es la intervención de la Providencia la que evita (al menos temporalmente) la destrucción de la Tierra: "…diseminados por todas partes: algunos en sus máquinas de guerra derribadas; otros en las máquinas de trabajo, ahora inmóviles, y una docena de ellos tendidos en una hilera silenciosa, se hallaban los marcianos… ¡todos muertos! Destruidos por las bacterias de la corrupción y de la enfermedad, contra las cuales no tenían defensas…derrotados—después que fallaron todos los inventos del hombre—por los seres más humildes que Dios, en su sabiduría, ha puesto sobre la Tierra."
Al igual que los difuntos por las enfermedades que trajeron consigo los europeos, pero invirtiendo la carga de poder, en donde el más poderoso cae primero, Wells resuelve la guerra de forma microbiana, por una mano invisible.
Marcianos en la radio: Orson Welles y su adaptación de la novela
A los 23 años, Orson Welles obtuvo su propio show radial en la CBS, donde adaptó clásicos literarios con el talento fresco de una joven promesa. El 30 de octubre de 1938, como broma de Halloween, le tocó el turno a La guerra de los mundos. En un contexto de incipiente conflicto bélico entre las naciones de Europa, Welles adaptó la historia para que transcurriera en la geografía estadounidense y la presentó como una serie de boletines informativos.
Orson Welles
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Según reportaron los diarios al día siguiente de la transmisión, familias enteras abandonaron sus hogares o se armaron y proveyeron de máscaras de gas, preparándose para una invasión sin precedentes. Existe una buena cantidad de documentos epistolares—unas dos mil cartas en total—que dan cuenta de la reacción popular frente al programa. Uno de los oyentes, quien acabaría siendo una de las figuras centrales de la ciencia ficción mundial, Isaac Asimov, había formado una sociedad literaria para el estudio del género un mes antes. Luego de la transmisión, el grupo aprovechó para debatir sobre si la Tierra, ante un ataque extraterrestre, debería rendirse a una civilización superior o si debería presentar batalla. Asimov tomó partido por la supremacía terrestre, y esa significó su primera presentación frente a un grupo de fans de la ciencia ficción.
El psicólogo norteamericano Hadley Cantril fue el primero en estudiar el fenómeno alrededor de la transmisión. En 1940 publicó The Invasion from Mars: A Study in the Psychology of Panic, que en parte contribuyó a cimentar el aura mítica que la emisión adquirió. Hacia fines del siglo XX, la visión que Cantril ofreció de los hechos comenzó a ser cuestionada por los investigadores. Entre otras falencias, el estudio de Cantril sólo se enfocó en el estado de Nueva Jersey, donde se sabía que el terror fue más intenso. La falta de evidencia, de datos duros, y la repetición de frases hechas también se cuentan entre los puntos débiles del estudio. Aún así, la "teoría del pánico" que postuló Cantril sigue siendo inmensamente popular.
Titulares de periódicos de 1938
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Pese a lo que todavía se sostiene, es posible asentir con los que toman una posición más escéptica. El escritor Thomas Disch señala que los lectores de ciencia ficción estaban al tanto de que se trataba de una historia ficticia, mientras que varios autores coinciden en que el "pánico" fue mayor entre aquellos que no escucharon las reiteradas advertencias—se aclaró este punto cuatro veces durante la transmisión—y las muchas señales que el programa daba respecto de la falsedad de los hechos relatados. Incluso Welles cerró el show explicitando que todo había sido una broma especial por el Día de Brujas.
Cabe señalar que el otro Wells, H.G., pese al éxito del programa, amenazó con demandar a la radio por lo que consideraba un mal uso de su novela. Sin embargo, el "charlatán truculento" de Orson Welles hizo que el libro alcanzara insospechados y renovados niveles de popularidad, lo que tal vez no hubiera ocurrido de no existir la transmisión radiofónica.