Un mensaje al universo: ‘¡Aquí estamos!’
En la actualidad se impulsan varias iniciativas para contactar a posibles formas de vida inteligente en el universo. Pero hay fuertes debates al respecto: ¿qué pasa si hay respuesta y si esa respuesta es nuestra aniquilación?
Por Steven Johnson
El 16 de noviembre de 1974, un grupo de astrónomos, funcionarios y dignatarios se reunieron en el noroeste de Puerto Rico, en una zona boscosa a cuatro horas de San Juan. Estaban ahí para la reinauguración del Observatorio de Arecibo, en ese entonces el radiotelescopio más grande del mundo. La estructura gigantesca –el diámetro de su antena mide lo mismo que la altura de la Torre Eiffel– acababa de ser renovada para sobrevivir a la temporada de huracanes y para tener mayor precisión telescópica.
Para celebrar, los astrónomos que administraban el observatorio decidieron aprovechar el aparato, el más sensible construido hasta entonces para escuchar el cosmos, y transformarlo por unos momentos en una máquina que podría responder a lo que escuchara. La multitud reunida ahí mantuvo silencio mientras el telescopio emitió una serie de tonos durante casi tres minutos; era un patrón indescifrable para los que escuchaban, pero la experiencia de oír esas notas en el aire hizo que varios derramaran lágrimas.
Esos 168 segundos de ruido ahora son conocidos como el mensaje de Arecibo y fueron orquestados por Frank Drake, el astrónomo que entonces dirigía la organización que supervisaba el observatorio. La transmisión fue la primera en la que un ser humano había enviado de manera intencional un mensaje dirigido a otro sistema solar. Los ingenieros del observatorio habían transformado el mensaje en sonidos para que se pudiera escuchar algo durante la transmisión, pero lo que realmente viajó fue un pulso de ondas de radio, a la velocidad de la luz.
Era una suerte de mensaje en una botella enviada al espacio, sin que quedara claro que alguien o algo lo iba a recibir. Pero días después el astrónomo británico Martin Ryle condenó enfáticamente a Drake: al alertar al resto del cosmos sobre el hecho de que existimos, dijo, expuso a toda la Tierra a una catástrofe. Ryle exigió que el mensaje de Arecibo fuera denunciado por la Unión Astronómica Internacional y que no se permitieran más comunicaciones de ese tipo. Para Ryle, el intento de contacto interestelar era irresponsable dado que, por más noble que fuera, podría desembocar en la destrucción de toda la vida en la Tierra.
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El Observatorio de Arecibo en 1977 Credito Bettmann/Getty Images |
Más de cuatro décadas después, seguimos sin saber si los temores de Ryle fueron infundados, pues el mensaje de Arecibo sigue estando lejos de alcanzar a su recipiente, un grupo de 300.000 estrellas conocido como M13.
Y el mensaje de Arecibo sigue siendo uno de muy pocos de su tipo, con la intención de comunicarse con alguna forma de vida extraterrestre. Algunas señales emitidas desde la Tierra por actividad humana ya han viajado más lejos que las ondas de Arecibo por la filtración incidental de transmisiones de radio y televisión, pero en los 40 años que han transcurrido desde que Drake envió su mensaje, tan solo se han emitido una decena de mensajes de manera intencional.
Los científicos han pasado más tiempo buscando señales de vida que señalizando que nosotros existimos al resto del cosmos; como especie, nos rodean cada vez más buzones interestelares y estamos en espera de que llegue el correo, pero, hasta hace poco, no nos había interesado mucho enviar nosotros mismos una carta.
Esa fase parece estar cerca de su fin, si se cumplen los deseos de un grupo multidisciplinario de científicos y entusiastas del espacio. Un nuevo grupo conocido como METI, por la sigla en inglés para Envío de Mensajes a Inteligencia Extraterrestre y encabezado por el científico
Douglas Vakoch, planea empezar a transmitir a partir de 2018. También está la iniciativa
Milner’s Breakthrough Listen, que busca vida extraterrestre y tiene un proyecto conjunto para emitir mensajes que serían diseñados en una competencia abierta.
Sin embargo, conforme aumentan los planes de mensajería al cosmos, también lo ha hecho la resistencia a estos, por parte de personalidades destacadas como Elon Musk, de Tesla, o Stephen Hawking, quienes argumentan que una civilización alienígena avanzada podría responder a nuestro saludo interestelar tal como Hernán Cortés lo hizo con los aztecas; el silencio, dicen, es la opción más prudente.
Si crees que estas transmisiones tienen oportunidad alguna de entrar en contacto con alguna vida inteligente extraterrestre, entonces el decidir si enviarlas o no es probablemente una de las decisiones más importantes que llegaremos a tomar como especie. ¿Seremos introvertidos galácticos, en espera de escuchar alguna muestra de vida del otro lado de la puerta? ¿O seremos extrovertidos que quieren iniciar la conversación?
Y en el segundo caso, ¿qué deberíamos decir?
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Una representación de un artista de los siete planetas que orbitan la estrella llamada Trappist-1. CreditJPL-Caltech/NASA |
El interés renovado en enviar estos mensajes ha sido impulsado, en buena medida, por el hallazgo de nuevos planetas. Ahora sabemos que en el universo abundan los exoplanetas en la llamada “
zona Ricitos de Oro”: donde las temperaturas de la superficie permiten que haya agua líquida. Quizá no sabemos la dirección exacta de dónde hay vida extraterrestre, pero sabemos de varios códigos postales donde sería posible que la haya. El reciente descubrimiento del sistema Trappist-1, con planetas posiblemente habitables, también causó revuelo porque está relativamente cerca de la Tierra: a tan solo 40 años luz.
Si el mensaje de Arecibo llega en algún momento a las estrellas de M13, una respuesta desde ahí no sería recibida por al menos 50.000 años. Pero un mensaje a Trappist podría ser respondido antes del fin de siglo.
Me reuní con Doug Vakoch, quien encabeza METI, en San Francisco. Le pregunté qué lo llevó a escoger su vocación actual.
“Me gustaba la ciencia cuando era niño, pero no podía decidir cuál ciencia”, dijo. Terminó por descubrir el campo de estudio de la exobiología, a veces también llamado astrobiología, que examina las posibles formas de vida que podría haber en otros planetas. Es un campo especulativo; no hay especímenes que puedan estudiarse. Por lo que, para imaginarse a esas formas de vida, los exobiólogos deben saber de astrofísica; de las reacciones químicas que pueden almacenar energía en esos organismos que posiblemente existen; de la ciencia climática que explique los sistemas que habría en los planetas compatibles con vida, y las formas biológicas que podrían evolucionar ahí.
Vakoch estudió religión comparativa en la universidad y después un posgrado en psicología clínica, pensando que podría ayudarlo a entender la mente de un organismo desconocido del otro lado del universo. Después se mudó a California para trabajar en el instituto SETI, que busca la inteligencia extraterrestre y que fue sido establecido por Drake hace seis décadas. Vakoch y otros científicos en el programa comenzaron a argumentar que debían enviar mensajes y no solo estar a la espera de recibir uno, pero la junta directiva de SETI temía que eso resultara en recortes a su financiamiento; Vakoch entonces decidió fundar METI.
Forman parte del equipo interdisciplinario ahí el exhistoriador en jefe de la NASA Steven Dick, la historiadora de la ciencia francesa Florence Raulin Cerceau, el ecologista indio Abhik Gupta y el antropólogo canadiense Jerome Barkow.
Vakoch comenzó a cuestionarse desde su adolescencia cómo podría comunicarse uno con un organismo que había evolucionado en otro planeta, lo que en la exobiología se llama exosemiótica.
“El tema que me capturó muy temprano y que lo sigue haciendo es el reto de crear un mensaje que pueda entenderse”, dijo.
Frank Drake, ahora de 87 años, vive con su esposa en una casa en medio de un bosque a las afueras de Santa Cruz, California. Drake lleva más de una década jubilado, pero su cara todavía se ilumina ante la pregunta sobre el mensaje de Arecibo.
“Acabábamos de terminar un proyecto de construcción muy grande, en ese entonces yo era el director, y dijeron: ‘¿Puedes organizar una gran ceremonia?’”, dijo.
“Tenía que haber algún evento muy llamativo. Y ¿qué podíamos hacer que sería espectacular? ¡Pues mandar un mensaje!”.
Pero, ¿cómo envías un mensaje a una forma de vida que no solo no queda claro si existe, sino de la que no sabes nada, empezando por cómo se comunica? Primero, hay que explicarle cómo leer tu mensaje; eso no es necesario en la Tierra: si señalas a una vaca y dices “vaca”, la gente va a entender a qué te refieres.
En el caso de otros mensajes, como el que va a bordo del Voyager 1 –un disco dorado que contiene saludos en varios lenguajes y evidencia de la civilización humana– o el de la sonda Pioneer –una placa ilustrada–, no es necesario, pues se trata de objetos físicos que pueden transmitir información visual. Pero esos objetos tampoco pueden viajar a una velocidad suficientemente rápida; se necesitan ondas electromagnéticas para que el mensaje pueda trasladarse por la Vía Láctea.
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Carl Sagan con la placa que fue enviada como mensaje a bordo de la sonda Pioneer, en 1972. Sagan, autor de "Contacto", diseño la placa junto con Frank Drake. Credito Jeff Albertson Photograph Collection/UMass Amherst Libraries |
Para eso, es necesario pensar en las cosas que podríamos tener en común con los habitantes hipotéticos de los planetas de Trappist-1. Si su civilización es lo suficientemente avanzada como para reconocer datos estructurados en las ondas radiales, entonces han de compartir varios de nuestros conceptos científicos y tecnológicos. Si pueden escuchar nuestro mensaje, entonces son capaces de dilucidar las interrupciones hechas a propósito en las ondas electromagnéticas.
Por lo que el truco es empezar la conversación. Drake partió de la idea de que los alienígenas inteligentes entenderían el concepto de números simples: 1, 3, 10, etc. Y si se manejan con números, entonces también manejan ciertos conceptos matemáticos básicos, como las sumas, restas y divisiones. Drake entonces razonó que podrían entender los números primos, aquellos que solo son divisibles por uno y por sí mismos. Según Drake, los números primos son una muestra de inteligencia:
“la naturaleza no los usa, pero los matemáticos sí”.
El mensaje de Arecibo de Drake constó de 1679 pulsos, porque 1679 es un número semiprimo: solo puede ser compuesto al multiplicar dos números primos, 73 y 23. Drake usó esa rareza matemática para convertir los pulsos electromagnéticos en un sistema visual.
Imagínate que te mando un mensaje con 10 X y 5 O: XOXOXXXXOXXOXOX. El número 15, te darás cuenta, es un semiprimo de 3 y 5, entonces puedes organizar los símbolos en una cuadrícula de 3×5 en la que las O se vuelven espacios en blanco. En inglés ese mensaje sería Hi, hola:
Drake hizo lo mismo pero con un número mucho más grande, que le dio la oportunidad de enviar un mensaje más complejo, lleno de referentes visuales y matemáticos. La parte de arriba de la cuadrícula de 23X73 cuenta de 1 a 10 en código binario para anunciarle a los alienígenas que los números son representados con esos símbolos. De ahí, Drake pasó a conectar el concepto de números con alguna referencia que podrían compartir los habitantes hipotéticos de M13; eligió los números atómicos de los cinco elementos que componen el ADN: hidrógeno, carbono, nitrógeno, oxígeno y fósforo.
Otras partes del mensaje tenían un enfoque más visual: los pulsos “dibujaban” una imagen pixelada del cuerpo humano. Incluyó también un bosquejo de nuestro sistema solar y del telescopio de Arecibo. El mensaje entonces decía: así contamos; de esto estamos hechos; de aquí venimos; así nos vemos, y esta es la tecnología con la cual te contactamos.
Aunque la exosemiótica de Drake fue muy inventiva para 1974, el mensaje de Arecibo fue más una prueba que un intento genuino de hacer contacto, como él mismo lo admite. La decisión de a dónde dirigir el mensaje fue casi al azar.
El proyecto de METI pretende mejorar el modelo de Arecibo al enviar su mensaje a planetas en la zona Ricitos de Oro, pero también al repensar cómo enviar el mensaje. “El diseño original de Drake cae en el sesgo de que la visión es universal entre los seres inteligentes”, dijo Vakoch. Los diagramas visuales nos pueden parecer una buena manera de transmitir información porque los seres humanos tenemos un sentido de la vista bien desarrollado.
Pero quizá los alienígenas evolucionaron de manera distinta y su civilización tecnológicamente avanzada se basa más en el sentido del oído o en una manera de percibir el mundo que no tiene equivalencia en la Tierra.
Pensar bien sobre con qué tipo de civilización queremos hablar quizá nos haga pensar mejor sobre qué tipo de civilización queremos ser nosotros.
Algo más universal que la vista sería cómo se vive el tiempo. El libro básico de exosemiótica Lincos: Design of a Language for Cosmic Intercourse de Hans Freudenthal, publicado hace más de medio siglo, tenía como base las señales temporales. Vakoch y sus colaboradores han estado trabajando con el lenguaje de Freudenthal para los primeros borradores del mensaje. En Lincos, la duración es una piedra angular. A un pulso que dure cierta cantidad de tiempo (dígase, un segundo para los humanos) le sigue una secuencia de pulsos que indiquen la “palabra” que representa; así que si un pulso dura seis segundos, le sigue la “palabra” que indica seis.
“Es una manera de señalar un objeto cuando no tienes nada hacia qué apuntar”, dijo Vakoch.
“Lo que pasa con el mensaje de Arecibo es que, en cierto sentido, es corto pero sus pretensiones eran enciclopédicas”, dijo Vakoch.
“Una de las cosas que nosotros queremos explorar con la transmisión es el extremo opuesto. En vez de ser enciclopédicos, ser selectivos. En vez de enviar todos estos datos digitales, hacer algo elegante. Y parte de eso es pensar cuáles son los conceptos más fundamentales que necesitamos”.
Es una pregunta provocadora: ¿de todas las manifestaciones de nuestros logros como especie, cuál es el mensaje más simple que podemos crear para demostrar que somos interesantes o merecedores de una respuesta interestelar?
Pero esa no es la cuestión que preocupa a los críticos de METI, sino cómo podría verse esa respuesta; quizá un ejército o un rayo mortal.
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Credito Ilustración de Paul Sahre |
El movimiento anti-METI se basa en una probabilidad estadística clave: si llegamos a hacer contacto con otra forma de vida inteligente, entonces, casi por definición, lo habremos hecho con alguien o algo más avanzado.
Esa asimetría es la que tiene convencidos a tantos pensadores enfocados en el futuro de que METI es una terrible idea. La historia del colonialismo aquí mismo en la Tierra es algo que pesa sobre los críticos del METI. Stephen Hawking lo expresó así en un documental de 2010:
“Si nos visitan los alienígenas, el resultado será similar a cuando Colón desembarcó en América, lo que no resultó muy bien para los nativos e indígenas”.
David Brin, un astrónomo y autor de ciencia ficción que ha debatido varias veces con Vakoch, hace eco de lo dicho por Hawking.
“Cada caso que conocemos de una cultura más tecnológicamente avanzada haciendo contacto con una menos avanzado resulta en, al menos, dolor”.
Los partidarios de METI se defienden con dos argumentos. El primero es que ya es un poco tarde para empezar a preocuparse. Dada la filtración de ondas radiales y de programas de televisión durante décadas y que las otras civilizaciones probablemente son más avanzadas – podrían detectar las señales aunque sean débiles–, entonces es muy posible que ya seamos visibles ante los extraterrestres.
Entonces ya saben que estamos aquí, pero no nos consideran merecedores de entablar una conversación con nosotros.
“Quizá hay muchas más civilizaciones allá afuera e incluso planetas cercanos poblados, pero simplemente nos observan”, dijo Vakoch. “Es como si estuviéramos en un zoológico galáctico y, si nos ven, somos como cebras que hablan entre ellas. Pero ¿qué pasaría si una de esas cebras de repente voltea a verte y rasca el piso con su pata para formar un número primo? ¡La verías de otro modo!”.
El otro argumento es que es poco plausible que haya una invasión masiva debido a las distancias que hay de por medio. Si una civilización realmente es capaz de moverse por la galaxia a la velocidad de la luz, ya nos habríamos topado con ella, dicen. Lo más probable es que solo las comunicaciones puedan moverse rápidamente; algún alienígena malévolo en otro planeta solo podría enviarnos mensajes odiosos por correo electrónico.
Los críticos rebaten que no tenemos por qué estar seguros de eso. Brin, el astrónomo y autor, piensa que nuestro propio desarrollo tecnológico es indicativo de en qué punto estaría una civilización más avanzada de su desarrollo para fines de combate.
“Es posible que dentro de 50 años podamos crear un cohete antimateria que pueda lanzar una bala de varios kilos a la mitad de la velocidad de la luz para que se tope con la órbita de un planeta que está a 10 años luz”, dijo. El asteroide resultante haría parecer que el que resultó en la extinción de los dinosaurios fue solo un espectáculo de fuegos artificiales en comparación.
“Y si hacemos eso en 50 años, imagínate qué podría hacer cualquier otro, respetando las leyes de la física y Einstein”.
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Frank Drake frente al telescopio del National Radio Astronomy Observatory, ubicado en Virginia Occidental, en los años sesenta Credito National Radio Astronomy Observatory |
Así que puede que tengan la razón los críticos de METI respecto a la sofisticación de estas otras civilizaciones antiguas, pero que no estén en lo correcto sobre la naturaleza de su respuesta. Sí, serían capaces de lanzar proyectiles por la galaxia a un cuarto de la velocidad de la luz. Pero si ya han existido por cierta cantidad de tiempo, entonces han encontrado la manera de no autodestruirse a nivel planetario. Ahí entran a discusión dos conceptos de pensamiento que han marcado tanto al METI como al SETI: la paradoja de Fermi y la Ecuación de Drake.
La primera fue formulada por el físico italiano y nobel Enrico Fermi: si partimos del supuesto de que el universo tiene un sinnúmero de estrellas y un porcentaje significativo son orbitadas por planetas en la zona Ricitos de Oro, y surge la vida inteligente en una fracción de esos planetas, entonces hay un sinfín de posibles civilizaciones avanzadas. Pero a la fecha no hemos encontrado evidencia de que existan. ¿Entonces dónde están todos?
La Ecuación de Drake busca responder a esa interrogante. La ecuación fue formulada durante una reunión en 1961 en la que Drake partió de la siguiente pregunta: si empezamos a escanear el cosmos en busca de vida inteligente, ¿qué tan probable es que detectemos algo? Expresada como fórmula matemática, se vería así:
N= R* x ƒp x ne x ƒl x ƒi x ƒc x L
N representa el número de civilizaciones en existencia y capaces de comunicarse en la Vía Láctea. La variable R* es la tasa a la que se forman estrellas en la galaxia; representa el número potencial de soles que podrían contribuir a que haya vida. Las demás variables fungen como una secuencia de filtros: tomando en cuenta la cantidad de estrellas en la Vía Láctea, ¿qué fracción de estas contienen planetas, y cuántos de ellos pueden dar soporte a la vida? Y en esos planetas potencialmente habitables, ¿qué tan seguido surge realmente la vida y en cuántos casos esta evoluciona para ser inteligente? ¿Y qué fracción de esa vida inteligente eventualmente desemboca en que una civilización transmita señales al espacio que puedan ser detectadas?
Al final de la ecuación está la L: la variable clave que representa el promedio de tiempo durante el cual las civilizaciones emiten esas señales. Si el valor de L es bajo, eso implica otra pregunta: ¿por qué? ¿Acaso las civilizaciones tecnológicamente avanzadas apenas y emiten señales de vida y son solo como luciérnagas que se prenden y apagan a lo largo de la Vía Láctea? ¿Se quedan sin recursos? ¿Se hacen estallar a sí mismas?
Desde que Drake enunció la ecuación en 1961, el cómo podríamos responderla ha sido influenciado por dos eventos importantes. El primero es que el número de estrellas con planetas potencialmente habitables ha incrementado. El segundo es que hemos estado escuchando en caso de que haya señales durante décadas y no hemos oído nada.
“Algo ha mantenido pequeña la ecuación”, dijo Brin.
“Y la diferencia entre todas las personas en estos debates no es sobre si es o no pequeña, sino sobre en qué parte del abanico está la falla”.
El mismo Drake dice que el valor de L probablemente es bajo, pero
“es porque somos cada vez mejores con la tecnología”. Aquellas torres de radio y televisión que enviaron transmisiones de Elvis al espacio sin querer son cada vez más eficientes; las filtraciones son mucho más tenues. Incluso cada vez más usamos fibra óptica y otros conductos terrestres que no filtran nada fuera de nuestra atmósfera. Quizá las civilizaciones técnicamente avanzadas sí se prenden y apagan como luciérnagas pero no porque se destruyen, sino porque ahora tienen un paquete de televisión por cable.
Otra explicación es una que utilizan los críticos del METI. Quizá las civilizaciones avanzadas llegan a un punto en el que deciden que lo mejor a nivel colectivo es simplemente no transmitir señal alguna a los posibles vecinos en la Vía Láctea.
“Esa es la otra respuesta al paradoja de Fermi”, dijo Vakoch.
“Hay un Stephen Hawking en cada planeta y por eso no sabemos de ellos”.
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Doug Vakoch frente en el Allen Telescope Array, del SETI, en 2014 Credito Science Channel |
Más allá de si los alienígenas serían guerreros o pacifistas, si crees que el METI tiene oportunidad de hacer contacto con otro organismo inteligente en algún lugar de la Vía Láctea, entonces hay que aceptar que la decisión que enfrentan estos astrónomos y autores de ciencia ficción y millonarios que debaten sobre los números semiprimos podría ser la más capaz de transformar por completo a la civilización humana.
Entonces surge un debate paralelo, con los pies más pegados a la Tierra, pero aún así difícil: ¿A quién le toca decidir?
El debate de METI se suma así a otras decisiones que debemos tomar como especie conforme aumentan nuestros poderes científicos y tecnológicos. ¿Debemos crear máquinas superinteligentes que tengan mayor capacidad intelectual que nosotros si ni siquiera vamos a poder entender cómo funciona esa inteligencia? ¿Debemos “curar” la muerte, como algunos tecnologistas proponen? Son preguntas que tienen implicaciones inmensas para la humanidad, pero la cantidad de personas que participan en tomar esas decisiones –o que siquiera saben que esas decisiones están siendo tomadas– es minúscula.
Le pregunté a Kathryn Denning, antropóloga de la Universidad York en Toronto y una de las partícipes del debate sobre el METI, qué opina.
“Mi respuesta es una pregunta: ¿por qué me preguntas a mí? ¿Por qué debería importar más mi opinión que la de una niña de seis años que vive en Namibia? A las dos nos va a afectar igual; quizá a ella más que a mí porque es más probable que yo esté muerta para cuando haya consecuencias de la transmisión, suponiendo, claro, que ella tiene acceso a agua potable y a cuidados de salud y que no fallece víctima de alguna guerra”.
“Creo que el debate de METI será uno de esos temas en los que el conocimiento científico es muy relevante para la discusión, pero que su conexión con alguna política resultante es tenue porque, en el análisis final, se trata más de qué tanto riesgo están dispuestos a tolerar las personas en la Tierra y por qué, exactamente, los astrónomos, cosmólogos, físicos, antropólogos, psicólogos, sociólogos, biólogos y autores de ciencia ficción o cualquier otro (en ningún orden particular) son los que deben decidir el umbral de esa tolerancia”.
Quizá la idea de una supervisión a nivel global, sin importar qué tan grande sea la amenaza, es algo ingenua. O también puede ser que las tecnologías son inevitables y solo podemos resistirlas por cierta cantidad de tiempo. Si el contacto con los alienígenas es posible, entonces alguien en algún lugar lo logrará en algún momento. No hay muchos precedentes históricos de momentos en los que los humanos reniegan un desarrollo tecnológico o un contacto con otra sociedad ante el riesgo de algo que podría darse varias generaciones después.
Pero quizá es tiempo de que los humanos aprendan a tomar esta decisión. Pensar bien sobre con qué tipo de civilización queremos hablar quizá nos haga pensar mejor sobre qué tipo de civilización queremos ser nosotros.
Hacia el final de mi conversación con Frank Drake, regresé al tema de que nuestro planeta es cada vez más silencioso; la era del internet ha acallado esas señales ineficientes de radio y television. Y quizá, le sugerí, ese es el argumento a largo plazo a favor de enviar un mensaje de manera intencional. Incluso si en nuestra era no se logra, habremos creado algo que permitiría establecer una conexión interestelar en unos miles de años más.
Drake asintió.
“Y eso significaría que puede que ya haya una señal poderosa para cada civilización”. Tomando en cuenta el tiempo que tarda en transitar un mensaje por el universo, esa señal durará más que lo haremos nosotros como especie, en cuyo caso posiblemente sirva como un monumento y no solo como un mensaje, algo como una versión interestelar de las Pirámides de Giza. Una prueba de que un organismo tecnológicamente avanzado existió en este planeta, sin importar cuál haya sido su eventual suerte.
Entonces: ¿queremos ser la civilización que tapó las puertas y ventanas e hizo como que no había nadie en casa por el temor de alguna amenaza desconocida? ¿O queremos ser un faro?
https://www.nytimes.com/es/2017/07/08/mensajes-interestelares-meti/
¿Primer contacto extraterrestre en menos de veinte años?
Seth Shostak, astrónomo del SETI, asegura que estamos ya a punto de encontrar vida microbiana en nuestro propio Sistema Solar, «criaturas del mismo tipo de las que encontraríamos en los rincones de nuestra bañera»
por José Manuel Nieves
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El contacto extraterrestre podría ser distinto de lo que creemos - Archivo |
"Me apuesto con cualquiera una taza de café a que encontraremos vida inteligente durante los próximos 20 años". Así de convencido se ha mostrado
Seth Shostak, astrónomo senior del programa SETI, en una entrevista concedida hace apenas unos días a Futurism.
El Instituto para la Búsqueda de Inteligencia Extraterrestre lleva ya varias décadas explorando el espacio en busca de señales que revelen la presencia de civilizaciones lejanas y nos ayuden a confirmar que, de hecho, hay vida "ahí fuera".
El astrónomo reconoce que por ahora la Ciencia tiene muy poco que decir al respecto, por el simple hecho de que "aún no hemos encontrado nada". Pero considera que lo que hemos aprendido sobre el Universo durante las dos últimas décadas no es poco. Por ejemplo, comprobar que existe una gran cantidad de lugares más allá de nuestro Sistema Solar que reúnen las condiciones necesarias para albergar vida ha supuesto una gran sorpresa para todos. Y eso teniendo en cuenta que, por ahora, no hemos hecho más que arañar la superficie, con apenas unos pocos miles de planetas descubiertos, poca cosa en comparación con los miles de millones de ellos que aún quedan por descubrir.
Mil años para una respuesta
Para este científico, estamos ya a punto de encontrar vida microbiana en nuestro propio Sistema Solar,
"criaturas del mismo tipo de las que encontraríamos en los rincones de nuestra bañera. Eso es algo que ocurrirá pronto, creo que en el transcurso de nuestras vidas".
Pero eso será solo el principio. De hecho, Shostak confía en que muy pronto, durante las próximas dos décadas, lograremos además establecer contacto con formas de vida inteligente. Aunque, precisa,
"establecer contacto podría no ser lo que todo el mundo imagina".
"Supongamos -prosigue el científico- que ellos están a 500 años luz de distancia. Si así fuera, escucharíamos una señal que tiene 500 años de antigüedad". Y si nosotros contestáramos, nuestra propia señal tardaría otros 500 años en llegar hasta ellos.
"Es decir, que pasarían mil años antes de que volviéramos a saber algo de ellos, si es que alguna vez se recibe una respuesta".
Por supuesto, las supuestas civilizaciones alienígenas podrían estar mucho más lejos, a miles, millones o incluso miles de millones de años luz de distancia, por lo que una comunicación fluida sería del todo imposible.
"Por lo tanto -concluye Shostak- no sería exactamente un contacto, aunque por lo menos sabríamos que están allí".
Otros expertos del SETI creen que lo más probable es que, en algún momento, logremos captar una transmisión. Un mensaje no necesariamente dirigido a nosotros, pero que nos regalaría una valiosísima información sobre la civilización que lo emitió. Sería como encontrar un antiguo manuscrito de una civilización desaparecida hace mucho tiempo. Aprenderíamos muchas cosas sobre esa civilización, a pesar de que dejó de existir hace cientos, o miles de años.
Como ya dijo el astrofísico y divulgador Carl Sagan,
"en el sentido más profundo, la búsqueda de inteligencia extraterrestre es una búsqueda de nosotros mismos".
http://www.abc.es/ciencia/abci-primer-contacto-extraterrestre-menos-veinte-anos-201710040858_noticia.html
Todos los secretos detrás de la "autopsia alien" que conmocionó al mundo
En 1947 un OVNI cayó en Roswell, en 1995 la autopsia de uno de los tripulantes de la nave llegó a todas las pantallas del planeta. Tras una década de silencio, Spyros Melaris, director del "mejor fraude fílmico jamás realizado", reveló cómo se construyó el engaño
Por Juan Batalla
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De acuerdo al resto, el alienígena se estrelló en Roswell, en 1947
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El "Caso Roswell" es uno de los eventos culturales más conocidos del siglo pasado. Películas, series, documentales y kilómetros de tinta indagaron en lo que se considera el nacimiento de la ufología moderna.
Todo comenzó el 10 de julio de 1947, cuando una nave espacial desconocida se estrelló en la zona desértica de Roswell, en Nuevo México, Estados Unidos. El mito creció a partir de que el portavoz de la base, Walter Haut, comunicó a la prensa que el ejercito "había capturado un plato volador". Los diarios de la época -como también las emisoras de radio- reprodujeron la captura de un platillo volador, aunque a los pocos días desde la Fuerza Aérea informaron que se trataba de un avanzado globo atmosférico. Recién en 2014, la FFAA desclasificó solo algunos archivos del evento, que aseguraban que el objeto pertenecía al proyecto Mogul, un sofisticado sistema de globos de alto alcance, que buscaban encontrar evidencia con respecto a si la extinta Unión Soviética estaba realizando pruebas atómicas en el aire.
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La noticia fue replicada por los medios de la época |
Entonces se desarrollaba la Guerra Fría entre las dos superpotencias del mundo y el incidente, verídico o no, cambió la manera de mirar hacia las estrellas. A partir de allí, surgieron cientos de películas sobre invasores del espacio y las denuncias de abducciones o contacto de cualquier tipo se dispararon de manera exponencial.
"La popularización del mito se la debemos a algunos personajes, hoy considerados como los padres de la ufología, como Stanton Friedman y William Moore, que reavivaron la historia tres décadas después e interpretaron el cambio de postura oficial como un encubrimiento", explicó a Infobae, el comodoro Rubén Lianza, director de la Comisión de Estudio de Fenómenos Aeroespaciales (CEFAe), dependiente de la Fuerza Aérea y que tiene como labor presentar respuestas científicas a las denuncias de OVNIs que se producen en Argentina.
Existen muchos relatos sobre el incidente de Roswell, la mayoría de familiares de personas que de alguna manera estuvieron relacionados, y todos concuerdan en que sí hubo un OVNI con tripulantes humanoides. Uno de los últimos en hablar fue Charles Fogus, el ayudante del sheriff del pueblo entonces, quien aseguró que vio cómo los militares retiraban cuerpos.
"Hay muchos testimonios confusos, que mezclaron el incidente de Roswell con los maniquíes de los proyectos High Dive y Excelsior, en 1954. Estas personas mezclaron las dos historias y en unos años lo que solo era la caída de un OVNI, luego tuvo el condimento de que retiraron cuerpos de las supuestas naves. Las personas que aseguran haber visto esto tuvieron relatos diferentes con los años", aseguró Lianza.
La autopsia alienígena
Ficción o realidad, la verdad es que a mediados de los 90 hubo un acontecimiento que reforzó la historia. En 1995, la filmación de una autopsia de un alienígena generó polémicas, debates y acrecentó el relato. Millones de personas vieron en televisión cómo un equipo forense diseccionaba un cuerpo inerte en una fría habitación de algún lugar del mundo. En aquel entonces, todos aseguraron que se trataba de la autopsia a uno de los extraterrestres fallecido en el accidente de Roswell, y en ese momento -y por mucho tiempo más- se lo dio por fidedigno.
Es que la autopsia fue, en muchos sentidos, brillante. No hubo espacio para el error. Por ejemplo, todos los instrumentales de la operación, como también el reloj o el teléfono que colgaban de la pared, pertenecían a la época. La filmación fue realizada en una película Kodak que había sido comercializada en 1927, 1947 y 1967 -a partir del código de fabricación-, por lo que tampoco estaba fuera de registro; siquiera la 'pérdida de foco' en algunas tomas pudo ser criticada, ya que era algo característico del equipo fílmico de la época, como también era normal, de acuerdo con fuentes especializadas, que los cameramen hubiesen grabado todo a pie, con el equipo en mano, en vez de utilizar un trípode o una toma abierta.
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Spyros Melaris, quien se adjudica haber sido el director del film
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La grabación, de 17 minutos, pasó todas las pruebas posibles, no hubo experto que pudiese refutar o encontrar errores que sirviesen para invalidar de manera absoluta la credibilidad del material. Claro, hubo muchos detractores, casi tantos como creyentes, pero ninguno de los primeros pudo otorgar razones innegables.
Incluso, el famoso alienígena fue analizado por el especialista en efectos especiales Stan Winston, ganador de un Oscar y quien estuvo encargado de los dinosaurios de Jurassic Park y los personajes de Alien, entre otras creaciones icónicas. Para el fallecido Winston no había dudas: el extraterrestre era real o tenía un nivel de sofisticación que siquiera él podría lograr con su equipo. "Si una persona viene y me dice 'aquí tengo la prueba de que yo armé el alienígena de Roswell', lo contrataría sin dudarlo", explicó.
Ahora, ¿cuándo se descubrió que todo era un engaño? Para entender el porqué, primero se debe conocer el cómo y para esto nadie mejor que Spyros Melaris, un director de cine de origen chipriota, propietario de un estudio de grabación propio, quien luego de más de una década de silencio reveló los secretos detrás del gran armado, detrás de lo que muchos consideran "el mejor fraude fílmico jamás realizado".
La historia de la "autopsia de Roswell", sin embargo, no nace a partir de Melaris, sino de Ray Santilli, un empresario inglés, quien junto a su socio Gary Shoefield, fueron los encargados de revelar la cinta al mundo, diciendo que se la habían comprado al camarógrafo oficial, que la había mantenido oculta por décadas. La autopsia fue presentada al mundo en el Museo Británico el 5 de mayo de 1995 y luego Santilli vendió copias a más de 30 países.
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Uno de los sketches sobre el alien, con sus característicos 6 dedos
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La evidencia de Spyros para proclamarse autor de la obra maestra no es conclusiva. En su poder tiene dibujos a mano del alien, muchas story boards sobre la filmación, faxes originales de Kodak que verifican que consiguió la cinta fílmica de 1947, y una gran cantidad de fotografías de aquella época.
La historia detrás de un pacto
Melaris y Santilli se conocieron en enero de 1995, en Cannes, Francia. El chipriota estaba cubriendo un festival musical y ofreció sus servicios a diferente productoras, entre las que estaba Merlin Group, propiedad de Santilli. En la reunión para cerrar un acuerdo, Santilli le contó que había obtenido la filmación de la famosa autopsia y quería su opinión. A los pocos días se reunieron en Londres, donde Spyros vio lo que se conoce como la "Tent footage", una grabación efímera de una autopsia en una tienda de campaña. El director de cine reconoció rápidamente que se trataba de un engaño ya que había sido grabado con tecnología moderna.
"Si no puedo superar a este tipo, no lo voy a conseguir con nadie. Se dio cuenta de que era un juego. Fue entonces cuando terminó la reunión. Pensé que el tipo estaba loco y que todo había terminado en ese momento", recordó Melaris. Pero no fue así.
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Ray Santilli hizo fortuna vendiendo la cinta a más de 30 países
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Melaris se reunió con su amigo John Humphreys, un reconocido escultor inglés que trabajó en películas como Charlie y la fábrica de chocolate, y le preguntó: "¿Querés esculpir un alien?" Y claro, aceptó. Entonces, la idea era fabricar el engaño, lanzarlo al mundo y luego otra película para mostrar el making off. Le llevaron el proyecto a Santilli, que rápido aceptó y puso las 30 mil libras esterlinas para producirlo, luego de firmar un acuerdo de confidencialidad.
Hubo una primera autopsia, pero luego de analizarla en detalle notaron que los cirujanos no realizaban su tarea como marca el manual, por lo que cualquier experto en medicina que lo viese descubriría rápido el engaño. Entonces, se realizó el segundo, que es el que el mundo terminó conociendo.
Los detalles del "mejor fraude fílmico jamás realizado"
Spyros Melaris dirigió la película y se encargó de conseguir cada uno de los instrumentos, muchos fueron comprados en EEUU, otros en el Reino Unido, por un amigo que nunca supo el fin y fueron adquiridos en distintos negocios de antigüedades y entregados en diferentes direcciones, todo para evitar sospechas. Spyros también hizo los "trajes de contaminación", y obtuvo las cámaras, una comprada y la otra fue un préstamo de un conocido.
En todo el proceso tuvo como aliada a su pareja de entonces, la única persona de la que no se conoce su identidad en la rocambolesca historia, quien se encargó de revisar los libros de medicina, armó el modus operandi de la autopsia luego de reunirse con cirujanos y patólogos, e incluso llegó a interpretar el rol de la enfermera en la cinta.
El quirófano fue construido en la casa de la novia de Melaris, en el barrio de Camden, Londres. La eligieron porque la propiedad entera estaba en proceso de reconstrucción, por lo que no tenía habitantes.
El cuerpo del alienígena fue, lógicamente, un trabajo de Humphreys, quien dijo a The Sunday Times: "Era de espuma de látex. Estaban rellenos con sesos de cordero, entrañas de pollo y otras partes de animales comprados en un mercado, aunque se alteraron con un bisturí y se recubrieron con látex para darle una forma que ningún médico pudiese reconocer". El cerebro, por su parte, estaba hecho de tres cerebros de oveja y parte del cerebro de un cerdo, las piezas fueron "fundidas" en gelatina. La base de la figura surgió a partir del hijo del escultor, también llamado John, que en ese momento tenía 10 años.
La pierna rota
Uno de los argumentos más fuertes con respecto a la falsedad del documento fue el estado de la pierna derecha del alien, ya que era discordante con respecto al resto del cuerpo. Mientras todo el muñeco se mostraba en perfecto estado de conservación, la pierna, al contrario, tenía un agujero con marcas de quemadura en el que se podía ver un hueso. El razonamiento que hicieron entonces varios especialistas que vieron la cinta fue: si el cuerpo pertenece a un OVNI que se estrelló, a una velocidad que el hombre nunca alcanzó, ¿por qué el cuerpo no mostraba mayores indicios de haber sufrido un accidente?, ¿por qué solo la pierna tenía evidencias de haber sido expuesta a fuego intenso?
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La pierna de la discordia |
La explicación de Melaris es sencilla: cuando realizaron el segundo muñeco se produjo una burbuja de aire en la pierna, como ya no había más presupuesto decidieron "maquillar" esta falla como una herida del accidente. Compraron una articulación de pierna de una oveja para colocar en el interior, se agregaron algunas partes de animales y luego se sopleteó el área.
En el quirófano pueden verse cinco personas, además del camarógrafo (Spyros) y la enfermera (su novia), cada uno con un rol determinado. El cirujano fue Humphreys, quien como escultor tenía conocimientos sobre anatomía; otro amigo de Spyros, Greg Simmons, aparece con uno de los trajes de contaminación; Gareth Watson, un colega de Santilli y Shoefield, era el hombre detrás del cristal, y finalmente el hermano de Spyros, Peter, hizo de asistente de Spyros en el detrás de escena, por lo que no aparece en ninguna toma.
Una vez que terminaron el rodaje, los cuerpos fueron descuartizados y sus pedazos se tiraron en diferentes cubos de basura de Londres.
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El cuerpo fue trozado y las partes desperdigadas por tachos de basura en todo Londres |
El anuncio del fraude
El primero en hablar fue Spyros. Se desconocen las razones que lo llevaron a romper el contrato de confidencialidad, pero -aparentemente- habría sido por no recibir regalías por su trabajo. Santilli, quien vendió el material a precio sideral, se habría quedado con las ganancias.
La revelación se produjo hace 10 años, en una conferencia realizada el 21 de octubre en Pontefract, West Yorkshire, Inglaterra, durante la reunión anual de la UFO DATA, una organización sin fines de lucro que evalúa la evidencia extraterrestre. La fecha no fue casual, se cumplían 60 años del incidente de Roswell.
"Me gustaría decir ahora que hay una gran parte de mí que siente remordimiento. Yo subestimé la respuesta que iba a generar. La realidad es que todos en la comunidad OVNI tomaron esta película como una pistola humeante, prueba de OVNIs y extraterrestres", dijo Spyros.
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Humphreys durante la construcción del muñeco para la película de 2006
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Luego, llegó el turno de Santilli, quien hasta la actualidad asegura que la filmación es una "recreación de una grabación real" que tiene en su poder, pero que al ser de pésima calidad -fue afectada por la humedad y el calor- no podía ser transmitida. Es más, insiste en que la cinta sí contiene fotogramas de la verdadera autopsia, aunque jamás los identificó. Luego de décadas de silencio, Humphreys también decidió hablar, pero recién lo hizo cuando fue convocado para recrear el cuerpo alienígena para la comedia británica Alien autopsy, estrenada en 2006.