LA PANESPERMIA. MÁS SOMBRAS QUE LUCES
Por: Carlos E. Casero
Fue en los años setenta cuando la ciencia encontró evidencias de la existencia de moléculas orgánicas en el polvo interestelar, circunstancia hasta ese momento bastante discutida. Desde entonces la hipótesis de que la vida se pudo originar en la Tierra gracias a la contaminación de agentes exteriores a nuestro mundo, tales como meteoritos o cometas, se ha ido imponiendo paulatinamente. El descubrimiento de estas moléculas orgánicas, entre las que figuran aminoácidos en meteoritos y la comprobación de distintos microorganismos, como pueden ser las bacterias o sus esporas, son increíblemente resistentes a los distintos procesos de destrucción tanto en el espacio como en situaciones extremas en la Tierra, han convertido a la panespermia en uno de los principales referentes a la hora de explicar el origen de la vida en nuestro planeta.
Meteorito Murchison. Caído el 29 de septiembre de 1.969 en los alrededores de Murchison, Australia.
Por tanto, la panespermia es el termino con que la comunidad científica o la mayor parte de ella para ser más exactos, defiende que la vida no se originó en la Tierra, sino que procede de otros lugares del universo, y que llegó a nuestro mundo a través de cometas y meteoritos que aportaron grandes masas de agua y elementos orgánicos, como demostraría por poner un solo ejemplo el conocido como Meteorito Murchison, caído en Australia en 1.969, donde se pudieron detectar más de 90 animoácidos diferentes, de los cuales tan solo 19 se encuentran en la Tierra. Se piensa que los cometas transportan un material incluso mucho más rico que los meteoritos, pero en cualquier caso basta con pensar que cada año más de 40.000 toneladas de basura espacial en forma de meteoritos y pequeñas partículas de polvo espacial son arrojadas desde el espacio exterior sobre nuestro planeta.
Sin embargo tenemos que tener muy en cuenta que la panespermia por sí misma no aporta nada al esclarecimiento acerca de los orígenes de la vida, pues si bien nos asegura que fue la causa de ella en nuestro planeta, no añade ni el más mínimo dato de cómo se pudo originar en el planeta o planetas de donde provino. Por otro lado, tampoco queda nada claro cómo los organismos que viajaron a nuestro mundo pudieron “sobrevivir” nada más y nada menos que al proceso de expulsión de su planeta de origen, capaz de lanzarlo a velocidades increíbles a través del espacio; a continuación soportar las hostiles condiciones de un viaje, del que tampoco conocemos su duración, por el espacio exterior para enfrentarse en una siguiente fase a la destructiva tarea de nuestra atmósfera en el momento de su entrada en ésta. Y por último, como colofón final adaptarse a un ambiente agresivo y totalmente desconocido en el planeta de acogida. Y por supuesto…, tampoco queda muy claro por qué fue sólo en la Tierra donde cuajó esta lluvia de microorganismos extraterrestres, no existiendo evidencias por el momento en el resto de planetas o satélites del Sistema Solar.
Bien es cierto que distintos experimentos han reproducido las condiciones del impacto de un cometa en la Tierra, observándose que entre un 40% y un 70% de los aminoácidos lograban sobrevivir al impacto, incluso algunos de ellos se asociaban de dos en dos para producir dipéptidos, el siguiente eslabón en el camino de la vida. Pero ¡ojo!, fueron al menos cuatro fases críticas las que estos microorganismos tuvieron que pasar hasta llegar a nuestro mundo, no sólo la del impacto en nuestro planeta. Por otro lado, otros experimentos que ponen en duda la hipótesis de la panespermia han logrado formar aminoácidos a partir de una descarga eléctrica en una atmósfera artificial con altos contenidos de metano y amoniaco junto con agua y otros gases propios de lo que fue la primitiva atmósfera terrestre; estos aminoácidos son componentes principales de las proteínas y otras moléculas orgánicas. Con lo cual esto significaría que no es necesaria una intervención de organismos extraterrestres para explicar el origen de la vida en la Tierra, sino que ésta es más bien la consecuencia lógica de una serie de condicionantes únicos, al menos que nosotros sepamos en el sistema Solar.
Estas condiciones en principio deberían ser consideradas universales, es decir, partir de la premisa de que la vida fuera de la Tierra seguiría las mismas pautas que ha seguido en ella a partir de los mismos elementos, admitiendo posibles sorpresas, pues la vida de la que estamos hablando se basa en el carbono y bien podría ser una vida basada en el silicio, que es similar al carbono y puede tener muchos más compuestos. También la presencia de agua se ha considerado determinante, sin embargo se han considerado otros elementos que se mantienen en estado líquido en diferentes temperaturas los que podrían albergar perfectamente las reacciones químicas necesarias para formar cadenas de proteínas, tales como el amoníaco y el alcohol metílico.
Pero volviendo al inicio de estos condicionantes a los que hacíamos referencia con anterioridad, deberían de ser un líquido donde tengan lugar las reacciones químicas necesarias, un elemento con facilidad para formar compuestos y una fuente de energía. Éstas tres premisas la Tierra las cumple perfectamente, pues la existencia de agua y carbono, conjuntamente con descargas eléctricas y la radiación solar son parte esencial para la vida. Otras particularidades como la distancia de la Tierra al Sol, la presencia de nuestro satélite la Luna y sus especiales características, el escudo protector de radiaciones nocivas exteriores que ejerce el magnetismo de nuestro planeta e incluso la actividad volcánica existente bajo nuestros pies, han hecho de la Tierra un lugar muy especial, por no decir único para la vida.
Aunque hoy por hoy, en el momento que escribo estas líneas no está demostrada la existencia de vida extraterrestre, prácticamente nadie rechaza tal posibilidad, con lo cual tendríamos que admitir que la teoría de la panespermia se sujeta sobre una simple suposición no demostrada, pero que aporta una serie de datos muy a tener en cuenta. Tal vez el origen de la vida en nuestro planeta esté a mitad de camino entre los que defienden la panespermia y los que creen que la vida se originó en nuestro propio mundo. Ahora bien, ésta discusión se vuelve casi baladí al afrontar otros misterios sobre la vida, como la aparición del ser humano y su evolución hasta llegar a nuestro estado actual.
Aquí es donde hasta los panespermistas más recalcitrantes se vuelven ultraconservadores y no admiten la posibilidad de lo que los paleoastronautas denominamos “panespermia posterior dirigida”. La aceptación de un “Plan Inteligente”, un tercera vía, para dar respuesta a la aparición del hombre y su increíble evolución, no encaja con los dogmas “naturalistas” de los que creen que la vida se congregó por casualidad a sí misma a partir de un puñado de moléculas orgánicas, bien procedentes del espacio exterior o bien de nuestro propio planeta, ni tampoco con los dogmas de los que piensan que todo se creó en 6 días por voluntad de un ser superior, llamémosle “Dios”.
Pero de todo esto hablaremos en otros capítulos.
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