Platos voladores en Miramar: el avistaje de OVNIs que estremeció al país hace 45 años
En el verano de 1975, un fenómeno inexplicable atrajo la atención de ufólogos y periodistas a la costa atlántica: qué sucedió, según el principal testigo del hecho.
por Facundo Di Genova
La aparición de OVNIs en Miramar despertó una fiebre de eventos paranormales reportados en 1975. Cuarta Dimensión #58 |
La noche del viernes 28 de febrero de 1975, testigos afirmaron haber visto una serie de naves espaciales jamás identificadas hasta la fecha. Una de ellas, luminosa, rodeada de vapor, recorría a baja altura el arroyo El Durazno, y descendía, luego, en un campo cercano a la ciudad de Miramar, en la provincia de Buenos Aires.
La danza de los siete platos voladores, como se conoció la historia, llegó a los diarios de Mar del Plata. El ufólogo más conocido de la época, Fabio Zerpa, la publicó en la revista Cuarta dimensión, y el trisemanario sensacionalista Así, creado por Héctor Ricardo García, no se privó de darle amplia cobertura.
Juan Andrés Gregorini fue el principal narrador de los hechos que habían acontecido a metros de su casilla en una zona de quintas, cercana a la vía del ferrocarril que venía desde Constitución. Entonces, él era un joven de 32 años. Desde que dio el último reportaje, cuando finalizaba el verano del 1975, nunca más volvió a hablar públicamente del tema, hasta ahora.
Es que estaba enojado, Gregorini. La prensa había tratado el avistamiento OVNI de Miramar como un relato fantástico. La mayoría de los testigos prefirió callar y él había quedado como un loco.
“Lo vi perfectamente, estuvo más o menos 40 segundos, como flotando sobre el arroyo, a metro y medio del agua. Tenía un color como de la luna llena, plateado fuerte”, dice, 45 años después, a LA NACIÓN.
Portada de la revista Cuarta dimensión #27 de 1975, donde se publicó el reportaje sobre el avistamiento en Miramar. Cuarta Dimensión #27 |
“Me enojé con los periodistas porque publicaron algo que parecía mentira”, cuenta Gregorini. Con 77 años, reafirma todavía con más fuerza todo cuanto vio aquel viernes de febrero.
Luego de la publicación del hecho, Miramar se llenó de ufólogos, periodistas e investigadores de todo el país que buscaban reportar un misterioso fenómeno que, más allá de las fantasías sensacionalistas, parecía bien argumentado y documentado; tanto así, que contribuyó a fundar la leyenda sobre el especial magnetismo de la zona.
El evento en sí, el sobrevuelo de las naves no identificadas, su aterrizaje y posterior despegue a velocidades inimaginadas, había dejado, también, sus huellas sobre la tierra: círculos de hasta 15 metros de diámetro con la aparición desproporcionada de hongos que crecían en su circunferencia comenzaron a proliferar en el área campera frente al parque Bristol.
Incluso con algunas desmentidas posteriores, el suceso nunca logró falsearse y figura en las listas de los acontecimientos inexplicables más importantes de la historia OVNI de la República Argentina, de acuerdo con la recopilación casuística de diferentes expertos.
OVNIs en Miramar, entre el vapor y los chispazos
“Sigo viviendo en el mismo lugar. Antes era todo campo, criábamos animales, gallinas, palomas mensajeras, chanchos. Esa noche salgo a mirar que estuviese todo bien porque no teníamos luz eléctrica, yo usaba un farol a gas”, dice Gregorini, de fugaz paso por la policía provincial, joven albañil y chapista de oficio, ahora jubilado y cultor de la radioafición.
“Al principio pensé que venía alguien en un auto, pero cuando me acerco, al lado de un montecito de meoporos, veo un aparato impresionante, grande como un colectivo, sobrevolando el arroyo. Me quedé quieto del susto”.
“Estaba envuelto en un vapor que salía del arroyo. De repente se dirige hacia arriba a una velocidad increíble y ahí empecé a los gritos. Salió mi mujer con los nenes chiquitos, mi suegra que era mayor se tropezó y cayó al piso. Era un despelote, todos lloraban, y entonces lo vimos sobrevolando la ciudad, hizo un giro, volvió y aterrizó en el campo de enfrente, para el lado de la estación de tren”.
“Para ver mejor me subí al techo de la letrina que era de material, vivíamos en una casilla mientras nos hacíamos la casa. Pero no veía nada, entonces me voy corriendo para lo de mi hermana, que era la casera de la quinta; le aviso y salgo para el terraplén de la vía. Ahí todos lo vimos perfectamente, éramos como seis personas”, recuerda Gregorini.
Juan Andrés Gregorini, el principal testigo del avistamiento del 28 de febrero de 1975. (Ana Montesinos) |
A Fernando Teryda le apasionaba lo desconocido. En esa época tenía 17 años y fue a él a quien Zerpa le encargó el reportaje, que finalmente salió en el número 27 de Cuarta dimensión. “En ese momento había una mística, había cosas que no tenían respuestas y eso me entusiasmaba. Después, con los años, me hice más escéptico”, cuenta Teryda, hoy contador y buzo aficionado.
“Nunca se pudo demostrar nada”, resume.
Además del principal testigo, y del redactor de un extenso reporte para la revista especializada de la época, LA NACIÓN conversó con Ana Montesinos, en aquel entonces fotógrafa del diario La Capital y la única que logró registrar los “anillos de las brujas”, como les llamaba Zerpa.
“Fueron varias apariciones durante unos meses del verano del 75, yo hice una investigación por los campos linderos, porque había mucha gente que veía luces de noche durante la misma época, entre el arroyo El Durazno y Las Brusquitas. Hice largas guardias de noche, y la verdad, nunca vi nada”.
“Pero sí tomé las fotos del anillo y de los hongos, y en el círculo había cuatro marcas de apoyo, con el pasto como quemado, pero no estaba quemado. Incluso había plantas de Eucalipto cerca medio marchitas”, describe Montesinos.
El "anillo de las brujas" fotografiado por Ana Montesinos. (Ana Montesinos) |
Los anillos de “las brujas”
El avistamiento de aquel viernes 28 de febrero de 1975 relatado por Gregorini venía a confirmar que la ciudad de Miramar, pero también la zona comprendida por el bosque, Mar del Sud y alrededores, tenía algún tipo de magnetismo que atraía a naves desconocidas nunca identificadas.
El 21 de junio 1968 a la una de la mañana, entre las calles 26 y 3 de la ciudad que es la cabecera de General Alvarado, Rodolfo Fito Vivas casi se muere del susto. Andaba en bicicleta después de jugar al truco con un amigo cuando se le apareció una nave que flotaba a 40 centímetros del suelo y la fuerza de su paso lo tumbó a un costado del camino.
“Estaba muy asustado y al mismo tiempo escuchaba un silbido como el que efectúan los aviones a reacción. El silbido se hizo más intenso de repente y el plato volador levantó vuelo oblicuamente; después, en forma de zigzag, se alejó a una velocidad fantástica. Seguí en el mismo lugar y estaba como aturdido. Yo no sabía lo que era tener miedo hasta ese momento”, le contó Fito a Andrea Simondini, investigadora de la Comisión de Estudios del Fenómeno Ovni (CEFORA).
Este hecho también figura como verídico en la literatura ufológica nacional, fue estudiado por la Fuerza Aérea Argentina y, junto al caso de 1975, motivaron una verdadera fiebre OVNI en la Costa Atlántica.
Hongo gigantes en los campos de Miramar fotografiados por Montesinos en el verano de 1975. (Ana Montesinos) |
Sobre los círculos con hongos, Simondini dice a LA NACIÓN que “existen peritajes sobre estas anomalías que aparecen luego de un avistamiento”. En ese sentido, recuerda que, en toda investigación sobre el tema, lo primero que se descarta es que la evidencia haya sido ocasionada por fenómenos terrestres, químicos y biológicos.
“En todos los casos donde se estudiaron estos círculos, se encontró que fueron provocados por una energía de microondas que altera la composición físico química del suelo. Por ejemplo, se duplica el valor del fósforo y hay deshidratación, se concentra la salinidad, y esto explica por qué después no crece nada en mucho tiempo”.
“Esta energía no quema el suelo sino que lo deshidrata, e incluso suele modificar el pH. Otro elemento asociado luego de los avistamientos y de la aparición de los círculos es la reducción del agua de los bañados o los tanques australianos”, agrega.
A estos “anillos de las brujas” que fotografió Montesinos se los suele desacreditar con la explicación sobre los “círculos de hadas”, una formación más pequeña que tiene sentido desde la explicación biológica sobre el comportamiento de las pasturas, los microorganismos y los hongos.
“Esa explicación es la que suelen argumentar los negadores de estos fenómenos”, cuenta un exasesor de la Comisión Oficial sobre Fenómenos Aeroespaciales de la FFAA que pide reserva de su nombre.
“En general, los ‘anillos de hadas’ tienen un metro y medio y van aumentando con el correr de los meses, no aparecen de la noche a la mañana como ocurre luego de un avistamiento”, explica.
Una nave se sumerge en el mar
En la Argentina existen más de 2000 casos documentados de aterrizajes de objetos desconocidos, y en Miramar, como se ha evidenciado, hay al menos dos. Pero lo que presenció Mariano A. en el bosque en 1978 no figura en ningún registro, porque nunca lo contó hasta este momento.
De pequeño, él vio en persona los círculos con hongos y aquel año experimentó un avistaje en el bosque de Miramar que todavía lo moviliza.
“Teníamos la costumbre de ir a buscar leña y hongos de la variedad esponja al bosque de Miramar, que secábamos para hacer unas ricas salsas”, narra.
“En un momento, mi hermano nos llamó desde una elevación muy cerca del mar, y empezamos a mirar hacia el horizonte, donde se veía una forma gigantesca a unos 500 metros de la orilla, era una nave que iba descendiendo desde el cielo”.
“Bajó hacia el mar despacio y de repente se posa como si fuera un barco y se empieza a hundir. Tenía forma de disco gigante, no tenía colores, como si se hubiera mimetizado con el horizonte y el color del mar, pero con tonos más oscuros y un contorno perfecto del tamaño de un barco petrolero”.
“Nos quedamos en silencio y tardamos en recuperar el habla, a pesar de nuestra ansiedad de chicos. Nunca se lo comentamos a nadie hasta hoy, solo quedó el comentario dentro de la familia”, admite.
Gregorini le da crédito al relato de Mariano porque ya lo ha escuchado de distintas voces y es que, en el bosque, según parece, son frecuentes este tipo de apariciones.
“Después de lo que vi, hablé con mucha gente que había visto OVNIs en la zona, pero ellos no se animan a hablar por miedo al ridículo”, dice Gregorini.
Tiempo después, durante los largos ochenta, incluso se habló de que investigadores de la NASA habían visitado el vivero dunícola Florentino Ameghino, que dio origen al bosque energético a principios del siglo XX para fijar las dunas, pero lo cierto es que no hay hasta ahora documento alguno que acredite la visita de expertos internacionales.
También circuló la hipótesis de la caída de un gran meteorito que provocó ese fuerte magnetismo, parte de la misma lluvia que impactó en Chaco y Santiago del Estero hace cuatro mil años tras la explosión de un asteroide, aunque el hecho es frecuentemente explicado desde el punto de vista más escéptico: la abundancia de mineral de hierro en las arenas de la costa.
El fenómeno de las ramitas que se "imantan" entre sí es un clásico del bosque energético de Miramar. (Daniela Chueke Perles) |
“Sería egoísta no querer entender que hay mucha más vida allá afuera de la que hay dentro de nuestro planeta. Estoy convencido de que en algún momento vamos a poder ver a los tripulantes de esas naves”, sostiene Mariano, y agrega que actualmente siguen viéndose estos fenómenos que los incrédulos intentan desacreditar con argumentos del tipo “son los satélites de Elon Musk”, “son estrellas o cometas”, cuando todos ellos, en realidad, “tienen trayectorias muy definidas”.
“Solo hay que observar y querer comprender, hay más de lo que se sabe”, cierra Mariano.
Gregorini es más directo. “Yo de esto no hablé nunca más, porque me he encontrado con cada uno que le busca la quinta pata al gato. Yo cuento lo que vi, y eso no se me olvida nunca más en la vida”.
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