Revista Gente y la actualidad
08/11/1973
O.V.N.I. en Bahía Blanca
Este hombre dice que vivió todo esto.
Por Alfredo Serra - Fotos: Carlos Flores - Dibujos: Roberto Regalado.
Enviados especiales a Bahía Blanca.
Dionisio Llanca, 25 años, soltero, camionero, hombre tímido y callado, llegó a un hospital de Bahía Blanca en estado de amnesia total. Tres días después, cuando recuperó la memoria, narró una extraordinaria historia: su encuentro nocturno, en la ruta 3, con un plato volador y seres que hablaban con chillidos y que le tomaron una muestra de sangre. Aquí el relato, las fotos, la reconstrucción del caso. Y el extraño episodio del O.V.N.I. avistado en la Base Espora.
El principio
Dionisio Llanca se levantó tarde el sábado 27. Ciertas circunstancias lo llevarían, en los días que siguieron, a enfundarse en un traje azul con chaleco y colgarse del cuello un corbatón de colores (tantos periodistas, tanta gente, tantas fotos, le despertaron un súbito pudor), Pero ese mediodía se puso unos pantalones viejos, una camisa y una campera negra. Ambuló por la casa modesta pintada de verde y por la calle Chubut, un ancho río de tierra dormido a diez minutos del centro de Bahía Blanca.
Habló del tiempo, del trabajo, de cosas estrictamente reales y cotidianas con su tío Enrique Ruíz. Almorzó y se acostó a dormir la siesta porque tenía que manejar toda la noche. Se despertó cerca de las seis de la tarde y se instaló frente al televisor. Vio, sin demasiado entusiasmo, un capítulo de la serie Ladrón sin destino. Es importante recordar que esa serie es policial, realista, directa y sin elementos fantásticos. A las diez de la noche comió con su tío. El menú: un bife, una ensalada y dos vasos de Cepita, una bebida sin alcohol. Unos minutos después de la medianoche Llanca se puso la campera, se despidió del tío y subió al camión (un Dodge 600), cargado de materiales de construcción que debía llevar a Río Gallegos en un monótono viaje de dos días.
Después de doce años en el volante, el ojo se acostumbra. Aún en la penumbra de la calle, Llanca descubrió que la goma trasera derecha estaba baja. Estuvo a punto de cambiarla, pero decidió partir. Cuando puso en marcha el motor eran las doce y media. Había empezado el domingo 28.
El hombre
Dionisio Llanca es un hombre sin misterio. Tiene 25 años, maneja camiones desde los 14, el fútbol no le interesa (aunque a veces se preocupa por el destino de Boca Juniors), es soltero —una vez tuvo una novia y entonces, tiempos felices, se hizo tatuar en el brazo izquierdo dos corazones atravesados por una flecha— y vive con sus padres en Ingeniero Jacobacci, un pueblo de Río Negro, donde nació el 17 de octubre de 1948. El padre de Llanca es ferroviario y la madre vive entre un fogón caliente y los doce hijos que trajo al mundo. Los mejores recuerdos de Dionisio Llanca (además de la novia que ya no tiene) están también tatuados en su brazo izquierdo: son los de su servicio militar, y han quedado apretados en una leyenda azul que dice Batallón Logístico de Montaña 6, Zapala, 1969-1970. Gana, con el camión de !a empresa Transporte Comercial Automotor de Río Negro, unos 100 mil pesos mensuales. Piensa que es poco, y como quiere comprarle una casa a la madre está decidido a cambiar de oficio. "Total —medita—, yo sé hacer un poco de todo".
Duerme poco. Le bastan cuatro o cinco horas. Y muy pocas veces recuerda lo que sueña.
Aquello
El camión empezó a bambolear sobre la ruta 3. La goma estaba pinchada, no había nada que hacerle.
Dionisio Llanca se arrepintió de no haberla cambiado en la estación de servicio Esso de la calle Don Bosco, donde había parado a la una menos cuarto para cargar nafta. Ahora tendría que bajarse en la banquina oscura y desolada, aguantarse el frío de la madrugada —ya era la una y cuarto— y manotear herramientas y tornillos sin nadie que le diera una mano.
A partir de ahora es imprescindible transcribir, palabra por palabra, punto por punto, el relato de Dionisio Llanca. Atención.
"Frené el camión en la banquina, me bajé, saqué el gato y las herramientas y empecé a cambiar la goma. La ruta estaba desierta. De pronto, el camino se iluminó con una intensa luz amarilla que parecía estar a unos dos mil metros. Me llamó la atención, pero por el color pensé que eran los faros de un Peugeot y seguí con mi trabajo. Pasaron unos segundos. Yo estaba de espalda a la luz, pero se hizo tan fuerte que iluminó todo el campo. Y ya no era amarilla, sino azulada, parecida a la de un soldador eléctrico. Traté de levantarme, pero no tenía fuerzas. Me había invadido una cosa rara, una especie de desgano, y las piernas no me respondían. Estaba de rodillas. A pesar del gran decaimiento atiné a darme vuelta y mirar hacia la arboleda que estaba a un costado del camino. Entonces vi una cosa grande, con forma de plato, suspendida en el aire, a unos siete metros de altura, y tres personas a mis espaldas que me miraban fijamente. Otra vez traté de levantarme, pero no pude. El decaimiento era total, y me di cuenta de que ni siquiera podía hablar. Las tres personas estuvieron mirándome un largo rato. Tal vez cinco minutos. Eran dos hombres y una mujer. La mujer estaba en el medio de los dos hombres. Me di cuenta de que era mujer por la forma del pecho y por el pelo largo y rubio que le llegaba hasta la mitad de la espalda. Los hombres también eran rubios y estaban peinados para atrás. Los tres tenían más o menos la misma altura, un metro setenta o setenta y cinco, y vestían de la misma manera. Buzos enterizos color gris plomo muy ajustados al cuerpo, botas tres cuartos color amarillo, como el de las gamuzas de lustrar zapatos, y guantes largos, hasta la mitad del brazo, del mismo color. No tenían cinturones, ni armas, ni cascos, ni nada más. Las caras eran como las nuestras, pero tenían frente muy despejada y ojos alargados, como los de los japoneses, y un poco saltones. Hablaban entre ellos en un lenguaje imposible de entender. No tenia vocales y sonaba como..., como una radio mal sintonizada, con chillidos y zumbidos. Uno de ellos me agarró del cuello de la campera y me levantó con firmeza pero sin violencia. Intenté hablar, pero la voz no me salió. Mientras e| que me había levantado me sostenía, el otro me puso un aparato en la base del dedo índice de la mano izquierda. Miré bien el aparato. Se parecía a una afeitadora a pilas y tenia una canaleta. Me lo aplicaron unos segundos. No me dolió. Cuando lo retiraron tenia dos gotas de sangre en el dedo. Creo que me desmayé, porque no recuerdo más nada..."
El despertar
Dionisio Llanca se despertó a una hora imposible de precisar. De acuerdo con una serie de sucesos y testimonios posteriores, esa hora debe haber estado entre las dos y las tres de la madrugada del domingo. Cuando abrió los ojos estaba tirado junto a unos vagones, dentro de los corrales de la Sociedad Rural de Bahía Blanca, exactamente a nueve kilómetros seiscientos metros del punto donde le sucedió aquello. Caminó sin rumbo. No recordaba nada. Ni su nombre, ni el episodio, ni el camión, ni su domicilio. Estaba mareado y tenia frío. Empezó a caminar hacia la ruta, guiado por las luces de los vehículos. Recién el martes 30, cuando se despertó en una cama del Hospital Municipal de Bahía Blanca, recordó todo y se estremeció. Su ropa estaba intacta, doblada en los barrotes de la cama. Sintió ganas de fumar y de saber, por ejemplo, qué hora era. Entonces descubrió que le faltaba el reloj, el encendedor y los cigarrillos, que siempre protegía con una cigarrera de metal. Sin embargo, en e| bolsillo del pantalón estaban los 150 mil pesos que llevaba al salir. Preguntó por su camión, que le preocupaba más que el plato volador y los extraños seres. Le dijeron que la policía lo había encontrado estacionado sobre la banquina, en Villa Bordeu, a unos dieciocho kilómetros del centro de Bahía Blanca, con el gato puesto y una goma lista para ser cambiada. En la guantera, intactos, estaban los documentos.
Los pasos perdidos
En la hoja 103 del libro de entradas de la guardia del Hospital Municipal se lee:
Nombre: N.N. Lugar del accidente: ruta 3, detrás de El Cholo. Causa: Dice que una luz muy fuerte lo encegueció, que era un plato volador, y no recuerda más. Vio dos hombres y una mujer muy rubios. Lesiones: traumatismo de cráneo, frente temporal derecho con amnesia total.
Todavía es un misterio todo lo que ocurrió entre el minuto en que Dionisio Llanca despertó junto a los vagones, a casi diez kilómetros del lugar donde tuvo el encuentro alucinante, y el momento en que lo atendió Ricardo Smirnoff, traumatólogo y médico forense. Su testimonio es decisivo:
"Soy médico forense. Los sábados y domingos tengo guardias rotativas. El domingo 28, a eso de las nueve y media de la mañana, me llamó por teléfono la doctora Altaparro, que trabaja en el Hospital Español, y me dijo que tenía un caso algo curioso. Llegué al hospital a las diez y cuarto y me encontré con un hombre de 25 ó 26 años de edad (luego calculé bien los años por las fechas de los tatuajes que tiene en e| brazo izquierdo), que padecía amnesia total retrógrada, es decir, que había olvidado los datos del pasado. No sabia quién era, adonde había nacido, quiénes eran sus padres. Lloraba continuamente y preguntaba en qué pueblo estaba. La doctora me dijo que un hombre lo había dejado en el hospital después de encontrarlo vagando por el centro de la ciudad como un autómata y preguntándole a todos los que encontraba adonde había un puesto policial. Al principio pensé que lo había atropellado un auto en la ruta. Lo revisé. Aparentemente no tenía lesiones. Pero al llegar a la cabeza y acercarle la mano a la frente —sin llegar a tocarlo, atienda bien, sin llegar a tocarlo—, se echó hacia atrás instintivamente, como quien se protege de algo que va a producirle dolor. Sin embargo, en esa zona no tenía escoriaciones, ni hematomas, ni promontorio (el clásico chichón), ni quemaduras. Lo definí como «un dolor exquisito parieto-temporal derecho». Después lo hice fichar en la policía —por si se trataba de un accidentado o de un fugitivo— y lo hice internar en el Hospital Municipal por un posible traumatismo de cráneo. Desde luego, un golpe puede provocar amnesia parcial o total. Pero me pregunto: ¿qué clase de golpe puede producir amnesia total sin dejar una sola marca? En esto de los platos voladores hay dos caminos: creer o no creer. Yo no creo. Pero tengo que reconocer que el caso Dionisio Llanca es muy extraño, muy extraño..."
Viernes 2, Mediodía
El viernes 2, exactamente al mediodía —cuando Dionisio Llanca recién planeaba su viaje a Río Gallegos—, seis técnicos de la Marina de Guerra trabajaban en la torre de control de la base aeronaval Comandante Espora, en Bahía Blanca, durante un operativo de ejercicios aéreos a cargo de una escuadrilla de aviones militares. De pronto vieron suspendido a unos cuatro mil metros, de altura un punto de intensa luminosidad. El objeto estuvo allí durante veinte minutos. Ese tiempo permitió a los técnicos observarlo con prismáticos y otros aparatos ópticos de la torre de control. Mientras algunos lo miraban otros comprobaron un hecho notable: a esa hora y por ese lugar no estaba previsto el paso de ningún satélite artificial ni había sido lanzado ningún globo sonda. Al cabo de esos veinte minutos el objeto empezó a moverse lentamente y desapareció luego a gran velocidad, una velocidad que calculada por el radar fue calificada como muy superior a la de cualquier objeto terrestre conocido. El episodio fue registrado en el libro de novedades de la base como "fenómeno O.V.N.I.", y su aparición llevó otra vez a primer plano un episodio sucedido días antes en el mismo lugar, al que no se le dio ninguna difusión: dos aviones militares intentaron perseguir a un punto luminoso similar, pero no pudieron hacerlo a causa del mal tiempo. (De los diarios).
Los sí y los no
Hemos relatado un hecho. La historia del camionero Dionisio Llanca y su encuentro con un O.V.N.I. y tres seres extraños, presuntamente extraterrestres. La simple enunciación del suceso genera escepticismo, burla, indiferencia. Pero Virgilio, en la Cuarta Égloga, escribió: "Ya una nueva raza está siendo enviada desde los cielos", y dijo Pascal que "El que duda y no investiga se torna no sólo infeliz sino también injusto". Por lo tanto (y considerando que el enigma de los platos voladores, al fin y al cabo, ha reunido 55.000 testimonios y unas 300 fotografías), es imprescindible investigar. O, por lo menos, responder preguntas. Adelante.
P.: ¿Miente Dionisio Llanca?
R.: Dionisio Llanca no parece mentir. Todos los hechos (lo que hizo e| sábado, su comida, el programa de televisión que vio) fueron comprobados. Su amnesia está comprobada por médicos y asentada en los libros del hospital. Pero, sobre todo, Dionisio Llanca no tiene motivos para mentir: este episodio lo mantiene en un constante estado de angustia. Ha confesado que de noche sueña con el plato y con los tres seres. Tiene miedo de volver a encontrarlos.
P.: ¿Se beneficia Dionisio Llanca con esta mentira?
R.: Todo lo contrario. Dionisio Llanca, mientras vagaba amnésico por la madrugada de Bahía Blanca, no buscó un canal de televisión, ni una radio, ni un diario. Buscó un puesto de policía y encontró un hospital. Esto hace suponer que el protagonista no buscaba notoriedad. A diferencia de otros testigos de platos voladores, Dionisio Llanca no ha pedido un solo peso por prestarse a reportajes ni a interrogatorios. Y por culpa de ellos ha perdido preciosos días de trabajo que ya no podrá recuperar. Además, para él, un hombre apocado e introvertido que sólo espera la hora de llegar a su casa y ver a sus padres, esta avalancha de preguntas y de fotografías debe parecerse al infierno. Enfundado en su traje azul, apretado por su chaleco, Dionisio Llanca es un personaje casi patético. En la puerta de un restaurante nos dijo, con lágrimas en los ojos: "Por qué todo esto tuvo que pasarme a mí, ¿por qué?"
P.: ¿Es loco Dionisio Llanca?
R.: Según los médicos, Dionisio Llanca parece normal. Sin embargo, esto no es definitivo. Dentro de una semana será sometido a pruebas de hipnosis y de Penthotal (droga de la verdad). Recién entonces se podrá asegurar si ha mentido. Otra serie de pruebas determinará si Dionisio Llanca padece alguna alteración mental.
P.: ¿Qué puntos flojos hay en el relato de Dionisio Llanca?
R.: Algunos. Pero también con su réplica. Por ejemplo, resulta extraño que sólo Dionisio Llanca haya visto esa luz intensa que iluminaba todo el campo. Sin embargo hay que considerar que la ruta 3, a esa hora, no es muy transitada. Que en los alrededores del sitio donde sucedió aquello hay solamente un frigorífico (a esa hora sin actividad) y un depósito de combustible de YPF custodiado por serenos que montan guardia en el interior y que no ven desde su puesto toda la ruta. Resulta extraño que Dionisio Llanca haya caminado (en estado de profunda confusión mental) casi nueve kilómetros hasta la ciudad Pero también es posible que algún automovilista lo haya levantado y para no comprometerse lo haya dejado después en alguna calle céntrica. Llanca, afectado por una amnesia total, puede haber olvidado ese episodio aun cuando el martes siguiente recordó casi todos los hechos.
P.: ¿Es Dionisio Llanca un bromista, un fabulador?
R.: Dionisio Llanca es un hombre simple, casi primitivo. A lo largo de casi dos días de charla con nosotros reflejó angustia y no ensayó siquiera una sonrisa. El sentido del humor está muy lejos de sus características. Uno de los médicos lo definió como "un inocente". Por otra parte, semejante fábula requeriría un conocimiento previo de algunas cuestiones relacionadas con el fenómeno O.V.N.I., cuestiones que Dionisio Llanca ignora desde el principio hasta el final. Cuando le preguntamos qué sabía de los platos voladores (y se lo preguntamos muchas veces y hasta en forma tramposa para hacerlo caer) contestó: "Nada, no me interesa el tema". Y en realidad son muy pocos los temas que le interesan a Dionisio Llanca, con excepción de su pueblo, sus padres y su trabajo.
Deliberadamente hemos dejado para el final un prediagnóstico del psiquiatra Eduardo Mata, un veterano fiscal de testigos del fenómeno O.V.N.I.:
"He buscado por todas partes y me ha sido difícil encuadrar el caso de Dionisio Llanca. Me atrevo a arriesgar, como explicación, el síndrome de Korsakov, un síndrome confusional en el que predominan la amnesia de fijación, la tabulación y los falsos reconocimientos, y a la cual se asocia una polineuritis que puede también no estar presente. Sin embargo —aunque todavía no he examinado a fondo al testigo—, creo que su primitivismo, su simpleza, su constante preocupación por las cosas cotidianas (el trabajo, el camión, la goma pinchada) antes que por el extraordinario suceso que narra, lo invalidan como un fabulador. Creo que a Dionisio Llanca le pasó algo tremendo esa noche. Algo fantástico y terrible. Y que el shock psicológico que sufrió al ver "eso" le pudo haber producido más tarde el síndrome de Korsakov..."
"Eso", hayan sido o no seres rubios con mamelucos gris plomo, está todavía clavado en los ojos y en el cerebro de Dionisio Llanca, que lleva días sin comer ni dormir. Y que ahora sí, definitivamente, quiere cambiar de oficio. Para no tener que volver nunca más de noche a la ruta 3, llena de viento y de silencio y de arboledas y de cables de alta tensión donde —oyó decir hace poco— los visitantes de galaxias lejanas roban energía para hacer andar a sus platos y asustar a los hombres.
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Un OVNI sobre la Base Espora
Héctor Benítez tiene 31 años, es casado y padre de dos hijos y vive en el 2311 de la calle Castelar, en Bahía Blanca. Desde 1969 es técnico radarista de la torre de control de la Base Aeronaval Comandante Espora. El viernes 2 de noviembre a las 11.50 estaba de turno en la torre junto a otros cinco compañeros, uno de los cuales es piloto civil. De pronto, exactamente a esa hora, oyó que sus compañeros hablaban de "un punto luminoso en el cielo". Tomó unos grandes prismáticos que siempre están en la torre y bajó rápidamente las escaleras. Este es su relato: "Pude ver en el cielo, a una altura muy difícil de calcular a ojo, una circunferencia blanca o plateada que se mantenía suspendida y completamente inmóvil. La superficie no era del todo regular, y alcancé a distinguir en ella unos puntos oscuros similares a las ventanillas de una aeronave. Desgraciadamente, no había en ese momento ningún avión en vuelo, de modo que no pude calcular la altura a la que se encontraba el extraño objeto. Tampoco pude precisar su tamaño, pero era más o menos similar al de un Boeing 737 que volara a 9.000 metros de altura. Pensé que podría tratarse de un globo, pero sucede que los globos sonda no permanecen suspendidos de ese modo en el cielo. Por otra parte, en ese momento soplaba un viento norte bastante fuerte: si hubiera sido un globo, éste se habría movido en forma notoria. También descarté la posibilidad de que se tratara de un satélite artificial. A veces, desde nuestra base, se ve el satélite Nimbus, que da una vuelta a la Tierra cada 114 minutos y a una altura de 20 kilómetros en dirección Norte-Sur. Por supuesto tampoco se trataba de un avión: esos aparatos, que vuelan a 900 kilómetros por hora y a una altura de 9.000 metros, se identifican a simple vista por su movimiento de traslación. Después de 15 minutos de estar completamente inmóvil, cuando eran exactamente las 12.05 de un día claro y despejado, el plato se desplazó a enorme velocidad en dirección Sur-Sudeste y desapareció de mi vista. Desde luego, lo ideal hubiera sido seguirlo con el radar, pero sucede que no tuvimos tiempo de que el radar entrara "en régimen". Para detectar ese tipo de objetos hubiéramos necesitado más de 15 minutos antes de entrar en régimen. De acuerdo con mi observación y con las características del plato no dudo en denominarlo OVNI. Y lo mismo dicen mis otros cinco compañeros, uno de los cuales es piloto. Es la primera vez que me toca ver un OVNI, pero siempre creí en ellos. No sé qué son, de dónde vienen, quiénes los manejan y mucho menos qué se proponen. Pero lo que ya no se puede negar es que existen y nos observan atentamente. .."
Por su parte, el capitán de fragata Emilio Darnet, de la base Espora, no quiso abrir juicio sobre el fenómeno —que consta anotado en el libro de guardia como "Fenómeno OVNI"—, pero señaló que ya se ha iniciado una investigación sobre el episodio.
Este episodio sucedió el viernes 2 al mediodía. El domingo siguiente, en la primera hora de la madrugada, el camionero Dionisio Llanca vivió —dice— su fantástica experiencia. Si Llanca no miente. . . ¿Qué relación hay entre el Objeto Volador no Identificado de la base Espora y el plato y los extraños seres que vio el camionero? ¿Y por qué la avalancha de OVNI ha elegido Bahía Blanca como objetivo?
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"Es probable que exista vida extraterrestre"
Carlos Varsavsky es doctor en astronomía, profesor de física teórica en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires, y autor de varios libros de su especialidad. El caso de Bahía Blanca —como todos los casos de Fenómenos O. V. N. I.— plantea, fundamentalmente, el mayor de los enigmas de nuestro tiempo: ¿Estamos solos en el Universo, o hay vida inteligente más allá de nuestro planeta? Le hicimos esta pregunta a Varsavsky. Esta es su respuesta.
"Es muy probable que exista vida extra terrestre, sobre todo fuera del sistema planetario. Es decir, a una distancia que oscila entre los diez y los cien años luz. Hay que tener en cuenta que una galaxia tiene cien mil años luz y que un año luz equivale a setecientas mil veces la distancia entre la Tierra y el Sol. Así, diez o cien años luz, en relación a la galaxia, es muy poca cosa.
Hay razones para suponer la existencia de vida extraterrestre. Una de las principales es la posible existencia de otros cuerpos fríos —planetas como el nuestro— que giren alrededor de estrellas como el Sol. Todo esto está en relación con las teorías de la formación de las estrellas. Si hay tantos planetas y tantas estrellas, se puede suponer correctamente que haya condiciones y circunstancias de vida también en otros lugares de la galaxia. Además, no hay que olvidar que la Tierra tuvo tres mil millones de años de existencia sin vida inteligente, vida humana.
Si existen seres extraterrestres inteligentes, la forma más simple para comunicarse con ellos es recibir y mandar señales de radio. Las señales de radio viajan a la velocidad de la luz, llegan más rápido que otro tipo de señales, y para grandes distancias la tecnología necesaria ya está resuelta y es mucho más simple que mandar, por ejemplo, un cohete.
Además, la física es un conocimiento acumulativo de fenómenos no reproducibles. Eso quiere decir que otras civilizaciones que estudiaran el mundo que las rodea estarían en condiciones de captar o enviar señales antes que otro tipo de mensajes. En la actualidad en la Tierra estamos en condiciones de enviar señales pero no podemos enviar un cohete a otra estrella. Entonces, cuando planteamos la comunicación con otros seres del sistema de la galaxia, resulta que es más fácil recibir que enviar. En consecuencia, existen en muchos países receptores de radioastronomía apuntando a aquellas estrellas que se supone tienen posibilidades de vida, como puede ser el caso de Alfa Centauro.
En 1959 un radioastrónomo de Estados Unidos puso una antena para recibir mensajes extraterrestres, pero el proyecto no dio resultado al no continuarse.
En 1964 se captó una radiofuente extraterrestre que tuvo mucha fama. Fue la denominada CTA 102. Fue la primera vez que se anunció públicamente este tipo de captación. Tenia una intensidad variable, es decir, una amplitud de onda modulada. Las señales de radio se generan en forma natural en muchos casos. Se conoce su origen. Y una de las características de todas las ondas naturales extraterrestres, hasta 1964, era su constancia. Al aparecer una onda variable que cambiaba después de un largo período (a veces tardaba semanas en cambiar) se creyó que esa onda seria la emisión de un ser extraterrestre inteligente. Pero después de un tiempo se descubrió que era un nuevo tipo de emisión de onda natural.
En 1968, en Cambridge, Inglaterra, se detectó una emisión que variaba en menos de un segundo. Prácticamente era una pulsión del tipo del sistema Morse, con ritmos variables. También se creyó entonces que sería una emisión no natural, ya que un ser inteligente, para diferenciarse de lo natural del universo, debe hacer variaciones, cambios. Cuando esos cambios son sistemáticos alcanzan significado de un código, como el sistema Morse. Es decir, un lenguaje. Pero también se descubrió que se trataba de una onda natural.
Lo que ocurre es que esas señales son emisiones de fenómenos naturales pero aún desconocidos en nuestro planeta. Las ondas de 1968 eran producidas por un cuerpo celeste llamado Pulsar, justamente por el tipo de emisión. Es un fenómeno físico que no se puede reproducir en un laboratorio. Lo podemos imaginar, nada más.
En este tipo de fenómenos no hay que apresurarse. Hay que esperar que los científicos (como los que trabajan en el Instituto Argentino de Radioastronomía, que cuentan con dos antenas de treinta metros de diámetro y excelentes receptores) digan su última palabra. La imaginación debe volar y buscar lo desconocido, sobre todo para lograr que lo misterioso, l0 extraterrestre, pueda ser comprendido y conocido por todos. Hay vida en otros planetas. Tardaremos en descubrirla, pero lo lograremos".
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